sábado, 28 de enero de 2023

 Plan de calidad institucional

España en precampaña

Desde hace algunos años, en España siempre estamos en campaña, precampaña o resaca. Sólo un día de los 365 (o 366, ya saben) va por libre, aunque sea el que dé sentido a los demás: el de las elecciones. Las diferencias entre los otros tres sólo se perciben por el volumen de la voz y el calibre de los adjetivos descalificativos cuando hablamos de los dos primeros, o por la ola de lamentos durante la resaca, según se trate de vencidos o de vencedores.

Precampaña es, pues, el espacio temporal que va desde el día siguiente al de las elecciones a la fecha de comienzo de la campaña electoral siguiente. Ahora, por tanto, estamos en precampaña: hay cita con las urnas a la vista; allá por mayo. No es regla general, pero este tiempo suele ser propicio para la aparición de documentos programáticos que tratan de fijar referentes ideológicos y objetivos políticos. Éste es el caso que hoy me ocupa: el texto que Alberto Núñez Feijóo, dio a conocer en Cádiz, fina elección de escenario por cierto, hace muy pocas fechas.


Un documento que conviene leer

Matizo: sólo si estás tan interesado en la política y en los políticos como ellos lo están en tu voto; sólo si crees que antes de votar te conviene saber lo que hay detrás de cada propuesta electoral; sólo si prefieres que tu voto sea fruto del análisis y no la consecuencia de vivir pendiente de las redes sociales. Si no es así, no te molestes, atiende a tu teléfono móvil, a lo que te cuentan los que te consta que piensan como tú, y, como mucho, siéntate de tanto en tanto ante el televisor, cuando entrevisten a los tuyos. Si te desentiendes, vivirás para más tranquilo, más confortable, pero... otros decidirán por ti.

Por lo que a mí respecta, prefiero saber a qué atenerme yendo a las fuentes, a los documentos que cada cierto tiempo producen los Partidos fijando su posición y proponiendo sus recetas para gobernar España. Mentiría si dijera que los leo todos: desconozco los programas de Teruel Existe, los de Bildu, aunque los imagino, los de Coalición Canaria y algunos más, y tampoco estoy al tanto de en qué basan sus discrepancias los diferentes Partidos independentistas catalanes. Por el contrario, de Unidas Podemos a Vox, pasando por Ciudadanos, por el PSOE y el PP, suelo leer lo que escriben; prefiero hacerme con el original a fiarme de las interpretaciones de exégetas o detractores, aunque acaso tras la próxima tanda de votaciones pierda interés por Ciudadanos. 

Así que esta vez le ha tocado Al Plan de Calidad Institucional.


El documento Feijóo

Revestido de una cierta solemnidad, con el escudo de España en la esquina superior derecha de cada página, la propuesta del PP, ocupa treinta páginas bien aprovechadas distribuidas en tres apartados. 

  • "La necesaria regeneración democrática". Una primera parte que es algo así como una exposición de motivos en la que se van desgranando las razones que han llevado a su autor o autores a producir el texto. Generalidades bien redactadas sobre evidencias en las que la mayoría de los ciudadanos podríamos estar de acuerdo. No todos, no en todas las afirmaciones, pero sí mayoritariamente (unidad territorial de España, estabilidad política, respeto a la división de poderes, independencia judicial, atención al bien común…). Es el aperitivo de lo que viene a continuación, o, si se prefiere, los cimientos de las propuestas concretas. Apartado razonable que, en sí mismo, podría valer para cualquier Partido que mire al votante que, al final, es el que decide el resultado: el anónimo ciudadano que puede votar, según la coyuntura, centra derecha o centro izquierda
  • "Fundamentos del Plan de Calidad Institucional". Este segundo capítulo, que bien podría haberse llamado "objetivos del Plan" está dedicado a definir las metas a conseguir. Según quien lo lea, suscitará más entusiasmo o más críticas que la exposición de motivos. Deja vislumbrar algunas de las medidas que vendrán a continuación, pero creo que sigue siendo asumible en buena parte por todos aquellos que al llegar a él no empiecen a comparar lo que pretende el PP con lo que su historia reciente demuestra que ha sido su práctica diaria. Incluso a estos les diría que tengan paciencia, porque están a punto de leer qué es exactamente lo que propone el documento.
  • "Propuestas del Plan". Sesenta medidas distribuidas en trece apartados. Tendrá detractores globales y fervientes detractores; a mí me ha parecido que hay de todo, como no podía ser menos cuando se trata de sesenta medidas, si el lector no parte de convicciones apriorísticas. No voy a enumerarlas ahora, porque las iré examinando en posts sucesivos. Es lo que hice con los documentos "fundacionales", de Podemos (antes de que estuvieran Unidas) y con Vox cuando publicó sus conocidas "Cien medidas". 


"Que gobierne la lista más votada"

Hoy sólo hablaré de la propuesta que más comentarios está provocando. No me ha parecido la de más enjundia, pero es la que ha causado más revuelo. Hace un momento he llamado al Plan, "documento Feijóo" ¿Por qué? El manifiesto, el programa, o como prefieran llamarlo, no contiene referencia alguna a su autoría, así es que debo dar por supuesto que se trata de una apuesta del Presidente del PP y no de la posición institucional del Partido, aunque haya recibido el apoyo casi unánime de sus cuados. 

