sábado, 26 de diciembre de 2020

 A la atención de "El Político de Turno"

   Quisiera que estas líneas fueran una carta abierta dirigida a todos los integrantes de nuestra "Clase Política", tan cuestionada en estos tiempos. Una carta que llegara a las manos de todos ellos, concejales, parlamentarios autonómicos y estatales, Ministros, Estados Mayores de todos los Partidos, Portavoces, Consejeros, Asesores, ex Presidentes, a todos, incluso a los que niegan su condición de políticos mientras se dedican a manipular a los que lo son. Sé que es imposible, pero me gustaría que no sólo llegara a sus manos sino que dispusieran de tiempo y ganas suficientes para intentar comprender mis puntos de vista.

   Como sé que eso es una quimera, haré lo que pueda, lo que esté en mi mano, para conseguir que alguien pueda llegar a darse por enterado,  así que, para empezar, personalizaré mi mensaje en la figura imaginaria de "El Político de Turno".

   ¡Felices Fiestas, mi desconocido representante! No le conozco. El anonimato de mi dedicatoria que me impide identificarlo, me libera, por otra parte de ataduras y me permite dirigirme a usted como si fuera el genuino retrato robot de esa legión de compatriotas que se dedican a la gestión de España, que es mi país. 

   Quiero destacar este hecho: España es mi país. Tanto como el suyo, o más, tal vez, porque usted puede perder, perderá, cualquier día su condición de representante y a saber por dónde le da entonces, mientras que yo es más que dudoso que deje de ser español.

   Quiero desearle de todo corazón que estos días sean para usted un paréntesis de tranquilidad, de paz, de serenidad, de alegría (¿me permite que diga "de amor"? ¿No le suena ñoño? ¿No? Pues, sí, también de amor).

   Me da igual que estas fechas sean para usted la conmemoración del nacimiento de Jesús, que las vea como unas celebraciones familiares o que nada más las interprete como el festejo ancestral del solsticio de invierno. Me da igual, porque entre sus votantes los hay de los tres tipos y puede que de alguno más. 

   Usted puede creer que representa a unos más que a otros, porque se ve a sí mismo como la quintaesencia de la ideología con la que se muestra  en público, pero se equivoca. Usted es uno más de la clase política y todos son muy parecidos; para la bueno y para lo malo.

   A poco que mire a su alrededor y reflexione, verá que todos los que se sientan en el mismo salón que usted, ya sea el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo o el salón de Juntas del Ayuntamiento de La Almunia de Doña Godina, comparten el mismo origen, idéntico titulo, igual obligación: están ahí porque les hemos puesto los ciudadanos;  y esos, los votantes o sea, nosotros, pensamos cada uno lo que nos parece.

   Y a ahí quería yo llegar: si a todos los hemos puesto nosotros donde están ¿No cree usted que valdría la pena pararse a pensar qué es lo que queremos, lo que necesitamos, lo que nos preocupa, lo que nos quita el sueño y lo que nos hace soñar? ¿No ve que los que le pusimos podemos quitarle? ¿Sigue sin asumir que usted ha prometido servirnos? 

   A veces cuando le escucho, me parece percibir que usted se esfuerza por lo contrario, por convencerme de lo que es importante para mí. Es al revés: por muy temprano que se levante, yo sé mejor que usted lo que de verdad me importa. De hecho, puedo asegurarle que voté a quien voté convencido de que haría lo preciso para que me fuera mejor; mejor a mí, no a él.

   Y por eso, en ocasiones como esta, cuando llevamos años y años deseándonos unos a otros "Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad", me da pena comprobar lo que les cuesta a ustedes ver lo evidente, lo que vemos millones de ciudadanos, lo que les estamos pidiendo a gritos callados: que es imprescindible que ustedes se pongan de acuerdo una y otra y otra vez, porque, le aseguro, Don Político de Turno, que sus votantes y los de ese otro colega a quien tanto insulta, quieren las mismas cosas, paz, trabajo, salud, cultura, dinero, futuro para sus hijos, y cada vez que les oímos comportarse como energúmenos, agotar el muestrario de improperios, negar lo evidente, disfrazar la verdad, perder los papeles, hacer el ridículo, disminuye un poco más la escasa confianza que tenemos en todos ustedes.

   Eso es malo, señor representante, porque España les necesita como categoría. Siempre habrá políticos; incluso cuando se llega a la contradicción de asaltar el poder en nombre de quienes odian la política.

   Y como es eso es así me permito insistir que entre usted y todos los que comparten oficio, o vocación, o profesión, hay muchas más cosas que les unen que las que les separan. Vea: todos ustedes pertenecen al género humano (incluso el portavoz de ese Partido que está en sus antípodas ideológicas es humano, se lo aseguro); todos son españoles (sí, todos, por extraño que le parezca; hasta ése que insiste en que quiere dejar de serlo, porque quiere pero no puede, porque es imposible); todos ustedes están ahí para servirnos, no para avergonzarnos; y, por último, todos dicen que buscan el bien común, que no es una abstracción filosófica, sino que tiene que concretarse en el bienestar de cada uno de nosotros, sus votantes.

   Ahora, desde hace algún tiempo, muchos de ustedes andan por ahí como pollo sin cabeza, el norte perdido y a veces también la educación. No creo que sea un daño colateral de la pandemia, porque viene de antes, pero eso tiene que acabar. Yo, mi señor representante, me atrevo a pedírselo una vez más, en estos días que otros años fueron entrañables y este son inquietantes: acérquese al colega que tenga más lejos, al que peor le haya tratado, al que la última que le interpeló lo llamó… Lo recuerda ¿verdad? Y lo que usted le contestó, que tampoco se anduvo por las ramas. Pídale disculpas aunque haya sido él quien empezara la bronca (ya se sabe que siempre es el otro el que empieza), ofrézcale la paz y quede con él para hablar de sus cosas que son las nuestras. No espere a que lo hagan los demás: empiece usted.

   No crea que lo que le pido es una pérdida de tiempo. Al contrario: podría ser "el comienzo de una hermosa amistad". Luego su ejemplo podría contagiarse, volverían a hablar los unos con los otros, conseguirían algunos acuerdos, pequeños al principio, importantes más tarde, y la ciudadania se lo agradecería y hasta llegaría a creer que usted había vuelto a ser el Padre de la Patria que durante demasiado tiempo se había convertido en odioso padrastro.

