sábado, 17 de febrero de 2018

“Fake news”: más que simples noticias falsas

Es que no es lo mismo.

En términos generales soy un ferviente defensor del uso del castellano siempre que cualquier locución en lengua extranjera (inglés, con frecuencia) tenga su correspondiente término o expresión equivalente en castellano.

Sin embargo, me temo que en el caso que me ocupa, no es lo mismo hablar de "Fake news" que de "noticias falsas", en especial si la locución inglesa se refiere a esas falsas noticias que circulan por las redes sociales.

Un ejemplo: si alguien lee en el "Diario de León" que "en Rodrigatos de la Obispalía una cabra ha parido una cría con dos cabezas" estará delante de una noticia falsa. No creo que ocurra, pero si así fuera, es eso, una simple noticia falsa sin mayor trascendencia.

Si por el contrario, le llega un mensaje a su teléfono diciéndole que el párroco de Rodrigatos es cuñado de un conocido narcotraficante, se pregunta por qué no se habla de ello y se te dice "pásalo", con toda probabilidad estás ante una "Fake news". 

De nada vale que sea mentira, poco importa que ser cuñado de alguien nunca pueda considerarse delito. Igual caes en la trampa, y para cuando quieres darte cuenta ya has reenviado el mensaje. Dañas la imagen del cura, y de paso la de la Iglesia, arrojando sobre ellos la sospecha de su relación con el oscuro mundo del narcotráfico.

Así pues, "Fake news" son noticias falsas difundida en las redes sociales con el deliberado propósito de conseguir un resultado concreto de carácter político, social o económico a través de la manipulación del destinatario de la noticia. 

Incluso, tal vez, convendría añadir que la mentira y su difusión deban cargarse a personal especializado, pero de esto no estoy muy seguro.

Un ejemplo reciente:

Hace unos días, en menos de una hora llegó a mi teléfono por tres conductos diferentes el siguiente mensaje: 

"La directora general de Oxfam España (antigua Intermon) Begoña Gómez Fernández, es la mujer de Pedro Sánchez. 
¿Por qué no se habla de esto? 
Pásalo!!”.

¿Me permiten algunos comentarios al respecto?

1º.- La noticia era falsa. Una rápida y sencilla comprobación en Internet me bastó para comprobar que la Srª Gómez Fernandez no formaba parte del Patronato de Oxfam España, ni era su Directora General, ni ocupaba la titularidad de ninguno de los seis Departamentos que reportan a la Dirección General.

Primera conclusión: en el origen de la noticia hubo, como mínimo, una negligencia inexcusable por parte de quien pretende informar de algo que, a su juicio acertado o no, es relevante. Si no fue negligencia, fue engaño deliberado, lo que, desde luego, es peor.

2º.- De haber sido cierta, tampoco prejuzga nada reprobable. Una cosa es la verificación de las conductas inadmisibles de algunos miembros de tal o cual organización, y otra muy distinta criminalizar a la totalidad de los componentes humanos de la misma organización.

Oxfam cuenta con miles de cooperantes en todo el mundo, más la colaboración puntual de muchos más. Oxfam, por otra parte, ha tenido entre sus filas a un grupo de sinvergüenzas (salvemos el principio de presunción de inocencia, pese a todo) que tendrán que dar cuentas de sus actuaciones ante la justicia. 

Los estamentos directivos de Oxfam concernidos por este escándalo no parece que hayan estado muy diligentes a la hora de detectar y corregir conductas como las que se han conocido.

Pese a todo ello, trabajar para Oxfam no es sinónimo de sospecha de delincuencia.

Segunda conclusión: la intención del mensaje no era atacar a Oxfam sino menoscabar la fama de la aludida y tal vez por extensión, la de su marido y ¿por qué no? la del Partido que lidera.

3º.- El significado real de la pregunta. El final del mensaje (“¿Por qué no se habla de esto?”) es cualquier cosa menos inocente. Ahí es donde se encierra la malicia de esta "Fake new". 

Lo que en realidad subyace en el interrogante es la convicción del que pregunta de que bajo esa espesa capa de silencio de la que parece acusar a quién sabe quién, se ocultan secretos inconfesables, delitos tremendos, faltas incalificables de que, de ser conocidas, harían cambiar nuestra opinión sobre la Srª Gómez Fernández (me pregunto cuántos conocían su nombre antes de recibir el mensaje), sobre su marido, secretario General del PSOE y sobre el mismo Partido socialista.

Hay, pues varias preguntas implícitas en la que nos hace el autor del mensaje: ¿Qué interés ha movido a la mujer del Secretario General del PSOE a relacionarse con una ONG tan poco recomendable? ¿Quién ha movido los hilos para lograr tapar el escándalo (el de la relación Oxfam/ esposa de Pedro Sánchez, me refiero)? ¿Qué más habrá debajo de todo esto que ni siquiera sospechamos?, etc.