Desconozco qué pasos previos han precedido a la publicación del texto, pero, en cambio, me ha llamado la atención el que apenas dado a conocer, Dª Isabel Díaz Ayuso haya marcado distancias con la teoría de la lista más votada, y, a renglón seguido, Alberto Núñez Feijóo haya admitido que ambas posiciones, la suya y la de la Presidenta madrileña (el sistema de elecciones con doble vuelta) son o pueden ser complementarias, o, dicho a la gallega "en principio no están en desacuerdo, siempre que vayan en la misma dirección".

Una de dos, o Dª Isabel desconocía el documento, cosa que resultaría sorprendente, o, conociéndolo, ha aprovechado la ocasión para marcar territorio (por si resulta que al final el cambio de sistema la manda a su casa en mayo).

Último comentario antes de examinar la propuesta: Feijóo considera este documento "un contrato con nuestro país" (no sabemos quién firma en nombre de España, aunque la frase es afortunada), asegura que el Partido Popular lo impulsará en su totalidad y se compromete a aplicarlo en los cien primeros días de la próxima legislatura, se supone que con don Alberto en La Moncloa.

La propuesta, capítulo VI, medida 22, literalmente dice: Asegurar la gobernabilidad de los Ayuntamientos. A fin de respetar mejor la voluntad popular y evitar la fragmentación que pone en riesgo la gobernabilidad en los ayuntamientos, se propone una reforma del artículo 180 de la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General para garantizar que sea proclamado alcalde o alcaldesa quien haya recibido el mayor número de votos y asegurar la gobernabilidad de la lista más votada. Esta reforma garantizará que el Gobierno local no tenga que someter al pleno asuntos de naturaleza gestora, lo que deberá complementarse de un estatuto de la oposición para que no se menoscabe la labor de control al Ejecutivo local.

Me resulta llamativo por qué esta medida puede ser considerada válida para elegir Ayuntamientos y no para gobernar Comunidades Autónomas o seleccionar el Gobierno de la Nación. ¿Ensayo, olvido, estrategia? 

  • El común de los contribuyentes, en una contestación rápida, es muy probable que les gustara la propuesta: si gana el que más votos reciba, que gobierne ¿no? Pues depende, que no es lo mismo ser Alcalde que poder gobernar el Ayuntamiento. La propuesta sólo garantiza lo primero. Un ejemplo: El Partido Liberal de Trasmulas saca 5 concejales, el Partido de la Izquierda Trasmulera 4, los mismos que la Agrupación Conservadora de Trasmulas y que Trasmulas Cuenta; Trasmulas Por el Cambio se queda con 3. Se nombra Alcalde al liberal y dos meses después presenta su proyecto de presupuestos ¿Cuántos votos necesita para sacarlos adelante? Once ¿verdad? O sea, que o pacta con al menos otros dos Partidos, o no hay cuentas aprobadas. Es decir, como ahora.
  • Es cierto que la Constitución no prohibe el modelo, pero no es menos cierto que el diseño global del sistema español, pivota sobre el concepto de mayorías parlamentarias, y lo hace por la misma razón que argumenta el Sr. Feijóo: para garantizar la estabilidad, pero basándola en la mayoría de la representación popular, no en entregar el poder a quien, pese a que haya obtenido más votos que sus rivales, no es capaz de armar acuerdos que sumen la mayoría. ¿Por qué se olvida que la lista más votada puede ser minoritaria respecto al porcentaje de votantes que no la han votado?
  • Podríamos preguntarnos por qué sólo se habla de este tema en vísperas electorales cuando ha habido períodos de bastantes años para intentarla desde el Gobierno de la Nación. ¿En qué han quedado estas sugerencias cuando el que las ha hecho ha llegado a La Moncloa? Curiosamente, nunca sale a relucir cuando podría haberse hecho realidad: el Presidente Rajoy, por ejemplo, tuvo mayoría absoluta, podría haberla tramitado sin mayores problemas, pero sólo habló de ella, cuando estaba a punto de volverse a su casa.
  • En esta ocasión, la oposición a la medida ha sido generalizada, incluyendo al mismísimo Santiago Abascal que el martes, en sede parlamentaria, la calificaba de "zarandaja". No esperaba don Alberto otra cosa, con la más que probable excepción de la recibida de su conmilitona, la Presidenta madrileña.
  • ¿A quién va dirigida la propuesta? Si para implantarla hay que contar con mayoría absoluta en el Parlamento, es de suponer que Feijóo sabe que con toda probabilidad necesita un socio. ¿Tendría bastante con Vox, con quien trata de establecer diferencias, el Partido cuyo Presidente tan poco aprecio ha hecho de la propuesta? Hay que tener en cuenta que tal como se propone, el que más votos saque no necesitaría formar gobiernos de coalición ¿O piensa en el PSOE cuya contestación ha sido la que cabía esperar? 
  • Una interpretación a la inversa es la que da por hecho que se trata de una propuesta coartada: propongo que vote la lista más votada, ustedes no lo han querido y ahora yo, y mira que lo siento, no tengo más remedio que buscar el apoyo de Vox. ¡Si al menos ustedes me hubieran echado una mano…! O sea, lo mismo que ocurrió cuando el fundador del Sanchismo no tuvo más remedio que acudir a UP, aunque le hiciera perder el sueño, porque ni le dejaron gobernar en solitario, siendo el más votado, ni tuvieron el detalle de abstenerse o de echar una mano para que hubiera podido prescindir de comunistas y separatistas. Moraleja: en todas partes cuecen habas, ya sean con jamón o con grelos.
La próxima semana seguiremos con el documento porque hay más, mejores y más enjundiosas propuestas que examinar.

