sábado, 26 de marzo de 2022

 El qué y el cómo

Una carta al Rey alauita

La guerra en Ucrania continúa, la movilización de transportistas está complicándonos la existencia, Biden llama a Putin criminal de guerra, Europa abre el debate sobre los costes de la energía… Cualquiera de esos temas dan para mucho, pero he elegido hablar de la carta de Pedro Sánchez a Mohamed VI.

  • Las relaciones con Marruecos, guste más o menos, se piense lo que se piense de nuestro vecino del sur, son de una importancia primordial para nosotros. Estas relaciones estaban en uno de sus peores momentos. Desde el asunto del islote Perejil no nos habíamos distanciado tanto.
  • El episodio, por otra parte, afecta a relaciones con terceros, con Argelia, en concreto,  y, en segundo plano, a cómo entendernos con europeos y estadounidenses.
  • El modo en el que se han producido los acontecimientos, son un ejemplo de todo lo que no debe de hacerse cuando se va por el mundo tratando de ser visto como un paladín de la democracia.
  • El pueblo español, sus gobernantes, su clase política, salvo media docena escasa de privilegiados, sigue sin saber qué ha pasado exactamente, qué se ha pretendido, qué se ha conseguido y cuándo llegaremos a enterarnos de los entresijos de este lamentable asunto. 

Según lo que hemos ido sabiendo, el 14 de marzo, hace ya doce días, Pedro Sánchez remite una carta a Mohamed VI en la que le propone reconducir las deterioradas relaciones entre Marruecos y España y, en prenda de sus buenos deseos, se aviene a considerar plausible la tesis oficial de nuestro vecino sobre el Sáhara Occidental, asegura que la respaldará y pide audiencia para seguir hablando.

Cuatro días más tarde, el 18, la prensa marroquí, reproduce algunos párrafos de la carta que ha conocido por conducto oficioso, y echa las campanas al vuelo: para los diarios de nuestro vecino, ha sido todo un triunfo de su Casa Real. La Moncloa, por lo que se ha filtrado, no esperaba esta publicación.

Pese a todo, tienen que pasar cinco días más, para que el 23 aparezca en primera plana de "El País" el texto de la misiva; dicho sea de paso, con más de una incorrección gramatical y hasta con la denominación del Ministerio que desempeña el Sr. Albares mal escrita.

Hoy, 26 de marzo, doce días más tarde, el Presidente del Gobierno sigue hurtando su presencia al Parlamento. Por primera vez en su mandato ha conseguido algo que no esperábamos: salvo el suyo, todos los Partidos políticos, desde Vox a Bildu, están en su contra. Sólo el PSOE le respalda.

Dato final a tener en cuenta en este preámbulo es que, al parecer, ni siquiera los socios de Gobierno habían sido avisados. Otra razón más para estar en desacuerdo.


El qué

Uno puede tener su opinión sobre si el cambio de criterio ha sido un acierto o un error. En este embrollado asunto se puede estar del lado de los derechos del pueblo saharaui, o a favor de las reivindicaciones marroquíes sobre el territorio que antaño fue colonia española. Puestos a optar entre las tesis de nuestro vecino o respaldar a quienes son hijos y herederos de quienes vivían en la colonia, ahora apoyados por Argelia, se puede estar de un lado o del otro. Incluso se puede cambiar de opinión.

A favor de nuestra postura histórica, está el sentimentalismo, la ética, la palabra empeñada, la tradición… Más en la izquierda que en la derecha, pero así habíamos estado hasta la semana pasada. Al fin y al cabo seguimos siendo la potencia que era titular de la colonia y alguna responsabilidad seguimos teniendo en cómo ayudar a salir del atolladero al pueblo saharaui, que es la víctima de la situación.

Por otra parte, desde hace más de un siglo Marruecos es una china en nuestro zapato: desde el "Desastre de Anual" que tiñó de rojo la década de los 20, a los sucesivos saltos de las vallas de Ceuta y Melilla de ahora mismo, pasando por la Marcha Verde y la invasión y reconquista del Islote Perejil, no ganamos para sobresaltos.

Añadan apresamientos de pesqueros en sus aguas territoriales, ineficiente contención de flujos migratorios, desembarcos de alijos de droga en playas andaluzas y piensen si conviene o no reconsiderar cómo cambiar el signo de las relaciones diplomáticas entre ambos países.

Por otra parte, España era hasta hace unos meses, el primer socio comercial de Marruecos, por delante incluso de Francia y nuestra Embajada era la más influyente en Rabat, tras la estadounidense. La más influyente y la que cuenta con un mayor número de empleados en sentido amplio.

En un platillo de la balanza están, por tanto, los interese comerciales, la conveniencia de mantener acuerdos pesqueros estables, la necesidad de lograr la colaboración marroquí en el control de la inmigración y en la persecución del tráfico de drogas, el validar a la monarquía marroquí como un valladar frente al islamismo radical. En el otro está las obligaciones históricas que se derivan de nuestra condición de administradores de la antigua colonia y los vínculos afectivos con el malhadado pueblo saharaui.

