martes, 28 de febrero de 2017

Y Donald cogió su misil

Unas pequeñas mentiras para abrir boca

El Presidente de los Estados Unidos quiere incrementar el presupuesto de defensa en un 9 % para 2018. Su país gasta ya en estos momentos la tercera parte de todo el dinero que el mundo emplea en armamento, pero no le parece suficiente, quiere más.

Y para convener a sus ciudadanos dice que quiere que su país vuelva a ganar guerras como cuando él estudiaba, y no como ahora, que las pierde todas.

El Presidente miente, lo cual ya no es noticia o no sabe lo que dice, lo que puede que tampoco lo sea. Perdón: miente salvo que crea en la reencarnación y se esté refiriendo a sucesos ocurridos durante una existencia suya anterior. Mr. Trump nació en 1946, el 14 de junio, para ser precisos. Supongamos que sus "estudios" abarcaron de los 6 a los 22 años, es decir, desde 1951 hasta 1966. ¿Sí?

Pues en ese período de tiempo, los ejércitos americanos empataron, o sea, no ganaron, la Guerra de Corea (1950/1953) y perdieron sin paliativos la Guerra de Vietnam (1955/1975). Hubo algunas otras guerras -"guerritas", más bien- en las que el ejército más caro y mejor armado del mundo logró resonantes victorias frente a enemigos formidables: los Estados Unidos en 1965 invadieron sin previa declaración de guerra la República Dominicana y, años después de terminados los estudios Mr. Trump, invadieron la Isla de Granada en 1983 y la República de Panamá en 1989. Tampoco en estos dos casos se tomaron la molestia de declarar primero la guerra. Entraron y ya.

Ha habido otras guerras como las dos llevadas a cabo en Irak; la primera la ganaron aunque no sirviera de nada; la segunda, en mi opinión está por ver si la ganan ellos, si ayudan a que la gane otro o si terminan por irse y dejar las cosas peor que las encontraron. Mi impresión es que los irakíes piensan en la última posibilidad.

Y está también la que se puede dar por terminada y no ganada en Afganistán entre 2001 y 2014. En este caso, alguien debería consolar al Presidente haciéndole saber que ni ellos ahora, ni antes los soviéticos, ni un siglo atrás el Imperio Británico, ni hace 2.300 años el Gran Alejandro pudieron con los afganos. Gente extraña, estos afganos, viven en un infierno, pero es su infierno y no hay manera de doblegarlos. Al menos hasta ahora nadie lo ha conseguido. 

En todo caso, se me ocurre que si lo que quiere Mr. Trump es emular las gestas de los vencedores en Granada, Panamá y República Dominicana, tal vez no sea preciso gastar más en armas. Salvo que busque otra cosa.

Qué puede estar buscando

Si uno se fija en el pequeño detalle de que 120 Generales retirados han suscrito una carta protestando por el plan de gasto militar del Presidente, cabría pensar que igual de cuestiones militares saben más 120 militares de máxima graduación que un agente inmobiliario, organizador de Concursos de Belleza y prima donna de realityes shows. Piensan los Generales que para las necesidades estrictamente militares del país, con lo que hay basta, y que lo que necesita USA es invertir más en desarrollo y cooperación, en Relaciones Exteriores, en definitiva. 

¿Recuerdan "La Guerra de Charlie Wilson"? Buena ocasión para volver a verla. Un Congresista, un genial Tom Hanks, logra dotaciones presupuestarias crecientes si de lo que se trataba era de expulsar a los soviéticos de Afganistán (para quedarse en su lugar los norteamericanos, por supuesto). Cuando se logra y el congresista pide dinero para escuelas, hospitales e infraestructuras, se cierra el grifo. Charlie Wilson pronostica lo que luego pasó: los afganos son mala gente, no les gustan los ocupantes y terminarán echándolos.

¿Qué se busca, entonces?

Negocios, desde luego, que de eso si entiende el Presidente. Rearmar a su país más allá de toda lógica, es una magnífica oportunidad de negocio para la potentísima industria de la muerte en Estados Unidos y en la de sus aliados (¿recuerdan que ha exigido más gasto militar a sus socios de la OTAN?)

Al hilo de este rearme, subirá la bolsa y algunos pensarán que la medida es un acierto. Depende para quién. Espero equivocarme, pero si nos atenemos a otros precedentes, conviene recordar que el rearme alemán con Hitler en el poder fue el comienzo de un enorme desarrollo económico alemán. 20 años después, Alemania era un desierto poblado de cadáveres y moribundos.

