lunes, 24 de marzo de 2014

Adolfo Suárez
 
 
¿Por qué esta entrada?
 
Nunca voté ni a UCD, ni al CDS. Valga esta información para valorar en su justa medida cualquier cosa que diga a continuación. Sé que va a resultar difícil escribir algo que no hayan dicho ya voces más autorizadas, tal vez mejor informadas y, desde luego, con mayor categoría que la mía. Voces que, además, es de suponer que tuvieran escrito el obituario desde hace mucho tiempo.
 
Sin embargo, ahora que ya han pasado años suficientes desde que Adolfo Suárez abandonó la política, es el momento de escribir algunas de las cosas que, de haber tenido la ocasión, me habría gustado decirle a él.
 
Nuestra deuda, la de todos, con el ex Presidente.
 
Sí, la deuda, que todos la tenemos aunque haya muchos que hoy callen las barbaridades que han venido diciendo sobre él, porque no es el mejor momento, que ya se sabe que "no hay muerto malo".
 
Suárez no fue un traidor. Nunca se es cuando se actúa en conciencia. Fue un español que supo interpretar la imperiosa necesidad de que su país cambiara de rumbo. Lo hizo casi a la perfección, y no se interprete el "casi" como una crítica negativa o una sombra de duda sobre su actuación, sino como la evidencia de que  ninguna obra humana es perfecta.
 
Cometió errores, cómo no, muchos errores, pero a las personas ha de juzgárselas por el saldo final de su proceder, y éste es tan positivo que pocas veces en la Historia de España y quizás la del mundo pueda verse algún ejemplo de cómo lo imposible se hace realidad en un lapso de tiempo tan corto. Personajes de la talla y la fama de Gorbachov, por ejemplo, lo intentaron más tarde, y hoy sigue sin haber libertades en Rusia. Se dirá que nuestro presente no es demasiado halagüeño y no faltará quien se dedique a buscar las causas de la crisis en la política del primer Presidente elegido por Sufragio Universal, desde la Segunda República. Lo cierto es que nosotros somos ciudadanos y en Rusia se sigue encarcelando o eliminando a la disidencia.
 
Es verdad que no sólo fue Suárez el que logró llevar la Transición a buen término. Esa tarea necesitaba el concurso de miles de personas decididas a poner lo mejor de cada uno, siquiera fuera por un tiempo, al servicio del bien común, y del seguimiento decidido del pueblo en su conjunto, pero, si somos imparciales, creo que en su haber habría que abonar logros como los siguientes:
 
- Logró dinamitar el Régimen de Franco desde la legalidad franquista, en una tarea de convencimiento lindante con lo imposible.
 
- Sobre la base de hacer normal en política lo que era normal en la calle -la frase es suya- se arriesgó a legalizar al PCE, y, como el tiempo ha demostrado, España no desapareció.
 
- Hizo del consenso el método de trabajo en el juego político. El consenso, no la adhesión ciega a las propuestas del Gobierno. No es lo mismo dialogar que sentarse a la misma mesa, ni acordar que consensuar. Consenso implica defender posiciones que pueden no coincidir con las propias pero que, si contienen el mínimo imprescindible de nuestro propio punto de vista, se asumen y se defienden como propias. Es decir, consensuar es abandonar una parte de nuestras posiciones y actuar en consecuencia. 
 
- Aunque sea una consecuencia de lo anterior, fue el impulsor de los Pactos de la Moncloa. Yo estuve en uno de los grupos de trabajo y aún sigo maravillándome del modo en el que el Gobierno planteó la cuestión y de cómo todos defendimos después el contenido de los Pactos. ¿Cuántos sinsabores, cuánto dolor nos hubiéramos ahorrado si al comienzo de la crisis el Gobierno (ya hubiera sido el del PSOE o el posterior del PP) hubiera convocado a todos los Partidos del arco parlamentario a una segunda edición de los Pactos? Pero no, el PSOE salió del Gobierno negando primero y minimizando después la magnitud del problema, y el PP, vista su abrumadora mayoría, dejó bien claro que la única colaboración que entendía era la adhesión sin matices a sus propuestas. Y así nos está yendo. Él, por el contrario, nos dio la pauta y todos hicimos lo mismo: poner los intereses de nuestros Partidos por delante de los personales y los de España por delante de los de nuestro Partido.
 