Creo, incluso, que para completar el cuadro es preciso levantar la vista hasta más allá de las fronteras:

  • Posiciones similares a las que ahora adopta Sánchez son las que sostienen la mayoría de las potencias europeas, Francia y Alemania desde luego, y también los Estados Unidos. No es de esperar, por tanto, que en los momentos presentes el cambio de actitud española moleste a los que podríamos considerar nuestros aliados naturales
  • Por el contrario, Argelia, hasta hace un par de meses nuestro principal suministrador de gas natural, es el soporte más inequívoco de las tesis saharauis. Tan es así que apenas publicada en la prensa marroquí la carta de Sánchez, Argel llamó a consulta a su Embajador. Casi se cruza en Barajas con su homóloga marroquí, ahora de vuelta a Madrid. 

En este aspecto, no parece probable que Argelia llegue a utilizar el suministro de gas como represalia. No ya porque los contratos entre ambos países y los intereses mercantiles argelinos lo pondrían difícil, sino porque, salvadas las distancias, ocurre como el caso del gas ruso y la dependencia alemana: tan importante es para nuestra economía la compra de gas argelino, como para Argelia, la venta de ese mismo combustible.

Este gas no sólo llega a España, sino que, en parte, puede aliviar penurias europeas, porque los otros dos gasoductos argelinos que conectan con Europa, llegan uno a Sicilia y luego a Calabria y el otro a Cerdeña vía Túnez, lo que, en ambos casos, complica el suministro al resto de la UE. Llegado el caso, no faltarán voces  que aconsejen moderación a Argelia. 

Así que llegado a este punto, cada uno de los lectores puede hacerse su composición de lugar sobre el qué, es decir, sobre si había razones suficientes o no para dejar abandonados a su suerte a los saharauis.


El cómo

De lo que no cabe ninguna duda, o eso me parece a mí, es que el modo en que todo este asunto se ha llevado es incompatible con las exigencias de un Gobierno que presume de demócrata

Un cambio de criterio de esta envergadura exige no sólo la información, sino el acuerdo, o, al menos el intento de acuerdo, con la oposición en su más amplio sentido. No hablo de plenos parlamentarios en las que este espinoso asunto se debatiera, sino de conversaciones discretas con los líderes de los grupos parlamentarios.

Diga el Gobierno lo que quiera, es evidente que hemos dado un giro de 180 grados en nuestra posición. No vale la pena argumentar, basta ver las reacciones de Marruecos y de Argelia ¿O cree el Sr. Ministro de Exteriores (como quiera que se llame su Ministerio) que en Rabat y en Argel gobiernan analfabetos incapaces de percibir lo que ha pasado? ¿O piensa que los incapaces de interpretar los hechos somos sus paisanos?

Un somero repaso a los disparates:

  • Hemos pasado de arriesgar la ruptura diplomática con Rabat metiendo de tapadillo desde Argelia al líder saharaui para hospitalizarlo en La Rioja, a dar por buena la teoría marroquí sobre la soberanía del Sáhara Occidental. Y algún acólito solícito trata de explicarnos que la postura del Gobierno sigue siendo la de siempre. 
  • Nos enteramos de lo que está pasando por los periódicos del vecino y cuando llega, la noticia a nuestras manos tampoco es por conducto oficial, sino por la primera página de un diario. Por cierto ¿quién, cuándo y por qué se dio la carta, ésa que ni siquiera escribe como es debido la denominación del Ministerio de Albares, a ése diario y no a otro?
  • Tampoco el Gobierno de Argelia, el tercero en discordia, fue advertido. No me extraña; si no lo comentó con su Vicepresidenta Segunda y con los Ministros de su cuerda ¿para qué molestarse con quien sólo era nuestro más importante suministrador de gas? Para seguir con la costumbre, se dijo que sí había sido informado, pero Argelia lo desmiente, retira al embajador y no hay ni una sola prueba de la supuesta información. ¿Qué pensaron, que Argelia no iba a decir nada?
  • El Señor Presidente ha tenido tiempo de ir a visitar Ceuta y Melilla (entiendo el buen recibimiento), ha recorrido media Europa (Ucrania bien vale el desvelo), se reúne con sus colegas de la UE (nada que objetar), saca un rato para hablar del paro del transporte (cuestión distinta es si tampoco en ese asunto ha encontrado la tecla) pero ¿qué se ha creído que es y para qué vale el Parlamento? Un giro como el que ha dado, incluso en el hipotético supuesto de que haya acertado (ojalá así sea, por el bien de España) le obliga a dar más explicaciones que cuando decide que las mascarillas se tienen que quitar o poner para ir al cuarto de baño.

En resumen

Cuando todas las voces gritan a coro es para sospechar que la razón está de su parte. 

