sábado, 24 de junio de 2023

 De Valencia a Extremadura pasando por Madrid

¡Ay, los amigos!

Decía Alexis de Tocqueville que "en política, compartir los odios es la base de la amistad". Demasiado rotunda me parece la cita, pero quizás sirva para explicar los tortuosos procesos a que se están viendo sometidas las negociaciones para formar gobiernos entre Partido Popular y Vox en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas.

¿Qué es lo que en estos momentos puede ser el denominador común entre ambas formaciones? Por mucho que algunas de las más tonantes voces de la izquierda insistan, ni los programas ni la ideología de ambas formaciones son iguales. En muchos casos, ni parecidas. Ni la concepción territorial del Estado, ni la relación con la Unión Europea, ni la percepción de realidades tan complejas como la inmigración o el cambio climático se perciben de la misma manera en una y otra formación.

No deja de ser curioso que habiendo tantos temas y de tanta enjundia en los que discrepan, haya sido la cuestión de la violencia de género el que haya producido la primera brecha entre ambos Partidos. La chispa saltó en Valencia y la fogata se trasladó a Extremadura. 

Sin embargo, el fondo del conflicto es otro: la inminente confrontación electoral del 23 de julio. 

Me explico. Lo que de verdad complica la vida al Partido Popular es la contradictora relación con Vox a la que le emboca el calendario político: necesita a Vox para gobernar en varias Comunidades Autónomas y en docenas de Ayuntamientos, pero es imprescindible marcar diferencias con él de cara a las generales.

Queda un territorio común, especie de zona franca donde hasta ahora podían encontrarse sin temor a enredarse: la aversión a Pedro Sánchez y a lo que representan, él, el gobierno que sigue presidiendo, y las formaciones que le han apoyado. Confortable en tiempos tranquilos pero insuficiente en vísperas electorales. Tanto que la fértil facundia de Vox ya ha inventado la expresión, "sanchismo azul" para tipificar el talante de los populares.


Ideologías y matemáticas

Las diferencias estructurales entre Vox y PP son evidentes. Cada uno de los dos partidos ha optado por un modelo organizativo interno diferente, coherentes ambos con sus presupuestos ideológicos (repito que tratar de vender la idea de que PP y Vox son lo mismo es tan patraña como divulgar la especie de que PSOE y EH Bildu son hermanos gemelos).

No ha sido cosa de un día, pero el modelo popular está hoy muy cerca del federalismo, y, en ese sentido, el liderazgo actual de Núñez Feijóo, venido de una baronía autonómica  donde ejerció su liderazgo con notable margen de maniobra respecto a Génova, consolida esta tendencia. Santiago Abascal, por su parte, día a día, está convirtiendo Vox en una organización hermética, vertical, disciplinada, centralizada, basada en la capacidad de decisión de un núcleo cada vez más reducido (léanse al respecto las últimas modificaciones en sus Estatutos). En teoría política es un lugar común asumir que ideología y modelo organizativo suelen ir de la mano. 

Todo indica que ni el PP ni el PSOE van a recibir votos suficientes como para poder gobernar en solitario, ni en muchos de los casos de las pasadas elecciones, ni en las que se nos vienen encima. Descartada la opción de la gran coalición, es decir sumar los apoyos de populares y socialistas y entenderse entre ellos, ambos están obligados a buscar los aliados entre los partidos menos alejados de sus tesis. 

Hasta ahí, en condiciones normales, todo transcurre por caminos sobreentendidos: aparentes rasgadas de vestiduras y aceptación de apoyos cantados de antemano.

Pero en estos momentos, lo normal se convierte en excepcional: pactan PP y Vox en Valencia y los altavoces de la izquierda convierten los acuerdos en maniobras diabólicas para pulverizar los avances conseguidos en materia de igualdad de género. Rompen las negociaciones los dos mismos partidos en Extremadura y don Alberto tiene que tirar de ocurrencia y acudir a las matemáticas para tratar de dar cobertura lógica a un desacuerdo que es bastante más fácil de explicar por los cauces políticos que por los aritméticos: la líder popular extremeña no traga con las exigencias de Vox y rompe la baraja. Consecuencias de la libertad de acción que el PP reconoce a sus territorios; nada más.


Perspectivas desenfocadas

Al final se trata de algo más fácil de examinar que de resolver. Es la traducción en términos parlamentarios, de aquello tan sabido "Ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedio. Contigo porque no vivo y sin ti porque me muero". Te necesito para gobernar, pero no puedo dar lugar a que nos confundan, que esto no ha acabado todavía. Cabalgan juntos pero con demasiada frecuencia malgastan su tiempo en zancadillear al socio. 