   Se lo ruego, señor Político de Turno; si quiere se lo pido de rodillas. Va en su naturaleza su enorme capacidad de contagiar sentimientos e ideas; las malas y las buenas. Lo que quiero que haga es que nos contagie tolerancia, comprensión, bondad en definitiva, porque esas son las mejores vacunas contra lo que a veces ustedes infectan: dogmatismo, división, odio. Hágalo, señor; no va a costarle más trabajo y usted mismo saldrá beneficiado.

   Es urgente. Fíjese, el día de Nochebuena nos habló Felipe VI, el Rey, el Jefe del Estado, ya sabe. A todos  ustedes, los destinatarios de estos párrafos, les ha faltado tiempo para poner en marcha el enésimo y deplorable espectáculo de sus manifestaciones sectarias. El Rey es lo de menos: lo que ustedes buscan es la yugular del contrincante. Los unos porque tiraban de venda antes de recibir la pedrada, los otros porque pretenden que Felipe VI condene a su padre, que ni siquiera está procesado, antes de que los tribunales digan lo que tengan que decir. ¿Podría soñar con que la semana que le queda al 2020 pueda usted aprovecharla para enmendar el rumbo? Ande, hombre, a ver si es posible que sea ese mi regalo de reyes.

  ¡Qué horror, qué tarde se me ha hecho! Disculpe mi osadía por ocupar su tiempo en estas fechas, aunque bien pensado… su tiempo es mío, que pare eso pago su sueldo. 


Felices Fiestas, Señor Político de Turno.

   

sábado, 19 de diciembre de 2020

 El debate que viene

¿España es monárquica o republicana?

Confieso mi ignorancia, pero hay dos hechos que me llaman la atención:

  • El C.I.S lleva años sin preguntarnos no ya si preferimos Trono a República o al revés, sino, siquiera, cuánto nos gusta o nos disgusta la Monarquía. Preguntan si apreciamos a los Jueces, a los Partidos, a las Fuerzas Armadas. Demandan nuestra preocupación por el desempleo, la economía, el problema territorial, la Covid, la Iglesia, etc., etc. ¿Por qué ha desaparecido la Monarquía de las encuestas? Hay quien dice que no se quiere preguntar porque se teme que la contestación deje en mal lugar a la institución. ¿No les recuerda esta actitud a la que dicen que toma el avestruz en caso de peligro? 
  • Hace años oí que en vísperas del nacimiento de la Constitución el Gobierno de la UCD manejó encuestas que indicaban que si entonces se hubiera sometido a referéndum la forma del Estado, la opción mayoritaria habría sido la republicana. Por eso no se hizo. Tengo mis dudas. No sobre el resultado de la consulta que no se hizo, sino sobre la existencia de aquella encuesta. Demasiada gente en el ajo como para no haberse filtrado formato y resultados.

O sea, que ni sabemos a ciencia cierta lo que pensamos, ni la ignorancia es cosa de este fin de semana. Creo que valdría la pena tener las cosas más claras antes de afrontar el inevitable debate que nos espera más pronto que tarde. En tanto llega, permítanme mis propias reflexiones.


A favor y en contra de la Monarquía


Los que se dicen defensores de la Monarquía no son un colectivo homogéneo ni hay por qué suponer que sus intereses coinciden, sin más, con los de los defendidos.


Guárdese, por ejemplo, el Rey de quienes quieren monopolizar el monarquismo. Suelen ser gentes que pretenden apropiarse de la institución, como antes lo hicieran con la bandera, con la Constitución que sus mayores votaron a regañadientes o no votaron, con la lengua común, con la fiesta de los toros. Son, no se olvide, los herederos de quienes hacen poco más de medio siglo llamaban borracho a Don Juan y tonto al futuro Rey, hoy ausente, a quien dicen defender ahora. 


Es un grupo de alto riesgo porque lleva generaciones convencido de que el poder se lo ha otorgado Dios (Dios, su Dios, nada menos) para que lo ejerzan por los siglos de los siglos. Son tan monárquicos, que cuando el Rey no se porta como es debido, lo apartan hasta que llegue otro que les obedezca. Cuidado con ellos, porque, además, su comportamiento engendra gérmenes de republicanismo por doquier. Un ejemplo de la actuación de estos monárquicos fue la República de Saló.


Hay un segundo grupo de defensores de la Monarquía que lo son porque sí, porque sin demasiados argumentos racionales se sienten a gusto con la Jefatura del Estado en manos de un Rey. Sus razones pueden ser más o menos elementales, pero tienen tanta base como las contrarias. Tengo la impresión de que son el grupo más numeroso. No pretendo ni desacreditarlos ni ridiculizarlos, porque no hay por qué exigir al ciudadano el esfuerzo de racionalizar todas y cada una de sus preferencias.


También hay un grupo de monárquicos coyunturales. Eran críticos con Juan Carlos I hasta la noche del 23 F. A la mañana siguiente, se levantaron "juancarlistas" y hoy dudo dónde estarán porque es posible que confundan la anécdota con la categoría.


Más sólido es el modo de pensar de quienes apoyan la Monarquía porque sienten como propias las líneas argumentales que la sustentan: estabilidad, permanencia, imparcialidad, poder moderador, alejamiento del Jefe del Estado de las disputas partidistas. Suelen militar en el parlamentarismo y se les ve defendiendo la actual Constitución, aunque no siempre en todo su articulado.


Por ahí, entre dos aguas, se mueven también bastantes ciudadanos que dicen sentirse republicanos con la cabeza y monárquicos con el corazón, por razones de oportunidad: no creen que haya llegado el momento de cambiar lo que ha estado funcionando así, así, durante cuarenta años. Temen los cambios y prefieren lo malo conocido a lo bueno por conocer.


Y hay, para terminar, un último, atípico y sufrido colectivo de defensores de la Monarquía: dicen serlo, se comportan como tales, pero media España se niega a creerlos. Les juzgan por lo que dijeron e hicieron sus antepasados ideológicos hace casi un siglo Su ejemplo más representativo, ostenta hoy la Presidencia del Gobierno: no importa lo que haga o diga, impedir una comisión parlamentaria que investigue al Rey Emérito, votar con PP, Vox y Ciudadanos al respecto, siempre será sospechoso de republicanismo encubierto para los Partidos de la derecha. Y, sin embargo, su actuación es fundamental para orientar el futuro en un sentido o en otro. ¿Es falso el monarquismo socialista o es que sus opositores necesitan demostrar que lo es a cualquier precio?


