lunes, 6 de junio de 2016

Teresa, la mujer.

Confesiones de Teresa de Ávila a las puertas de la muerte.

La última novela de Helena Cosano.


Helena Cosano.

    Escritora, Diplomática nacida en Nueva Delhi, cuya infancia transcurrió entre Moscú y París, alumna del Liceo Francés, que completó su formación (Filosofía, Pedagogía, derecho y Filología Rusa) en París, Moscú y Madrid, incluida su etapa de alumna de L'Ëcole Nationale D'Administración, ha publicado este año su última novela, "Teresa, la mujer".

Si mis informaciones son correctas, es el séptimo libro que sale de sus manos. "La esfera de los libros" ha sido en esta ocasión la editorial responsable de la publicación.




La novela.

A lo largo de 254 páginas cuidadosamente impresas, Helena, metida en la piel de Teresa de Ávila, desgrana sus recuerdos, habla de sí misma, de sus azarosa existencia desde su infancia feliz en Ávila, hasta sus últimos días en Alba de Tormes.

Entre una y otra época, sesenta y siete años de rebeldía, espiritualidad, creación literaria, experiencias místicas, actividad frenética, enfermedades constantes, problemas con su propia Orden, con la Iglesia (la poderosísima Iglesia del S. XVI), con los poderes fácticos, con la Inquisición. Amores humanos y divinos. Una temprana juventud vivida de acuerdo con las pautas que se esperaban de una joven hermosa de familia acomodada. 

La desazón sentida ante la insatisfacción que la frivolidad de sus días le ocasionaban, la intuición de que más allá de lo que estaba a sus alcances había otras realidades inefables, otros universos en los que el misticismo, su anhelo de encontrar la unión perfecta con la Divinidad podrían, tendrían, que dar sentido a su vida, la llevan a ella, mujer, débil, enfermiza a emprender una obra titánica.

Reforma el Carmelo, porque "sabe" que para eso ha venido al mundo. Lucha contra la relajación de las costumbres de la Orden Carmelitana, se enfrenta a tirios y troyanos, logra apoyos, consigue ayudas, fondos económicos para su tarea y llega a fundar diecisiete nuevos conventos en los que vuelve a observarse la vieja regla austera, durísima de  la etapa inicial.

Ora, y se disciplina, y escribe, y ama, y se enfrenta a personajes tan poderosos como la mismísima Princesa de Éboli. Y encuentra su camino y vive feliz viendo cómo se acerca la muerte, la liberación para encontrarse con su Amado.

Las claves.

"No he querido escribir una novela histórica", me dijo en una ocasión. Piensa Helena que ese trabajo, y la exégesis de su obra ya está escrita. Su intención ha sido otra: ponerse en el lugar de Teresa de Cepeda y explicarse y explicarnos cómo era la mujer que ya en vida asombró al mundo.

Una vida llena de paradojas, que se manifiestan a diario. Cómo conseguir utilizar las armas de hembra, las que le dio Eva, para moverse en un mundo de hombres, sin perder ni por un momento su Norte, su relación inefable con el Creador. Al final de sus días, ella, la Santa que se unía a su Amado al modo de los elegidos, reconoce haber sido tal vez demasiado estricta, demasiado exigente con sus monjas, porque quería enseñarles el camino que ella ya había recorrido y sabía cuán arduo había de ser el empeño.

Conoce y paladea el amor. El amor místico y el terrenal, que logra sublimar de manera que el segundo no obstaculice al primero. Cuando la muerte se acerca, recuerda todo lo que ha vivido y es entonces cuando en sus momentos de madura lucidez está en condiciones de ser indulgente con sus propias flaquezas juveniles y con las imperfecciones de los demás.

Descubre la libertad  en la clausura, y nos lo argumenta de tal manera que resulta convincente. Ser mujer no ha sido fácil casi nunca. Hace cinco siglos, menos que ahora, desde luego. Hubiera querido ser sabia, haber estudiado más; no fue posible, pero siempre supo que no había nacido para ser la sierva de un marido.

Algunas cosas de mi cosecha.

La implicación de Helena en su obra ha sido tal, que en más de una ocasión, lenguaje utilizado al margen, se me ha hecho difícil recordar que quien habla no es Teresa de Cepeda sino Helena Cosano.  Recuerdo que en una de las presentaciones de la novela a las que he asistido uno de los ponentes -un compañero de promoción de Helena- cometió un lapsus y se refirió a ella como Teresa Cosano. Creo que no fue un error, sino una jugarreta del subconsciente. Teresa Cosano o Helena de Ávila han estado casi fundidas.

Y, al hilo de algunos de los últimos pensamientos de Teresa, estoy convencido de que si Helena hubiera escrito su libro en tiempos de la Santa, habría terminado en las mazmorras de la Inquisición.

Mi resumen del resumen, es que "Teresa, la mujer" es un libro más que notable, muy bien escrito, subyugante, sea cual sea la posición del lector respecto al hecho religioso.



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