Lo malo de las armas es que igual acaban usándose y aunque toda guerra siga siendo un lucrativo negocio para según quiénes, suele ser un negocio de muerte y destrucción con una ingente cantidad de cadáveres. Claro que habrá quien piense que en las guerras siempre mueren los mismos y que a ellos no habrá de tocarles.

¿Dónde está el límite?

Ya lo he dicho más de una vez: Donald Trump no es un imbécil, ¡Qué más quisiéramos!, pero sí un fanático y del fanatismo a la barbarie no hay más que un paso. No nos engañemos: los Estados Unidos tienen una sólida tradición política de respeto a la división de poderes. Cierto, pero no lo es menos que en 1939 Alemania era el país más culto del mundo y eso no la libró del desastre.

Donald Trump se ha buscado un enemigo exterior sobre el que puede concitar bastantes apoyos internos, la inmigración ilegal ligada al terrorismo islámico. Lo peligroso es que tratando en apariencia de defender la libertad y la seguridad del pueblo norteamericano, está atacando a diario a dos pilares fundamentales de la democracia: la libertad de prensa y la independencia judicial.

Los groseros insultos a la prensa, las inauditas medidas de vetar la entrada en sus ruedas de prensa a quienes le critican y la acusación de politización de la judicatura podrían ser el preámbulo de campañas más peligrosas y de la puesta en práctica de medidas en ambos sentidos. 

Con el poder legislativo, en manos del Partido Republicano, aún no ha tenido contratiempos serios, pero, por increíble que parezca, alguien que hasta ahora nos parecía el paradigma de político republicano extremista, George Bush, acaba de mostrarse en desacuerdo con el nuevo Presidente. Otro vendrá que bueno te hará.

En fin

Suelo ser optimista por naturaleza, por convicción y por costumbre. Lamento que respecto a Mr. Trump no encuentre por el momento ninguna razón para serlo. Ya no se trata de salidas de tono, faltas de educación o actuaciones estrafalarias: esta vez estamos tocando hueso.

jueves, 23 de febrero de 2017

Amigos de los animales

La sensatez como faro.

Hay ideas cuya defensa exige muy poco esfuerzo. Apenas una pequeña dosis de sentido común. Por ejemplo, la improcedencia de maltratar a los animales. Como la de destrozar jardines, apedrear cristaleras, embadurnar paredes o dañar obras de arte. (No incluyo aquí cualquiera de las conductas que afecten a las relaciones entre seres humanos, porque parece, espero, que eso está fuera de la discusión). Son conductas inadmisibles y, por consiguiente, deben ser prohibidas, con las consecuencias que ello arrastra.

Pero, como dijo Máximo, "lo malo de los fanáticos es que toman una idea y la convierten en un ideal". A veces, aunque la persecución de ese ideal lleve a resultados diametralmente opuestos a los que se pretendían conseguir.

En esta época de auge indudable de los defensores de los animales, podemos estar asistiendo con frecuencia a episodios de este tipo. Perdón por el inciso, pero creo imprescindible asegurar que soy contrario al maltrato gratuito a los animales, como lo soy, ya decía, de arrasar bosques, destrozar hábitats naturales o dinamitar restos arqueológicos. 

Sigo.

Un ejemplo visto y oído en televisión. En cierto pueblo de la Costa del Sol, un grupo animalista truena contra la utilización de asnos para transporte de personas con fines turísticos. "Esto sólo pasa en este país de mierda.  -Decía su furibundo líder- Que vayan en coche, ¡Pobres animales!" Veamos: como se sabe, el burro está tan en trance de desaparición en España que hasta se han creado Asociaciones en defensa del burro andaluz. ¿Por qué? Porque el progreso ha hecho innecesaria su ayuda como animal de tiro y de carga; para eso están ahora tractores, motocicletas y automóviles. Y viene la gran pregunta: cuando el asno deje de ser una fuente de posibles beneficios para sus dueños, ya hablemos de dinero o de comodidad ¿Quién los mantendrá, quién los criará, alojará, sacará a pasear y dará de comer? ¿Los amigos de los animales? ¿Cuántos estarán dispuestos a adoptar un pollino y llevárselo a vivir a una 7ª planta, que es donde viven en el centro de Bilbao, por ejemplo? 