 




sábado, 21 de enero de 2023

 Los Príncipes también lloran

Una lectura compleja

Hace unos días recibí un regalo inesperado: la versión digital de "Spare, en la sombra", para entendernos, las memorias del príncipe Harry. Una deferencia de mi amigo Jose Sáenz, el Doctor donostiarra con quien tantas cosas comparto. 

Consciente de que soy uno más de los que ya nos habíamos formado una opinión de la obra antes de haberla leído, sabiéndome víctima de los prejuicios que me condicionaban, sensacionalismo, oportunismo, clasismo a la inversa…, víctima tal vez del exceso de información previa que rodeaba la publicación del libro, he querido enfrentarme a él procurando disociar a la obra del autor y he tratado de leer las memorias como si fueran el resultado del quehacer de un desconocido. 

Me embarqué en la tarea de leer el libro como si fuera la obra de un desconocido que hubiera fingido escribir una obra de ficción: la autobiografía de un príncipe británico que nunca existió. No estoy seguro de haberlo conseguido, pero, en todo caso, estas son mis reflexiones a la mañana siguiente de haber concluido la lectura. 


El libro

787 páginas en versión digital, 410 en versión papel, bastante bien escritas y espléndidamente traducidas. Una autobiografía, es decir, un texto necesariamente tramposo fuera cual fuera la intención de su autor. No hay remedio: las memorias de cualquiera reflejan sólo una parte de la realidad, la que ha elegido el autor, y esa elección nunca es, no puede ser, casual; es siempre intencionada, consciente, inconsciente o subconscientemente. De tal manera que sin saber lo que no se cuenta es imposible hacerse una idea precisa y más o menos completa sobre la personalidad del autobiografiado.

Cargo en el haber del autor buenas descripciones de personas, lugares y ambientes; magníficas reflexiones sobre la familia, sobre África, sobre las fuerzas armadas británicas, sobre los medios de comunicación, aunque sean apreciaciones subjetivas. 

Por el contrario, lo he percibido algo premioso en ocasiones: todo lo referido a su entrenamiento y sus peripecias militares, por ejemplo aunque no sólo, son bastante aburridas. Al libro le sobran páginas ¿Sugerencia del editor?

Ciñéndonos a lo que Harry ha querido hacernos saber de su existencia, o, mejor dicho, a cómo interpreta él los acontecimientos que ha decidido revelar, éstas son algunas de sus más llamativas características:

  • La materia prima que sustenta el relato tiene enjundia más que suficiente: las venturas y desventuras, más lo segundo que de lo primero, de un segundón treintañero, huérfano de madre muerta en circunstancias trágicas, que soporta el desapego de una familia rehén de pautas de conducta antediluvianas y que, para colmo, se siente perseguido por los medios de comunicación. Qué hay de realidad y cuánto de fantasmas evanescentes es lo de menos: el autor escribe y los lectores interpretan sus palabras. Como siempre. 
  • Niñez y adolescencia en el límite de la normalidad: si prescindimos del decorado, los títulos nobiliarios del protagonista y de su familia, los escenarios en los que se mueve, la primera parte del libro habla de un muchacho que bordea el riesgo, pero que no es muy diferente de otros cuantos cientos de miles de sus coetáneos. Desde el trivial episodio de su primera experiencia sexual, hasta su temprana afición por la cerveza, la ginebra, la marihuana y, más tarde, la cocaína. Nunca fue un alcohólico ni un drogadicto, pero estuvo cerca. Las memorias dibujan un muchacho inseguro, deseoso de ser querido por todos y un tanto quisquilloso.
  • Afectado por la trágica muerte de su madre, un mazazo del que nunca se ha recuperado, busca en la imaginación, más aún que en el recuerdo, el refugio a sus desgracias; infortunios unas veces auténticos y otras fruto de su propios demonios. "Mamá sigue viva", y esa ficción, esa sospecha, esa creencia la mantiene hasta edades en las que tal convicción podría poner en entredicho su capacidad de evaluación de la realidad.
  • La guerra mediática. Nuestro protagonista se siente intolerablemente acosado por periodistas sin escrúpulos. En este terreno lo subjetivo prima sobre lo objetivo: él se siente así, relaciona su angustia con el episodio más determinante de su vida, las circunstancias que concurrieron en la muerte de su madre y se queja amargamente. Tiene razón. Quiero decir que si no es capaz de soportar la presión, es lógico que se queje. Cuestión distinta es si el problema estriba en que la persecución que dice sufrir se debe a su condición de miembro de la familia real, a su régimen de vida o a los parámetros por los que se rige la prensa sensacionalista de su país, en los que el respeto a la verdad está muy por debajo de la venta de ejemplares.
  • El ambivalente papel de la familia. Harry está convencido de que ama a su familia, pero que no sólo no es correspondido sino que suele ser sujeto pasivo de conductas incomprensibles. Él habría querido refugiarse en el ámbito familiar, pero… La abuela es la Reina, papá es el Príncipe de Gales que, además, está casado con Camila, la rival de mamá, Willie es el Heredero mientras que él es el Repuesto (el Repuesto, así, como suena, es llamado en familia con una frecuencia que le desazona). Sólo en contadas ocasiones alguien, su abuelo, años atrás su bisabuela, alguna vez la abuela, "la tía Margarita", se comportan a tono con sus necesidades. ¿Realidad o percepciones distorsionadas? ¿Qué más da? El libro que estoy comentando no es un ensayo histórico sino una autobiografía, y así es como Harry lo percibe.