Republicanos de toda laya y condición

  • Si defiendes la democracia y crees en ella, la razón conduce a la República. No hace falta agotar los argumentos. Basta con preguntase por qué la Jefatura del Estado tiene que quedar fuera de la elección por el pueblo soberano, qué hace diferente al hijo de un ciudadano respecto a los hijos del resto de los compatriotas. La base de estos argumentos está en las convicciones republicanas de buena parte de quienes no entienden la actual forma del Estado.
  • No obstante, hay algunos problemas sin resolver. Parte de las huestes republicanas no quiere "República" sino "Repúblicas". Son gentes que habitan territorios que quieren separar del resto de España. Suponen un camino más fácil para sus pretensiones bajo el palio republicano que en el seno de una Monarquía.
  • Otra cuestión pendiente es qué modelo concreto de República se propone para España. ¿Centralista a la francesa, federal como en Alemania o confederal al modo suizo? ¿Presidencialista como en USA o parlamentaria al estilo alemán? ¿Monocameral o bicameral? Dudo que haya consenso al respecto en las filas republicanas y eso es algo que complica la elección.


El extraño caso de los reyes republicanos 


Ha habido de reyes que han entrado en la Historia por haber sido agentes eficacísimos al servicio de la ideología republicana, hayan sido conscientes de ello o no.


Fernando VII, Isabel II, Alfonso XIII ¿Qué habría sido del movimiento republicano sin su decisiva actuación? No son exclusivos de España. ¿Quién recordaría a Cronwell si no hubiera coincidido con Carlos I? Lenin habría tenido difícil llegar al poder sin el trabajo previo de los últimos Romanov; ¿Tuvo algo que ver la frivolidad de María Antonieta en el triunfo de la Revolución francesa? ¿Victor Manuel III y su complacencia con el fascismo facilitaron o no la llegada de la República a Italia? 


El derecho, la Historia, sus métodos y sus consecuencias


Estas evidencias me llevan al debate sobre si las desafortunadas actuaciones del Rey Emérito afectan o no a la institución monárquica. 


En pura teoría, no debería confundirse personas con instituciones. En teoría. En la práctica dista mucho de ser así, en especial cuando hablamos de instituciones como la Monarquía en las que el poder se concentra en una sola persona durante largos períodos de tiempo. 


La Presidencia de la República es, por definición, temporal. La Monarquía tiende a ser vitalicia (y hereditaria, por descontado, con el consiguiente efecto en los hijos de los errores de sus padres). Así que me inclino a pensar que las actuaciones de Juan Carlos I sí que afectan a la estabilidad del sistema constitucional. 


En especial si no se actúa con celeridad, transparencia y ejemplaridad. Es muy duro, pero va incluido en el cargo: Felipe VI no tiene más remedio que seguir eligiendo entre sus deberes como Jefe del Estado y sus sentimientos como hijo. 


Oigo a diario argumentos un tanto rancios y desvaídos defendiendo la figura del Rey Emérito en base a los inestimables servicios que ha prestado a España. Su decisiva aportación al impulso democratizador del país a costa de romper con las fuerzas que le dieron la corona; su inestimable actuación la larga noche del 23 F; su eficaz trabajo como "Director Comercial del Reino"… Son ciertas y merecen ser recordadas. Añadan los que se me hayan olvidado. 


Cuando se escriba la Historia de su reinado, los que lo hagan darán su opinión definitiva sobre el papel de Juan Carlos I. Supongo que terminarán por decir, que "su reinado tuvo claroscuros". Como todos. Lo que quiero decir es que la Historia juzga a los personajes por su saldo global. Pedro El Grande fue un sujeto cruel que sacó a Rusia del medievo. Alfonso X "El Sabio" no fue un gran guerrero, pero impulsó el desarrollo ético y cultural de su reino. No sé qué dirán de Juan Carlos I; no descarto que su juicio global sea netamente positivo. Cuando ocurra, es decir, cuando se escriba su historia. Dentro de algunos años.


Mientras tanto… El derecho, en cambio, no funciona así. Toda una vida de honradez no libra de la cárcel a un homicida, a un estafador, a un violador. Los quebrantamientos de la legalidad se juzgan caso a caso, y, esperemos, sin acepción de personas. Así que no habría que descartar que dentro de cincuenta años los alumnos del futuro tengan que leer que Juan Carlos I fue un buen Rey que ayudó a recuperar la democracia para España, la salvó de un golpista estrafalario y que, al final de sus días, por su mala cabeza se vio ante los Tribunales que… (No sigo: la presunción de inocencia protege al Emérito de cualquier conclusión precipitada).


Qué podemos hacer


Si el "podemos" se refiere al pueblo soberano y no a ese Partido que dice que está Unida (¿?), podríamos hacer lo que quisiéramos; por ejemplo decidir en referéndum si los españoles queremos seguir con la jefatura del Estado en manos de un Rey o si preferimos instaurar alguna de las varias fórmulas republicanas que puedan imaginarse.


Podríamos. ¿Pero debemos? Es decir ¿es el mejor momento para enfrentarnos a ese desafío? Yo, lo dudo, ustedes, no lo sé. Por el contrario,  creo que no habría ningún riesgo, y sí muchos beneficios, en acometer cuanto antes algunas tareas de modernización de la institución.

  • La transparencia de la Casa Real ha aumentado desde la llegada de Felipe VI pero aún está lejos de lo deseable. El contribuyente tiene derecho a saber cómo llega, a dónde va y en qué se gasta el dinero público. En todos los casos, incluido el de la Zarzuela.
  • El medieval privilegio de la inviolabilidad del soberano tiene que precisarse lo suficiente como para que la aplicación del principio de igualdad de todos los españoles ante la Ley no ofrezca dudas ni siquiera a Doña Isabel Díaz Ayuso.
  • Falta una precisión minuciosa y detallada de actividades permitidas y vetadas al Monarca y a los miembros de su familia, correlato necesario a su condición de beneficiarios de una dotación presupuestaria que procede del dinero público, es decir, de nuestros impuestos.
  • De paso, tiene que desaparecer la anacrónica preferencia del varón sobre la hembra en la línea sucesoria, aunque eso, por el momento no plantee problemas.

  Cuando todo eso se haya conseguido es posible que el debate Monarquía o República sea menos apremiante.












sábado, 12 de diciembre de 2020

 De Reyes, sables oxidados y republicanos apremiantes

¡Hace ya 42 años!


La más longeva de las Constituciones que ha tenido España nació hace ahora 42 años y seis días. Está sobreviviendo más que ninguna de las anteriores que conoció nuestro país, aunque muchos menos que los que, por ejemplo, lleva la norteamericana a su espaldas.


42 años. Bien llevados, creo yo, aunque empiezan a notársele algunas arrugas, ciertos desarreglos, tal o cual alifafe que convendría vigilar de cerca no vaya a terminar tan de mala manera como alguna de sus antecesoras.