Tercera conclusión: “calumnia, que algo queda”. Me recuerda costumbres de hace tres cuartos de siglo en la España esteparia. Recuerdo a cierta vecina maledicente comentar en voz baja “no me gusta hablar mal de nadie, pero creo que la pequeña de Sonsoles se ha casado a las 6 de la mañana”. La que así se expresaba claro que hablaba mal, muy mal de alguien: de la hija pequeña de su amiga Sonsoles, porque en aquellos tiempos casarse a las 6 de la mañana era sinónimo de hacerlo a una hora tan intempestiva que minimizara el riesgo de verificar que la novia estaba embarazada. Embarazo prematrimonial era, entonces, el camino directo para la exclusión social. ¿Ven la semejanza?

La anécdota y la categoría.

Lo escrito hasta ahora no es más que un comentario sobre un ejemplo concreto. Creo, no obstante, que debajo de la anécdota se esconde un material mucho más complejo.

¿Quién controla las redes sociales?

Vivimos tiempos aciagos para el equilibrio entre derechos y deberes. Nuestra decadente civilización occidental ha configurado un ciudadano tipo convencido de que los derechos son suyos y las obligaciones del Estado.

Oigo cada vez con más frecuencia voces reclamando actuaciones de los poderes públicos que controlen los contenidos que aparecen en las redes. Vayamos por partes:
  • Si de lo que se trata es de aplicar la legislación penal a quienes incurran en delitos o faltas previamente tipificados, por atentados al honor, incitación al odio o a la violencia, atentado contra tal o cual principio básico de convivencia, de acuerdo, si logra probarse el delito.
  • Si lo que se pretende es algo que huela a censura previa, en absoluto desacuerdo. Si alguien no está de acuerdo con el contenido de una publicación, siempre tiene la opción de rebatirla. Las ideas se combaten con ideas, no con brochas ni con mordazas.
  • Por último, ¿Qué fiabilidad estamos dispuestos a otorgarle a unas estructuras de poder cuando son ellas mismas las primeras en interferir en la vida del ciudadano difundiendo mensajes equívocos, interviniendo unas en las esferas de actuación de las otras, cometiendo, en fin, abusos mucho más graves que los imputables a los ciudadanos?
La solución, por lo tanto tiene que venir del lado del ciudadano. Cada uno de nosotros somos los responsables de lo que leemos y de lo que escribimos y deberíamos serlo, en algunos casos, de lo que puedan leer o escribir quienes dependen de nosotros. ¿Estamos dispuestos a hacerlo o lo consideramos demasiado aburrido y trabajoso?

Ha habido precedentes

El camino a seguir no es, por tanto, ni la censura, ni la prohibición. Las nuevas tecnologías comportan ventajas e inconvenientes, riesgos y oportunidades, pero, antes que nada, es una evidencia que no van a desaparecer, les guste más o menos a unos o a otros. Al contrario, cada día llegarán más lejos y pondrán en cuestión ámbitos mayores de nuestra privacidad.

Se trata, nada más, de que si eso va a ser así seamos capaces de aprovechar lo positivo que tienen las redes y aprender a protegerse de sus riesgos. 

Como ocurrió hace casi seis Siglos cuando la Humanidad se enfrentó al reto que supuso la difusión de la imprenta. El invento puso al alcance de masas crecientes la literatura que hasta entonces estaba reservada para unas élites minoritarias por definición.

Se pensó y se escribió que el libro impreso era el camino directo al infierno porque sería usado para difundir el error. Y se tomaron curiosas e inútiles medidas algunas de las cuales, ¿recuerdan el Índice de Libros Prohibidos? se mantuvieron durante centurias.

¿Lo entenderíamos ahora? ¿Qué mundo tendríamos si se hubiera hecho caso a los agoreros del siglo XV?

Y en cuanto a la manipulación del ciudadano, no es algo que haya traído Internet. Desde que el hombre vive en sociedad ha sido manipulado o se ha intentado que lo fuera. Desde la Grecia clásica se sabe la importancia decisiva de un buen orador a la hora de defender una opción política. A corto plazo, una buena frase bien entonada vale más, en términos electorales, que una idea rigurosa.

Y más adelante, fueron los mitines, y la prensa y la radio y la televisión. El esquema es repetitivo; sólo cambian los medios. La manipulación opera con mayor frecuencia en la esfera de los sentimientos que en el de la razón. ¿Qué se aplaude en un mitin? No los impecables razonamientos, sino la poesía, la demagogia o el hábil manejo del discurso.

En esta misma evidencia sobre el origen del veneno se encuentra el antídoto: reflexión, razonamiento, calma. No indignación, ni sobresalto, ni inmediatez. El manipulador apela a tus sentimientos y sabe que si consigue soliviantarte, casi siempre en nombre de una noble causa, actuarás por impulsos incontrolados, antes de que tengas tiempo de meditar.

Por tanto,  se trata de pensar antes de actuar. 

Porque nadie, ningún poder por encima de ti, va a protegerte de la manipulación. Antes al contrario, cuenta con que ese mismo poder será quien lo intente.

¿Recomendaciones? 

Ninguna. Este Blog va dirigido a personas adultas.

Perdón, sí, una, sólo una: piensa qué  puedes hacer para reducir el efecto negativo de las redes sociales. Por ejemplo, si debes hacer algo antes de difundir un mensaje cuya veracidad no te consta. 

Y cosas por el estilo, todas sencillas. Nunca se me ocurriría proponer la lucha directa contra los hackers de Putin o los de nuestro propio Gobierno que supongo que también tendrá.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta aquí lo que desees