No es el qué, es el cómo. Ése que marca la diferencia entre democracia y autocracia.


Última hora

Daba ya por cerrado el post cuando salta la espléndida noticia del tratamiento excepcional que la UE ha consentido en dispensar a España y Portugal en la endiablada negociación sobre los precios de la energía en Europa.

A cada uno lo suyo: el Presidente Sánchez ha dado la talla en Bruselas. Cito literalmente algunos párrafos de la primera página de "El País" de hoy, 26 de marzo: 

  • "Sánchez logra su objetivo de que la UE permita la ‘excepción ibérica’ para frenar los precios de la energía". Bruselas permitirá a España y Portugal poner topes temporales a los precios del gas que se utiliza para generar electricidad con el objetivo de bajar rápidamente la factura de la luz.
  • “Sanchez ha representado de forma muy exitosa los intereses de su país con su colega Costa”, admitió el canciller alemán, el socialdemócrata Olaf Scholz. 

Cierro, pues el post con mi agradecimiento al Presidente del Gobierno por la labor desempeñada frente a sus colegas y me congratulo como español no sólo por la inminente reducción de los costes de la energía, sino por hacerlo acompañado por Portugal: desde mi punto de vista, cualquier estrechamiento de lazos con el más cercano de nuestros vecinos es un paso más en el buen camino.


sábado, 19 de marzo de 2022

 Las contradicciones de la guerra

El componente económico de las guerras

No hace falta adscripción a ninguna escuela concreta de pensamiento histórico para llegar a descubrir el trasfondo económico de la práctica totalidad de las guerras. En la Guerra de Troya, la que cantó Homero, puede que se utilizaran como casus belli los devaneos de Helena y Paris; en realidad fue una guerra motivada por el deseo de los aqueos de sacudirse los aranceles que imponían lo troyanos a las naves que trataran de cruzar el Hellesponto. Veinticinco siglos más tarde, Bush dijo que invadía Irak para restablecer la democracia en Kuwait; democracia, democracia, lo que se dice democracia era y sigue siendo una entelequia para los kuwaitíes; lo que sí es cierto es que el petróleo de la zona era importante para sostener otra democracia, la occidental, la nuestra. De uno a otro extremo de la Historia, busquen, lean y encontrarán los motivos económicos detrás de la inmensa mayoría de los conflictos bélicos.

En el caso presente, la guerra de Ucrania, más que las razones económicas del conflicto, me están llamando la atención las contradicciones a veces curiosas, otras dramáticas que veo por doquier:

  • USA, primer productor mundial de crudo es, sin embargo país importador. En las actuales circunstancias, no debe, ni quiere, ni puede adquirirlo en Rusia, si trata de ser coherente con la política de sanciones impuestas a Putin. ¿A quién ha buscado como sustituto del autócrata ruso? ¡A Nicolás Maduro! Que, por su parte se ha mostrado alborozado, eufórico, dicharachero, feliz de la ocurrencia gringa. Un pequeño detalle: exige que USA le reconozca como Presiente electo, legal y sin mácula de Venezuela. Lo conseguirá, estoy seguro, si la guerra dura lo suficiente. Moraleja: buena parte de los problemas antiguos de Maduro con Washington no se debían tanto a su talante atrabiliario, sino a las reservas de petróleo yacentes en el subsuelo venezolano. O sea ¿recuerdan aquello de "París bien vale una misa"? Pues el petróleo vale muchas misas más.
  • Una guerra es carísima. Decía Napoleón que para ganarla se necesitan tres cosas, dinero, dinero y dinero. ¿Quién está pagando ésta? ¡Otra contradicción: Europa! No somos los únicos, pero sí los principales. El gas ruso es el oxígeno que alienta el cuerpo europeo, y su petróleo, la sangre. Putin podría dejar a media Europa tiritando y sin luz, pero no puede hacerlo porque para financiar su guerra necesita los ingresos que suponen esas exportaciones. Simétricamente, Europa podría estrangular la economía rusa si dejara de comprarle gas y petróleo pero se quedaría, por el momento sin fuentes alternativas. O sea, a oscuras, tiritando y con las industrias paradas. Un pequeño consuelo: una hipotética III Guerra Mundial, arruinaría a todos, así que tal vez no llegue a desatarse.  

La batalla del relato

No importa de qué guerra hablemos, el malo siempre es el otro. Para matarse a conciencia es imprescindible que ambos combatientes estén convencido de que quien le dispara desde la otra trinchera es un criminal sin escrúpulos.

Al hilo de esta necesidad se han articulado fabulosos discursos patrióticos tratando de llevar al ánimo de los tuyos ruedas de molino que tratan de hacerse pasar por galletas. Todo vale, nada es demasiado burdo para encender el ánimo guerrero de tus ciudadanos.

