miércoles, 26 de marzo de 2014

"Lo profundo es el vacío. Senderos hacia...la nada"
 
La exposición de Manuel Hernández en Villajoyosa.
 
 
Manuel Hernández.
 
Manuel Hernández es un arquitecto que pinta o un pintor que es, además, arquitecto. Eso depende del punto de vista de cada uno, o del momento vital al que nos vayamos a referir. Por lo que a mí respecta, creo que estamos ante un humanista con profundos conocimientos teóricos y prácticos en ambos campos, estudioso de La Cultura, que cuando proyecta una construcción, o cuando se pone ante un lienzo, un cuaderno o un montón de materiales diversos, entiende la creación como un ejercicio de reflexión, piensa en la obra a ejecutar como un todo armónico y se eleva a los orígenes, las razones y el significado del Arte a través de la Historia.
 
No importa de qué obra se trate, Manuel Hernández la afronta como un proceso de introspección, para terminar por darle un sentido acorde, antes que nada, con su personalísima manera de estar en el mundo.
 
Hace algunas semanas, el 6 de marzo, tuve el placer de asistir a la enésima exposición de una pequeña parte de sus pinturas. Eligió Villajoyosa, lugar del que podría decirse que es su segunda patria chica, y allí, en El Centro de Arte Contemporáneo, expuso dos colecciones de sus obras. Tuvo el acierto de mostrarlas en dos salas tan distintas, como diferentes son el estilo, los materiales y las técnicas utilizadas en ambas. Diferencias que, al final no son sino variaciones sobre el mismo tema.
 
 
 
 Una perspectiva de Villajoyosa de entre las muchas que podría haber elegido
 
Manuel Hernández ilustró la presentación de sus obras con una brillantísima conferencia sobre el tema común  de la muestra, pese a la aparente diferencia entre las dos series de cuadros que expone: el vacío. ¡Lástima de no poder reproducirla aquí en su totalidad!, porque aseguro que escucharla fue el mejor modo de abrirnos la mente para comprender por qué, cómo y para qué pinta. La tituló de la misma manera que yo he hecho con esta entrada: "Lo profundo es el vacío. Senderos hacia... la nada".
 
Permitidme, no obstante, que hable antes de su parlamento que de su pintura, porque estoy seguro de que ello contribuirá a comprender mejor lo que luego diré.
 
El vacío es un concepto que no sólo no le resulta ajeno, sino que, por el contrario, está presente en toda su obra. Hace algunos meses tuve la ocasión de contemplar otra muestra de su particular interpretación del citado concepto, ante una serie de obras alejadas -también en apariencia- de lo que ahora he visto. Composiciones tridimensionales a partir de elementos sencillísimos, papel, colores entre los que dominaba el blanco, madera y poco más, le llevaron a resultados mágicos. Di cuenta en su momento de esta exposición en este mismo blog y ahí está disponible para quien tenga curiosidad de brujulear en la trayectoria de este artista singular. 
 
"Si no existiera el vacío, los cuerpos no tendrían donde estar ni donde moverse", decía Manuel al principio de su intervención. A partir de esta premisa nos fue llevando a través del tiempo, desde la Prehistoria -pinturas rupestres, petroglifos, monumentos megalíticos, especialmente los cromlechs-, hasta las vanguardias contemporáneas, deteniéndose en aquellos creadores de los que se declara admirador y, tal vez, seguidor consciente o inconsciente: Oteiza, con quien comparte la obsesión por el vacío, Klee, Miró y, cómo no, Rothko al que me ha ayudado a comprender.
 
Especial interés me suscitó su profundo análisis de la presencia del vacío (si se me admite el oxímoron) en una obra universal, "tal vez la más comentada de la Historia de la Pintura", Las Meninas de Velázquez, cuadro que a primera vista parece "lleno" de figuras, pero que, a partir de su conferencia, veré ya para siempre desde otra perspectiva: el uso inteligente, asombroso que el maestro hace del vacío.
 
Deambuló antes por el modo chino y japonés de concebir la pintura, y su relación con el sempiterno tema del vacío: la economía de medios, el porqué de la monocromía, de saber centrar la composición nada más que en lo esencial, lo que explica por qué hay tanto espacio libre en las obras orientales. La sujeción de este arte a conceptos y principios esenciales ("la existencia de todo individuo debe tender a una elevación del espíritu hacia el vacío trascendental, hacia la nada". "El vacío es silencio y para meditar es necesario el silencio"). Qué duda cabe: el silencio es, también, vacío. He vuelto a leer ahora el texto completo de la conferencia y me ha venido a la memoria la conocida frase de Sartre, "el hombre es un ser absurdo en camino hacia la nada", tan próximo y tan diferente a la visión taoísta de la vida.
 
Las pinturas del Salón Don Pedro.
 