Quizás ahora, cuando Feijóo piense en Abascal, entienda que Pedro Sánchez temiera perder el sueño si pactaba con un tal Pablo Iglesias, aunque al final no tuviera más remedio que meterlo en su Gobierno. ¡Qué papeleta, don Alberto! Ahí tiene a Vox, necesario como socio para gobernar y estorbo para ganar las próximas elecciones. Distinguirse del imprescindible, sin molestarlo en exceso para que no se tire al monte, pero diferenciándose lo suficiente de él como para que el elector no se confunda.

Por eso, acaso más de uno tenga que oír en los tiempos por venir algún recordatorio de cuando hablaba y no paraba de lo nefasto que era dormir revuelto con gentes de otras banderas. ¿Qué creían que era la política, principios, programas y buenas maneras, o un camino para acceder al poder y desarrollar tus ideas? Hay elecciones, nadie suma votos suficientes para gobernar solo, mira alrededor, no hay comodines porque entre unos y otros hemos acabado con el centro, los apoyos intercambiables, PNV, Coalición Canaria resultan insuficientes, no puede contarse con la abstención del gran opositor ¿Qué hacer? ¿Abandonamos el campo y dejamos vía libre al contrincante o pactamos con quien esté dispuesto a hacerlo, aunque tengamos que pagar el precio que el otro ponga a su ayuda?


Simetrías ideológicas

Oiremos hasta el aburrimiento perogrulladas constantes. "Necesitamos tu voto para no depender de nadie y gobernar solos" ¡Pues claro! ¿Y quién no? Pero el bipartidismo, que, por cierto en España nunca fue perfecto, se ha perdido en el pasado. Nunca fue absoluto, porque el rechazo de los nacionalistas, PNV, EH Bildu, ERC, JxCat, como antes Convergencia y Unió, a entrar en Gobiernos de la Nación, hizo innecesario acudir a gobiernos de coalición.

Hasta que fue imprescindible. Sánchez dio entrada a Podemos, recibió apoyos puntuales de formaciones secesionistas y ardió Troya. Alberto Núñez Feijóo pacta con Vox y volverá a hacerlo el 24 de julio si es preciso, y tal parece que la Guerra de las Galaxias tendrá su propia edición celtíbera.

¿Por qué somos tan sectarios? La distancia ideológica entre el PSOE y Unidas Podemos (o Sumar, si al caso viniera) es del mismo calibre que la que separa al Partido Popular y a Vox. Así es que, mis queridos lectores, abjuren de sus anatemas si llegaron a pronunciarlos cuando se formó el Gobierno Frankestein, porque está al caer el formado por Feijóo y Abascal. Y, queridos lectores, si aplaudieron el primer gobierno de coalición sean coherentes y absténgase de rasgarse las vestiduras si tras el recuento del 23 de julio, se desayunan con el segundo gobierno de coalición en La Moncloa. Así que quien llamó gobierno social-comunista al que ahora tenemos, no se extrañe que al que venga lo tachen de fascista. En uno y otro caso, nos sobra bilis. 

O sea, que, como dice el pueblo "o todos moros, o todos cristianos", porque PP y PSOE están abocados a comportarse de la misma forma: aliarse con quien tienen más próximos, con quien no habrían querido tener más tratos de los imprescindibles, pero a quien necesitan para mandar, que es lo que ambos, legítimamente, buscan ¿O en qué mundo creían que estaban?


Cada cual con su riesgo

El PSOE, (o Sánchez, que en estos días, parece que confundirlos es una táctica electoral que podría funcionar) parte como perdedor. 

  • Todas las encuestas excepto la de Tezanos coinciden en ello. No importan las diferencias cuantitativas entre ellas sino la tendencia, y ésta, como digo, es casi unánime. Es lógico. El desgaste sufrido por los errores puede ser superior al rédito obtenido por los aciertos. Y esto es así aquí y en todas partes: para mantener el poder es más rentable no equivocarse que acertar. 
  • Sin embargo, táctica y estratégicamente esa vitola de perdedor amplía el abanico de opciones a la hora de diseñar la campaña electoral. Especialmente ahora que, cerrada la operación Sumar, ha cesado la algarabía a su izquierda. Un inciso, la ausencia de Irene Montero y de Pablo Echenique de las listas de Sumar creo que es un acierto de Yolanda Díaz: los votos que se pierdan por la indignación de sus incondicionales serán muchos menos que los que se ganen entre los que se alegren por ello.  
  • Mi impresión es que mantener el poder pasa por conseguir cotas de participación en torno al 80 %. Eso depende, a su vez, de hasta dónde llegue Sumar y en qué medida Yolanda Díaz y Pedro Sánchez sean capaces de presentarse ante sus electores como diferentes pero compatibles.