No era de eso de lo que quería hablar, de los achaques de la Carta Magna, de su diagnóstico o de los múltiples tratamientos de los que se habla. Pretendía comentar para ustedes algunos sucedidos que se han hecho coincidir, y no por casualidad, con el aniversario de nuestra Ley de Leyes.


Permítanme que pase por alto los desplantes de los líderes de esos Partidos que bien por sus delirios secesionistas, bien por su incapacidad manifiesta de sumarse a cualquier afán colectivo, nos han ofrecido, otro año más, el deplorable espectáculo de su mala educación. Son tan demócratas, tan puristas, que o se quedan en casa para festejar la primera Constitución de la que disfrutamos durante ya va para casi un siglo, o se van por los Cerros de Úbeda para no contaminarse con quienes piensan de manera diferente a ellos mismos.

 

Hoy me gustaría hablar de manifiestos, cartas y mensajes en redes sociales.


Algunos militares jubilados, la libertad de expresión y sus limites


Como ya sabrán, 73 militares de alta graduación (de Teniente General a Coroneles) en situación de retiro han escrito una carta al Rey. Otros 271, entre los que figuran uno de los condenados por la intentona del 23 F y un General sancionado por anteriores declaraciones, han hecho público un comunicado al que después se han sumado 200 más. El principal impulsor de este manifiesto parece ser el general de división retirado que preside de la Fundación Francisco Franco.


Pocos firmantes para un colectivo, los militares en situación de retiro, que excede de los 20.000. Pocos pero significativos.


Conozco el texto de la carta gracias a la deferencia de un buen amigo que me la mandó; no así el comunicado, aunque doy por supuesto que el hilo conductor no debe ser muy diferente: vivimos una situación política muy preocupante, la responsabilidad recae en el Gobierno social comunista, derechos y libertades, también la Constitución, están en peligro, y los firmantes se ponen a disposición del Jefe supremo de las Fuerzas Armadas, que es el Rey. No dicen para qué, pero se sobreentiende.

 

Lo primero que se me ocurrió, leída la carta, es que cualquier sesión rutinaria de control del Gobierno en el Parlamento permite oír una sarta de barbaridades incomparablemente más desatinadas. En absoluto quiero decir que comparta el análisis de la situación que hacen los firmantes, ni las medidas correctoras que se sobreentienden. Digo, nada más, que han usado un tono comedido. De momento.


Cuestión distinta es si los firmantes se han extralimitado o no en el ejercicio del derecho a la libre expresión de sus ideas.


No soy un experto en la materia, pero si sé que no hay país en el mundo que no trate el ejercicio de la libertad de expresión con una vara de medir más puntillosa cuando quienes la ejercen son gente de armas. 


Tampoco me cabe duda alguna de que en el régimen político que añoran los firmantes habría sido una temeridad dirigir al Jefe del Estado un escrito colectivo firmado por militares, por civiles o por monjitas de clausura reivindicando, pidiendo, o quejándose de no importa qué. 


La sorprendente pretensión de que el Rey se pronuncie


Ha sido conocerse los hechos y en este país de paradojas, ha surgido un coro  de voces reclamando la inmediata contestación de la Casa Real para desmarcarse y, si al caso viene, condenar misiva y manifiesto. Callar, según los que piden la contraproclama real, equivale a complicidad con los firmantes, porque...


"El que calla otorga" he leído por ahí, como argumento condenatorio del silencio de Felipe VI. Permítanme una obviedad. No es cierto. Pocos empeños hay más aventurados que interpretar el silencio. El que calla no otorga; simplemente, no dice nada. A veces porque no quiere, otras porque no puede, las más porque no debe. 


Este es el caso. Romper el silencio, atender las peticiones de condena, sería tratar la fogata con gasolina. Se ha hecho lo que debe hacerse y se ha hecho por el conducto adecuado. La Ministra de Defensa, ha puesto los hechos en conocimiento de la Fiscalía para que examine los textos y decida si ha lugar a depurar algún género de responsabilidades. Ya se verá.


Fíjense un momento ¿No les llama la atención la personalidad de quienes se rasgan las vestiduras por el silencio del Soberano? ¿No les parece significativo (perdón, sospechoso) que los que tanto echan de menos la voz de Felipe VI sean, qué casualidad, los republicanos? No me pidan interpretaciones porque les sobran neuronas para encontrar la explicación ustedes mismos.


En cuanto a la adhesión inquebrantable que dicen sentir los firmantes por el monarca, ándese con cuidado el Jefe del Estado: el ídolo de sus "leales", cuando se puso al frente del Golpe de Estado del 36 lo hizo, en un primer momento, así está escrito, para defender la República. Luego se alzó con el santo y la peana, persiguió a los republicanos y definió España como Monarquía, pero prohibió al heredero de la Corona aposentarse en su patria y murió sin haber sentado en el trono al sucesor del sucesor. Y es que  las adhesiones inquebrantables las carga el diablo.


La peculiar jefatura del Rey sobre las Fuerzas Armadas


Como he dicho, los firmantes de ambos documentos, hacen gala de su lealtad al Rey en cuanto que Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas. La pregunta es ¿Quién manda sobre las Fuerzas Armadas?


Es cierto que según el Artículo 62 h) de la Constitución corresponde al Rey "el mando supremo de las Fuerzas Armadas". No es menos cierto que el Artículo 97 del mismo texto establece que "El Gobierno dirige la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado". ¿No hay alguna contradicción, al menos aparente?


Hay mucho escrito al respecto. Permítanme citar algunos párrafos del ensayo escrito por Federico Trillo-Figueroa, que a su condición de exministro de defensa y Presidente del Parlamento, añade la muy calificada condición de Letrado del Consejo de Estado. No creo necesario demostrar que el autor está a años luz de los planteamientos políticos de cualquiera de los socios del Gobierno actual. El ensayo se denomina "Las Fuerzas Armadas en la Constitución Española" y dice cosas como éstas:

  • Hablando del papel "defensor" de las Fuerzas Armadas respecto del orden constitucional, "no cabe entender que se ha funcionalizado un nuevo poder autónomo de defensa de la Constitución, es decir, que las FAS pudieran «por sí solas» salir en defensa del ordenamiento constitucional. 
  • Considerando que la Constitución 1978 también atribuye al Rey la Jefatura de las FAS, y a éstas la defensa del ordenamiento constitucional, podría pensarse en una articulación directa Rey-Fuerzas Armadas en la defensa material de la nueva Constitución española. Esto no es admisible dentro de los principios inspiradores de la Constitución. 
  • Un análisis sistemático del texto constitucional, pone de manifiesto que no se han acogido por la Constitución ni las denominadas «medidas excepcionales», ni ninguna otra cláusula que habilite medidas de excepción a tomar por el Rey. Las situaciones de anomalía que se recogen en el artículo 116 tienen un claro carácter gubernamental, sin perjuicio del mayor o menor control parlamentario. 
  • Nuestra Constitución atribuye «la defensa del Estado» al Gobierno (artículo 97). Y por ello hay que entender que sólo el Gobierno puede disponer una intervención de las FAS en defensa del ordenamiento constitucional. (pags. 121 a124 del ensayo)


Dejo el corolario para los lectores.