Esa tarea de convencimiento es algo que hemos visto desde siempre: la recuperación de los Santos Lugares como razón de ser de las Cruzadas y no la reapertura de viejas rutas comerciales, la invasión de Tibet para liberar los tibetanos de la tiranía de los lamas y no la oportunidad de levantar un muro natural, el Himalaya, como frontera suroeste de China… Sobre tan frágiles argumentos se construye el relato; sin embargo, como decía Antonio Machado por boca de Juan de Mairena "La característica de la retórica guerrera consiste en ser ella misma para los dos beligerantes, como si ambos comulgasen en las mismas razones y hubiesen llegado a un previo acuerdo sobre las mismas". Por eso es tan frecuente escuchar idénticos insultos por los dos lados.

En el caso presente, tengo la impresión de que cuando Putin miente con su habitual desfachatez sobre la necesidad de impedir el genocidio en las regiones pro rusas del este de Ucrania, o cuando truena contra el nazismo de los gobernantes de Kiev, no habla para el resto del mundo, sino para sus propios combatientes y, mejor aún, para sus eventuales votantes.

En el otro bando, que es el nuestro nos guste o no, tendríamos que andar con cuidado cuando acusemos de según qué cosas al malo oficial, no sea que nos recuerden nuestros pecados (pecados "nuestros" si admitimos que estamos en el mismo saco que quien invadió Irak para evitar el uso de "armas de destrucción masiva", o si creemos que tenemos algo que ver con los inventores del sangrante eufemismo de "daños colaterales" para referirse a la muerte de civiles inocentes por nuestras propias bombas). Pero no pasa nada, siempre ha sido así. En cualquier guerra, la primera víctima es la verdad.


La cruzada del Obispo Viganó

Para los no iniciados: Carlo María Viganó es un Arzobispo emérito, un italiano que ofició en tiempos como Nuncio Apostólico en Estados Unidos y que a la sazón, es otro más de los apóstoles de las teorías de la conspiración mundial.

Recibo hace unos días en mi teléfono  un "reenviado" con unas asombrosas declaraciones del anciano prelado, delicia para curiosos y perplejidad para el resto, cimentadas en las ya conocidas tesis paranoides de Qanon, o de Daniel Estulin: poderes en la sombra, globalización pilotada por siniestros poderes manipulados por gentes sin alma que buscan esclavizar a la humanidad… Nuevo Orden Mundial, descristianización galopante, los grandes magnates (¿ son mangantes?)… Sorprende que no cite a Soros, pero tal vez dadas sus edades, las del arzobispo y la del más malo de todos los malos desde Fumanchú para acá, igual se tienen respeto mutuo.

En resumen

  • "Los Globalistas" (USA, OTAN, Unión Europea, ayudados por los medios de comunicación) han fomentado la guerra en Ucrania como un paso más para establecer el Nuevo Orden Mundial.
  • ¿Alguna esperanza? Haberla haila, pero difícil está la cuestión con una Jerarquía católica llena de apóstatas, auténticos cortesanos del Poder. (Uno puede preguntarse cuándo, a partir de Constantino El Grande, ha estado la Jerarquía lejos del Poder, pero ésa es otra historia).
  • Según el emérito prelado, de Rusia, de Moscú, tercera Roma tras la de los Césares y Constantinopla, podría emerger el katechon que impidiera el triunfo del anticristo. (Para los poco versados en las Sagradas Escrituras, "katechon" es el término griego con que designa San Pablo en Tesalonicenses 2: 6.7, al posible paladín que podría descarrilar al anticristo : "Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad…" ¿Lógica? Si el actual Pontífice es el Anticristo y Putin el katechon…
  • Por cierto, y para sorpresa del que esto escribe, una buena parte del argumentario del prelado italiano lo he visto reproducido en boca del convocante de la huelga de transportes. No sé si era el portavoz o el mandamás de la minoritaria agrupación de transportistas, pero lo de la globalización, lo de la atribución de culpas a quienes manejan desde la sombra los destinos del mundo, lo de la exculpación de Putin, lo oí. Lo del katechon, no, eso no lo dijo.

Así que ya saben: menos risas que entre unos y otros los carburantes están por las nubes, encender la luz es un acto de pura ostentación y nos estamos quedando sin aceite de girasol.  


 




sábado, 12 de marzo de 2022

 El Rey que rabió

Una vida agitada

El 7 de marzo, el Rey Emérito ha informado por carta a Felipe VI de que piensa continuar residiendo en Abu Dabi, pero que no descarta visitar España de vez en cuando.

Nacido en Roma el 5 de enero del 38, treinta y siete años, diez meses y diecisiete días después accedió al trono de España con el nombre de Juan Carlos I. Treinta y nueve años más tarde, semana más, semana menos, abdicó la corona en su hijo, Felipe VI. Apenas transcurridos seis años abandonó España y se instaló en Abu Dabi.

Peregrino oficio el de Rey. Es condición que suele heredarse, aunque no siempre. Los Visigodos elegían a sus Reyes y, a falta de mecanismos más sutiles para establecer criterios sucesorios, acudían con frecuencia al puñal o al filtro mortal para acelerar los procesos de sustitución.