AlbertoNúñez Feijóo está en estos momentos más cerca de ser el próximo Presidente de Gobierno que de tener que volverse a Galicia (Puedo equivocarme, pero no creo que se le perdonara no ganar: hay recambios posibles y lo sabe toda España)

  • En cierto modo, su relación con Vox guarda algún paralelismo con la que he comentado entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz: sabe que va a necesitar ponerse de acuerdo con la formación verde, necesita que tenga buenos resultados, pero no puede consentir que sea a costa suya. 
  • Es decir, tiene que defender la frontera común y tratar de crecer por el centro, lo que deja su yugular al descubierto: cualquier tibieza ideológica será aprovechada por los halcones de Vox para quitarle votos por su derecha.
  • En cualquier caso, ni PP ni Vox tienen que movilizar a nadie: sus votantes son, en este sentido, ejemplares y acudirán puntuales a la cita. Al revés que en la izquierda, la abstención en la derecha siempre es más baja.

Una última ocurrencia

¿Y si los votos de el PNV, por ejemplo, fueran los determinantes para decidir quién será el próximo Presidente? ¿Son más o menos compatibles con Vox o con Sumar? Pues para cerrar el post, déjenme que vuelva al autor del primer párrafo, Alexis de Tocqueville: "Los partidos son un mal inherente a los gobiernos libres".




sábado, 17 de junio de 2023

 Una tabarra incesante

Para qué vale una campaña electoral

¿Para que el ciudadano tenga la oportunidad de saber qué proponen los candidatos y los Partidos que les apoyan? ¿Para que, en consecuencia, el voto de cada uno esté soportado por la libre decisión del votante ante opciones bien diferenciadas?

En absoluto. Eso es lo que dicen todos los interesados (deberíamos sospechar de tanta unanimidad) pero mienten. La verdad es bastante más prosaica: sólo se trata de dar con la tecla que lleve ríos de votos a su alberca, la mayor cantidad posible. El resto no cuenta.

Por consiguiente, si hay que mentir, se miente; si hay que prometer, se promete; si hay que olvidar, se olvida; si hay que disfrazarse, se disfraza uno. No faltaría más. Vale todo, o casi todo: acusar al adversario de lo que tú haces a diario, tergiversar realidades cuyo conocimiento pueda perjudicar tus expectativas, ocultar tus verdaderas intenciones tras frases rotundas aunque estén vacías de contenido. Lo primero es asegurar a tus votantes históricos, es decir, que no cambien de bando; luego intentar arrebatarle al contrario cuantos más partidarios, mejor. 

El problema, como se ve, es que si todos buscan lo mismo, acabas siendo víctima de la paradoja que Don Francisco de Quevedo enunciaba en su "Rol de cornudos": a base de intentar meterse en la cama de la mujer del vecino, todos acaban sufriendo lo que más temen: ser cornudos (la cita no es literal).

Parece un panorama desolador, pero es lo que hay. No es de ahora, como casi todo lo que tiene que ver con la política. Cosas parecidas pasaban ya en Atenas en el siglo de Pericles. Luego, la campaña termina, se abren las urnas y la misma noche electoral, donde dije digo, digo Diego, porque… Elijan la justificación que más les guste: seguro que coinciden con lo que dijo algún vocero.  

Veamos algunos ejemplos.


El debate sobre el debate

Pedro Sánchez propone seis debates electorales, seis, cara a cara con Feijóo. Borja Sémper, el brillante hombre orquesta rescatado por Feijóo para el PP, contesta que eso es una excentricidad.

A partir de ahí, todos los días presentadores y tertulianos repiten argumentos a favor o en contra de cada una de las dos posiciones. Se tira de hemeroteca para demostrar que cuando le convino, Pedro Sánchez remoloneaba los debates, o que Feijóo incurre en contradicciones flagrantes. 

Perogrulladas. Ya se sabe que los debates los pide quien va peor en las encuestas y trata de evitarlos el que cree que no los necesita. Cualquiera de los dos puede estar equivocándose, pero eso nunca se sabrá. 