El mismo caso, por mucho que les duela a los animalistas se da en la relación entre tauromaquia y supervivencia del toro de lidia, con el sorprendente resultado adicional de que el día que desaparezca el toro de lidia, auténticas reservas naturales como son hoy dehesas y cortijos (prohibición absoluta de cazar lo que las convierte en refugio natural de especies que huyen de las escopetas) se convertirán en cotos de caza. Porque ¿quién criará toros bravos si las corridas han desaparecido? ¿El Estado, la Sociedad Protectora de Animales?

Los animales y el mundo del Derecho

Desde hace 3.700 años, más o menos, fecha probable del más antiguo texto jurídico conocido, el Código de Hamurabi, hasta hoy, los animales han estado presentes en el mundo del Derecho. O sea que no es por desconocimiento por lo que algunos nos extrañamos cuando oímos hablar de los derechos de los animales. 

Lo que ocurre, lo que ha ocurrido siempre, lo que no puede cambiarse, es que los animales aparecen siempre en los textos legales, no importa la época ni el país, como objeto del derecho, por supuesto, porque como sujetos no es posible. Roma acuñó el término con el figuran aún hoy en nuestros textos, "semovientes", para diferenciarlos de los bienes inmuebles. 

Ahora hay quien cree que también deberían ser reconocidos como sujetos de derecho, es decir, que hay que regular los derechos de los animales. Es una confusión elemental: los que tienen derechos, y sobre ellos podremos debatir cuanto queramos, son los dueños de los animales, no los animales. 

Para que los animales tuvieran derechos, sus actuales dueños tendrían que empezar por admitir que reclamar derechos a favor de un ser del que tú eres dueño, es una contradicción en sus propios términos. No se puede ser propietario de un sujeto de derechos. 

Por otra parte, como es evidente, sólo pueden reconocerse derechos a favor de quienes simultáneamente son sujetos de obligaciones, legalmente exigibles. ¿Qué obligación legal puede exigirse a un perro, a un gato, a un papagayo? A sus dueños, sí, por descontado, pero de eso hablaremos más adelante.

Sobre el amor a los animales

Sólo es mi opinión, desde luego, pero bajo la capa del amor a los animales y de la reclamación de sus derechos suele esconderse el deseo de ampliar las facultades  de quienes dicen amar, por ejemplo, a los perros. A poco que se reflexione podrá concluirse que cuando se reclama el derecho de los perros, por ejemplo, a viajar en metro o en autobús, no se está pensando en ellos. Jamás un perro por su propia voluntad se le ocurriría meterse en el metro, ni elegir como vivienda un piso de 70 metros cuadrados ubicado en la décima planta de un inmueble. Elegirían vivir en plena naturaleza, como vivían antes de que el hombre lo pusiera a su servicio y, si pudieran, rechazarían comer piensos compuestos y seguirían cazando lo que tuvieran a su alcance. 

Oigo a veces decir que el amor a los animales es la prueba inequívoca de los buenos sentimientos de quien lo profesa. Creo que es mejor amar que odiar a los animales, pero no prueba nada. Hitler, por ejemplo era un gran amante de los perros. Una vez más, las generalizaciones suelen esconder argumentos interesados.

También escucho con frecuencia, hablando de algún animal doméstico, que "es uno más de la familia". Allá cada cual con el concepto que tenga de la familia en general y de la suya en particular. En la mía sólo hay seres humanos, entre otras cosas porque no sabría en qué escalón colocar al animalito que me hiciera compañía ¿al nivel de mis hijos, por detrás de mis cuñadas, antes que mis primos, por delante de mis abuelos?

Lo que sí me parece indudable es que los propietarios de los animales domésticos tienen no sólo la obligación de cuidarlos y tratarlos correctamente, sino que, además tienen el ineludible deber de respetar los derechos de los demás humanos que les rodean. Este deber no se deriva tanto de la condición racional o irracional de quienes tiene a su cuidado, sino del derecho de los demás ciudadanos a ser respetados. Así, de la misma manera que yo tengo derecho a que mi vecino del piso superior no ensaye zapateados flamencos a las 4 de la madrugada, no encienda una barbacoa en su terraza o no inunde mi vivienda cada vez que riega las plantas, puedo exigir al mismo vecino que su mascota me deje dormir y que no me encuentre sus desperdicios en la acera. Mi exigencia no limita los derechos de su perro, que no los tiene, sino los suyos, que para eso es un ciudadano como yo.

