viernes, 27 de septiembre de 2019

Jueces y división de poderes

En poco más de veinticuatro horas, tres órganos judiciales, dos españoles y otro británico,  han sido protagonistas de noticias que han ocupado primeras planas de diarios y aperturas de noticieros de televisión.

En el caso británico se han visto involucrados los tres poderes del Estado. En los españoles también, pero, al margen de cuestiones de bastante más fondo, ha habido algo que me ha llamado la atención: personajes antagónicos han acusado a la democracia española de desconocer lo que es la división de poderes.

Los delirios de Boris Johnson sufren un revés inesperado

Sin entrar en demasiadas florituras teóricas, a uno se le ocurre que cerrar el Parlamento, sea el del Reino Unido o el de San Marino, para evitar oír cosas desagradables sobre lo que uno está dispuesto a hacer, no parece la más democrática de las posturas.

Uno recuerda aquello de “estoy en total desacuerdo con lo que usted está diciendo, pero daría mi vida por defender su derecho a seguir diciéndolo”, y piensa que los tiempos han cambiado.

Ahora, un demagogo sin demasiados escrúpulos estaba dispuesto a cerrar el mismísimo Parlamento Británico. Luego, el Poder Judicial, sale en defensa del poder legislativo y deja en evidencia al poder ejecutivo. Magnífico ejemplo de la virtualidad de la división de poderes. Y poco más.

Lo que quiero decir es que por muy contentos que se hayan (nos hayamos) puesto quienes ven (vemos) a Boris Johnson como una amenaza para la estabilidad de la vieja Europa y un riesgo evidente de perjuicios bastante concretos para nuestra nada boyante economía española, no deberíamos creer que el varapalo de la Corte Suprema Inglesa ha hecho nada por la Unión Europea.

Ni lo ha hecho, ni estaba en su mano. Boris Johnson sigue siendo el Premier Británico. Boris Johnson continúa con sus planes de salida abrupta de la Unión dentro de un par de suspiros. Boris Johnson, el “patriota” que tanto gusta a Trump, otro “patriota”, desafía al Parlamento y el vacilante Corbin, que sabe contar, descarta plantearle una moción de censura porque no tiene apoyos suficientes. 

Como los republicanos en USA, los conservadores británicos, menearán disgustados la cabeza ante las intemperancias de Mr. Johnson pero es dudoso que vayan a descabalgarlo ahora, cuando acaban de elegirlo su líder hace pocas semanas.

Moraleja: no confundas nunca tus deseos con la realidad. La realidad británica es que Johnson es el Primer Ministro, que está donde está porque su Partido, el ganador de las últimas elecciones, lo puso ahí. Y que sigue sacando partido del resultado del referéndum que, nos guste poco, mucho o nada, fue el que fue, no el que les hubiera gustado a los que perdieron, o a los que ni siquiera tuvimos nada que decir. 

La Audiencia Nacional, el ciudadano Torra y los indepes juguetones

La Guardia Civil, después de una larga investigación, más de un año, pone a disposición judicial a nueve sujetos pertenecientes a los Comités de Defensa de la República, acusándoles de terrorismo, en base a las pruebas que obran en autos y de las que no voy a hablar porque están a disposición de cualquiera que quiera ojear un diario o escuchar un telediario.

El Tribunal, deja en libertad a dos de ellos y decreta prisión incondicional sin fianza para otros siete. O sea, los Jueces ven indicios de criminalidad suficientes para apartar de las calles a quienes, según todos los indicios, se preparaban para atentar contra la paz, la tranquilidad, los bienes y quién sabe si también las vidas de sus conciudadanos. El cargo es terrorismo.

Vaya por delante que en el sistema del que disfrutamos nadie ha condenado a nadie todavía, y no puedo, por tanto, considerar criminales a estos sujetos. No hasta que sean juzgados y declarados culpables

Sin embargo, al Presidente de la Generalitat, es decir, el representante del Estado en la Comunidad Autónoma que preside, le ha faltado tiempo para cumplir una vez más con su acreditada condición de agitador callejero y desde la más solemne de las tribunas, ha tocado a rebato y ha soltado la sarta de lindezas que reserva para las grandes ocasiones: represión española, desobediencia civil, ignorancia de los mandatos judiciales, soberanía del Parlamento en el que hablaba (uno más de los diecisiete de su nivel que hay en la Nación a la que pertenece, eso es todo) exigencias extemporáneas respecto a qué hacer si los Jueces no hacen lo que él quiere, etc., etc.