Justo en la misma sala donde le escuchamos, expone Manuel una serie de dibujos de los que el artista comenta que los ha llevado a cabo en base a tres principios:
 
- Economía de medios, ya que sólo utiliza papel, tinta y pluma,
- Color monocromo, papel blanco y tinta negra, y
- La esencia de las cosas: "dibujo lo que veo y siento en el motivo".
 
 
 
 
Debo decir que ya conocía el cuadro, ("Sendero") pero que sólo a partir de lo que acababa de escucharle, entendí el sentido del vacío en un cuadro en apariencia tan saturado de detalles.
 
Mucho más fácil es, desde luego, percibir la ausencia de casi todo en esta segunda muestra de la serie que Manuel titula "Paisaje". A mí me parece sobrecogedor. El peso de la nada que reflejan los tres cuartos superiores del cuadro, abruman. Mis emociones ante esta composición me llevan muy cerca de lo que sentí la primera vez que entré en el Museo del Prado y me detuve, hace más de medio siglo, ante la cabeza del perro mirando al infinito que pintó Goya. 

La muestra en la Galería del EAC.

La segunda serie de pinturas, parecería que han supuesto un giro de 180º en las concepciones artísticas de Manuel Hernández. Nada de eso.



El salón donde se expone la serie de pinturas en pastel
 
 
Es un acierto haber separado el espacio físico de ambas colecciones y haber podido disponer de dos ambientes tan distintos. Tener que andar unos cuantos pasos para ir de una sala a la otra, predispone la mente a dejar en la memoria lo que se ha visto, antes de afrontar nuevas experiencias.
 
La sencillez desnuda, minimalista, limpia, abierta, del segundo espacio, enmarca a la perfección el carácter de esta otra colección: pasteles sobre papel, abstracción pura, desarrollando de nuevo, el tema común de la Exposición: el vacío.
 
Obras como las que incluyo a continuación, ilustran mejor que cualquier cosa que yo pueda decir, lo que Manuel ha pretendido con esta magnífica serie de cuadros, impresionantes en su aparente sencillez, y cuya textura -imposible de reproducir aquí- forma parte esencial de la propia obra.
 
 


 
 
Creo que este tríptico, cuyo parecido con los originales no es más que aproximado, por cuanto que en la fotografía se pierden los matices, el tono exacto de los leves cambios de color, los sutiles degradados, las texturas, las ganas irreprimibles de tocarlos para disfrutarlos en toda su plenitud, es la demostración de cuanto quiero decir: que estamos ante un artista singular, cuya sensibilidad corre pareja con su dominio de las más diversas técnicas, y cuyos conocimientos enciclopédicos de artes tan conectadas como pintura, escultura, arquitectura y literatura, están siempre al servicio de la creatividad y de la fidelidad a él mismo.
 
 

He dejado para el final esta obra que a mí me impresionó más que ninguna otra. Manuel Hernández, o eso me parece a mí, refleja en este cuadro algo de lo que habló mientras nos acompañaba detenidos ante alguno de sus cuadros. Él gusta, me decía, de pasar horas mirando desde su terraza la línea del horizonte, allá donde la mar se confunde a veces con el cielo. Allí donde el paisaje cambia constantemente. Allí donde, decía él, es más palpable el vacío.
 
 
 
Sin título

Es quizás en el ocaso, cuando algún perdido rayo del sol ya desaparecido brilla tenue sobre el mar, cuando uno puede imaginar de dónde obtiene Manuel la inspiración para lo que pinta. En un horizonte como el que he querido reflejar en esta pobre aproximación a la pintura.
 
 
 
Villajoyosa. El ocaso (que es otra forma de caminar hacia la nada)
 

 
En resumen: gracias, Manuel, por tener el privilegio de disfrutar de tanto en tanto de tu obra. Hasta pronto.
 
 
 
 
 
 
 


2 comentarios:

  1. Querido Clemente:
    Como autor de la exposición a que se refiere tu reseña, quiero destacar únicamente dos cosas:
    Una, el gran aprecio que me tienes al concederme unos méritos que, para un pintor desconocido como soy yo, considero demasiado lujosos.
    Dos. El gran escritor que eres. La claridad de ideas que te adornan. Lo impecable de tu exposición y, sobre todo, tu personalidad y el cariño que demuestras a quien te conoce.
    Ya quisieran muchos de los que escriben en grandes publicaciones y se adornan de grandes auras, tener un mínimo de tu sensibilidad, saber y honestidad.
    Muchísimas gracias por tu dedicación y por ser como eres.
    Un fuerte abrazo.
    Manolo

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  2. Clemente Rodríguez Navarro27 de marzo de 2014, 19:31

    Al contrario, Manuel: me temo que eres tú el que estás dando más valor del preciso a mi crítica. Te aseguro que he pretendido que al escribir no me influyera el hecho de que seamos amigos. Podríamos seguir siéndolo aunque tus creaciones no me gustaran, pero no querría ser un imparcial al revés. No sería justo que por ser amigos y para "salvaguardar" mi pureza intelectual me viera obligado a mentir.

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