¿De qué animales hablamos?

Una prueba más de que muchos de los supuestos defensores de los animales piensan sobre todo en sus propias aficiones más que en la plácida existencia de los animales, es la exclusión que se hace de la mayoría de las especies cuando se habla de su defensa. Perros, gatos, toros de lidia, linces, ballenas y algunas otras especies en peligro de extinción, gozan de buena prensa. Cucarachas, ratas, alacranes, y, por otro lado, mejillones, nécoras, rodaballos o cerdos ¿son animales o no?

Así que, para terminar...

En éste, como en tantos otros casos, a partir de una idea plausible, se puede caer en exageraciones que rozan el esperpento. Hace unos días recibí el siguiente whatsApp: "Cada día millones de plantas mueren a manos de los vegetarianos. Hay que parar este genocidio y comer más jamón". ¿Verdad que es un tanto exagerado?





jueves, 16 de febrero de 2017

Hoy no toca Trump

Las escasas ventajas de ser libre y anónimo

No tener carné de ningún Partido, no ganar dinero con lo que se escribe, no tener cientos de miles de seguidores, son carencias que acarrean muchos inconvenientes, cierto, pero acarrean algunas ventajas. 

Por ejemplo, decir no sólo lo que piensas, estés o no de acuerdo con las modas, con las "tendencias", sino lo que cada día te apetezca, sea importante o banal.

Por eso hoy he decidido no hablar de Donald Trump (¿para qué, por otra parte, si de tan poco ha de servir?), ni de la corrupción, ni del populismo, ni del laberinto catalán, ni, mucho menos, del Estado Islámico y de la funesta manía de confundir creencias islamistas con terrorismo.

No. Hoy voy a escribir de cuatro o cinco cosas, o tal vez sólo de dos o tres, ya veré, que me resultan al mismo tiempo llamativas e irritantes.

La reiteración de frases hechas me produce un hastío infinito

Las frases hechas tienen sus ventajas. Suelen ser aciertos iniciales, facilitan la exposición sencilla de, a veces, ideas complejas, y te las reconoce cualquiera. Otras veces son sólo "flatus vocis" que se agotan en sí mismas por muchas veces que se repitan.

Suelen ser, y ése es el problema, la muleta que termina por convertirse en muletilla para quienes no saben, no quieren o no pueden elaborar sus propios modos de expresarse.

Son, en definitiva, la prueba del 9 de que quien las pronuncia no domina ni su lengua ni, muchas veces, su cerebro.

Las oímos por todas partes, aunque su hábitat natural solemos encontrarlo poblado por especialistas en programas de los llamados "del corazón" (siempre me he preguntado por qué del corazón y no del páncreas o de las glándulas suprarrenales, pero ésa es otra historia), los dedicados a narrar eventos deportivos cual si fueran épicas gestas guerreras de tiempos pasados, y, en ocasiones, en los aledaños de la Política (aunque en este caso, creo que debería decir política, con minúscula)

He aquí algunos:

"Se dieron el sí quiero", frase que a todas luces indica que Mary Pury y Pablo Mary, se casaron, y punto.

"La feliz pareja" Pasó unos días "en una paradisíaca isla", o sea que se fueron a algún rincón lleno de mosquitos, con más grados que el horno de su vivienda, pero eso, sí, con palmeras y arena más o menos blanca.

"Ha habido un antes y un después", tautología que vale lo mismo para un roto que para un descosido. Tanto para explicar el resultado de las Municipales en Bollullos Par del Condado como la entrada en el terreno de juego de un pelafustán dotado de maravillosas cualidades futboleras.

Tal o cual cosa habrá que conseguirlo "sí o sI". Ingeniosa afirmación que pone de manifiesto la imposibilidad de especular con soluciones alternativas, que vendría a equivaler a la mucho más sugerente equivalencia mexicana: "Habrá que hacerlo a como dé lugar".

Chumilla, o María Justa, o quien sea "ha venido para quedarse" (aunque puede aplicarse a la gripe, al nuevo modelo de artilugio electrónico o al último grito en prenda de vestir) Está bien, está claro, incluso, de haberse aplicado en según qué circunstancias habría impedido la aparición de términos como "Gachupín" -el español que llegaba a México con intención de enriquecerse y  volver cuanto antes a La Almunia de Doña Godina-, o "Godo", que se aplicaba o sigue aplicándose en las Islas Canarias al peninsular que arribaba con igual intención que la del Gachupín que desembarcaba en Veracruz.