Hay, no obstante, dos elementos indiscutibles:

  • El ciudadano tiene derecho a saber qué piensan hacer los candidatos que están pidiéndole su voto (que dicen que van a hacer, que no tiene por qué ser lo mismo que lo que terminen haciendo una vez que alcancen el Poder).
  • Si hablamos de un derecho del ciudadano, buena parte de las idas y venidas de estos días se evitarían regulando ese derecho, es decir, estableciendo por Ley el desarrollo  de los debates electorales: cuántos, entre quiénes, cuándo, cómo. Ni siquiera hace falta inventar: hay otros países que ya lo han hecho. En nuestro caso es una evidencia que no habría tiempo para aplicarlo antes del 23 de julio.


Los lemas electorales

Frases fáciles de recordar, media docena de palabras, como mucho, que vayan directas no a la razón sino al sentimiento. Unas veces se acierta y el lema recolecta votos, otras se falla porque no se entiende o se interpreta al revés. Hay ocasiones en las que pueden servir para lo que se crearon, aunque consistan en incongruencias.

Por ejemplo "Voy a derogar el sanchismo". Seamos algo rigurosos:

  • "Derogar". Según la RAE, en su única acepción, es dejar sin efecto una norma vigente. ¿El sanchismo es una norma? No. No importa qué recopilación de textos legales consulten, no hay norma alguna, de la Constitución a las Órdenes Ministeriales, pasando por la baraúnda de disposiciones emanadas de las CC.AA., que sea "El sanchismo". Primer problema, por tanto: técnicamente el sanchismo es inderogable.
  • "Sanchismo". ¿Qué es eso? Decir que habría que preguntárselo a Feijóo sería salirse por la tangente. A riesgo de equivocarme, puedo suponer que se refiere a una forma concreta e identificable de hacer política. ¿Puede derogarse, es decir dejar sin efecto, una forma de hacer política? Yo lo pensaría antes de contestar no vaya a ser que alguien pueda demostrar que, en el fondo, el modo de hacer política, en cuanto a pactos, en cuanto a prometer una cosa y hacer otra distinta, acabe siendo el denominador común de la práctica totalidad de los miembros de la clase política. Incluso, puestos a imaginar ¿No cabría la posibilidad de que hubiera sanchismo sin Sánchez? ¿O no sigue habiendo franquismo sin Franco?
  • ¿Equiparamos "sanchismo" con Leyes aprobadas durante su mandato? Podría funcionar, porque las Leyes sí pueden derogarse, pero o detalla a cuáles se refiere o puede acabar derogando Leyes que su Partido apoyó, como la modificación a la llamada Ley del sólo sí es sí. 
  • Última advertencia: cuando uno deroga una Ley, por ejemplo la que establece el incremento anual de las pensiones según el IPC, o lo hace a través de una cláusula derogatoria en la norma que sustituye a la anterior, o tendría que declarar expresamente vigente normas que ya desaparecieron. Imaginen la segunda: los jubilados hemos tenido este año un incremento cercano al 10 % en nuestra pensión ¿Tendríamos que reintegrar a las arcas de la Seguridad Social el 9’75 % del incremento, que es la diferencia entre la norma "sanchista" y la "rajoyista"? 

Rasgadas de vestiduras

Como era de esperar, el calendario político derivado de la convocatoria de elecciones generales está solapando los conciliábulos para lograr la gobernabilidad de Ayuntamientos y Comunidades con las actividades frenéticas de la precampaña de las estatales.

Tiempo propicio a las desmesuras, con especial incidencia en los pactos que van fraguándose para gestionar unos y otras. Máximas cotas alcanzan los comentarios de la izquierda cuando el PP pacta con Vox, herejía democrática, o cuando el PSOE lo hace con  la izquierda radical, delito de lesa ptria. Me pregunto a qué viene tanto escándalo.