Dice que España le acosa, que está harto de amenazas y que él y los CDR que tanto anima son pacíficos. ¿A cuántos pacifistas de toda la vida conocen ustedes que gasten su tiempo en preparar explosivos y utilicen sus domicilios para guardarlos hasta el momento de usarlos en objetivos ya definidos? Luego se rasga las vestiduras porque la Guardia Civil, con mandamiento judicial en la mano, no se olvide, violente puertas y entre en casas de pacíficos “indepes” buscando las pruebas de su pacifismo.

Y, fíjense qué curioso: el representante del Poder Ejecutivo en Cataluña que amenaza con sacar a pasear a los Cuatro Jinetes del Apocalipsis si el Poder Judicial no hace lo que él cree que es justo, brama, a renglón seguido, que en España ¡No hay división de poderes!
Así es que, a diferencia del caso británico, aquí tenemos a un energúmeno que utiliza el poder que le dieron los votos para intentar condicionar la conducta de los Tribunales y, de paso, violentar la voluntad de más de la mitad de los ciudadanos a los que debería representar.

Es evidente que el Sr. Torra dio ayer un paso más para empujar Cataluña a la aplicación de ese Artículo de la Constitución que tanto odia, y otro pasito más para acercarse él mismo al destino que ya han conocido algunos de sus correligionarios. Puedo equivocarme, pero viendo el talante del infrascrito, más lo veo en el chalé de al lado de Puigdemont que en la celda contigua a la de Oriol Junqueras.

El Tribunal Supremo español y los restos del General Franco

No hace falta volver la vista atrás hasta el día en el que el General Franco violó su juramento y se alzó en armas contra la República que había jurado defender. Vamos, nada más, a la última década.

En noviembre de 2011, la Comisión de Expertos que trabajaba sobre la aplicación de la Ley de Memoria Histórica, recomendaba la exhumación de los restos del General, porque era el único de los 33.847 enterrados en la Basílica que había muerto después de la Guerra Civil. Algo que era incoherente con la finalidad del multitudinario cementerio, salvo que la razón para continuar en su tumba fuera admitir que él, el General, era la causa última de tanto fallecimiento.

Seis años después, el 11 de mayo de 2017 el Congreso aprueba una proposición no de Ley del PSOE apoyada por Ciudadanos y Podemos con la abstención de PP y ERC, para  exhumar los restos del General Franco del Valle de los Caídos. Extraña coincidencia: Partido Popular y ERC votaron en el mismo sentido. No hay pruebas de que ninguno errara el voto.

Otros datos posteriores a tener en cuenta han sido la oposición frontal de la familia del General a la exhumación, la actitud del Abad benedictino de la Basílica, la aparente conformidad de la Iglesia a la postura del Gobierno (más que apoyo habría que hablar de un lavado de manos al modo de Pilatos), la elección por la familia del difunto de la Catedral de la Almudena, la paralización de la exhumación por algún Tribunal madrileño  por los riesgos laborales de la operación, y, por encima de todo ello, la crispación general que entre partidarios y detractores de la medida ha generado el culebrón.

Por último, creo que fue el martes de esta semana, el Tribunal Supremo ha dado la razón al Gobierno y autoriza la exhumación. Eso parece, a expensas de la atenta lectura de la sentencia, aún no conocida.

La Sentencia nos ha sorprendido en plena precampaña, con las elecciones generales a la vista. Hay quien ha interpretado el hecho como una artera maniobra del Presidente en funciones que, según sus detractores, la ha manejado como munición electoral desde el primer momento.

A mí me parece que los tempos judiciales ni suelen ni deben tener en cuenta los avatares de la política porque se mueven en planos independientes y diferentes. Los Jueces han hablado ahora y a unos les vendrá bien y a otros mal. Por cierto ¿Estamos seguros de a quiénes beneficia y a quiénes perjudica?