El autor

El libro se le atribuye a Henry Charles Albert David, duque de Sussex, también conocido como Príncipe Harry, segundo hijo de Carlos III de Inglaterra y de su primera esposa, Diana de Gales nacido hace treinta y ocho años. Hay quien duda de la autoría del Príncipe y especula con la existencia de un "negro" que haya redactado el texto. Desde mi punto de vista, a la hora de evaluar el resultado final, es irrelevante. Si él, Harry, dice que lo ha escrito y nadie lo desmiente, debo suponer que dice la verdad. 

¿Quién es el duque de Sussex, según lo que se desprende de sus propias manifestaciones?

  • Un hombre atormentado en el que el complejo de Edipo es tan fuerte que a sus casi cuarenta años sigue cuestionando si su madre murió o está escondida esperando el momento de volver a acunarlo. Aquejado de manía persecutoria que ha vivido y sigue viviendo martirizado por el síndrome de segundón (repite una y otra vez que él es sólo el Plan B, el Repuesto, como si su caso fuera el único en el mundo).
  • Trasluce, acaso sin ser consciente de ello, una inmadurez impropia de quien se educó en Eton (el mejor colegio del mundo, dice él) y que, en un momento dado, llegó a ser el número 3 en la línea sucesoria de la Monarquía británica. 
  • Todo lo que cuenta sobre su paso por el ejército es una demostración de lo que afirmo: estuvo en Afganistán, pero habla de su intervención en aquella tragedia como si hubiera estado de maniobras, como si el fuego real, las muertes que ocurren incluidas las que él causó, fueran lances de una partida de Play Station. Es consciente de que, precisamente por su condición de miembro de la Casa Real, su vida nunca estuvo en verdadero peligro y también de eso se queja. Tal vez nunca fue consciente de que, en los tiempos que corren, ser Príncipe y guerrero son términos incompatibles.
  • Esperaba mucho más de su familia de lo que cree haber recibido. Una abuela casi inaccesible, un padre con el que no conecta, apenas alguna frase amable para con su abuelo, un par de frases cariñosas para la tía Margarita, cierta nostalgia de lejanos episodios adolescentes con su hermano y el resto… reticencias, reproches, desengaños, rencores apenas disimulados. 

Bien, éste es el autor, por sí o por tercero interpuesto. ¿Por qué alguien como el Príncipe Henry, antes de llegar a los cuarenta decide destapar la caja de Pandora, poner el escenario familiar patas arriba e ir pasando por la picota a toda su parentela, más, de paso, a la sacrosanta institución en la que ha nacido y vivido? ¿Es verosímil que se trate de una cruzada en plan caballero andante cabalgando brioso corcel al rescate de la maltratada dama de sus amores que vino de allende los mares? ¿O será, como piensa buena parte del público británico una cuestión obscenamente alimentaria?

  • Se ha publicado que Penguin Random House, la editorial responsable de la publicación del libro ha pagado a Henry un anticipo de más de veinte millones de dólares. Sumen a esa cifra lo que acabe siendo el saldo final de un libro que según la CNN vendió más de 1.400.000 ejemplares en su primer día de publicación y añadan el importe cobrado por entrevistas, más lo que pueda derivarse de otros capítulos publicitarios. Interesante, desde luego, a nadie amarga un dulce, pero… ¿Podría haber otras motivaciones?
  • Dije en algún momento que todo libro de memorias es tramposo; añado que es así porque deja ver lo que mejor cuadra al interés del autor. En este caso, el príncipe Harry, segundón, preterido, maltratado, abandonado por sus novias, inmaduro, adicto al alcohol y quién sabe cuántas otras sustancias ha dado de sí mismo una pobre imagen. Lo ha dicho él y lo hemos leído todos. ¿Seguro que no hay otra explicación que la de hacer caja? Quiero decir ¿Era ésa la forma más rentable de vender su imagen y cobrar por ello?
  • No es más que una teoría, pero creo que de lo que se trata de saldar cuentas con todos sus enemigos, reales o imaginarios: su padre, su madrastra, los corifeos de ambos, su hermano, su cuñada ¡La prensa, la odiada caterva de paparazzi al servicio de tabloides inmisericordes que tantas cicatrices han ido dejando en su delicada piel! Incluso el tornadizo público británico que hoy te aplaude enfervorizado y mañana se rasga las vestiduras dando crédito a la enésima patraña urdida por las huestes de Rupert Murdoch. 