  • ¿De dónde vino Vox? O, dicho de otra manera ¿A quién votaban los que ahora lo hacen por Vox cuando este Partido no existía? ¿Quizás al PP, y antes a AP? ¿Qué había antes de que Unidas Podemos se consolidara como fuerza hegemónica a la izquierda del socialismo? ¿Alguien pretende prohibir lo que no le gusta? ¿Por qué es asumible unirme con quien tengo a mi flanco y es un escándalo que lo haga mi oponente?
  • Si damos por hecho que todos los Partidos que compiten en las elecciones están amparados por la Constitución y que su peso especifico se corresponde con el número de ciudadanos que les han votado; si admitimos que mi voto vale igual, pero no más que el de mi vecino que eligió la opción opuesta a la mía ¿Por qué vemos natural que se agrupen mis amigos y me escandaliza que lo hagan quienes no lo son?
  • Por descontado, no hay en nuestra legislación posibilidad alguna de exigirle responsabilidades al político que se hartó de decir en campaña que jamás pactaría con  Vox o con UP, y que incumple la promesa al día siguiente del recuento de votos. Téngalo muy presente antes de soltar su voto: cuando lo hace a favor del Partido A, en realidad le está dando un cheque en blanco para que se junte con quien tenga a su lado; el Partido B, por ejemplo, que tan mal le cae. Y lo hará si lo necesita para llegar a La Moncloa, haya dicho lo que haya dicho la víspera.

No quisiera que nadie pensara que estoy apuntando en una dirección concreta. No en este caso. Al contrario: lo que estoy tratando de decir es que es aplicable el dicho de que en todas partes cuecen habas. Y seguirán cociéndose el 24 de julio.


Un ejemplo sublime de filosofía política (¿O será surrealismo carpetobetónico?)

PP y Vox han suscrito un documento programático subsecuente con su pacto de gobierno en la Comunidad Valenciana. 50 medidas en las que he visto reflejadas, como no podía ser de otra manera, las ideas de ambos firmantes: "violencia intrafamiliar", reducciones fiscales, rechazo a lo que la izquierda entiende por memoria histórica, ninguna referencia al cambio climático, etc., etc. Nada que no fuera previsible.

He leído alguna crítica, no condena, procedente de la calle Génova. Supongo que, por el contrario, a más de un dirigente de Vox le parecerá que los suyos se han quedado cortos. Lo habitual, en suma, cuando hay que gobernar con otro.

Algunos medios de comunicación de los que suelen considerarse fiables han publicado, además, lo que la coalición ha dado a conocer, también por escrito, como resumen del programa, concretado en cinco puntos. Asombroso. Advierto que no lo he tomado de la Webb de ninguno de los dos Partidos, así es que me excuso desde ahora por mis comentarios, si el referente no fuera auténtico.

El texto en cuestión, consta, como digo de cinco puntos nada más. Vean:

1- Libertad para que todos podamos elegir. 

2- Desarrollo económico, para reducir gasto innecesario e impulsar la economía. 

3- Sanidad y servicios sociales, para reforzar la sanidad pública y los servicios sociales. 

4- Señas de identidad, para defender y recuperar nuestras señas de identidad. 

5- Apoyo a las familias, para fomentar la natalidad, seguridad y promoción de las familias.  

Permítanme algunos comentarios sobre este documento digno de cualquiera de los grandes pensadores de la civilización occidental. Un prodigio de síntesis capaz de ocupar un lugar de honor en el mismo anaquel que diera cobijo a "La República" de Platón o "El espíritu de las Leyes" de Montesquieu, pasando por el "De legibus" de Marco Tulio Cicerón y "El Príncipe" de Maquiavelo:

  • "Libertad para que todos podamos elegir". Muy oportuna, imprescindible más bien, la precisión, no fuera a ser que alguien pensara que estaban refiriéndose a un modelo de libertad que no sirviera para elegir, o que sólo pudiera ser disfrutada por uno de cada cuatro ciudadanos. 
  • "Desarrollo económico para reducir gasto innecesario e impulsar la economía". Me pregunto quién habrá sido el genio clarividente que redactó este punto. Verá usted, mi anónimo escribidor, la finalidad del desarrollo no es reducir el gasto superfluo, sino más bien al revés: si usted logra reducir el gasto dispondrá de más recursos para lograr el desarrollo económico, que por cierto, es lo mismo que impulsar la economía. 
  • "Sanidad y Servicios Sociales, para reforzar la sanidad pública y los servicios sociales". Sin comentarios (o casi). Dos de la vela y de la vela dos. Tautológico enunciado que sorprende encontrar en un acuerdo entre dos Partidos tan proclives a lo privado frente a lo público, pero, en fin, eso es lo que dicen que dice el documento. Algún trasgo travieso extrae de mis recuerdos aquella otra frase antológica, "Un plato es un plato, y un vaso es un vaso" que dejó a la oposición sin habla.
  • "Señas de identidad, para defender y recuperar nuestras señas de identidad". Eso es, que como dice el pueblo soberano lo que abunda no daña. ¿Alguna idea sobre cuáles son nuestras señas de identidad? Por el momento, que se sepa no hay anexos que lo expliquen. Yo tengo mi versión, que no hace sino insistir en lo esencial: las señas de identidad son aquellas que nos hacen ser lo que somos. ¿Que no todos somos iguales? ¡Pues vaya!
  • "Apoyo a las familias, para fomentar la natalidad, seguridad y promoción de las familias". Un poco menos perogrullesco que los apartados anteriores (enuncia algo parecido a un escueto guión) pero deja todo sin concretar. Por ejemplo, ¿qué se propone para fomentar la natalidad, pagar a tanto por nene o prohibir la píldora del día de después? ¿Tiene algo que ver la seguridad de las familias con la violencia intrafamiliar, ahora que está claro que lo del machismo es un infundio de la izquierda progre? ¿Cómo va a promocionar la familia, con premios de natalidad a la antigua usanza, con puntos adicionales en los concursos de méritos para ascender, o con descuentos de fin de semana en los restaurantes?

