Muletillas, frases hechas e imprecisiones
La infección que no cesa
Cada cierto tiempo toman carta de naturaleza entre nosotros expresiones que en su origen significaron algo, que hicieron fortuna, se popularizaron y llegan a tomar al asalto el discursos diario de la mayoría de nosotros.
Son frases, palabras, giros que en sí mismo suelen ser correctos desde el punto de vista gramatical; aisladamente considerados no hay por qué objetarlos, pero, convertidos en soniquete reiterativo, en tabarra constante, acaban por conseguir lo contrario de lo que buscaban: ser una solución ingeniosa del lenguaje para referirnos a algo, sea persona, hecho o circunstancia.
Los países de nuestro entorno
Estas cinco palabras suelen formar parte del arsenal dialéctico de toda nuestra clase política, sin más excepción, si es que existe, que la de alguno de sus miembros que padezca sordomudez absoluta.
"Se usa tanto para apoyar la línea argumental propia como para desmontar la del contrario. ("La propuesta del Gobierno que hoy me toca defender, lo único que pretende es alinear el consumo de chufa, con los índices habituales en los países de nuestro entorno". O, por el contrario, "como su señoría sabe, o debería saber, lo que pretende su Partido con este Proyecto de Ley choca frontalmente con lo que está vigente en los países de nuestro entorno").
El oyente, o el televidente, o el lector, debe tratar de averiguar en cada caso qué o cuáles son exactamente los países de nuestro entorno, porque la expresión adolece de precisión.
- Me atrevería a decir que "entorno" viene a ser, más o menos, "alrededor". Luego aplicándolo a España igual estamos refiriéndonos a Portugal, Francia, Andorra y Marruecos. !Hummm…! Empezábamos bien, Francia es un referente y Portugal no pude ser más de nuestro entorno; Andorra, no sé, no sé, entre lo de los copríncipes y lo pequeñita que es… Pero ¿Marruecos? No hay duda de que es vecino nuestro, apenas 15 km de mar nos separan, pero… me temo que el criterio geográfico no vale para definir lo que buscamos.
- ¿Es Europa el entorno? No es muy verosímil: Rusia, Azerbaiyán, Albania, Moldavia, son Europa pero no parece que tengan demasiados elementos en común con la vieja España, así que no, no es Europa el entorno que pueda ser considerado marco de referencia. Y, por bien que nos caigan, ni los países americanos de habla hispana, ni los mismísimos Estados Unidos por muy influyentes que sean en tantas cosas, podemos considerarlos entorno nuestro.
- Ya, o sea, que no es Europa en su conjunto, sino la Unión Europea. ¿Seguro? ¿Es un hecho que los veintisiete miembros de la Unión su mueven según patrones comunes? Siete monarquías y veinte repúblicas, de ellas algunas federales y otras centralistas. Veintisiete sistemas legales suficientemente diferentes como para que los prófugos de los tribunales españoles puedan refugiarse en otro país miembro, seguros de que no van a ser entregados a su país de origen. Estados con una fiscalidad implacable junto a paraísos fiscales, refugio de dineros de no siempre limpios orígenes. Y en cuanto a las costumbres, las creencias, los valores… ¿Está Letonia en nuestro entrono, Finlandia en el de Grecia, Alemania en el de Chipre, Chequia en el de Portugal?
En resumen: Los países de nuestro entorno son aquellos que pueden ser utilizados como coartada de posiciones endebles a falta de argumentos más sólidos. No le demos, por tanto, mayor importancia.
Nuevas unidades de medida
Turno para los periodistas, los otros grandes generadores de modas abusivas que un día fueron hallazgos afortunados y que a fuerza de copias y repeticiones acaban primero en frases hechas y, al final, en murgas tediosas.
¿Son ustedes usuarios de las nuevas tablas de medición?