Entonces ¿Vale la pena hacerse con las memorias del príncipe Harry? 

  • Allá ustedes. Les aseguro que serán incapaces de tomar distancia respecto de la figura omnipresente del autor, su leyenda, sus imágenes distorsionadas por tanta interpretación mediática, pero el caso es que el libro… ¡Hagan lo que les de la gana!
  • Si estuviéramos hablando de las memorias de un príncipe austrohúngaro de mediados del XIX, dedicaríamos más importancia a la obra que al autor, pero me temo que en este caso es imposible disociar al hombre del libro, y eso no es del todo justo. Autores impresentables de obras inmortales, aparecen en manadas por todas partes. Ni siquiera voy a dar nombres, pero en términos históricos suele ser más trascendental la obra que el autor. Este caso es diferente porque  Meghan Markle y el príncipe Harry son un fenómeno sociológico
  • El resumen del resumen: "Spare, en la sombra", me parece una versión Magna cum laude del Hola en edición especial que hubiera sido supervisado por alguien como, por ejemplo, Mario Vargas Llosa en horas bajas.















sábado, 14 de enero de 2023

 Muletillas, frases hechas e imprecisiones

La infección que no cesa

Cada cierto tiempo toman carta de naturaleza entre nosotros expresiones que en su origen significaron algo, que hicieron fortuna, se popularizaron y llegan a tomar al asalto el discursos diario de la mayoría de nosotros.

Son frases, palabras, giros que en sí mismo suelen ser correctos desde el punto de vista gramatical; aisladamente considerados no hay por qué objetarlos, pero, convertidos en soniquete reiterativo, en tabarra constante, acaban por conseguir lo contrario de lo que buscaban: ser una solución ingeniosa del lenguaje para referirnos a algo, sea persona, hecho o circunstancia.


Los países de nuestro entorno

Estas cinco palabras suelen formar parte del arsenal dialéctico de toda nuestra clase política, sin más excepción, si es que existe, que la de alguno de sus miembros que padezca sordomudez absoluta.

"Se usa tanto para apoyar la línea argumental propia como para desmontar la del contrario. ("La propuesta del Gobierno que hoy me toca defender, lo único que pretende es alinear el consumo de chufa, con los índices habituales en los países de nuestro entorno". O, por el contrario, "como su señoría sabe, o debería saber, lo que pretende su Partido con este Proyecto de Ley choca frontalmente con lo que está vigente en los países de nuestro entorno").

El oyente, o el televidente, o el lector, debe tratar de averiguar en cada caso qué o cuáles son exactamente los países de nuestro entorno, porque la expresión adolece de precisión.

  • Me atrevería a decir que "entorno" viene a ser, más o menos, "alrededor". Luego aplicándolo a España igual estamos refiriéndonos a Portugal, Francia, Andorra y Marruecos. !Hummm…! Empezábamos bien, Francia es un referente y  Portugal no pude ser más de nuestro entorno; Andorra, no sé, no sé, entre lo de los copríncipes y lo pequeñita que es… Pero ¿Marruecos? No hay duda de que es vecino nuestro, apenas 15 km de mar nos separan, pero… me temo que el criterio geográfico no vale para definir lo que buscamos.
  • ¿Es Europa el entorno? No es muy verosímil: Rusia, Azerbaiyán, Albania, Moldavia, son Europa pero no parece que tengan demasiados elementos en común con la vieja España, así que no, no es Europa el entorno que pueda ser considerado marco de referencia. Y, por bien que nos caigan, ni los países americanos de habla hispana, ni los mismísimos Estados Unidos por muy influyentes que sean en tantas cosas, podemos considerarlos entorno nuestro. 
  • Ya, o sea, que no es Europa en su conjunto, sino la Unión Europea. ¿Seguro? ¿Es un hecho que los veintisiete miembros de la Unión su mueven según patrones comunes? Siete monarquías y veinte repúblicas, de ellas algunas federales y otras centralistas. Veintisiete sistemas legales suficientemente diferentes como para que los prófugos de los tribunales españoles puedan refugiarse en otro país miembro, seguros de que no van a ser entregados a su país de origen. Estados con una fiscalidad implacable junto a paraísos fiscales, refugio de dineros de no siempre limpios orígenes. Y en cuanto a las costumbres, las creencias, los valores… ¿Está Letonia en nuestro entrono, Finlandia en el de Grecia, Alemania en el de Chipre, Chequia en el de Portugal? 

En resumen: Los países de nuestro entorno son aquellos que pueden ser utilizados como coartada de posiciones endebles a falta de argumentos más sólidos. No le demos, por tanto, mayor importancia.