Docenas, qué digo docenas, centenares de parejas conocidas, equipos de variados deportes, relaciones entre corporaciones, "están pasando un momento dulce". Perplejo,  reflexiono, no sin un punto de preocupación, cuántos y cuán graves riesgos están corriendo los niveles de azúcar en sangre de compatriotas que quizás no adviertan los peligros que les cercan, salvo que todo se deba, nada más, a la falta de seso de quien nos informa.

"No, es No" Y como dijo otro "un plato es un plato", aunque el autor de la segunda y no menos sorprendente afirmación no viera nunca coreado su invento por masas o masitas más o menos enfervorizadas. Eso que salió ganando.

En ocasiones, no se trata de frases hechas sino de evidentes incorrecciones en el uso básico de las reglas de nuestra lengua. Por ejemplo

El sábado, el Programa "La patata salerosa" celebró su treinta y dos aniversario, al tiempo que su presentador cumplía su cincuenta y cuatro cumpleaños. O sea, ¿para qué usar los ordinales con lo sencillitos que son los numerales? Que sea incorrecto y que saber qué quiere decir exactamente cuadragésimo quinto no esté al alcance de todos los que nos hablan desde las pantallas, no parece ser razón suficiente para dejar de maltratar nuestro idioma.

"La culpa de tan feliz vida en común la tiene..." ¿Cómo que la culpa? ¿Cómo se puede tener la culpa de algo bueno? ¿No sería mejor hablar de causas en vez de acudir a las culpas?

"Ayer, después de una accidentada persecución, fue detenido el célebre atracador..." En este caso se confunde fama y celebridad. Un bandido o un violador pueden ser famosos, porque la fama puede ser buena o mala, pero nunca célebres porque lo que han hecho no merece ser celebrado ¿Estamos?

Podría seguir, pero empiezo a aburrirme. Se me dirá que todos nos equivocamos. ¡Ojalá fueran equivocaciones! Lo que peor llevo no es oír estas y otras muchas barbaridades por la calle, en la barra de un bar, o en el autobús, sino en boca de quienes perciben su salario precisamente por hablar, es decir, por utilizar el lenguaje como herramienta de trabajo.

Al final, incumplo mi propósito

Conque, aunque sea poco, termino hablando de algo parecido a la política.

¿Por qué se disfrazan los dirigentes de la derecha?

Acabamos de ver imágenes de tres Congresos -los nombres que usen para hablar del evento es lo de menos- de Partidos Políticos, dos de los cuales, El Partido Popular y Ciudadanos, saben y sabemos que son Partidos de derechas. Y muy bien que hacen, que no seré yo quien lo ponga en solfa. 

Lo que me extraña es que unos se autodefinen como Centro Reformista y otros como Centro Liberal, o algo parecido. Por el contrario, tanto la mayoría de sus militantes como de sus votantes,  al menos aquellos con los que yo he hablado se reconocen como "de derechas". Y, repito, está muy bien, si así piensan y sienten. Pero ¿Qué les pasa a sus líderes? Supongo que temen que se identifique derecha con franquismo lo que ni tiene por qué ser así, ni, creo yo, le importe ya a demasiada gente.

Y para terminar...

Hablando de Ciudadanos, me preocupa que en este país nuestro sea necesario, conveniente y hasta rentable, llevar como bandera política el no ser corruptos.

Quiero que se me entienda bien: no estoy criticando a Ciudadanos, al contrario; me estoy criticando a mí y a los millones de contribuyentes para los que esa proclama resulte estimulante. La honradez pública habría de ser un concepto pre político, innecesario de mover como bandera. ¿Se imaginan a un político noruego o finlandés presumiendo de demócrata? Pues claro, diría cualquier oyente, sólo faltaba.

El viejísimo eslogan "España es diferente" me temo que sigue estando vigente.

jueves, 2 de febrero de 2017

No sólo de Trump vive el hombre

Trumpología y trumpologetas

Trumpología: Disciplina de reciente aparición que estudia el comportamiento de Donald Trump, las eventuales consecuencias del comportamiento del sujeto del estudio y las previsibles variaciones en su evolución futura.

Trumpologetas: Ciudadanos de cualquier nacionalidad y condición que analizan al detalle las ocurrencias del nuevo Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.