- Cómo medir el tiempo futuro si quiere estar al día. Años, meses, semanas, días, no digamos horas y submúltiplos, tienen la ventaja de su precisión y, me atrevería a decir, su universalidad. Si usted comenta que faltan tres días y cuatro horas para el bautizo de su nieto Gumersindo, no sólo estará diciendo la verdad, sino que da cumplida información sobre el evento. Cierto, pero si usted fuera además de periodista, moderno, sería más acertado comentar que "faltan tres telediarios para bautizar a mi nieto". No obstante, este ingenioso método tiene fallos graves: no es utilizable para acontecimientos pretéritos: por ejemplo, usted dice que Manolete murió en Linares hace setenta y seis años, ocho meses y veintidós días, y será cierto pero ese espacio temporal no es traducible a la nueva unidad de medida. Todo ello sin tomar en consideración que no suele haber dos telediarios con la misma duración. Un mareo para las mentes ordenadas.
- Otra forma de medir las superficies. Sólo eso nos faltaba. Coexistían, mal que bien, el metro y sus correspondientes múltiplos y submúltiplos con acres o yardas cuadradas; hasta, si me apuran, al menos como recurso literario, uno podía acudir a la fanega, la vara cuadrada o el celemín. Desde hace algún tiempo, tenemos una nueva unidad de superficie; he oído, por ejemplo, que "China está construyendo el mayor portaaviones de la historia cuya cubierta es tan grande como dos campos de fútbol". Llamativo ¿verdad? ¡Dos campos de fútbol! El problema es que así como es sencillo convertir acres en hectáreas, o yardas en metros, no es tan sencillo comparar la nueva unidad de medida con las tradicionales. Y es que un campo de fútbol reglamentario no tiene por qué tener una superficie exacta. La normativa vigente establece anchuras y longitudes máximas y mínimas, pero deja que sean los clubes los que elijan las dimensiones que mejor les cuadren (entre 90 y 120 metros de largo, por un ancho de 45 a 90 metros; dimensiones que son otras si los partidos son internacionales). Así que ¿cuánto medirá el portaaviones chino?
- La nueva medida de volumen. No sé si por influencia de los cronistas deportivos o por contagio con el ejemplo anterior, también oigo con frecuencia tomar como unidad de volumen la piscina olímpica. (Ya saben: "El agua caída en Cascajuelo de Ríoseco este fin de semana habría equivalido a cuarenta piscinas olímpicas"). Más de lo mismo ¿Cómo hacerse una idea precisa del volumen del chaparrón cuando la herramienta de medición es inexacta? El Comité Olímpico impone unas medidas obligatorias (50 m de largo x 25 de ancho), otra mínima (2 m. de profundidad) y una tercera recomendada (3. de profundidad) aunque serían admisibles profundidades mayores.
- El "Telediario" como alternativa al reloj o al calendario debe interpretarse en el sentido de que el acontecimiento anunciado, (casi siempre luctuoso, ya es casualidad) está "al caer", lo que tampoco es un alarde de precisión.
- "Campo de fútbol", como medida de superficie equivale a más bien grande, tirando a enorme.
- "Piscina olímpica", si la utilizamos para medir volúmenes equivale a decir que había líquido suficiente como para bañar ballenas.
Muletillas corporativistas
Otra penúltima serie de observaciones, tan poco trascendentales como las anteriores: el empleo de expresiones correctas repetidas innecesariamente y cuasi privativas de ciertos gremios. Meteorólogos, en este caso.
Con la notable excepción del hombre del tiempo de Antena 3, el Sr. Brasero, cuyo apellido, por cierto, viene al pelo para alguien que comenta, por ejemplo, las gélidas noches invernales, hay una muletilla de la que se abusa a diario, o más bien, varias veces al día: cada vez que sale en pantalla la información sobre el tiempo.
Me refiero a la frase "De cara a… vemos cómo" (¿Les suena? "De cara al fin de semana, vemos cómo el frente que se acerca por el noroeste, barrerá la cornisa cantábrica y el norte de Castilla-León…")
¿Incorrecto? En absoluto; o casi, porque conviene distinguir:
- "De cara a" es una expresión impecable, de valor preposicional de la que, no obstante, según la RAE es recomendable no abusar y suprimirla o cambiarla por otras más precisas cuando no sea necesaria.