Nuevas unidades de medida

Turno para los periodistas, los otros grandes generadores de modas abusivas que un día fueron hallazgos afortunados y que a fuerza de copias y repeticiones acaban primero en frases hechas y, al final, en murgas tediosas.

¿Son ustedes usuarios de las nuevas tablas de medición?

  • Cómo medir el tiempo futuro si quiere estar al día. Años, meses, semanas, días, no digamos horas y submúltiplos, tienen la ventaja de su precisión y, me atrevería a decir, su universalidad. Si usted comenta que faltan tres días y cuatro horas para el bautizo de su nieto Gumersindo, no sólo estará diciendo la verdad, sino que da cumplida información sobre el evento. Cierto, pero si usted fuera además de periodista, moderno, sería más acertado comentar que "faltan tres telediarios para bautizar a mi nieto". No obstante, este ingenioso método tiene fallos graves: no es utilizable para acontecimientos pretéritos: por ejemplo, usted dice que Manolete murió en Linares hace setenta y seis años, ocho meses y veintidós días, y será cierto pero ese espacio temporal no es traducible a la nueva unidad de medida. Todo ello sin tomar en consideración que no suele haber dos telediarios con la misma duración. Un mareo para las mentes ordenadas.
  • Otra forma de medir las superficies. Sólo eso nos faltaba. Coexistían, mal que bien, el metro y sus correspondientes múltiplos y submúltiplos con acres o yardas cuadradas; hasta, si me apuran, al menos como recurso literario, uno podía acudir a la fanega, la vara cuadrada o el celemín. Desde hace algún tiempo, tenemos una nueva unidad de superficie; he oído, por ejemplo, que "China está construyendo el mayor portaaviones de la historia cuya cubierta es tan grande como dos campos de fútbol". Llamativo ¿verdad? ¡Dos campos de fútbol! El problema es que así como es sencillo convertir acres en hectáreas, o yardas en metros, no es tan sencillo comparar la nueva unidad de medida con las tradicionales. Y es que un campo de fútbol reglamentario no tiene por qué tener una superficie exacta. La normativa vigente establece anchuras y longitudes máximas y mínimas, pero deja que sean los clubes los que elijan las dimensiones que mejor les cuadren (entre 90 y 120 metros de largo, por un ancho de 45 a 90 metros; dimensiones que son otras si los partidos son internacionales). Así que ¿cuánto medirá el portaaviones chino?
  • La nueva medida de volumen. No sé si por influencia de los cronistas deportivos o por contagio con el ejemplo anterior, también oigo con frecuencia tomar como unidad de volumen la piscina olímpica. (Ya saben: "El agua caída en Cascajuelo de Ríoseco este fin de semana habría equivalido a cuarenta piscinas olímpicas"). Más de lo mismo ¿Cómo hacerse una idea precisa del volumen del chaparrón cuando la herramienta de medición es inexacta? El Comité Olímpico impone unas medidas obligatorias (50 m de largo x 25 de ancho), otra mínima (2 m. de profundidad) y una tercera recomendada (3. de profundidad) aunque serían admisibles profundidades mayores.
Conclusiones:
  • El "Telediario" como alternativa al reloj o al calendario debe interpretarse en el sentido de que el acontecimiento anunciado, (casi siempre luctuoso, ya es casualidad) está "al caer", lo que tampoco es un alarde de precisión.
  • "Campo de fútbol", como medida de superficie equivale a más bien grande, tirando a enorme.
  • "Piscina olímpica", si la utilizamos para medir volúmenes equivale a decir que había líquido suficiente como para bañar ballenas. 

Muletillas corporativistas

Otra penúltima serie de observaciones, tan poco trascendentales como las anteriores: el empleo de expresiones correctas repetidas innecesariamente y cuasi privativas de ciertos gremios. Meteorólogos, en este caso.

Con la notable excepción del hombre del tiempo de Antena 3, el Sr. Brasero, cuyo apellido, por cierto, viene al pelo para alguien que comenta, por ejemplo, las gélidas noches invernales, hay una muletilla de la que se abusa a diario, o más bien, varias veces al día: cada vez que sale en pantalla la información sobre el tiempo.

Me refiero a la frase "De cara a… vemos cómo" (¿Les suena? "De cara al fin de semana, vemos cómo el frente que se acerca por el noroeste, barrerá la cornisa cantábrica y el norte de Castilla-León…") 

¿Incorrecto? En absoluto; o casi, porque conviene distinguir:

  • "De cara a" es una expresión impecable, de valor preposicional de la que, no obstante, según la RAE es recomendable no abusar y suprimirla o cambiarla por otras más precisas cuando no sea necesaria.
  • "Vemos cómo", sería válida si fuera cierto que vamos a ver cómo pasa lo que sea, porque muchas veces, lo cierto es que "vemos qué" y otras no vemos nada, sino que suponemos o, sencillamente, oímos.
  • En todo caso, sería recomendable, ya que el tiempo televisivo es tan caro y tan escaso, no desperdiciarlo en expresiones superfluas. Vean el resultado de la poda: "El fin de semana, el frente frío que se acerca por el noroeste, barrerá la cornisa cantábrica y el Norte de Castilla-León". Una vez más la consabida recomendación de la economía de medios en el uso del lenguaje (¿por qué me vendrá a la memoria ahora lo de "nosotras y nosotros" y demás tonterías por el estilo?).