En el caso de Juan Carlos I, un espadón victorioso decidió por sí y ante sí, quién había de sucederle a su muerte, ni un segundo antes: el nieto del que había sido el último Rey de España. Se saltó un escalón en el orden sucesorio, aunque acaso pensara que la huida del abuelo y la personalidad del padre avalaban sus caprichos.

De Estoril al Emirato de Abu Dabi 

  • Juan Carlos I pisó España por primera vez a los diez años de edad, procedente de Estoril donde vivía con su padre, cuando éste cedió a las exigencias del General.
  • Durante años fue un juguete en manos de El Pardo. Hasta los amigos se los eligieron, estudió donde lo mandaron e incluso, para coronarse, tuvo que jurar fidelidad a los Principios del Régimen que le había elegido sucesor de su abuelo.
  • Luego… Impulsó la normalización de España, ayudó a consolidar la democracia, juró la Constitución, y, llegado el momento, desautorizó a quienes estaban dispuesto a dar marcha atrás al reloj de la Historia. Hay quien dice en su favor que durante años ha sido el más eficaz agente comercial del Reino y nuestro mejor embajador. 

Las aguas fuera de su cauce

Todo iba bien, el republicanismo se batía en retirada, la popularidad de la pareja real seguía creciendo y el porvenir del trono parecía asegurado, salvo que la propia institución, es decir, su máximo representante, se empeñara en lo contrario.

  • Somos un pueblo mediterráneo heredero de viejas culturas que oraban a diosas y dioses rijosos, promiscuos, libertinos; así es que no debería haber sido este flanco el que deteriorara el prestigio de un monarca que, según las malas lenguas, tan aficionado era a compartir sus afectos con más de una dama. De hecho, oíamos comentarios, movíamos la cabeza, encogíamos los hombros y, como mucho, añadíamos su nombre a la larga lista de antepasados que caminaron alegres por las sendas de la infidelidad conyugal. No era nuestro problema, eso era todo.
  • Luego el runrún callejero empezó a recorrer sendas más arriesgadas. Episodios grotescos situaban al Rey matando elefantes en la sabana africana mientras la ciudadanía padecía los efectos de una agónica crisis económica. Pidió disculpas, pero dejó el regusto amargo de una actuación deplorable. Mas aún cuando empezó a sospecharse que la financiación la cacería podría tener ribetes embarazosos.
  • Peor fue cuando la voz del pueblo empezó a barruntar que su Rey  andaba en manejos turbios de dinero. Extraños amigos que regalan fortunas, gastos que no se explican, tributos que hay que regularizar, y una mujer intrigante salida de quién sabe dónde, que parece haber secuestrado la capacidad de raciocinio del Jefe del Estado. El descrédito aumentaba día a día, las murmuraciones se convertían en clamores, sus defensores se veían incapaces de parar la bola de nieve. 
  • Y Juan Carlos I, se fue. No como su abuelo, pero casi: al menos dejó a su hijo instalado en el trono. No huyó, ni se exilió, ni se refugió, porque nadie cuestionaba su derecho a seguir en su casa. Simplemente, se marchó. Al cabo, supimos dónde estaba: en un Emirato que nada en petróleo, rodeado de jeques del desierto.

 Y ahora dice que volverá

Cuando quiera y como quiera, porque nadie se lo impide. No está en busca y captura, así que puede volver, de la misma manera que podría no haberse ido. Dice, no obstante, que sólo vendrá de visita. No consta que haya cambiado de credo, pero podemos aventurar que sí lo ha hecho de amigos.

El problema es que a muchos el relato les parece insuficiente. No es lo mismo tener derecho a algo, que ser alabado por el uso de ese derecho, así que, como mínimo, faltan explicaciones.

  • Primero la justicia suiza y ahora la Fiscalía española no encuentran motivos para proceder contra él. No importan las razones que justifiquen esa opinión, el pueblo llano no lo entiende, quizás porque no está al tanto de las sutilezas que explican lo que le cuentan.
  • Lo peor es que los que sí estamos en condiciones de valorarlo sabemos que si Juan Carlos I está a cubierto de investigaciones digamos "molestas" no lo está por la pulcritud de sus actos sino porque o bien el paso del tiempo ha borrado sus efectos, (la prescripción, tan difícil de entender por el común de los mortales) o bien le protegía la excepcional prerrogativa de la inviolabilidad de su persona consagrada en la Constitución.
  • Y lo que entiende la ciudadanía, una buena parte de ella, es que ni una ni otra circunstancia desvirtúan la deleznable condición de unos hechos que por tratarse del Rey Emérito no pueden ser juzgados. ¿Cómo extrañarse de que haya quien dude de que la Ley es igual para todos?
  • Para colmo del absurdo, resulta que ahora los más acérrimos defensores del Emérito y de sus méritos, son los herederos directos de quienes llamaban traidor a su abuelo, borracho a su padre y tonto a él. Si yo estuviera en el lugar de Felipe VI recelaría de tan extraños paladines: más que defenderlo, tratan de apropiárselo.