Ciudadanos, que votó a favor de sacar al General de su tumba en El Valle de los Caídos,  en línea con su tendencia errática de los últimos tiempos, se rasga ahora las vestiduras. Parece que culpa a Sánchez de haber movido los hilos de manera que la decisión del Supremo le beneficie. El Sr. Rivera sabrá lo que hace, o no lo sabrá, pero lo hace.

En cuanto a la familia del difunto, he leído en un diario de cobertura nacional una entrevista al portavoz, Francis Franco, nieto del Dictador y me han llamado la atención un par de cosas.

Argumenta el portavoz que exhumar los restos de su abuelo y determinar en qué lugar deben ser enterrados, vulnera gravísimamente el derecho de los familiares a elegir libremente la tumba de sus deudos. Es posible que tenga razón, igual ha encontrado entre los papeles de la familia algún documento donde conste la conformidad de los familiares de los 33.847 muertos que yacen en la misma Basílica para ser enterrados precisamente allí. Y eso que cuando los llevaron a Cuelgamuros desconocían quién iba a ser su compañero de osario.

Afirma Francis Franco que todo ha sido una maniobra del Gobierno y que en España no hay división de poderes. Lo mismo que ha dicho Torra. Curioso ¿verdad? Me pregunto desde cuándo abomina el portavoz de la familia de la absoluta carencia de esa división de poderes durante el interminable mandato de su amado abuelo.

Por último, he oído a alguien que hablaba en nombre del Gobierno que se pretende acabar con este serial cuanto antes; incluso antes de las elecciones, si ello fuera posible.

Creo que no va a poder ser: ¿Y la posición del Abad benedictino? ¿Hay algún plan alternativo a su posible negativa? ¿Cree la Sra. Calvo que en caso de discrepancia la Santa Sede va a torcerle el brazo al Abad? ¿Y las maniobras  dilatorias, legítimas, gusten o no, de la familia, recurso ante el Constitucional, eventual demanda en Tribunales Europeos? ¿Y la oposición del Juzgado de lo Contencioso contra la licencia de obras del Ayuntamiento de San Lorenzo del Escorial? No, no van a llegar a tiempo, ni es tan importante, creo yo.

¿Tiene algún interés mi posición personal?

Para mí, sí, y para que mis lectores tengan algo más claro por dónde van mis modos de pensar, tal vez también.
Hay ocasiones, ésta, por ejemplo, en que es imposible estar de acuerdo con todo el mundo, así es que partiendo del absoluto respeto a quienes no opinen lo mismo que yo, esto es lo que pienso respecto a cada uno de los tres asuntos comentados.

A.- Me alegro mucho del revolcón sufrido por Boris Johnson, pero me temo que aparte del alegrón poco más vamos a sacar de la Sentencia de la Corte inglesa. El Premier Británico es perfectamente capaz de hundir el mundo en defensa del mundo.

B.- Estoy convencido de que la decisión de encarcelar sin fianza a siete de los nueve detenidos por la Guardia Civil, no es más que el resultado automático de la aplicación de la legalidad vigente. Un aperitivo de la que se nos viene encima. No es el Gobierno quien establece la relación entre independentismo y terrorismo, sino la actuación concreta de los encarcelados. Soy de los que empiezan a echar de menos medidas concretas contra quienes están propiciando, otra vez, el caos.

C.- Pedro Sánchez puede salir beneficiado o perjudicado por el momento en el que el Tribunal Supremo ha avalado la exhumación de los restos del General Franco. Eso ya se verá. Por lo que a mí se refiere, creo que es algo que debió de haberse hecho hace muchos, muchos años. El embrollo actual tiene raíces muy profundas y no lo va a resolver el mero paso del tiempo.





viernes, 20 de septiembre de 2019

Votos: la deseada cosecha del otoño

Era de esperar

Pasó lo que tenía que pasar: nuestros geniales políticos, tan parlanchines, tan proclives al insulto gratuito, tan alejados de lo que acontece a su vera, tan dispuestos a cargar las culpas al vecino, no han estado a la altura de las circunstancias así que de aquí a poco nos volveremos a ver papeleta en mano camino de las urnas.

Pase que los figurones que tanto se desgañitan desde las pantallas, se empeñen en culpar al otro de lo que está pasando, de lo que pudo haber sido y no fue, del desatino que impera en nuestra política desde hace demasiado tiempo.

