domingo, 5 de julio de 2015

El embrollo helénico.
Sí, pero no. ¿O no, pero sí?

Mientras los griegos votan.

Hoy domingo, 5 de julio de 2015, a las 6 y media de la tarde me pongo a escribir cuatro ideas que se me han ocurrido a propósito del embrollo griego, mientras los ciudadanos de la vieja Hélade acuden a votar o se quedan en sus casas maldiciendo su negra suerte.

Si yo fuera alemán, o escandinavo, o lituano; hasta es posible que si fuera natural del Benelux, es probale que siguiera preguntándome que diablos está pasando en ese tortuoso rincón del Sudeste europeo. Calificaría de desvergüenza la actitud de unos gobernantes recién llegados, que, por una parte reniegan de las ayudas recibidas del Centro y del Norte de Europa, por otra siguen pidiendo dinero, no tienen el menor empacho en exigir una sensible reducción de su deuda y se dedican a coquetear con el enemigo atávico de los pueblos teutones.

No descartaría que, pese a todo, me extrañara el que el amo del Imperio me estuviera aconsejando prudencia, flexibilidad, comprensión y templanza en mis tratos con Grecia, sobre todo teniendo en cuenta que el mismísimo Fondo Monetario Internacional, prolongación de su principal suministrador de fondos, USA- recomendara una quita de la deuda, períodos de carencia inusualmente prolongados e intereses más que módicos.

Y, desde luego, me confesaría incapaz de votar sobre una pregunta tan difícil de interpretar.

Si fuera, digo, alemán, holandés, checo o letón. Pero el caso es que soy español, o sea, mediterráneo, o lo que es lo mismo, feudatario de la cultura que alumbró el mundo hace tres mil años. Y recuerdo que muchos siglos antes de que los pueblos germánicos asaltaran el Imperio Romano, Grecia ya había ofrecido al futuro a Homero, a Sófocles, Fidias, Sócrates, Platón, Aristóteles y Alejandro Magno, por no hacer la lista interminable. O sea, que bebí de sus fuentes, aun sin saberlo.

Yo sí lo entiendo, por lo menos, eso creo.

A mi modo de ver, quienes hoy estén votando SI, están manifestando su deseo de seguir en Europa, porque entre otras cosas, se preguntarán qué clase de Europa bárbara puede darse sin la presencia de las viejas culturas, Grecia, Roma, España, Francia o Portugal. 

Otra cosa es que, además de seguir en Europa (y en el €, pese a que no esté tan claro si su creación no fue un tanto prematura y voluntarista) quieran, además, que las penalidades terminen, que los pueblos del Norte dejen de tratar su anemia con sangrías y que, finalmente, a partir de ahora, hagan las cosas mejor.

Pero, por otra parte, quienes estén votando NO, como su principal valedor, el Señor Sypras no se cansa de repetir, no se trata de salir de Europa sino de reclamar su derecho a decidir su destino, a decir basta a una política cerril que ha llevado no sólo a Grecia, sino a España, Italia, Portugal e Irlanda al más largo período de penurias desde hace medio siglo, mientras la deuda alemana cobraba por que le prestaran dinero.

¿O es que olvidamos que una parte importante de nuestros problemas se debe al uso irresponsable de fondos procedentes de Europa, que sabía o tenía que saber el mal uso que de ellos se hacía y siempre miró al cielo? Luego llegó el llanto y el crujir de dientes, y los mismos que nos hacían carantoñas exigieron recortes, recortes y más recortes, más impuestos, menos pensiones, más vida laboral, etc. etc.

Ni siquiera se trata de negar los compromisos sino de cambiarlos por otros, exactamente igual que hace cualquier gran Corporación cuando le vienen mal dadas: reunir a sus acreedores y explicarles que si quieren cobrar, tendrán que tener paciencia y contentarse con una parte de lo que se les debe, porque el resto, más lo que les sigan prestando, lo necesitan para seguir adelante y poder pagar al menos una parte. ¿Tan difícil es de entender?

Luego la clave del referéndum es otra.

Si todos (es un decir) quieren seguir en Europa, y todos (sigue siendo un decir) quieren que Europa cambie el paso, el referéndum no vale para salir o no de Europa, sino para refrendar o no el modo de hacer las cosas que han puesto sobre la mesa los mandatarios de Syriza. Que no se me olvide: ese Partido, a despecho de la troika, la Srª Merkel, el Sr. Obama, y un tal Sr. Rajoy, fue elegido por los griegos, que eran los únicos con derecho a voto en esas elecciones.

Europa sabe, Alemania sabe, Usa sabe, el FMI sabe, que la deuda griega es impagable. Y la española, y la italiana y, antes que ninguna, la norteamericana. Luego el problema es otro: se trata de saber si tienes o no credibilidad para que te sigan prestando por los siglos de los siglos y de qué tipos de interés se aplican a tu deuda. ¿Cómo pagar las deudas reduciendo la actividad económica? ¿Lo sabe Alemania, o el Sr,. Obama, o la Mme. Lagarde, o el Sr. De Guindos?

 El futuro que a mí me gustaría:

Una Europa en la que las ayudas se presten responsablemente y se vigile el comportamiento decente de los destinatarios de los préstamos. ¿O se nos ha olvidado quién pidió el dinero, quién lo gastó a su gusto y quién miro para otro lado mientras eso pasaba?

Una Grecia alegre, restablecida y próspera, más atenta a sus problemas y menos condescendiente con sus gobernantes poco escrupulosos.

Una España cuyo Presidente de Gobierno no aprovechara el drama griego para atacar con la división acorazada a quien nada ha tenido que ver con todo este lío: su propia oposición interna.

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