En los tiempos que corren, la aparición en el escenario de la política mundial de un sujeto como Donald Trump es una bendición para editorialistas, comentaristas, tertulianos, bloggeros e, incluso, lectores o escuchadores de noticieros escritos o televisados.

El manantial parece inagotable. Un día nos enteramos que la designada Embajadora de USA ante la ONU ha amenazado con apuntar los nombres de quienes disientan de la política de su jefe. Otro, escuchamos que ha llegado a sugerir que sus tropas estarían en condiciones de sustituir al ejército mexicano si éste sigue mostrándose reacio a obedecer los designios de la Casa Blanca a la hora de terminar con el narcotráfico. Hoy nos dicen que el Sr. Trump ha colgado el teléfono al Primer Ministro australiano por recordarle algún compromiso asumido por su predecesor en materia de acogida de refugiados (¿cómo se le ocurre al australiano hacer algo más que escuchar con la máxima atención las instrucciones del Presidente norteamericano?). Ayer o antesdeayer leíamos que el Parlamento Europeo pide no dar el placet al propuesto Embajador USA ante la UE, visto su irreductible antieuropeísmo.

Es preocupante que todo esto y mucho más esté ocurriendo, pero más grave me parece dar por supuesto que esas barbaridades bien podrían estar siendo aplaudidas por los millones de votantes que le alzaron hasta la Presidencia. Porque, no lo olvidemos, Donald Trump se está limitando a hacer, por infrecuente que sea ese comportamiento, lo que anunció que haría.

O sea, que para los trumpologetas es muy sencillo predecir el futuro: Donald Trump es predecible, como debería haberlo sido Adolfo Hitler que había dejado escritos sus planes antes de que el horror se instalara en el mundo. Y en cuanto a la trumpología, es una ciencia que se agota en sí misma: casi todo lo que podría pasar está en las hemerotecas.

Un comentario al margen: soy ciudadano de una de las provincias del Imperio, España, que forma parte de Europa, también parte del Imperio, así que me siento autorizado a denostar todo cuanto venga de los centros del poder imperial. Así ha sido siempre, y no veo por qué tiene que cambiar precisamente ahora. La inmensa mayoría los ciudadanos, y antes los súbditos de cuantos Imperios ha habido en el mundo, desde los asirios hasta USA han abominado de sus amos, lo que ocurre es que no es lo mismo tener de Emperador a Calígula que a Aurelio, o a Donald Trump que a Roosvelt.


Hay vida más allá de las fronteras de los Estados Unidos

Y tanto. Hablemos nada más de España.

El lamentable espectáculo de la izquierda española. 
Soy de los que creen que nuestro país necesita una izquierda fuerte, organizada y preparada para ser cada cierto tiempo la fuerza que rija los destinos del país. Es obvio, o a mí me lo parece, que también es indispensable que contemos con una derecha fuerte, organizada, etc, etc. No insisto en ello porque, tal como yo lo veo, esa fuerza ya existe y no parece, por el momento, que tenga graves problemas internos, más allá de alguna rabieta fuera de tono de personajes que lo fueron y no se resignan a dejar de serlo.

¿Tenemos esa izquierda? La pregunta es retórica, desde luego, porque lo que estamos viendo desde hace demasiado tiempo es que a la izquierda del PP o de Ciudadanos (no me atrevo a investigar quién está a la derecha de quién) reina el caos.

El Partido Socialista sigue hundido en un marasmo interno que no tiene visos de terminar. Perdidas dos Elecciones Generales con resultados cada vez peores que los anteriores, desbancado el Secretario General por métodos probablemente amparados en sus estatutos, pero ineficaces a la hora de resolver la gravísima crisis interna, a punto de cumplirse el razonable ciclo de la Gestora, vuelven las banderías a asolar el territorio socialista.

Me llama la atención que los unos explícitamente y la otra a base de medias palabras, quienes pretenden solventar el problema no dejen de hablar de unidad pero tampoco de traiciones, maniobras arteras y acusaciones de manipulaciones de la militancia. Tengo la sospecha de quien gane tratará de arrinconar a sus contrincantes mucho antes que de levantar a su Partido. Como se ha venido haciendo desde que se forzó la salida de Borrell de su papel de Candidato electo por la militancia para competir por la Presidencia del Gobierno.

Luego volveré sobre el papel del dirigente, del militante y del votante, pero quiero dejar constancia de que aún no he visto a ningún aspirante hablar de qué piensa hacer al día siguiente de ocupar el primer despacho de la Calle Ferraz.  Sólo frases hechas, huecas, predecibles.