Pase, digo, porque cada día más la política española es cosa de pícaros, pero nosotros, los paganos del desafuero, los soportadores de la ineficacia de los que se hacen pasar por nuestros representantes, tenemos que saber que tanto despropósito excede con mucho los deméritos de uno, de dos, o de tres personajes.

No es posible, les faltan fuerzas para ello. No hay titanes tan poderosos en nuestro escenario. Llegar a donde ahora estamos es obra colectiva. Sólo la complicidad suicida de la clase política en su conjunto puede conseguir algo tan eficazmente disolvente como lo que se nos viene encima: un país paralizado, vegetando entre los estertores de un modelo de desarrollo agotado, mientras fuera de nuestras fronteras asoman nubarrones por todos los frentes que exigirían acuerdos básicos sobre las líneas maestras del caminar del Estado. Ponerse a trabajar codo con codo y dejar las discrepancias para mejor momento

Las causas de la parálisis

Como digo, sería ingenuo e injusto pensar que la causa del desbarajuste es cosa de uno que lo ha hecho todo mal. No. Ni de uno, ni de dos, ni de tres. De todos, ya digo.
Por inmadurez política, por la arraigada manía de pensar siempre y solo para adentro del Partido, o, incluso, de la fracción del Partido a la que perteneces. 
Por la subordinación de la ideología a la táctica, por la dependencia patológica de los resultados de las encuestas (se dice lo que se supone que quiere escuchar el votante, no lo que debería deducirse de lo que  que cada Partido dice que defiende)
Y ellos, nuestros representantes, siguen creyendo que somos imbéciles y no perciben nuestro desánimo, nuestro hastío, hasta nuestra indignación que, sorprendentemente, volcamos también contra quienes hace poquísimo tiempo se alzaron como portavoces de eso, de la indignación, para terminar siendo alumnos aventajados de quienes decían maldecir.

Pero no todos son iguales, no

Permítanme que pase de puntillas sobre las escasas responsabilidades de dos formaciones, ambas de la derecha, en el resultado que ahora tenemos ante los ojos.

Vox no es responsable de que no haya Gobierno. Sus escaños eran irrelevantes a la hora de configurar mayorías parlamentarias suficientes, y su papel en el teatro de nuestra política era otro: agitar las aguas, llegado el caso escandalizar con declaraciones coherentes con su programa pero llamativas por infrecuentes y, en definitiva, poner en dificultades a sus aliados circunstanciales. El viejo principio de conseguir que sean otros quienes apliquen tu programa.

Nadie en su sano juicio podría solicitar de Vox el menor movimiento que facilitara la continuidad del Partido Socialista en la Moncloa.

Tampoco el Partido Popular tenía demasiado recorrido en este desbarajuste. Cierto que en otros países, coaliciones de socialdemócrtas y conservadores han sido el contrapunto a populismos de ambos extremos. 
En otros países. Me temo que en el nuestro, aún estamos verdes para ello. Así que el Sr. Casado bastante ha tenido con moderar sus exabruptos de campaña y mostrarse algo más conciliador. Es de agradecer, en especial si persevera en su nueva línea y deja los excesos para otros.

Nacionalistas y secesionistas jugaban con un panorama predibujado del que era difícil, imposible desmarcarse: cualquier cosa menos favorecer las opciones conservadoras de las que nada podían esperar (al menos en teoría, porque la Historia reciente demuestra con qué frecuencia ha pactado el PP con vascos y catalanes cuando ha necesitado sus votos). 

Me resulta, no obstante, enternecedor verificar la transfiguración del malo por antonomasia, el Sr. Rufián, convertido en un apacible y moderadísimo parlamentario, ejemplo de las buenas formas ¿Han visto? ¡Si le ha cambiado hasta la voz!

Por otra parte, certificadas las divergencias entre ex convergentes (dispensen el mal juego de palabras) y gentes de ERC, buena parte del futuro de estas formaciones en las próximas citas va a depender del texto de la Sentencia al Proceso, de las reacciones que provoque en seguidores de huidos y encarcelados y de las posteriores actuaciones del Gobierno al que toque lidiar este morlaco.

El papel de Pedro Sánchez y su actuación en la tragicomedia 

Sánchez recogió el mayor número de votos en las últimas elecciones. No es ganar, pero se le parece bastante. No debe de extrañar, por lo tanto, que se reservara para sí mismo el papel de Presidente de Gobierno, por mucho que molestara a quienes militaban en otras formaciones.

