El quinto jinete del Apocalipsis
Dice OXFAM:
Los ochenta y cinco hombres más ricos del mundo poseen las mismas riquezas que los tres mil seiscientos millones de congéneres más pobres.
Los veinte españoles más ricos, tienen lo mismo que el 20% de los más pobres del país, o, lo que es igual, su riqueza equivale a la de los nueve millones y medio de ciudadanos más pobres de España.
Y a mí se me ocurre que:
No importa cuál sea el modo de pensar de quien lea la noticia, ya sea de derechas, de izquierdas o de ninguna de las dos cosas; no importa que sea cristiano, musulmán o agnóstico; blanco, negro o amarillo, incluso si está dentro del grupo de los privilegiados, tiene que saber que es algo escandaloso. Podría sumar cuatro, catorce o cuarenta adjetivos más, pero no añadiría nada. Hay veces que una noticia escueta es de tal calibre que no hace falta calificarla.
Dentro de ese grupo de poderosos, los hay que gastan sesenta millones de € en la boda de una sobrina (caso del magnate del acero indio que casó a su "parienta" en Barcelona hace poco tiempo), hay quienes compiten por tener (o ser tenidos) por el más grande, lujoso y extravagante yate de los mares, otros prefieren comprar un par de islas, y tampoco falta quien dedica una pequeña parte de sus monstruosas ganancias y posesiones en "ayudar" a los demás.
Desde mi punto de vista, a los primeros casos no hace falta dedicarles más tiempo. Es posible que acaben muriendo en sus camas o puede ser que alguna revuelta de famélicos enfurecidos termine por hacerles picadillo. No sería el primer caso, aunque yo me inclinaría más por la primera posibilidad. La Historia lo avala.
En cuanto a los segundos, los mecenas, los caritativos, los benefactores, las cumplidas informaciones sobre su proceder, sistemáticamente difundidas por sus servicios de imagen y relaciones públicas, ni añaden que sus dádivas reducen sus impuestos (o sea, que son los contribuyentes que cubren sus desgravaciones quienes nutren sus benéficas fundaciones) ni que en el origen de sus caudales hay mano de obra infantil, trabajo en condiciones infames y corrupción a mansalva de Gobiernos complacientes.
No se trata, por tanto de qué hacen con su dinero después de llegar a sus manos, sino de dónde y cómo lo han ganado, de cómo es posible mantener un sistema de producción de bienes y servicios que permite llegar a estos resultados. ¿Somos conscientes que esos 85 superpotentados podrían terminar con el hambre del planeta en una sola generación? ¿Nos parece normal que los 20 españoles más ricos tengan más dinero que todos los desempleados del país más otros cuatro millones de compatriotas?
Cosas que oigo a veces.
Crean riqueza.
Cierto, y se la quedan ellos. Crean empresas y puestos de trabajo, pero ¿Cuántas y cuántos destruyen por el camino? Se cierra una fábrica en Monforte de Lemos, un taller en Rodrigatos de la Obispalía, dos más en Don Benito y se levanta una fábrica en Extremo Oriente en terrenos donados por el Gobierno que toque, donde han de trabajar mujeres y niños a costes ridículos y en condiciones lindantes con la esclavitud.
Si no fuera por ellos, en esos países del Tercer Mundo, estarían peor.
Difícil, pero posible. Pero hay una alternativa, aún en esas zonas perdidas: mejoren las condiciones de trabajo de sus empleados, cuiden de su salud y páguenles más. Ustedes, señores miembros del Club de los 85 o de los 20, ganarán menos, pero seguirán siendo ricos, muy pero que muy ricos y algunos millones de congéneres descubrirían cada mañana la alegría de estar vivos.
Así es el mercado. Cualquier alternativa es peor.
¿Seguro? No me digan que otras experiencias han terminado como el Rosario de la Aurora. Eso sólo demostraría que esos intentos tampoco han salido bien. Y, de paso, eso de que "así es el mercado y que cualquier alternativa es peor" ¿se le ha ocurrido a usted o lo ha oído? Lo ha oído ¿verdad? Recuerde a quién. No me lo diga. Usted debe saber que los Gobiernos de eso que solemos llamar "Occidente Cristiano", o "Primer Mundo", o como le dé la gana (ya sabe de qué y de quiénes hablo) son meros gestores de los intereses económicos del Club de los Ochenta y cinco, o del Club de los Veinte. Y sino, fíjese en el nacimiento, desarrollo y desenlace de la tristemente famosa crisis. Ellos estuvieron en el origen, se aseguraron de que los Gobiernos harían pagar los costes a las clases medias y obreras y están saliendo de la crisis mucho más ricos que cuando empezó.
Son los efectos de la Globalización. Es un proceso imparable.
Se globalizan los mercados, pero siguen parcelados los Centros de Decisión Política. Es lo que a ellos les conviene. Así cada vez que alguno de ellos se decide a invertir no importa dónde, se legislará a su conveniencia, con el argumento, de que "mejor eso que no que se lleve su dinero a otra parte". De manera que, al final, un jubilado español, o belga o alemán, paga más impuestos, hablo sin exagerar ni tanto así, que el dueño de Microsoft, ése que tantas Fundaciones mantiene, o que la mujer más rica de España, la que se dice que cultiva sus propias patatas. De los jubilados malineses no hablo, porque allí todos mueren antes de los 65. ¿Cuántos banqueros han terminado en la cárcel por al daño causado a la Humanidad estos últimos siete años? Que yo recuerde, uno nada más: el tal Madoff que, ya es casualidad, fue el único al que le dio por estafar a sus colegas, y eso sí que no se puede consentir.
¿Qué podemos hacer?
No lo sé. De veras que no lo sé, porque, en caso contrario, no estaría aquí escribiendo como un ingenuo estas tontas reflexiones. Habría ido allí donde mi ayuda valiera para algo. Lo que sí sé, es que si la situación no se remedia, esta civilización de la que estamos tan orgullosos tiene sus días contados. Y los tiene, entre otras cosas, porque cada uno de los 85 y de los 20, lo sabe pero piensa que a él no le va a tocar verlo.
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