Los Presidentes y sus dichos

Para terminar, quiero destacar cuatro expresiones características de otros tantos Presidentes de Gobierno españoles. Ha habido más, tanto frases como Presidentes, pero me contento con cuatro:

  • "De alguna manera". El General Franco yacía en su tumba provisional y Adolfo Suárez encabezaba el primer Gobierno democrático. El temprano inquilino de La Moncloa vivió tiempos convulsos. De aquellos momentos data una de sus expresiones favoritas que tantos y tantos incorporaron a sus decires: "De alguna manera". Una forma de tratar los problemas acorde con la incertidumbre que presidía la vida pública española. Las soluciones podían llegar de aquella manera, o de otra, o de la más allá; para el Presidente eran, nada más, "de alguna". 
  • "Por consiguiente". Acosado por unos y por otros, por los correligionarios tanto o más que por los opositores, se fue Adolfo Suárez y llegó Felipe González. Otro tiempo, otro personaje, otro carácter, otro modo de estar en el mundo. "Por consiguiente" era la forma que el Presidente González tenía de pasar de la proposición a su consecuencia. Una expresión que refleja un carácter cualquier cosa menos vacilante ("Eso es lo que he pensado, POR CONSIGUIENTE, eso es lo que haré yo y lo que haremos todos"). Y cientos de miles de ciudadanos incorporaron esas dos palabras a su habla diaria.
  • "Un plato es un plato". Nadie desde que el General pasó a mejor vida había acumulado tanto poder como Mariano Rajoy. Gobierno, Parlamento, Comunidades Autónomas, Ayuntamientos, habían sido cubiertos por la marea conservadora. Don Mariano, gallego profesional, nos dejó aquella perla tautológica, "un plato es un plato y un vaso es un vaso". En apariencia nada más opuesto al tópico carácter ambiguo de su tierra ("por una parte qué quieres que te diga y, por otra, ya sabes lo que hay"), sin embargo tengo para mí que su famosa afirmación es la expresión más acabada del enmascaramiento mental: no hay modo de rebatir lo dicho ni se precisan mayores argumentaciones. ¿Cuántas veces la repetimos, divertidos?
  • "Evidentemente". Y llegó Pedro Sánchez, un nadador de aguas turbulentas, muy bien dotado para moverse entre riesgos, obstáculos y situaciones inéditas. Poco tiempo disponible para perderlo en argumentaciones complejas, y menos si hablamos de un político con altas dosis de seguridad en sí mismo, rayanas en la arrogancia. Así que empezar la frase con el citado adverbio de modo, deja al contrario el trabajo de demostrar que la evidencia que se pregona no está tan a la vista. ¿Qué hemos hecho el resto de los mortales? Enciendan el televisor o la radio, o escuchen a sus conciudadanos: todo es evidente para todos. 


Habrán comprobado que, un vez más, cuando comento posibles incorrecciones en el uso de nuestra lengua, acaban saliendo a la palestra políticos y periodistas. Les aseguro que no siento aversión por ninguno de los dos colectivos, sino todo lo contrario. Lo hago porque unos y otros desempeñan un papel fundamental en el cuidado del lenguaje; un locutor de una cadena de televisión o el portavoz de un líder político, es escuchado a diario por millones de ciudadanos y su discurso influye en el modo de expresarnos el resto de la población. De ahí mi insistencia en que deberían cuidar con especial mimo esa herramienta tan delicada que es el lenguaje que hemos heredado y que legaremos a quienes vienen detrás. 




viernes, 6 de enero de 2023

 El cuarto Rey Mago se llamaba Heliodoro

En 2012 publiqué mi tercera novela, "El zulo Viriato". Una trama de política ficción ambientada en la España del 23-F en la que se dan la mano recuerdos personales y fabulaciones un tanto disparatadas a propósito de la organización "Gladio". 

En mitad del relato, camino de Ciudad Rodrigo, Fernando le cuenta a Lola una historia surrealista de cierta maravillosa mañana del Día de Reyes ocurrida en  su infancia en un pequeño pueblo, poco más que una aldea, en la "raya" con Portugal.

Hoy vuelve a ser, como en mi novela, Día de Reyes; recuerdo las noches de la víspera como algo fantástico en el sentido literal del término. Mis lectores me perdonarán si acudo a mis propias publicaciones para rememorar aquellas noches de sueños enternecedores y aquellas mañanas disfrutando, sorprendido, de la prodigalidad de los Magos que venían de tan lejos.

He querido despedir las fiestas de Navidad 2022/2023 con este pequeño homenaje al niño que todos hemos sido y a cómo la ilusión no depende de fechas ni lugares ni, mucho menos, del precio de los regalos sino de la inocencia de quien lo recibe.