- Él, Gutiérrez Mellado y Carrillo, pero él el primero, dieron un ejemplo imperecedero de qué es la dignidad y la valentía cuando tú tienes la razón y enfrente te amenaza la fuerza bruta.
 
- Y cuando llegó el momento se marchó sin ruido. A Suárez no le cuadra la conocida frase de Felipe González -"Los ex Presidentes somos como los jarrones chinos: objetos de gran valor que, al final no sabes dónde ponerlos, porque estorban en todas partes"- Se marchó y dejó de interferir en la vida pública. Es de agradecer. Bien mirado, lo mismo que de Suárez podría decirse de Calvo Sotelo o de Rodríguez Zapatero, o sea que sólo el autor de la frase y Aznar son jarrones chinos.
 
¿Y los errores? Tal vez en otra ocasión me dé por escribir sobre ellos. Hoy no es el día.
 
La caída de Suárez.
 
Hubo un tiempo en el que el deporte favorito de la clase política era apedrear a Suárez. Todos nos dedicamos a él con un entusiasmo digno de mejor causa. Hay quien dice que al menos el papel de la Oposición era el lógico. Es posible, pero no tanto como para que no hubiera tenido con el Presidente del Gobierno la misma cortesía, el mismo juego limpio que él tuvo con la Oposición cuando estaba en el Poder. Cierto que lo mismo podría decirse del PP cuando disparaba sobre González desde trincheras y azoteas, pero eso sólo quiere decir, que tampoco el PP estuvo a la altura de lo que habría podido esperarse.
 
En contra de lo que muchos creen, en Política no todo vale. El Poder en sí mismo no es más que una droga adictiva que llega a dominarte de tal manera que se está dispuesto a lo que sea con tal de llegar al Sillón Presidencial cuanto antes. Pero lo cierto es que lo fundamental es tener claro para qué se quiere el Poder, y ahí, en ese punto, es evidente que no vale todo.
 
Pese a todo, los máximos responsables de la caída de Adolfo Suárez se encontraban a su alrededor: los personajes, personajillos, grupos, banderías y camarillas que formaban la UCD. Suárez lideró un Partido cuya ideología era inexistente. Dentro de esa máquina electoral que también le funcionó al principio, había tales diferencias internas, que, como luego se vio, cuando la UCD saltó por los aires hubo militantes suficientes para repartir carnets a izquierda y derecha. Socialdemócratas que no lo eran, azules que seguían siéndolo, demócrata cristianos que en el mejor de los casos sólo eran una de las dos cosas, sólo estaban de acuerdo en que había que acabar con el Presidente, olvidando quién los había hecho llegar hasta donde estaban. Así les fue.
 
¿Y el Rey fue tan leal con Suárez como éste con aquél? La fotografía que tanto ha circulado estos días -el Rey con el brazo sobre los hombros del ex Presidente, andando los dos de espaldas a la cámara, como quienes se acercan al final de algo inexorable- es hermosa. No siempre fue así. Es posible que el Monarca, que tanto recibió de El Duque de Suárez, llegara a pensar que su utilidad había desaparecido. Allá él con su conciencia.
 
En resumen
 
Ha muerto un gran hombre, un gran político y un gran español. La vida no le trató nada bien, pero ha sabido morir, eso hemos oído, como vivió: con la sonrisa en los labios y sin molestar.
 
Si es verdad que la inmortalidad reside en la memoria colectiva, Adolfo Suárez debería tenerla garantizada. Es cosa nuestra hacernos cargo de esa deuda de gratitud. 
 


3 comentarios:

  1. Gracias Clemente por poner las palabras justas, para un justo. un abrazo. Besos con Sabor a mar...

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  2. Clemente Rodriguez Navarro25 de marzo de 2014, 11:08

    No hay de qué, seas quien seas. En el fondo, mi entrada es una especie de pago atrasado de deudas contraídas con quien tanto hizo por todos nosotros.

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  3. Clemente Rodriguez Navarro25 de marzo de 2014, 11:12

    He vuelto a leer tu comentario y no creo equivocarme si pienso que eres Betty. La pista está en los "besos con sabor a mar".

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