En resumen: PP sabe lo que quiere Vox y Vox conoce de memoria lo que busca PP ¿Quién necesita papeles, la prensa? Pues toma papel. 


Nada más por hoy, y lo siento, porque me he dejado en el tintero dos materiales sobre los que quizás escriba en otro momento: la muerte de Berlusconi y los tropiezos judiciales de Donald Trump. Dos personajes con más de un punto en común.

sábado, 10 de junio de 2023

 Estrellas y estrellados

Réquiem por el Centro moribundo

En las democracias occidentales suele considerarse un axioma que el control del centro  es la escalera que conduce al Poder. Sin embargo, el centro político español carga a su espalda la paradójica maldición de que acaba siendo el oscuro objeto del deseo de unos y otros de manera que el Partido que lo encarna termina siendo triturado una y otra vez por la derecha y por la izquierda. 

Es la consecuencia de que los grandes ambicionan la ocupación de ese espacio como premisa para poder gobernar.

Al mismo tiempo, los Partidos que flanquean ese espacio enmascaran su verdadera fisonomía  disfrazándose de centristas, así que el conservador dominante se hará llamar "Centro Derecha", y su antagonista progresista, tratará de ser visto como "Centro de Izquierda".

Le teoría política dice que en toda democracia consolidada, es positivo contar con una formación moderada, refugio de intelectuales tolerantes, atractiva para la pequeña burguesía, para profesionales independientes, para gentes interesadas por la política pero alejadas de las ideologías excluyentes; un partido interclasista, apoyado en algún medio de comunicación solvente y alejado del sensacionalismo. Estas formaciones no suelen alcanzar la Presidencia del Gobierno pero sí puede decidir quién ocupará el sillón más buscado.

El papel esencial de este partido es actuar como amortiguador de la tensión que genera la confrontación directa de conservadores y progresistas, de tal suerte que ambos sepan que, llegado el caso su acceso al Poder pasa por recibir el apoyo del centro, que, por definición puede ser capaz de hacerlo con uno o con otro: todo depende de cuál de los dos sea capaz de incluir en su programa de Gobierno más o menos puntos del catecismo centrista.

En consecuencia, la mera existencia de ese Centro consolidado obliga a la derecha y a la izquierda a moderar sus propuestas.

Por desgracia, en España, desde los años 30, por referirnos sólo a épocas cercanas, cada vez que este Centro ha existido ha acabado pulverizado por las formaciones que lo flanquean

  • Azaña terminó en la irrelevancia frente a la batalla entre CEDA y a la conjunción social comunista. Al final de la lucha encarnizada entre ambos nos esperaba una guerra civil de la que a veces parece que aún no nos hemos recuperado del todo.
  • Suárez acabó siendo víctima de las prisas del Partido Socialista y del apetito del Partido Popular refundado sobre las ruinas de Alianza Popular, con la intestimable colaboración de los prófugos internos, muchos de los cuales les debían a Suárez ser quienes eran.
  • Intentos como el CSD, la UPyD el ensayo del centro liberal, no importa la valía de gentes como Miquel Roca, Caamuñas, Merigó, Garrigues Walker, Eduardo Punset, y tantos otros, acabaron siendo un lejano recuerdo de lo que pudo haber sido y no fue.

Hubo un momento en el que parecía que Ciudadanos escaparía a esa maldición. Es verdad que el Partido nació con ciertas carencias doctrinales que hubo que ir rellenando con más frases que fundamentos: presentarse en público como garante de la lucha contra la corrupción y defensor de la unidad de España como conceptos diferenciales era olvidar que la honradez es requisito previo común (no importa cuántos lo olviden) y que la unidad territorial del Estado es bandera compartida por la inmensa mayoría de las formaciones, entre otros detalles porque esa unidad es piedra angular de la Constitución.