Con el "chat" llegó el escándalo


Y como éramos pocos, parió la abuela. Un chat de sables jubilados, una imaginaria competición a ver quién es el más patriota de todos, y, como era de esperar, lo que parecía destinado a los ojos de los incluidos en la lista, acaba convertido en pasto de la morbosa ciudadanía.


Llamadas a reeditar glorias pasadas, o fracasos, que de todo ha habido; añoranzas de los tiempos en que las discrepancias se saldaban con un buen golpe de Estado; nostalgia de otra guerrita civil de nada, que ya nos está haciendo falta, aunque por la edad ya no nos toque a nosotros ir al frente que sino…


Y de pronto, como rayo cayendo de cielo despejado, el mensaje de los mensajes, el más acabado ejemplo de hasta dónde puede llegar la mente humana en según qué circunstancias.


"Habría que fusilar a 26 millones de hijos de puta, y a los niños también".


No es preciso ni un solo adjetivo: léanlo otra vez y verán que es innecesario. Ha habido alguien que hace unos días, año 2020, ha propuesto fusilar a 26 millones de compatriotas.


No me salen las cuentas. Pensé que hablaría de los votantes de izquierdas. Imposible: el total de votos contabilizados en las últimas elecciones solo fueron 24.507.715, incluyendo votos nulos, en blanco y atribuidos a Partidos considerados como de derechas, que, supongo, no estarían en la mente del ejecutor.


Ninguna lista, ninguna división a establecer entre españoles da para tanto. Puestos a clasificar a los españoles no importa por qué criterio, el sexo, la ideología, el peso, el color del pelo, no saldrían jamás esos 26 millones. Excepto que el criterio fuera "fusilables" y "no fusilables" según el capricho del apacible retirado.


Debería haberme tranquilizado. Según el censo continuo del INE, en 2020 somos en España 47.431.256  habitantes, de los cuales somos españoles algo más de 42 millones. Así que el patriota del chat estaba dispuesto a terminar con el 55 % de los que pisan nuestro suelo o al 62 % si tan solo pensaba apiolar españoles.

 

Nadie, nunca en la Historia de la Humanidad ha sido capaz de acabar con tal porcentaje de ciudadanos de un solo país. Entre Hitler y Stalin, dos especialistas de primer orden, lograron terminar con poco más del 30 % de los polacos y necesitaron de toda una Guerra Mundial. Pol Pot otro asesino vesánico se dice que exterminó a la quinta parte de la población de Camboya, un modesto 20 %.


De conseguir su propósito, nuestro visceral compatriota se habría ganado el dudoso honor de entrar en el libro de los récords como el ser humano más mortífero de la historia.


Las reacciones, además de las reclamaciones de pronunciamientos reales ya comentadas, han sido casi unánimes. El partido Popular condena el chat sin paliativos (lo tacha de "intolerable") y el jefe de la cúpula militar asegura que las opiniones de mandos retirados no representan al Ejército.


Casi unánimes. Vox ha evitado condenarlo y algún dirigente de esta formación se ha referido a estos… retirados como "los nuestros". Dª Isabel Díaz Ayuso, vuelve a ser foco de atención porque si bien no ha aplaudido, tendría las manos ocupadas, dice que lo entiende. Su jefe, no, pero ella sí. Incluso los firmantes del manifiesto se han desmarcado del contenido del chat. Lo que produce el curioso efecto de que al lado de la escabechina deseada en la red social, el manifiesto y la carta parecen tan moderados como una instancia para pedir una vivienda oficial.


Miro a mi alrededor y, por suerte, veo más preocupado al personal por cómo afrontar las festividades que se nos acercan que por las consecuencias de los delirios nostálgicos de algunos militares retirados. Mejor así.



sábado, 5 de diciembre de 2020

 Laura Borrás, palafrenera mayor del fugado Puigdemont


Con mis disculpas


Que no por disconforme que pueda estar con sus delirios secesionistas pretendo molestarla al atribuirle tan trasnochado oficio.


(Palafrenero Mayor: "En las caballerizas reales, picador, jefe de la regalada, que tenía de la cabezada el caballo cuando montaba el rey". Esa es la definición del término según la Real Academia Española de la Lengua.)


Repare Doña Laura en que si bien puede parecerle desdoro, afrenta o vejamen mandarla a trabajar a las cuadras, no es menos cierto que, al menos de vez en cuando, podría tener la fortuna de estar junto a la suela del zapato, bota o borceguí del Rey. 


Caigo, no obstante, en la cuenta de que si la Doña es fiel comilitona del fugado Puigdemont, mal servicio le presto considerando Rey no ya a un huido vergonzante, sino, lo que es casi trágico, a un republicano profesional, así que vuelvo al principio y reitero mis disculpas. 


De dónde sale la entrevistada


Es Doña Laura curtida filóloga, tanto en su materna lengua catalana, licenciada, como en el   más amplio campo de las lenguas románicas, donde llegó a doctora.


No acabo de entender muy bien cómo alguien que cursó sus estudios en disciplinas como las comentadas se la puede encontrar entre los firmantes del manifiesto Koiné, en el que se reclamaba nada menos que la exclusión del castellano de las tierras catalanas. ¡Una filóloga condenando al ostracismo a la tercera lengua más hablada del planeta, que es, además, la que según la legislación vigente debe conocer tan bien como sin duda lo hace! En fin, allá ella. No creo demasiado en el infierno, pero de haberlo seguramente nuestra protagonista sería condenada, por contumaz, al círculo de los eternos lectores de las Novelas Ejemplares, de Los Episodios Nacionales y de la obra completa de Don Marcelino Menéndez y Pelayo.