No sé si es mayor o menor, me parece que mayor, el guirigay que hay en Podemos. Más de lo mismo: los dos gallos que aspiran a ser la bandera de la izquierda hablan de unidad, repiten una y otra vez la monserga de que es necesario trabajar juntos, pero son incapaces de conseguirlo. 

Es verdad que en este caso sí parecen estar documentadas las diferencias, pero no es menos cierto que, pese a ello, la lucha por el poder dificulta, o impide, el debate sobre los fundamentos teóricos de las posiciones de los dos contrincantes. Para complicar más las cosas, en Podemos hay una tercera fuerza, los anticapitalistas y demasiadas "confluencias" sin encajes orgánicos bien definidos. Así las cosas, han empezado las dimisiones, síntoma de lo que podría estar por venir.

Conclusión: En el mejor de los casos, el ganador de las primarias del PSOE y el que se alce con el santo y la peana en Vista Alegre II, sólo pueden aspirar, y lo saben, a ser la segunda fuerza electoral. Pobre consuelo para quienes deberían aspirar a ganar las próximas elecciones Generales y dar un giro importante en la política nacional.

Mientras tanto, Ciudadanos cierra sin ruido su Congreso con porcentajes cercanos al 90 en apoyo de la actual dirección, y el Partido Popular prepara el suyo seguro de que no habrá sobresaltos.

Dirigentes, militantes y votantes.

¿Es necesario señalar que "Dirigente" es el que dirige, "Militante" el que milita y "Votante" el que vota? No debería serlo, pero oyendo las constantes proclamas de nuestros pseudolíderes de la izquierda a propósito del papel de los "compañeros y compañeras" y de cómo unos les devolverán la voz a "la militancia" y otros harán siempre lo que les pidan los "compañeros y compañeras (¡Por Dios, qué insoportable tabarra!), parece que pocos tienes claros esos conceptos elementales.

Hay dos formas antagónicas de hacer política. Una tiene como objetivo transformar la realidad. Ese objetivo puede ser uno o su contrario, pero tiene que tener como base unos principios teóricos y unos programas de desarrollo de esos principios, unos programas de Gobierno. Lo que se le pide a los dirigentes es que expliquen principios y programas, los sometan al veredicto primero de los militantes de su formación y luego a los votantes y se atengan a los resultados. Tendrán el poder y la capacidad de cambiar su entorno, si su propuesta goza de suficiente apoyo popular. A partir de ahí, ya les han dicho militantes y votantes lo que tienen que hacer: lo que dijeron que harían. No es preciso preguntarles cada fin de semana.

Hay otra forma de hacer política cuyo objetivo es ocupar el Gobierno y que consiste en averiguar qué le apetece al personal y convencerle de que serán capaces de darle gusto. Es un camino tramposo y lleno de riesgos, primero porque no siempre lo que quiere la mayoría es posible, segundo porque no siempre los deseos tienen una base lógica más allá del mundo de las emociones, y tercero porque la ciudadanía es voluble y cambia de opinión con inusitada frecuencia, lo que obliga a decir primero y hacer después cosas que van en contra de lo que se prometió.

Tal como yo lo veo, una cosa es dotarse de mecanismos democráticos que garanticen el control popular sobre el comportamiento de sus dirigentes (mecanismos de los que no veo demasiados ejemplos a mi alrededor, dicho sea de paso) y otra muy distinta y bastante perniciosa que consiste en abdicar de las obligaciones de quien dirige y gobierna y trasladar a la ciudadanía la toma constante de decisiones. Esto, por otra parte, no ocurre en la práctica, lo que convierte la apelación constante a "las bases" en una coartada para hacer y deshacer al antojo de quien presume de ser más demócrata que nadie y, en el fondo no es sino una caricatura de dirigente.

La primera condición para poder escudarse en lo que piden "los compañeros y compañeras" es decirles la verdad e informarles de cabo a rabo de los pros y las contras de sus propuestas. ¿Quiénes lo hacen?

En resumen

Dejando a un lado las peripecias que dan materia de especulaciones y comentarios a trumpólogos y trumpologetas, España tiene en estos momentos muchos, muy graves y muy urgentes problemas (desempleo, corrupción, secesionismo, por ejemplo) como para que quienes deberían estar llamados a ser una alternativa real de Gobierno, dejen de navajearse unos a otros y piensen, por una vez en el Bien Común.