domingo, 25 de agosto de 2019

Agosto

Yo no quería

Dije a finales de julio que me proponía tomarme un respiro con mis posts durante el mes de agosto. Si acaso, insinuaba la posibilidad de sustituir mis comentarios habituales por la edición de algún relato corto.

Al final, ni una cosa, ni otra.

No habrá relatos, escribiré algo, pero descarto enfangarme en el grotesco espectáculo de la política nacional, si por tal se entiende la interminable serie de lamentaciones, exabruptos, imputaciones, disculpas, dimes y diretes de los voceros de nuestros Partidos.

Sólo un apunte, una premonición que no llega a profecía: cada día que pasa estamos más 
cerca del adelanto electoral. PP y PSOE así lo quieren aunque lo nieguen con sospechosa insistencia. Por supuesto, la culpa es del otro. Como siempre.

Si acierto, bien, sino… Tampoco lo habré hecho mucho peor que los profesionales de la cosa.

No obstante, a punto de terminar el mes vacacional por antonomasia, cuando se avecina la enésima ola de calor, mientras las playas del Sur sufren la invasión no sólo de millones de gentes extrañas de dudosa catadura, sino, lo que es peor, de miles y miles de toneladas de algas insidiosas procedentes del extremo oriente, varios sucedidos me llaman tanto la atención que me van a permitir su glosa.

La familia Pujol sigue contando sus caudales

290 millones de euros. Eso es lo que según los medios, prensa y televisión (quizás también la radio, pero no me consta) ha ido acumulando el clan Pujol a base de poner a salvo el resultado de la rapiña.

¡Espanya els roba! Clamaban éste y ése y aquél bocazas en nombre del independentismo. 

¡Qué razón tenían! El viejo Pujol y Doña Ferrusola, la autoinvestida Madre Superiora, y su aplicada prole son, les guste o no, españoles. Eso dicen sus pasaportes y sus Documentos de Identidad, así es que, en cierto  modo, si ellos roban a los catalanes, España les está robando.

Cosa vergonzosa, se mire como se mire. Salvo el monto exacto de lo esquilmado, todo el mundo sabía lo que estaba pasando. Se habla de ello desde hace años; de vez en cuando se hace como que algo va a pasar, pero nada, ni el padre, ni la madre, ni el perrito que les ladre alteran su vida.

Peor aún: cuando al ex honorable se le cita en el Parlamento Catalán, se encalabrina, truena amenazas, la audiencia baja la cabeza, mira para otro lado y sigue sin pasar nada. ¿Quién tiene miedo? ¿Y miedo a qué?

Es un clamor que el encarcelamiento de la familia, cuyo comportamiento, no lo digo yo, sino los Tribunales, es típicamente mafioso haría dar un giro definitivo al proceso secesionista, pero pasan los años y los unos por los otros, la casa sin barrer.

¿Quién protege a los Pujol? O, quizás mejor ¿Quién teme al Lobo Feroz?

Náufragos, ONG’s, y el espectáculo de la política italiana

No sé qué es más asombroso, si la imagen de Matteo Salvini, crucifijo colgando del cuello, tronando contra los aspirantes a morir en el mar, la imposibilidad del Primer Ministro italiano de meter en cintura a su Ministro del Interior, la desfachatez de éste planteando una moción de censura contra su socio de Gobierno, o la impasibilidad con la que el pueblo italiano se toma toda esta tragicomedia.

Consecuancias previsibles de alianzas imposibles ¿Imaginan un Gobierno español con Pablo Iglesias de Presidente y Abascal de Vicepresidente? Ésa es la situación italiana, pero algo peor, porque el Movimiento 5 Estrellas está a la izquierda de Podemos. Saber qién está al a derecha de quién, si Salvini o Abasal, está más allá de mis posibilidades.

Tampoco está nada mal el increíble modo en el que Doña Calvo, Subpreboste del Gobierno español en funciones hace el ridículo cuestionando el proceder del Open Arms, que se dedica a recoger náufragos sin permiso de la Srª Vicepresidenta. ¿Ha cambiado el Derecho Marítimo o sigue siendo obligatorio auxiliar a quien se encuentra con dificultades en la mar?

Será, digo yo, que su jefe no le ha explicado por qué un día se puede hacer lo que la víspera se descartaba. No, no me refiero a si hay o no Gobierno con el padre de los hijos de Irene Montero,  que eso parece cada día más claro, sino al lio de los rescatados por el barco español.

Luego, unos se rasgan las vestiduras, otros acusan al que tienen más a mano de inconsecuencia e irresponsabilidad, pero casi nadie habla del por qué esos pobres desgraciados salieron de su pueblo, se jugaron la vida cruzando medio continente, volvieron a jugársela cuando se pusieron en manos de desalmados y casi la pierden cuando se echaron a la mar.

Y menos aún oigo a nadie decir cómo piensan evitar la próxima tragedia. Que vendrá, no lo duden, porque ahí, a pocos kilómetros de nuestras costas, varios cientos de millones de desesperados miran a Europa como si fuéramos la Tierra Prometida. ¡Qué sabrán lo que les espera!

Arde Brasil

Brasil, y también Bolivia y Colombia arden sin descanso desde hace demasiado tiempo.  Cientos de miles de Hectáreas se han convertido ya en humo y cenizas. 