La dama llegó tarde a la política, ayer como quien dice,  y entró en ella con el fervor, el entusiasmo y hasta el fanatismo característico de los novicios. En línea con su aversión a la lengua española, entró a formar parte de las mermadas huestes de lo que un día fuera el Partido representante de la burguesía catalana bien pensante, bien comida y bien llorona, la extinta Convergencia Democrática, que cataclismos mediantes, y rebautizos de por medio ha terminado por ser, de momento, Juntos por Cataluña. 


Medró la filóloga, si ello es posible en tan precario conciliábulo, y es a la sazón candidata a la canonjía de Presidenta de la Generalidad de Cataluña. (habrán observado mis avisados lectores, que no digo Generalitat, ni Junts per Cat, pero, como están viendo, me expreso en español o castellano, así que me excuso de extranjerismos innecesarios, aunque peque de políticamente incorrecto en esos tiempos en los que a la salida de Madrid ya se indica en la cartelería "A Coruña" olvidando el respeto a la lengua que se habla debajo del cartel que indica el camino para llegar a La Coruña)


Y como la señora está en camino en convertirse en famosa, el programa "La hora de la 1" la ha entrevistado. Lo que ocurrió durante el tiempo que estuvo en pantalla fue algo así como la "Historia de un despropósito anunciado". La micro historia de una iluminada con una aparente sonrisa beatífica, entre condescendiente y displicente, que dejaba traslucir, no obstante una letal carga vírica de desprecio a la verdad, al rigor y la decencia.


El catecismo íntegro del "indepe" irredento


Dª Laura, con el desparpajo que le otorga su paso por las aulas, la desvergüenza aprendida en sus tiempos de Consejera de Cultura de la Generalidad y el fundamentalismo desfachatado que se deduce de las enseñanzas mamadas de predecesores como Torra el supremacista o Mas "el astuto", fue desgranando el rosario de latiguillos, consignas y suras característicos de esa pléyade de voceros del fugado que conocen de memoria lo que hay que decir cuando hay un micrófono delante, aunque esté apagado.


El del martes pasado no estaba apagado, no, así que la oímos decir, comedida, educada, melíflua, sonriente, segura de su indiscutible superioridad sobre la ramplonería de la audiencia, española nada más, los miles de millones que año tras año esquilma España a Cataluña, la interminable lista de compromisos presupuestarios incumplidos un ejercicio sí y otro también por los sucesivos Gobiernos de España, etc., etc., etc. Por descontado, ni una concreción, ni una prueba, ni un argumento. Sólo afirmaciones, basadas nada más en su pasmosa seguridad al hablar. 


Si alguno de mi lectores estaba entre sus teleespectadores y quiere saber algo más al respecto, le sugiero la lectura de "Las cuentas y los cuentos de la independencia", del odiado José Borrell, el infame catalán vendido al oro de Madrid, traidor a la tierra que le vio nacer.


Se embarcó luego la entrevistada, como suelen hacer sus cofrades, en la letanía jeremíaca de afirmaciones que se desmienten por sí mismas: el déficit democrático de España, la corrupción intrínseca de la justicia española, la persecución obsesiva de la disidencia catalana… El más lerdo de los observadores sabe que su presencia en el programa, su salida del plató por su propio pie, su vuelta a casa sin problema alguno, son un desmentido clamoroso a sus afirmaciones, pero qué quieren, con esta farsa convivimos a diario.


Continuó con la consabida monserga de la legitimidad absoluta del fallido referéndum de autodeterminación, en flagrante contradicción no ya con la Constitución y con su propio Estatuto de Autonomía, sino con la doctrina consagrada por el Derecho Internacional; nos ilustró sobre la arbitrariedad de la justicia española que sienta en el banquillo a inocentes y su servidumbre al Poder Ejecutivo… Ya saben.


Y terminó con algo que me llamó la atención: habló de lo llamativo que resulta el que tantos Presidentes de la Generalidad de Cataluña hayan sido apartados de su cargo por los "Tribunales Españoles" (me pregunto si estaría sugiriendo la pertinencia de someterlos a la jurisdicción moldava, o si, en el fondo, no envidia la pericia del patrón de patrones, Pujol el Viejo, el más Presidente de todos los Presidentes, que hasta la fecha está esquivando con singular maestría las embestidas de las togas hispanas) de donde concluye que tal vez si los votantes catalanes la eligieran como la próxima Presidenta podría acabar corriendo ella la misma suerte.


Por el gesto modosito, entre doliente, resignado y beatífico, uno podría pensar que el espíritu de sacrificio fluye por sus venas como los caudales sumados del Ter, el LLobregat y el Noguera Pallarés. De pronto caí en la cuenta de que todo era una pantomima.  Que, en realidad, lo que Doña Laura estaba representando era la dramatización del conocido dicho de "ponerse la venda antes de recibir la pedrada". Porque, para los no iniciados, quiero poner en su conocimiento que la eminente filóloga está imputada por el Tribunal Supremo, que la investiga por delitos de prevaricación, fraude a la administración, malversación de caudales públicos y falsedad documental por, supuestamente, trocear contratos públicos y adjudicárselos a un amigo en su fecunda época de Consejera de Cultura de su Generalidad. ¿Qué importa? Si terminan condenándola, cosa que no le deseo, no vayan a creer, no será por sus presuntas fechorías sino por sus ideas secesionistas.


Esperen un tiempo. Esto que leen hoy, tendrán ocasión de oírlo cuando llegue la campaña electoral catalana: lo que para cualquier ciudadano decente suele ser algo indeseable, entrar en la categoría de investigado por los Tribunales, no es un estigma para ella sino un timbre de gloria que hasta puede hacerle rebañar un puñado de votos de incondicionales abducidos. O sea: trata de presentarse desde ahora como una represaliada más, como la enésima víctima del proceso soberanista.   


Un último comentario


Los tertulianos no dieron la talla. Dejaron irse de rositas a Doña Laura sin poco más que algún arañazo superficial. Nadie exigió datos ni puso de manifiesto las flagrantes contradicciones del discurso, ninguno de los presentes pidió explicaciones, pruebas, argumentos; en ningún momento fue acorralada con la evidencia de sus falacias. 


Era TVE; era "La hora de la 1". A veces tengo la impresión de que casi nadie entiende la diferencia entre Estado y Gobierno y de quién de los dos es el patrón de la televisión pública. 


La imparcialidad informativa no consiste en entrevistar un día a Ortega Smith, otro a Echenique y el tercero a Laura Borrás: consiste en exprimirlos a los tres y sacarles los colores, si al caso viene. A los tres.  