Conviene recordar a veces lo que uno mismo dijo cuando estuvo en semejante posición y recordar, sobre todo, que los demás también tenemos memoria.

Había dos posibles mayorías parlamentarias. Por una parte, una difusa izquierda, suma de elementos dispersos, a veces contradictorias, socialdemócratas, comunistas, populistas antisistema, izquierdas provincianas con alma de insurrectos radicales. Matemáticamente posible, pero social, política e históricamente catastrófico. 

Desde mi punto de vista, Sánchez podría haberlo conseguido, pero debió de creer que era un ensayo insensato, incluso suicida para su propio futuro político. Acertó, desde luego, mal que le pese a los nostálgicos irreductibles.

Cabía también un ensayo novedoso en España y archiconocido de fronteras afuera: una alianza de centro izquierda, con o sin responsabilidades de Gobierno compartidas. PSOE y Ciudadanos sumaban escaños y no eran incompatibles ni mucho menos. Dos tercios de España suspiraban por el acuerdo, Sánchez/Rivera. No incluyo la lista de los interesados porque están en lamente de todos.

Fue imposible; absoluta, completa e irremediablemente imposible. Alguien acabará pagando sus errores.

Pedro Sánchez no todo lo hizo bien, ni mucho menos. Intentó jugar a dos barajas (enseñó el caramelo a Pablo Iglesias y, al mismo tiempo,odejó que dijeran que su afán era acordar lo que fuera con Ciudadanos) y a poco le sale mal, porque ofrecer, como hizo, una Vicepresidencia y tres Ministerios a las de Unidas (lo siento pero me resisto a escribir “los de Unidas”) estuvo a punto de llevarle a un punto de no retorno en la alianza que nunca quiso con el Sr. Profesor.

Hayan dicho sus adversarios lo que hayan querido, creo que el paso del tiempo ha demostrado sin género de dudas que Sánchez nunca se fio de Iglesias (¿Quién de mis lectores se hubiera fiado?) y que, sea por estrategia, por convicción o por mero oportunismo, no ha querido saber nada del independentismo catalán. 

Destaco lo de catalán, porque no hizo tantos ascos al independentismo vasco, acaso porque ahora no cuente con banda armada detrás de ellos. En todo caso, el episodio navarro admitiendo la ayuda de Bildu es, en mi opinión, su gran error de este período de interinidad. 
Él lo verá como quiera, pero para muchos, el saldo de la operación es clamorosamente negativo, no sólo para España, sino para él y su Partido.

Así que si las cosas no salían como él hubiera querido, pocas opciones le quedaban más que pedir (con la más pequeña boca que pueda imaginarse) la ayuda de sus contrincantes y, dando por descontado que era pedir peras al olmo, ir preparando la siguiente cita con las urnas.

El dramático caso del Profesor que quiso ser Ministro 

Empezó como agitador callejero, aglutinador de descontentos interclasistas, muñidor de acuerdos fragilísimos entre antisistemas, jubilados enojados, ayudantes de cátedra, comunistas desnortados, feministas radicales, regionalistas que se creían nacionalistas y tránsfugas que empezaron en la ultra derecha y terminaron de consejeros áulicos del Profesor.

Se pronunció a favor de referéndums a la carta, soñó con ser el referente de la izquierda, acuñó términos que hicieron fortuna (“La casta”, “La Trama”, “La Gente”) quiso ser comunista por la mañana y socialdemócrata por la tarde. 

Dio ruedas de prensa sentado en el suelo, encabezó manifestaciones contra el Parlamento, abandonando su escaño para ponerse al frente de la algarada, intentó abrumar a un joven líder sin escaño que debió parecerle fácil de devorar, dio a conocer Gobiernos que nadie había nombrado y, de repente, todo se vino abajo y empezó a perder fuelle.

No sé si por propia iniciativa o por consejo de la número dos de su organización (¿o debería decir de su desorganización?) dejó pasar el último tranvía, creyendo que el siguiente sería más confortable y traería asientos para más conmilitones.

Se quedó compuesto y sin novia, lamiéndose sus heridas no sé de qué lado de la piscina de su flamante vivienda.