Hora de pensar

Creo que ha llegado el momento de que la clase política, las cabezas pensantes del país, la ciudadanía, y antes que nadie la Casa Real, se pongan manos a la obra y, si quieren  mantener el statu quo actual, si creen que España debe seguir teniendo la Monarquía como forma de Gobierno del Estado, acometan cuanto antes algunos cambios imprescindibles

  • La impecabilidad del soberano, es decir, el principio de inviolabilidad del Rey, tal como la establece el punto 3 del Art. 56 de la Constitución debe ser reformulado, acotado y acomodado a los tiempos que corren. Tal como está redactada es una antigualla medieval.
  • Hay que seguir afinando las normas que regulan el principio de transparencia en relación con cualquier actuación de la familia real. Se han dado pasos, pero es preciso seguir el camino: las sombras, cualquier sombra en este terreno, son un riesgo para la Monarquía. Por lo que a mí respecta, estoy convencido de que no es el actual Monarca quien se opondría a estas dos medidas.
  • Hay una tercera de la que se habla mucho, que no admite discusión y que sigo sin saber a qué se espera para darla por resuelta: el orden sucesorio no puede admitir prelación alguna por razón de sexo. Lo sensato sería resolver esta cuestión al tiempo que  las otras dos.

El verdadero problema

El quid de la cuestión es el temor a que cualquier reforma constitucional relacionada con la Monarquía que no someta a referendum "la mayor", es decir, la disyuntiva entre Monarquía o República, dejara insatisfecha a una enorme masa de ciudadanos. 

No sé si son mayoría los monárquicos o los republicanos. No lo sé yo y no lo sabe nadie, porque nunca se nos ha preguntado en estos términos.

Es cierto que abrir ese debate podría llevarnos a un territorio incierto pero…

  • ¿Tenemos derecho a decidirlo o no?
  • ¿Es correcto esconder la cabeza bajo el ala por miedo a fantasmas históricos?
  • Ni Monarquía equivale a dictadura, ni República a democracia, luego se trata de salvaguardar otros principios, los que nos hacen iguales al resto de occidente, sea cual sea, al final, la forma política del Estado.
  • ¿Cabría esperar, en este punto tan importante algún género de acuerdo entre los grandes Partidos, o sacar la cuestión equivaldría a afilar las navajas? ¿Tan mala opinión tenemos de nosotros mismos?
  • ¿O tendremos que esperar la próxima hecatombe histórica para replantearnos algo que podría resolverse en paz y concordia, fuera cual fuera el resultado de la consulta?
  • Porque acaso sea cierto que posponer lo conveniente a quien daña sin lugar a dudas es a la institución monárquica.






sábado, 5 de marzo de 2022

 Entre el caos y la esperanza

Más cerca del caos

La experiencia demuestra que el paso del tiempo es imprescindible para evaluar los acontecimientos históricos. A veces se necesitan siglos para interpretar hechos que conmovieron el mundo. La Revolución Francesa, nuestra Guerra Civil, la Reforma protestante… ¿Estamos ya en condiciones de acercarnos a estos hitos con la serenidad de ánimo necesaria? ¿Cómo ven la gesta de las Cruzadas los pueblos musulmanes? ¿Tiene el pueblo judío la misma opinión que nosotros del supuesto papel civilizador de Roma?

Si eso es así ¿Qué decir de lo que está ocurriendo en estos momentos en Ucrania? ¿Cómo ven a Putin sus votantes? Dice Emmanuel Carrere que "cuando a los rusos se les sube la patria a la cabeza se avecinan problemas". ¿Y qué piensan de él quienes se juegan su libertad para protestar por la guerra en plena Plaza Roja? 

Así que admitida la imposibilidad de ser objetivos, y asumiendo mi "posición de parte", que diría un letrado, permítanme que siga escribiendo mis impresiones sobre las barbaridades que estamos viendo. 

Imágenes pavorosas, niños que huyen, moradas reventadas, fuego, nieve, hambre, muerte, hombres en armas, máquinas de guerra. 

Y el uso de la mentira sistemática como arma adicional. La desfachatez de quien encarcela a sus críticos por decenas de miles y,  sin mover un músculo, se permite tildar de nazis drogados a gobernantes elegidos por sus conciudadanos.

Como escribía Tucídides hace la friolera de 2.500 años cuando narraba la Guerra del Peloponeso "cambiaron el significado de las palabras en relación con los hechos para que se ajustaran a lo que querían que dijeran", de manera que para el Zar Putin, invadir un país soberano es impedir el genocidio, y ocupar un central nuclear es contestar a una provocación.