Pese a todo, pese a su programa económico tan alejado del centro, pese a su indefinición en bastantes otros campos, pareció consolidarse. Más entre desencantados de la derecha y de la izquierda que por obra y gracia del aporte de liberales convencidos, una especie que no abunda demasiado entre nosotros.

Ciudadanos empezó a morir cuando su éxito, primer Partido en Cataluña, tercer Partido  nacional a muy poca distancia del Partido Popular, despertó la ambición de su líder por llegar más allá. 

Varios errores monumentales, no hacer nada en Cataluña después de que Inés Arrimadas ganara las elecciones catalanas, o tratar de desbancar al PP para convertirse en líder no del centro sino de toda la derecha, mandaron a Rivera a su casa. 

Peor aún fue ser infiel al credo centrista y alinearse inequívocamente con la derecha.  No jugó la baza de apoyar al PSOE cuando pudo hacerlo y eso acabó trayendo como consecuencia la más nefasta algarabía de pactos entre socialistas y lo peor de cada casa para hacer buena la mayoría insuficiente del PSOE. Simultáneamente, el PP cayó en la cuenta de que los votos de Rivera, dado su cambio de estrategia, estaban disponibles: el objetivo dejó de ser conseguir su apoyo y pasó a ser absorberlo.

Albert Rivera confundió Poder con Gobierno; fue incapaz de advertir que hay más "Poder" en decidir quién gobernará España que en alojarse en La Moncloa.

No obstante, seguimos necesitando, quizás más que nunca, contar en este país tan propenso al cainismo con una fuerza capaz de castigar al extremismo, sea del signo que sea. Es posible que falten años para que acabemos dándonos cuenta de que no es lo mismo perder las elecciones porque el centro se ha aliado con la otra gran opción, que porque tu antagonista te ha machacado a conciencia.

La existencia de ese centro, hoy perdido, es garantía de que tú mismo tenderás a moderarte siquiera sea para poder contar, llegado el caso, con el apoyo de quien puede elegirte como socio dominante o inclinarse por tu antagonista, y que la decisión depende en buena medida, no sólo de los votos obtenidos sino de tu propia prudencia.

Otra vez será. Hoy, ahora, estamos lejos de ese remanso de paz. Andamos en otras: los conservadores tratan de quitar protagonismo a lo que hay a su diestra y los progresistas intentan ser hegemónicos respecto quienes tiene a su flanco izquierdo. Unos y otros quieren conseguirlo huyendo del centro. Peor para todos, peor para España. En cada cambio de ciclo, perderemos el tiempo deshaciendo lo que encontremos hecho porque es la manera de que se nos identifique como verdadera derecha o verdadera izquierda.


Historia de una caída anunciada

Nueve años. Ésa es la edad de Podemos. Fue el fruto de circunstancial una ola general de descontento. Vino al mundo como una consecuencia más de los efectos que la crisis financiera el 2009 tuvo sobre amplísimas capas de la sociedad española.

Un grupo de profesores universitarios, activistas sociales y tertulianos aglutinaron a su alrededor la más variopinta caterva de indignados que quepa imaginar. Pasado el tiempo, cuando fueron capaces de individualizar su indignación, unos acabaron votando a la derecha de la derecha, otros se quedaron en casa, algunos volvieron a su lugar de origen y bastantes siguieron a Podemos. 

La suma heterogénea de esos descontentos, el hábil manejo de las nuevas técnicas de comunicación social, la puesta en circulación de un lenguaje nuevo y la momentánea debilidad de las formaciones clásicas dieron alas al movimiento que, nacido como alternativa a la partitocracia, acabó siendo otro Partido más. No, no un Partido más, sino la caricatura de lo que decía odiar.

Podemos fue pasando de la fase del de la etapa del descontento como cemento aglutinador al personalismo lindante con el culto a la personalidad, las purgas internas, las deserciones, el germen de la desunión, en definitiva. Tanto que tuvo que añadir a su nombre el adjetivo "Unidas". Todo un síntoma.