Éstas son las páginas de las que hablo:


—¿Tú sabías que los Reyes Magos fueron cuatro y no tres como cree todo el mundo? ¿Sabías que el cuarto Rey Mago se llamaba Heliodoro?

—Si tú lo dices…

—Sitúate en el año 55 o en el 56, no lo recuerdo. Navidades. Un frío pelón, contra el que no había más defensa en la calle que los pantalones de pana, la bufanda y el jersey tejido por mi madre; y en casa, el brasero bajo las faldillas de la mesa camilla, o el calor de la lumbre en la cocina de fuego bajo. 

Llega la noche del cinco de enero. La noche mágica de Reyes. Entonces, al menos en Espeja, no era como ahora. Los regalos que traían los Reyes eran pocos, uno, dos como máximo por chaval. A veces, ni eso, un cucurucho de caramelos, o seis o siete pesetas contantes y sonantes, y eso era todo. 

A mí se me ocurrió que si esperaba a los Reyes antes de que entraran en Espeja a lo mejor me caían más y mejores dádivas que si aguardaba en la cama a que se hiciera de día y viera qué me había tocado en suerte. 

A sí que después de cenar me fui a la cama, me hice el dormido y al rato, volví a vestirme, agarré las dos mantas que me cubrían, salí por la ventana y me fui de tapadillo hasta una barda a la entrada del pueblo, a la vera de la carretera de Gallegos. Me senté bajo una encina, me arrebujé bajos las mantas, apoyé la espalda en el tronco, y me dispuse a esperar lo que hiciera falta para que nadie viera a los Magos antes que yo.

—¿No tenías miedo?

—No ¿Por qué había de tenerlo? Sólo esperaba a los Reyes Magos y no tenía por qué temer de ellos daño alguno.

—Pero pudiste haber muerto congelado.

—Sí, desde luego, pero no lo pensé. Lo cierto es que no me helé. Puede ser que estuviera a punto de la hipotermia, porque la verdad es que me quedé dormido y he oído que cuando te congelas, primero te duermes. 

Clareaba, cuando noté que alguien me zarandeaba. Me desperté convencido de que un paje de sus Majestades de Oriente, o quién sabe si el propio Rey Gaspar estaría tocándome el hombro, pero no, no eran los Reyes de Oriente. Era Heliodoro, un primo lejano de mi madre, que salía del pueblo camino de un chozo en la que guardaba algunos aperos de labranza que necesitaba quién sabe para qué. Luego supe que quien de verdad se había asustado era él. Creyó que estaba muerto; de frío, supongo, como tú decías.

—Perdona, Fernando, pero creo que puedes ir algo más deprisa. Con la charla vamos a paso de tortuga. Sigue, por favor.

—Sí, claro, tienes razón. 

Me sacudió, como te decía. Me desperté sobresaltado y aterido. Recuerdo que tiritaba y que los dientes me castañeteaban. Preguntó que hacía allí y le dije que había salido de casa para esperar la llegada de los Reyes Magos. 

--Vaya -me dijo- pues el caso es que te has dormido, y ni tú los has visto, ni ellos a ti. Ya han pasado. Los he visto hace un rato saliendo del pueblo-. 

Me eché a llorar. No sólo no me había valido de nada la treta, sino que igual no me habían dejado nada en mi casa. Como no estaba en mi cama… 

—Bueno, no te preocupes. -me dijo- Vamos a buscar. A lo mejor sí que te han visto y te han dejado algo por aquí. Mira tú por detrás de la valla, que ya no tengo edad de andar saltando como las cabras, y yo lo haré por este lado-. 

Al cabo me llamó alborozado. Había encontrado quince pesetas en monedas, ¡nada menos que quince pesetas! encima de una piedra plana que estaba a menos de dos metros de donde yo me había dormido.

—¿De verdad?

—Las pesetas las puso él de su bolsillo, claro. No sé si luego se las pediría a mi padre, supongo que sí, que tampoco era cosa de echar la casa por la ventana por darme una alegría, pero a mí me pareció extraordinario. 

Era más de lo que nunca hubiera podido imaginar. Aquellos eran otros tiempos. Como te decía, los chavales de entonces recibíamos por Reyes unos regalos modestos, casi siempre más en línea con las necesidades de tu madre que con tus deseos. Unos zapatos, una bufanda, más algunos dulces y algún juguete, una pelota, una espada, y cosas así. Quince pesetas eran una pequeña fortuna que daba para comprar cualquier cosa de la que yo tuviera noticia y posibilidades de encontrar en Espeja, en Gallegos o en Guarda, del otro lado de la frontera, si alguna vez acompañaba a mi padre.

—¡Qué bonito, Fernando! ¡Qué cosas te pasan! ¿Y los otros Reyes, los de verdad, te dejaron algo además?

—No me acuerdo, pero creo que no. Supongo que Heliodoro encontró la manera de contarle el cuento a mi padre cuando nos lo encontramos asustado por mi ausencia. Había salido a buscarme muy preocupado por mi desaparición. Al menos no me riñó, ni nada parecido.


Bien amigos, eso era todo. Espero que hayan sido buenos durante 2022 y los Reyes se hayan portado bien con cada uno de ustedes