La tertulia se quedó en agua de borrajas

sábado, 28 de noviembre de 2020

 Ahora que tenemos tiempo

Leyes con fecha de caducidad


Pensaba dedicar este post a comentar el discurrir de nuestros políticos, epidemiólogos, tertulianos y comentaristas sobre cómo afrontar las Navidades, cuando se he metido por medio la urgente, controvertida y "ostentórea" Ley de Educación (un recuerdo al eximio creador de neologismos sorprendentes, Jesús Gil y Gil). Me rindo, pues a la evidencia y entro en materia.


Antes de que la "Ley Celaá" fuera aprobada, Pablo Casado ya había anunciado que cuando el PP llegara al poder, la derogaría. La Ley, pues, como si fuera un yogur, nace con fecha de caducidad incorporada. No pretendo criticar a Pablo Casado, o, al menos, no por su anuncio. Cosas parecidas oímos cuando se aprobó en el mismo hemiciclo su predecesora la "Ley Wert".


¡Ocho Leyes de Educación en cuarenta años! No importa quién haya sido el impulsor del proyecto de turno nadie, nunca, en ninguna ocasión ha sido capaz de ponerse de acuerdo con quienes tenía enfrente. Ni progresistas ni conservadores han cedido en sus posiciones maximalistas. Todos han jugado a ganadores, a impositores de sus ideas cuando han podido y han despreciado la posibilidad de construir un modelo que trascienda sus puntos de vista en aras del beneficio de los hijos de unos y de otros.


¿Por qué? Tal vez, si cambiamos la pregunta  por ¿desde cuándo? encontremos alguna luz.  La Historia es más que una asignatura presente en cualquiera de las cien Leyes de Educación que hemos sufrido: es una herramienta para comprender mejor el presente.


Y lo que nos enseña la Historia de la educación en España es que desde hace dos siglos la evolución de ese pilar básico del desarrollo social, es la crónica del enfrentamiento entre dos formas de entender el problema y, por tanto, la solución.


Desde los albores del siglo XIX hasta la Constitución del 78 el sistema educativo español podría caracterizarse por las siguientes notas

  • Tres niveles básicos (enseñanza primaria, media y superior) asentados sobre una población con una distribución geográfica que no cambiará hasta los años 50 del siglo XX, y estratificada en clases sociales muy poco permeables.
  • La enseñanza primaria está en manos del Estado en zonas rurales y se ocupa  de las clases desfavorecidas en las áreas urbanas. La enseñanza de las clases urbanas acomodadas es el coto de la enseñanza privada, prácticamente monopolizada por órdenes religiosas de ambos sexos. La enseñanza media, el bachillerato, descansa en algunos, pocos, Institutos Públicos, y en un creciente número de Colegios privados casi en su totalidad religiosos. 
  • No eran infrecuentes los casos de quienes estudiaban este ciclo en Seminarios Conciliares, para abandonarlos y conseguir las correspondientes convalidaciones al terminar los cursos de los Seminarios Menores.
  • La Universidad (doce nada más durante siglo y medio) es pública, pero reservada a quienes están en condiciones de pagarla. Las becas y la aparición de centros superiores privados (Deusto, Estudio General de Navarra e ICAI) son fenómenos recientes. Hoy existen 53 universidades públicas y 36 privadas, 16 de las cuales se declaran confesionales. Me pregunto dónde y cómo se han "fabricado" tantos docentes para tanto centro en tan poco tiempo, pero ésa es otra cuestión. 

Hasta la Constitución del 78, la enseñanza pública primaria y media ha vegetado bajo unas partidas presupuestarias miserables, y ha sobrevivido gracias al esfuerzo ímprobo de maestros vocacionales. El dicho popular de "pasa más hambre que maestro de escuela" es significativo. Salvo el corto y fracasado paréntesis de la desventurada Segunda República, sólo alguna voz aislada intentó poner sobre la mesa el debate sobre la necesidad de una escuela pública, laica y de calidad. Guste o no, la mayor parte de la ciudadanía daba por bueno, o por inevitable, el mantenimiento del statu quo.


Desde hace 40 años, por el contrario, la controversia enseñanza pública/enseñanza privada está servida, pero ni cesa, ni avanza. ¿Tan difícil es? Sí, sin duda. Se trata de controlar uno de los pilares básicos de la sociedad. Esencial para todos, tan importante para la derecha como para la izquierda, porque en él se juega el futuro y es comprensible que cada bando (¿o debería decir banda?) quiera modelarlo según su forma de entender el mundo. 


Estos días estamos oyendo demasiadas mentiras y medias verdades. Por ambas partes. Los que las ponen en órbita saben que lo que dicen no tiene soporte real, pero lo hacen porque lo que está en juego, visto desde desde cualquiera de las dos trincheras, es fundamental. Por eso llevamos ocho intentos: por su importancia y por la imposibilidad de encontrar terrenos de encuentros y compromisos.


Cada uno de mis lectores tendrá su opinión sobre el conjunto y sobre algunos de sus elementos. La mía es que, pese a todo, hay grados muy diversos de importancia en los puntos de la discrepancia.


No es lo mismo discutir, por ejemplo, sobre si el castellano debe ser o no "lengua vehicular" (expresión que, por cierto, nace con la "Ley Wert"), polemizar sobre si las enseñanzas especiales quedan ahora igual, mejor o peor que antes o encontrar el exacto encaje de la enseñanza de la Religión Católica en el plan de estudios, que enfrentarse con la verdadera discrepancia de fondo, que ni siquiera es escuela pública o escuela privada, sino qué se hace con el dinero público dedicado a la enseñanza.


Me explico:

  • He leído la Ley y ni me gusta la supresión de la referencia al español como lengua vehicular, ni creo que se hunda el mundo educativo por dejar el texto como estaba antes de la cuestionada Ley del Ministro de Mariano Rajoy.
  • No veo en peligro las enseñanzas especiales, ni entiendo de qué se queja Vox, porque en el caso de tener razón, resultaría que la desaparición de estas enseñanzas (repito que le Ley no dice tal cosa) vendría a dar cumplida satisfacción a su propio programa electoral.
  • La Religión es un fenómeno trascendental. Su enseñanza está regulada en Europa de cien maneras diferentes; desde su erradicación completa en la enseñanza pública (caso de Francia) hasta tratamientos confesionalmente comprometidos en países que creemos el colmo de la modernidad, como los escandinavos. El problema no es qué se enseña, sino quién elige qué debe aprenderse, qué valor tiene en el expediente académico y, sobre todo, quién paga esa enseñanza. ¿Es imprescindible inventar nuestra propia solución o bastaría ver cómo han resuelto el problema países próximos?
  • Pocos dudan en España de que, por el momento, es imprescindible la coexistencia de la enseñanza pública y de la privada. Ése no es el problema. La cuestión es hasta dónde tiene derecho la enseñanza privada a autorregularse si necesita el dinero público para sobrevivir.
  • ¿Tiene sentido que el Estado que sufraga parte esencial de los costes de la escuela privada exija unos estándares mínimos propios de valores que el mismo Estado considera esenciales o es un abuso de tintes dictatoriales? 