Hay quien se pregunta cuándo y cómo terminará esta tragedia. No nos hagamos ilusiones: cuando Vladimir Putin consiga lo que busca o cuando seguir en el intento le resulte tan costoso que su propia supervivencia esté en peligro. La suya, no la de su país.

  • ¿Qué busca Putin? Difícil de saber. Como mínimo, programa corto, derrocar al actual Gobierno ucraniano, sustituirlo por un grupo de acólitos obedientes y cobrarse el barato de las zonas pro rusas del este más, quizás, el territorio necesario para unir Crimea con las nuevas adquisiciones y dejar a Ucrania sin acceso al Mar Negro. Como objetivos de largo alcance, si el resto del mundo no se lo impide, rehacer íntegra la zona de influencia moscovita anterior a Gorbachov. En términos teóricos no es exactamente el “Espacio Vital” nazi, el Lebensraum hitleriano, pero sus efectos son muy parecidos. Ése objetivo, lindante con lo imposible, exigiría que nueve Estados que en tiempos fueron miembros del Pacto de Varsovia y ahora lo son de la OTAN, volvieran a cambiar de bando. Para complicar más las cosas, estos países, son, además, miembros de pleno derecho la Unión Europea. Tal parece que sólo una guerra de proporciones nunca vistas podría dar un vuelco de tal magnitud al mapa de Europa.
  • La otra alternativa, riesgo para la supervivencia de Putin, podría darse si la situación interna en Rusia se deteriorara tanto que fuerzas ahora afines al déspota del Kremlin le forzaran a ello. Nunca se sabe cuando llega el final de un dictador. Muchos mueren en la cama, pero los más acaban sucumbiendo a las fuerzas destructivas que ellos mismos desataron, porque en toda dictadura hay siempre un complot en marcha, repasen la historia. Es posible que este escenario sólo pudiera activarse si los efectos de las sanciones cumplieran su objetivo. Tal vez haya que alargar la lista y, desde luego, mantenerlas en el tiempo, asumiendo que también nosotros, los agredidos y sus defensores, habremos de sufrir nuestra parte alícuota de penurias.

¿Pero hay esperanzas?

Lejanas, pero las hay. El Presidente Macron -lo doy por mejor informado que yo- ha afirmado que lo peor está por llegar. Lo creo porque Putin, por lo que decíamos antes, necesita terminar la operación Ucrania antes de que sus apoyos internos (poca o ninguna ayuda puede esperar de más allá de sus fronteras) le exijan un cambio de rumbo. Y hará lo que crea necesario para conseguirlo, así es que a corto plazo aumentará la crueldad, la barbarie y el dolor.

Sólo en este contexto de lucha contra el reloj cobra algún sentido el envío de armas a los patriotas ucranianos. Todos somos conscientes de la insultante desproporción entre las fuerzas contendientes. Ya sabemos que las armas que entreguemos a Ucrania quizás sólo valgan para prolongar la agonía de una lucha sin esperanzas. O no. No es concebible un desafío militar a campo abierto al modo clásico, pero la lucha en las calles, en las ciudades, casa por casa, donde una navaja se vuelve un arma capaz de competir con un lanzagranadas, puede alargar los tiempos y hacer insostenible el mantenimiento de una guerra que lleve la ruina y el hambre a Rusia.

¿Se dan cuenta de las barbaridades que estoy escribiendo? Hambre y ruina como posible  forma de detener la muerte y la destrucción. ¿Qué más da de qué país sean los muertos? Seguro que congenian mejor que cuando estaban vivos. En todo este infierno, en esta maldición, hay hombres, mujeres, niños, ancianos que sufren y mueren. Unos nacieron del lado de acá y otros del lado de allá de una línea que no sólo existe en los mapas. Y ahora, de pronto, alguien ha decidido que esa raya los hace enemigos y deben tirarse a degüello del otro. Bien, es decir, mal, pero esto es la guerra y de ella estoy escribiendo.

La hora de la verdad para Europa

A punto de terminar la Primera Guerra Mundial, Oswal Spengler empezó la edición de su obra magna, "La decadencia de Occidente". Occidente era, entonces, poco más que Europa. Un concepto nebuloso fuera de nuestro pequeño rincón neurasténico, que para algunos, en los tiempos que corren, está en vías de convertirse en un extraordinario "Parque Temático" donde disfrutar de los restos de refinadas culturas difuntas. Decía Spengler que "la voz Europa debiera borrarse de la historia. No existe el tipo histórico del europeo". Para el padre espiritual de todos los movimientos identitarios surgidos desde entonces, especialmente el nacional socialista, de haber algún resquicio para la esperanza, habría que buscarla en las naciones, no en esa fantasmal Europa.

Eso fue hace algo más de un siglo. Spengler y Nietzsche y Rosemberg y Feder, llevan muchos años enterrados. Cien años y sesenta millones de muertos después, estamos empeñados en construir Europa. Es más que posible que Vladimir Putin, muy a su pesar, nos esté ayudando a conseguirlo. La adversidad arma el espíritu (a veces acaba con él, pero ésa es otra historia). La amenaza exterior ha sido, es y será siempre, un factor de cohesión interna. Europa no tiene por qué ser una excepción. 