El Partido nacido en los arrabales del movimiento antisistema, el que quería acabar con "la casta", creció deprisa, aglutinó docenas de movimientos similares, consiguió la incorporación de lo que un día fue nada menos que el Partido Comunista de España, coqueteó con el secesionismo, apadrinó la celebración de cuantos referéndums de independencia pudieran pedirse, convirtió en bandera la defensa del feminismo, de la diversidad, de la transición ecológica, del animalismo y llegó, como sabemos al Gobierno. En parte por la irresponsabilidad de los que negaron a Sánchez el pan y la sal, pero llegaron. Y ahí , precisamente ahí, empezó su declive.

Por el camino fue dejando los cadáveres políticos de la mayor parte del equipo fundador; repasen las fotos de Visa Alegre I. Cuando arreció el temporal, su mismo creador hizo como se alejaba, cuando en realidad seguía trasteando en su juguete con el mando a distancia, parapetado detrás de un micrófono y una cámara de televisión. Lo cierto es que nunca fue capaz de superar el hecho de que no es lo mismo juntar a tu alrededor a los descontentos que ponerlos a trabajar en un solo proyecto, porque las causas de la indignación eran dispares, contradictorias en muchos casos: había descontentos por lo que se hacía de más y por lo que no se hacía, y Pablo Iglesias quiso que marcharan todos al paso de su música. 

La debacle no ha sido, por el momento, del calibre de lo ocurrido a Ciudadanos, pero está al borde del despeñadero. Unidas Podemos no está en la UVI, pero acaban de darle cama en la UCI: los resultados de la última confrontación electoral son evidentes. Su irrelevancia aumenta cada día que pasa, cada oportunidad que pierde de distinguir entre la esencial y lo accesorio. Las epígonas de Iglesias ni están dando la talla ni son capaces de alzar el punto de mira y apuntar al horizonte: todo se les va en insultar a los que tiene más cerca. Quizás porque su soberbia se lo impide, acaso porque su vista no da para más.

No es que hayan caído en la herejía del fraccionalismo, es que a la izquierda del PSOE jamás hubo ni el menor amago de unidad. El odio al próximo es más fuerte que la aversión al contrincante. Siempre ha sido así: es peor el hereje que el infiel, y en esos matices, el español es un maestro.

Inexplicablemente, el dúo "Montelarra", la pareja de ministras más impopulares de la historia, no parecen capaces de entender algo elemental: lo malo no es que las odien los votantes de Vox; lo verdaderamente nocivo para la izquierda es que son las menos apreciadas por quienes tendrían que ser sus votantes naturales; estos, puede ser que no voten a Núñez Feijóo, pero si se quedan en casa restarán votos al bloque progresista. ¡Y Belarra y Montero, y Montero y Belarra, erre que erre, dando la murga con un relato que ya era viejo cuando se les ocurrió! 

Así es que así estamos ahora: en seis semanas votamos. La campaña se presenta desapacible, porque así lo hemos querido todos. 

  • La derecha, al menos sólo plantea una alternativa, PP o Vox, alternativa en la que cada día que pasa es más difícil encontrar las diferencias. No importa demasiado: al final el bloque encontrará la forma de trabajar juntos.
  • La izquierda, a la greña, perdida en los matices, enfrentada a muerte por personalismos suicidas, tendrá muy difícil ser el bloque compacto que saque al votante de su casa. Como suele decirse hay quien está dispuesto a quedarse ciego con tal de que el otro se quede tuerto.

A última hora, un panorama no tan incierto

Virtualmente enterrado Ciudadanos, y con las fuerzas a la izquierda del PSOE a la greña ¿qué cabe esperar el día 23?

  • Las encuestas, tomadas una a una, no aciertan jamás. Consideradas en su conjunto, señalan el horizonte con bastante nitidez: sube el PP y baja el PSOE; Vox aguanta y UP se desmorona. Nadie tendrá mayoría absoluta. El peso específico de cada uno de los bloques está muy parejo. Será determinante quiénes vayan los terceros.
  • Anoche a las 12 se cerró el plazo para inscribir coaliciones. Pocas horas antes supimos que Yolanda Díaz había logrado reunir bajo "Sumar" a las formaciones que están a la izquierda del PSOE. Las listas únicas no son garantía de éxito, pero sí condición imprescindible. 
  • Irene Montero se queda fuera.  Es la cara visible de algunos de los errores de más grueso calibre, imputables al Gobierno de coalición. Yolanda Díaz suelta lastre y su todavía colega del Consejo de Ministros, Ione Belarra, acepta lo inevitable: su más próxima compañera de Unidas Podemos, es rechazada por las demás formaciones.

Una última y manida reflexión: la alternancia es uno de los dogmas de la democracia: veámosla como lo que es, ganen o pierdan los que se llevaron tu voto.