Espera las siguientes elecciones en posesión de un récord difícil de superar: es la única formación que se dice de izquierdas y ha impedido cuatro veces en tres años la formación de un Gobierno de izquierdas. 

Pese a todo, no creo que sea un submarino de la derecha. Es, nada más, alguien que tiene una opinión inexplicablemente sobrevalorada de sí mismo.

El sueño imposible de un centrista descentrado

Y me falta hablar del Sr. Rivera. Él, no yo, él, dice de sí mismo y de su Partido, que es liberal y, claro, cómo no, de centro. 

Demasiados políticos quieren ser el centro, no porque ahí esté la verdad, sino porque ser de centro es evitar el estigma de ser rojo o de ser facha y, cuando toque, puedes mirar a un lado o a otro.

Pero… por sus obras los conoceréis.

Rivera empezó bien. A muchos nos gustaba la gallardía con la que hablaba de España en Cataluña, y el énfasis que ponía en considerar inadmisible la corrupción. Alguna vez dije que pobre el país que necesita que un Partido defienda la honradez, pero ésa es otra cuestión.

Lo que no ofrece dudas es que el Centro permite mirar a izquierda y derecha sin riesgo de que se te parta el pescuezo. El centro es el gozne, la bisagra que puede, en un momento dado, cambiar de socio para seguir garantizando la gobernabilidad del país.

Resulta, pues, incomprensible que el líder del supuesto centro se niegue no ya a pactar, sino a hablar siquiera con quien tiene a su lado por la izquierda (o por la derecha, aunque esto parece que ni ha ocurrido ni se espera que ocurra).

No quiero elucubrar sobre las causas, pero la deriva de Rivera en estos últimos meses ha sido espectacular: elaboró un discurso y sigue preso de su contenido. Lo malo, lo pésimo para Rivera es que el discurso ha resultado estar vacío.

Dijo que la banda de Sánchez, desde el comienzo de los tiempos tenía ya acordado el reparto de los pedazos de España con independentistas y comunistas, en el conciliábulo que había tenido lugar “ahí al lado, en la habitación del pánico”.

¡Qué miedo! ¿Verdad? Luego, cuando se demuestra que es falso, se revuelve indignado porque la realidad le estropea el discurso y se queda sin tarima sobre la que alzarse.

Tan seguro estaba de sí mismo que los discrepantes de su propio Partido tuvieron que irse.
¿Saben? No quiero ser profeta pero noto un cierto tufillo a Rosa Díez, esperanza blanca un día, cabeza visible de una supuesta tercera vía, y hoy… quizás esté guardando sitio a Don Rivera, donde quiera que ahora esté.

Las claves de la próxima cita electoral

Complicado cóctel. Mezclen una sentencia que deje malparados a los procesados; añadan una dosis de discrepancias estratégicas entre catalanes; dispongan de algunos excesos verbales de Vox; cuenten con la presencia de algún que otro actor más o menos esperado en la izquierda, procedente del Claustro de Profesores; tengan a mano una dosis creciente de desinterés traducido en abstención; den por hechos nuevos errores de quienes no dan ni una en el clavo en los últimos tiempos; dejen caer unas gotas de exceso de confianza en quienes se supone que deberían tener buenos resultados, agiten durante dos semanas y…

Seguiremos en un panorama semejante al actual. 

La única vía de salida pasa por que nuestros representantes, por una vez y ojalá sirva de precedente, piensen en España antes que en ellos y su Partido. 








viernes, 6 de septiembre de 2019

A la vuelta de vacaciones

Quim Torra, Montesquieu y las algaradas de Hong Kong.

El inquilino del Palacio de La Generalidad (Palau de la Generalitat, en catalán, idioma cooficial en Cataluña, pero no en el resto de España) el ciudadano español que hoy funge como Presidente de la Comunidad Autónoma es toda una delicia para cualquiera que se dedique a comentar lo que pasa en los cenáculos políticos. No tanto como Donald Trump, pero porque Cataluña no es USA, no por falta de condiciones personales.

Carente del sentido del ridículo, este activista reconvertido a testaferro del prófugo, este genuino representante del más rancio nacionalismo supremacista, este aspirante a compañero de galería de quienes le precedieron en el camino de la vulneración de la legalidad ha dejado esta semana dos verdaderas joyas, para regocijo de propios y extraños.