Que uno de los objetivos de Putin, o de los hitos, o de los presupuestos para lograr sus intenciones, era torpedear la unidad europea, está fuera de toda duda. Tanto que hasta se preocupa de meter sus manos en el avispero catalán. Tanto que días antes de invadir Urania, cuando quiso dirigirse a los europeos, no habló ni escribió a ninguna institución de la UE, sino que mandó una carta a cada uno de los veintisiete gobernantes de los países miembros. Recibió una sola contestación.

Creo que las reacciones que está consiguiendo son una muestra inequívoca de que ha errado el tiro. Supongo que Putin, como antes Trump, nos vería como una asamblea ingobernable de pequeños países, con espléndidos pasados, presentes discutibles y futuros inciertos. Como deberían ver los emperadores romanos a la turbulenta colección de ciudades estado griegas. Ya, y quizás Calígula, Trajano, Putin y Trump tengan razón, pero no deberían olvidar que hubo momentos en el que la amenaza persa unió a la Hélade. Vuelve a ocurrir. Sólo sería de desear que el intento no cesara cuando el peligro pasara. 

Lo cierto es que los efectos inmediatos en la Unión Europea de la agresión de Putin no sólo a Ucrania, sino al resto de Europa, han sido los contrarios a los que buscaba: cuando el Parlamento Europeo votó otorgar o no a Ucrania el Estatuto de País Solicitante, 637 votaron a favor, 36 se abstuvieron y sólo 13 lo hicieron en contra. (Por cierto, Miguel Urbán  de Anticapitalistas, votó en contra, y Pernando Barrena de Bildu, Sira Rego y Manu Pineda ambos de IU, se abstuvieron. Allá ellos con sus conciencias y sus electores con las suyas).


Y, por fin, nosotros, los españoles

En un pleno insólito, convocado a petición del Presidente del Gobierno, hemos asistido a otra sesión rayana en el surrealismo.

  • Don Pedro, otra vez, donde dijo digo, digo Diego y luego negó que hubiera diferencia alguna entre digo y Diego: al final estamos mandando armas ofensivas a los patriotas ucranianos. Mejor así ¿A qué venía significarnos y quedarnos fuera de la fila? Los fondos de recuperación aún no han llegado, y, por encima de todo, el peligro ronda a Europa: no se puede remar sólo. "Hay que tomar partido hasta mancharse"
  • Cuca Gamarra, cambiadas las fuentes de su inspiración, sensible a los aires galaicos, bajó el diapasón hasta casi acoplarlo a la melodía monclovita y escenificó la llegada de una nueva fase de las relaciones entre Sánchez y el PP. Sea bienvenida la incipiente primavera, aunque sólo sea para poder descansar de tanto insulto como hemos tenido que oír en tiempos recientes. El futuro sigue nebuloso pero huele a soluciones alternativas.
  • Lo de Unidas Podemos es digno de los Hermanos Marx ¿Unidas? ¿Quién con quién? ¡Qué poco ha tardado en descoserse el estrecho refajo que pretendía mantener como hermanas siamesas a Ione Belarra y a Yolanda Díaz! Y si lo ponemos en masculino, más de lo mismo: Don Echenique, el escudero sin señor,  y Don Garzón, el de los chuletones, cada uno por su lado. Así que digo yo, ¿Podrá Podemos si las Unidas están desunidas? 
  • Don Santiago subió al estrado, tonitronante, batería de tres insultos para abrir boca y a por el PP y el PSOE de una sola tacada. El pleno era por lo de Ucrania, pero don Santiago, a lo suyo. Luego, "fuese y no hubo más". ¡Ah, las encuestas! ¿Quién es el papá de tan malhadado invento?
  • Y los extras, PNV y su acreditado sentido del oportunismo político, Rufián y sus cosas, Del Val y sus lamentos, Bildu y su empanada independentista ultra radical, cada uno tratando de quedar bien con su electorado, de atraer algún voto perdido, despistado, qué sé yo, como si ya estuviéramos en precampaña.

   Cuando todo terminó, me quedó la duda de si algunos de los parlantes están al tanto de que ni Putin es comunista, aunque se criara a la ubre de la KGB (su ultranacionalista Partido, Rusia Unida, cuenta con 325 escaños de 450, frente a los 57 del Partido Comunista) ni por tanto, votar contra Ucrania es hacerlo en plan rojo de toda la vida, sino, como mucho antigringo de los 70. Lo que cuando nos acercamos al primer cuarto del siglo XXI está a medio camino entre el hippismo trasnochado y la nostalgia de las Brigadas Rojas (aquellas que, bomba a bomba, tanto hicieron por el mantenimiento de las derechas de medio mundo).