Bolsonaro ha llegado a acusar a los ONG’s, una de sus obsesiones, de estar detrás de los incendios. Bolsonaro declara que Brasil carece de medios para hacer frente a la catástrofe. Bolsonaro, el mismo Bolsonaro, no su hermano, ni un primo suyo, ni alguien con quien comparte apellido, rechaza la ayuda internacional porque eso es insultante para la soberanía brasileña. Bolsonaro miente más que habla, aunque eso podría no bastar para que perdiera las siguientes elecciones.

Los madereros quieren más árboles para sus negocios, aunque sean ejemplares medio quemados; de eso algo sabemos en España. Agricultores y ganaderos, quieren más tierras para sus cultivos o para dar de comer a sus animales. Bolsonaro los comprende. Bolsonaro dice que la Amazonía es suya, de Brasil, de él, de los madereros, de los agricultores.

Unos cuantos miles de aborígenes podrían perder la vida ¿ pero son brasileños? No. Son salvajes que viven de espaldas al progreso. Ni siquiera votaron a Bolsonaro, así que no es probable que sean tenidos en cuenta.

El comportamiento de Bolsonaro es egoísmo ultra nacionalista. El egoísmo, decía Nietzsche, es la esencia de un alma noble. Nietzsche, precuela del fascismo. 

Y nosotros, los de aquí, los del resto del planeta vemos cómo arde la floresta en la que se genera el oxígeno que necesitamos para vivir. Pero la amazonía es de Bolsonaro, que es amigo de Donald Trump y enemigo de los ecologistas, que, como todo el mundo sabe, son agentes al servicio del comunismo internacional, así que, desde ese punto de vista, mejor morir cianóticos que vivir en las garras del Gran Enemigo.

El Gran Patán  va de compras

Andaba Donald Trump tonteando con la Primera Ministra Danesa, que si voy a ir a verte, que qué ilusión, que verás lo bien que vamos a llevarnos, que… Cuando una mañana, de recién despierto, agarra el aparato de tuitear y sin encomendarse a Dios ni al diablo anuncia, muy a su estilo, por sorpresa, que tiene in mente comprarle Groenlandia a Dinamarca.

Groenlandia, la isla más grande del Planeta, algo más de 2.166.000 kilómetros cuadrados, o, lo que es lo mismo, bastante más que tres veces el tamaño de Texas, y más de cuatro la superficie de España.  

Eso es lo que Mr. Trump quería comprarle a la Primera Ministra. No recuerdo si habló de precio o si eso lo dejó para el postre del almuerzo en el que pensaba hablarle de esa minucia.

La Primera Ministra, repuesta del ataque de risa (“Que no, señora, que no estaba borracho, ni de broma, que creemos que lo dice en serio”) tuvo que explicarle al Matón de Occidente que Groenlandia no estaba en venta, entre otras razones quizás incomprensibles para Trump, porque la isla no era del Gobierno, sino, antes que nada de sus cincuenta y seis mil habitantes, pocos, es cierto, pero muy suyos.

Es posible que don Donald llegara a enterarse de que buena parte de los isleños eran inuits, lo que le dejó más convencido de las posibilidades de su pretensión que si hubieran sido, por ejemplo, alemanes o, incluso, daneses, pero siendo eso... 

(-¿Que son qué? 
-Inuits, Presidente, como los del Ártico de por aquí. 
-Ya, o sea, salvajes. Bueno, esos no cuentan. Como los indios de Bolsonaro. Además, Groenlandia está más cerca de América que de Dinamarca.)

¿Que no quiere vender ? Pues visita anulada ¿Qué se ha creído esta pordiosera?

Lo curioso es que uno tira de cosas leídas y la actitud de Mr. Trump ya no le parece tan exótica, al menos vista desde el despacho oval. No sería la primera vez, ni la segunda que Los Estados Unidos de Norteamérica agrandan su territorio por medio de un contrato de compraventa.

Recién estrenado el Siglo XIX, 1803, nada menos que Napoleón, a la sazón Emperador de Francia, vendió el territorio de Louisiana por la cantidad de 15 millones de dólares. Las razones de L'Empereur podrían o no comprenderse, pero eso fue lo que hicieron él y los norteamericanos: él vendió, el Gobierno USA compró, y nueve años después, Louisiana se convirtió en Estado de la Unión.

En 1867, Alejandro II, Zar de todas las Rusias, vendió Alaska al Gobierno norteamericano por la módica cantidad de 7.200.000 dólares. Alejandro sería Zar, lo era, y, por tanto, dueño y señor de todos los inmensos territorios de la Madre Rusia, pero me temo que no tenia ningún olfato para los negocios.

Y, bueno, qué quieren que les diga, es evidente que Groenlandia y Dinamarca, y el siglo en el que vivimos no tienen puntos en común con Zares, Emperadores aunque sean franceses y Siglo XIX, pero no es menos cierto que, en cambio, lo que pretendía Mr. Trump, es hacerse con un gigantesco solar, y eso, para alguien como él, genio de las gestiones inmobiliarias, era una operación de lo más trillado.

Por otra parte, mejor es comprar que invadir. Ya sé que Groenlandia no es la Isla de Granada, ni Panamá, ni Santo Domingo, pero, de verdad ¿para qué mandar los Marines si el otro está dispuesto a vender? El negocio es más barato, menos sangriento y hasta suena como más democrático.

Por cierto, ni se les ocurra reírse porque él, el gerente inmobiliario metido a Presidente no ha de enterarse, y si lo hace no lo va a entender. La próxima que haga será más tremenda

El mes que viene hablaremos del Gobierno