- "Vemos cómo", sería válida si fuera cierto que vamos a ver cómo pasa lo que sea, porque muchas veces, lo cierto es que "vemos qué" y otras no vemos nada, sino que suponemos o, sencillamente, oímos.
- En todo caso, sería recomendable, ya que el tiempo televisivo es tan caro y tan escaso, no desperdiciarlo en expresiones superfluas. Vean el resultado de la poda: "El fin de semana, el frente frío que se acerca por el noroeste, barrerá la cornisa cantábrica y el Norte de Castilla-León". Una vez más la consabida recomendación de la economía de medios en el uso del lenguaje (¿por qué me vendrá a la memoria ahora lo de "nosotras y nosotros" y demás tonterías por el estilo?).
Los Presidentes y sus dichos
Para terminar, quiero destacar cuatro expresiones características de otros tantos Presidentes de Gobierno españoles. Ha habido más, tanto frases como Presidentes, pero me contento con cuatro:
- "De alguna manera". El General Franco yacía en su tumba provisional y Adolfo Suárez encabezaba el primer Gobierno democrático. El temprano inquilino de La Moncloa vivió tiempos convulsos. De aquellos momentos data una de sus expresiones favoritas que tantos y tantos incorporaron a sus decires: "De alguna manera". Una forma de tratar los problemas acorde con la incertidumbre que presidía la vida pública española. Las soluciones podían llegar de aquella manera, o de otra, o de la más allá; para el Presidente eran, nada más, "de alguna".
- "Por consiguiente". Acosado por unos y por otros, por los correligionarios tanto o más que por los opositores, se fue Adolfo Suárez y llegó Felipe González. Otro tiempo, otro personaje, otro carácter, otro modo de estar en el mundo. "Por consiguiente" era la forma que el Presidente González tenía de pasar de la proposición a su consecuencia. Una expresión que refleja un carácter cualquier cosa menos vacilante ("Eso es lo que he pensado, POR CONSIGUIENTE, eso es lo que haré yo y lo que haremos todos"). Y cientos de miles de ciudadanos incorporaron esas dos palabras a su habla diaria.
- "Un plato es un plato". Nadie desde que el General pasó a mejor vida había acumulado tanto poder como Mariano Rajoy. Gobierno, Parlamento, Comunidades Autónomas, Ayuntamientos, habían sido cubiertos por la marea conservadora. Don Mariano, gallego profesional, nos dejó aquella perla tautológica, "un plato es un plato y un vaso es un vaso". En apariencia nada más opuesto al tópico carácter ambiguo de su tierra ("por una parte qué quieres que te diga y, por otra, ya sabes lo que hay"), sin embargo tengo para mí que su famosa afirmación es la expresión más acabada del enmascaramiento mental: no hay modo de rebatir lo dicho ni se precisan mayores argumentaciones. ¿Cuántas veces la repetimos, divertidos?
- "Evidentemente". Y llegó Pedro Sánchez, un nadador de aguas turbulentas, muy bien dotado para moverse entre riesgos, obstáculos y situaciones inéditas. Poco tiempo disponible para perderlo en argumentaciones complejas, y menos si hablamos de un político con altas dosis de seguridad en sí mismo, rayanas en la arrogancia. Así que empezar la frase con el citado adverbio de modo, deja al contrario el trabajo de demostrar que la evidencia que se pregona no está tan a la vista. ¿Qué hemos hecho el resto de los mortales? Enciendan el televisor o la radio, o escuchen a sus conciudadanos: todo es evidente para todos.
Habrán comprobado que, un vez más, cuando comento posibles incorrecciones en el uso de nuestra lengua, acaban saliendo a la palestra políticos y periodistas. Les aseguro que no siento aversión por ninguno de los dos colectivos, sino todo lo contrario. Lo hago porque unos y otros desempeñan un papel fundamental en el cuidado del lenguaje; un locutor de una cadena de televisión o el portavoz de un líder político, es escuchado a diario por millones de ciudadanos y su discurso influye en el modo de expresarnos el resto de la población. De ahí mi insistencia en que deberían cuidar con especial mimo esa herramienta tan delicada que es el lenguaje que hemos heredado y que legaremos a quienes vienen detrás.
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