No me consta que levantara amenazador el dedo, ni que engolara la voz cuando lo dijo, pero aventurando futuros, se puso a hablar de la cada vez más próxima Sentencia en el juicio ese que ha dado en llamarse juicio al procés. 

(Llamo la atención a mis lectores sobre la curiosa cuasi redundancia semántica de hablar de juicio al procés, porque si admitimos que todo juicio es un proceso, estaríamos hablando del juicio al juicio o del proceso al proceso, pero qué le vamos a hacer: uno, de pronto, cae en la tentación de mezclar lenguas y pasa lo que pasa).

A lo que iba. Torra advirtió a quien estuviera dispuesto a darse por aludido de que “no iban a admitir otra Sentencia que no fuera absolutoria para todos y cada uno de los procesados”. En caso contrario, el palanganero del huido amenaza con “incendiar las calles” porque no espera nada del Estado Español. (Yo creo que sigue esperando que ese Estado continúe pagándole su sueldo, y haciendo frente a los gastos de su Comunidad Autónoma que él va dejando en pañales, pero esa es otra cuestión).

Así que Don Torra, ciudadano español cuya identidad y nacionalidad acreditan el D.N.I. y el Pasaporte, le gusten o no, se permite el lujo de advertir nada más y nada menos que al Tribunal Supremo de su país, de que él y no sabemos cuantos más, están dispuestos a tomar las calles si la sentencia no se acomoda como un guante a lo que le haya dicho desde Waterloo el huido de la justicia. Entre nosotros: estoy seguro de que no faltarían algunos voluntarios para dar la murga y cargarse parte del mobiliario urbano, pero a él no le veo corriendo riesgos. Tiempo al tiempo.  

España, su país mal que le pese, disfruta ahora de un régimen político cuya calidad democrática está tan consolidada que puede permitirse el lujo de considerar que tamaña barbaridad, insólita agresión al principio de la división de poderes, puede ser considerada una grotesca manifestación de la libertad de expresión, una idea perturbada de lo que es una sociedad avanzada, o el sueño perverso de una mente envenenada. Nada, en definitiva, que haga tambalear los cimientos del sistema.

Habrá otros que crean que esos exabruptos no deberían quedar sin respuesta, que la Fiscalía está tardando en abrir diligencias, que el Presidente de la Generalidad debería ponerse a la cola de los que esperan turno para ocupar celda en el penal que corresponda. También tienen derecho a pensar así, y hasta para intentar que así ocurra.

La paja en el ojo ajeno y la viga en el propio. 

El Señor Quim ha enronquecido él y nos ha aburrido a los demás repitiendo hasta la náusea que votar es democracia y que encarcelar por votar es la más acabada muestra del totalitarismo más cerril; el que cabe esperar, por otra parte, de esos sub humanos que somos, según él, los habitantes del resto de España. ¿Recuerdan?

Pasan unos cuantos meses y ahora resulta que si alguno de sus más o menos compañeros de viaje, ese viaje a ninguna parte en el que se han embarcado, reclama o propone elecciones autonómicas anticipadas, se descuelga diciendo que en absoluto, porque en las actuales circunstancias, ¡las elecciones debilitarían las instituciones!

Hasta Don Oriol Junqueras ha hecho un amago de rasgarse las vestiduras y ha comentado que "No se había visto nunca que alguien diga que el hecho de que la gente vote debilita a las instituciones. ¿Desde cuándo el ejercicio democrático del derecho de voto debilita a las instituciones de un país?”

Recuerdo al personal que quien ha recriminado a don Torra es uno de los políticos encarcelados por sus prisas en tomar el atajo que les habría de llevar a la independencia y, de paso, sólo de paso, ha seguir manteniendo la impunidad del clan Pujol.

Cito al líder de Esquerra, que quede claro, sabiendo que el credo de fondo de uno y otro, Quim y Oriol, Oriol y Quim es el mismo. La única diferencia es que uno está en la cárcel y el otro no, por el momento. Y eso, cuando uno se pone a pontificar, se nota.

Ni se muere padre, ni cenamos: coalición, guateque o elecciones

Como los maños del cuento, se pasan la noche templando y vuelven a casa sin rondar a las mozas.