Al final, ésta es la gran cuestión: ¿Enseñanza pública de calidad y extensión creciente o enseñanza privada organizada por particulares pero pagada por todos los contribuyentes? Porque no creo que haya duda alguna del derecho a la existencia de una enseñanza privada que sobreviva sólo por las aportaciones de sus usuarios.


Así que…

  • Me pregunto si no sobrarán gritos, insultos, exageraciones y mentiras, y faltará diálogo, sentido de Estado, preocupación por las generaciones venideras. ¿Cuánto tiempo han ocupado unos y otros en buscar puntos de encuentro, soluciones compartidas antes de acudir al Congreso a mentirnos y a insultarse?
  • O los unos daban la partida por inútil, o los otros olfatearon la oportunidad de desgastar al Gobierno y volvieron a emplazarse para dentro de cinco años, cuando, si el PP vuelve al Gobierno, vuelva a cambiar, otra vez más, La Ley de Educación, que me temo nacerá, otra vez, con fecha de caducidad.
  • Porque ni el texto es tan abominable como clama la derecha ni tan admirable como defiende el Gobierno. Creo que entre todos podrían haberlo mejorado.

¿Salvamos las Navidades o salvamos vidas?


No sé qué terminarán por decirnos; no sé qué echarán en cara los opositores a los que mandan y viceversa; no me interesan las contradicciones entre quienes dicen una cosa o su contraria según el ámbito territorial del que hablemos.


Las Navidades se nos acercan a velocidad de crucero y oyendo a quienes piden, a quienes protestan, a quienes se quejan, a quienes sufren por sus negocios cerrados, a quienes padecen la enfermedad en sus carnes, se me encoge el ánimo porque echo de menos cordura, madurez y criterios lógicos.


(Por no hablar de aquellos a quienes llevo años oyendo despotricar contra la pesadilla navideña con argumentos que son tan manidos que me resisto a reproducirlos. Temo, no obstante que quien el año pasado, y el anterior y el otro y el otro abominaba de tanta cena, tanto alcohol, tanto confetti y tanto falso amor familiar, sea este año el portaestandarte del lastimero lamento por no poder abrazar a su cuñado el talabartero constantemente y sin parar durante dos semanas).


Percibo que lo peor del pandemonio retórico ha pasado. Oigo menos insultos, menos disparates, menos agresiones, aunque quizás es, nada más, que me he acostumbrado a ellos y mi sentido del oído y mi capacidad crítica se han encorchado.


Echo de menos, no obstante una evaluación madura de la situación. Distinguir lo importante de lo llamativo. El miércoles oí, por fin, a alguien decir algo sensato: Podemos quedarnos sin Navidades; no pasa nada: al año que viene volveremos a tener un 24 y un 31 de diciembre y una mágica noche de 5 de enero. Lo que no podremos es volver a la vida a quienes nos dejen en enero, si por nuestra inconsciencia volvemos a caer en una tercera ola. (La cita no es literal).


Y es que, volviendo a lo dicho, lo que faltan son los planteamientos sensatos por quienes tendrían que dar sentido a la marcha. Nuestra clase política, en ocasiones como ésta se resiste a adoptar medidas impopulares. ¿Ignoran que si las toman por consenso nadie sale penalizado o es que temen que el otro haga trampa?


Así que por si puede ayudar, me van a permitir que reproduzca alguna de las cosas que le he leído a una joven psicóloga, una consultora especializada en formación de directivos y orientación de procesos de cambio, que piensa, habla, escribe, entrena, participa en foros especializados… pero, por encima de todo, hace algo que no es muy frecuente: empieza por pensar.


El 22 de octubre pasado, Elena Palma, la mujer de la que hablo, refiriéndose a la pandemia, escribía cosas como éstas:

  • Sostener situaciones difíciles a largo plazo no va de resistir. Si solo nos concentramos en resistir, nos agotamos, y pronto. Lo que Elena recomienda se parece mucho a una maratón: requiere tenacidad, constancia, paciencia y una mentalidad que no se concentra sólo en la meta de forma obsesiva, sino en recorrer los tramos presentes optimizando la energía.
  • Tener paciencia no es aguantar estoicamente lo que sucede y no nos gusta. Es dar tiempo, respetar el tiempo, aceptar el tiempo que requiere cada cosa. Es apreciar este presente porque sino, nos lo perdemos. Nos perdemos todas esas cosas que también están sucediendo hoy y son valiosas. 
  • Ser constante y tenaz requiere disciplina y, sobre todo, convicción. Creer que nuestros pasos tienen sentido. Sentir que el camino que recorremos nos lleva a algún lugar que apreciamos. Necesitamos confiar en eso, aunque no lleguemos a tener la certeza. Eso es algo que hoy nos cuesta especialmente.
  • Sin embargo, lo que hemos hecho es resistir. Y cuando resistimos, lo que hacemos es contraernos. Cuerpo, mente y emociones frenadas. Sin caudal por el que fluir. La energía se estanca cuando querría salir a borbotones. Le ponemos un dique. La obligamos a quedarse estancada en un lugar reducido y controlado. Eso es agotador para cualquiera.
  • Nos hemos olvidado de aprender a mirar más allá de nuestro ombligo, y hemos restado espacio a la empatía y la generosidad. Nos hemos olvidado de la importancia de la humildad.
  • Por mucho que hoy hablemos de resiliencia y flexibilidad (expresiones que quizás nos gustan más que la paciencia, la tenacidad o la constancia) necesitamos recordar que eso aplica a la templanza, no a las prisas. Quizás si logramos añadirle cierta dosis de alegría a nuestros esforzados pasos (no de euforia), esto nos resulte más llevadero. Quizás este último ingrediente sea el toque imprescindible, para que el resto nos resulten atractivos y los pongamos en marcha.


Me pregunto si no sería buena idea intentar que, por tandas, la flor y nada de nuestros gobernantes pasaran por uno de los talleres de Elena, hasta tanto nos llegara el turno a los sufridos y atribulados contribuyentes.


Hasta que llegue ese momento, gracias, amiga mía, por mantener tu faro encendido.