Socialistas y podemitas andan que si programa, que si cargos, que programa bueno, pero que sin cargos no vale, que digo cargos, o sea  cargos, Ministerios ¿vale?  que si no qué hacemos con Dª Irene con la ilusión que le hace, que no valen carguitos, que si me están humillando, pero me aguanto porque trago lo que toque, que ya me sacaré luego la espina, que si no me fío de él, que yo tampoco me fío, que si, que no, que llueva a chaparrón.

Los irresponsables son siempre y sólo, los otros. Nosotros, los únicos capaces de dar estabilidad a España. ¿Quién lo dice? ¿Quién? Perdón, la pregunta es la contraria ¿Quién no lo dice?

Nadie quiere elecciones, pero nadie hace nada por evitarlas. Unos porque creen que van a mejorar, otros porque el berrinche les ciega. Aquellos por cuestiones de principios, esos otros por cuestión de finales. Los de más allá porque digan lo que digan, no ha de valer de nada. Alguno porque, en el fondo, sigue pensando que el destino de las urnas es romperlas.

Los socialistas suponen que van a mejorar resultados a costa, quizás, de Unidas Podemos, cada día más titubeantes, y de Ciudadanos, que dejaron pasar el tranvía mientras deshojaban la margarita de si darse la mano con Vox, limitarse a estar en la foto, quedar a tomar un cafelito o hacer como no sabían de qué estaban hablando. Cualquier cosa, menos ir a hablar con Sánchez.

Rivera se encorajina porque le piden que se de el pico con Sánchez, cuando según él, es el jefe de la banda y ya tiene acordado con populistas e independentistas el reparto de los trozos de España. Lo ha explicado tantas veces que ha terminado por creerlo.

Rivera tiene prisa de que Sánchez haga lo que él dice que va a hacer, porque él lo dice, y todo lo demás es comedia y además, comedia mala: Sánchez, los secesionistas, el populismo ultraizquierdista, la banda.

Tiene prisa de que todo termine como él pronostica porque ¡pobre! no pasa semana sin que alguno de los suyos pida la baja y se vaya del Partido. Unos a su casa, otros a su escaño, pero fuera del Partido, lo que no acaba de gustarle. 

Se comprende. Él podría haberlo evitado hace meses, pero ¿Es que no saben que Sánchez ya lo tiene todo hablado?

Casado se deja barba, luego se la quita, sabe que la presión no va con él, oye que Vox se desinfla y tampoco le espantan las urnas. Las encuestas y, sobre todo, la lógica, indican que por su derecha Vox pierde fuelle, como en su día le pasó a Podemos antes de estar Unidas incluso, y que por su izquierda Rivera, o se calla o va a terminar de colega de Rosa Díez, la Gran Esperanza Blanca que se devoró a sí misma.

Así es que en Génova, “paciencia y barajar”. Lo malo es que…No es el mejor momento, pero los granos salen cuando salen. Ahora que las cosas no pintaban mal, vaya hombre, nuevas andanadas a la línea de flotación, Dª Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, Marquesa consorte de Bornos y Grande de España otra vez en la picota, de la mano de Dª Cifuentes, la del Máster de pega, y no sé cuántos submandamases más. Ya es mala suerte.

Y viene Rivera, para arreglarlo y dice que “España suma, pero la corrupción resta”, buena frase, aunque la haya dicho Rivera.

Menos mal que Vox, por el momento, no dice esta boca es mía, salvo para desmarcarse de cualquier cosa que suene a condena de la violencia machista, porque los hombres también sufren, como ése al que le tienen amenazado con echarle el cierre a su chalé por no sé qué desatención a requerimientos, que ya es manía molestar a la gente de bien, con la cantidad de inmigrantes sin papeles que pululan ante las barbas de las fuerzas de orden público.

El PNV, sensato desde la “espantá” de Ibarretxe, va, viene, vuelve y dice que ellos no van a estorbar. Tal como va la baraja, no han de perder, con o sin nuevas elecciones.

Quedan otros pero cuentan menos.

Entonces ¿qué?  ¿Gobierno de coalición, guateque con programa compartido, Elecciones?
Oiga amigo, que acabo de volver de vacaciones ¿Me ve usted cara de profeta?