viernes, 25 de enero de 2019


Las cosas por su nombre (III) Hablemos de Vox

Las libertades

Libertad de prensa.

Ésta es una de las materias que citaba en mi post anterior como una carencia llamativa del programa. He repasado el documento “100 medidas para la España viva” y no encuentro indicio alguno sobre cuáles puedan ser las propuestas de Vox ni sobre el papel de la prensa ni sobre ninguno de los otros medios de comunicación.

Puede ser llamativa la ausencia, lo es en mi opinión, pero lo cierto es que no tengo razón alguna para suponer una cosa ni su contraria.

No puedo saber qué opina acerca de un hipotético control sobre los contenidos de lo que se escribe en la prensa o se emite por los canales de televisión, ni sobre el papel de los medios de comunicación, ni sobre si se inclina por un modelo “gubernamentalizado” de control o si se deja esta importante cuestión en manos de los propietarios o usuarios de unos u otros medios.

Sería, por tanto, una temeridad intentar extrapolar opiniones basadas en lejanos indicios que pudieran deducirse de otros capítulos. Habrá de ser el futuro comportamiento de la formación en el hipotético supuesto de que esté en condiciones de influir en un sentido o en otro, ya sea de forma directa o indirecta sobre el principio de libertad de prensa. 

En términos de encuesta, habría que dejar este capítulo en la rúbrica “no sabe, no contesta”. Es posible que haya habido manifestaciones verbales al respecto de algún dirigente, pero de haber ocurrido, yo no las conozco.

Libertad de Partidos.

En este capítulo sí hay materia para reflexionar. Veamos:

Medida nº 2: Ilegalización de los partidos, asociaciones o ONGs que persigan la destrucción de la unidad territorial de la Nación y de su soberanía. 

¿Está suficientemente claro? No, en mi opinión.
      
Se trata, es obvio, de ilegalizar Partidos independentistas, a partir de la identificación entre búsqueda de la independencia y lo que el programa llama “destrucción de la unidad territorial de la Nación y de su soberanía”.

No obstante, según el Tribunal Constitucional, tanto pedir la independencia de una parte de España como optar por la sustitución de la Monarquía por la República, no son, en sí mismas posiciones que estén fuera de la Constitución.

Todo depende del modo en el que se afronte el proceso para intentar conseguir lo que se busca. Es evidente que la independencia de una parte de España no cabe en la actual Constitución. Si algún Partido se declara secesionista y respeta las formas de proceder previstas en nuestra Carta Magna para modificarla, podremos estar en desacuerdo con sus postulados, pero, en sí misma, no es razón suficiente para ilegalizarlo.

Las 100 Medidas hablan de ilegalización, pero no dicen cómo lograrlo. En cualquier sistema democrático se supone que habrán de ser los Tribunales quienes resuelvan la cuestión, siempre de acuerdo la legalidad vigente. Legalidad que ya ha servido para declarar fuera de la Ley a algún Partido como Herri Batasuna, pero no por independentista, sino por haber formado parte del entramado terrorista etarra. 

Ir más allá sin modificar antes el texto constitucional y las Leyes que lo desarrollan, es entrar en un terreno resbaladizo en el que puede cuestionarse si no se estará pretendiendo atribuir al Gobierno, al Poder Ejecutivo, la facultad de decidir qué Partido puede seguir presente en la vida política del país y cuál no.

Por si sirve de término de comparación, varios de los países europeos con lo que nos sentimos “homologados” (Italia, Alemania en al caso bávaro, Reino Unido, Bélgica) cuentan con Partidos secesionistas sin que por el mero hecho de serlo, se cuestione su existencia.

Por último, meter a ONG’s y Partidos en el mismo saco, evidencia la referencia del punto 2 al caso catalán (ANC y Omnium Cultural). Caso grave, gravísimo, en mi opinión, que sólo la falta de iniciativas de sucesivos Gobiernos Centrales, o su conveniencia, han dejado pudrir hasta la actual situación. 

Vox, por lo que parece, no es capaz de diferenciar entre legalidad de una posición política e ilegalidad del comportamiento concreto de unos, o muchos de los componentes de un Partido o de una Asociación Civil.

En resumen: La Medida nº 2 me parece autoritaria, indefinida, pese a las apariencias, y próxima a la inconstitucionalidad (salvo que para su ejecución, se agote previamente, el procedimiento de modificación de la Constitución) Es posible que no sea suficiente para calificar a Vox de fascista, pero propone un camino, el de eliminar Partidos, preocupante.

Libertad de movimientos

Las medidas 14, 15, 17 y 19,  referidas todas ellas a la inmigración están en línea con las políticas del actual Ministro italiano del Interior. Habrá quien esté de acuerdo con ellas, no se me oculta, pero, a mi me parece que un país como España que en los años 60 mandó a la emigración a más de tres millones de compatriotas y que en el 39 padeció el exilio de medio millón más, debería conservar algún atisbo de solidaridad con quienes se juegan la vida para huir del hambre y de la muerte.

La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el de 10 de diciembre de 1948, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Hace, pues, algo más de 70 años. La Humanidad la consideró un avance sustancial. España, no estaba entonces en la ONU. Ahora sí, y se supone que respetamos sus acuerdos.

Lean el escueto Artículo 13: 
  • 1.- Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.
  • 2.- Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país. 

Así es que yo no estoy muy seguro de si se trata de emular a Orban, de competir con Matteo Salvini o de iniciar los trámites para que España abandone las Naciones Unidas.

Pese a todo, pese al tufo a xenofobia de las medidas citadas, no me parece bastante para calificar a Vox, sin más, de fascista. Entre otras cosas, porque entre la democracia liberal y el totalitarismo, es lo cierto que hay un espacio incómodo, una especie de tierra de nadie en la que el autoritarismo y el populismo tienen su acomodo tanto por la derecha como por la izquierda.

Libertad de enseñanza.

Este capítulo, como algunos otros ameritarían, por sí solos, no un post en un blog, sino un ensayo exhaustivo. Queda fuera de mis posibilidades, y de mi intención.

Hay principios de fácil lectura y difícil interpretación (Cheque escolar y libre elección de centro, Medida 61). Otras con las que la mayoría estaríamos de acuerdo (Derecho a ser educado en español y a elegir la lengua de escolarización de los hijos, Medida 62); algunas, como la exigencia de autorización paterna expresa para impartir actividades sobre valores éticos, morales, sociales, cívicos o sexuales (Medida 63) pueden parecernos desmesuradas a algunos, pero las he oído defender al Partido del que Vox procede y, más allá de la exuberancia verbal de algún activista, no se me ocurriría calificar de fascista al Partido Popular.

Por último, Medida 65, hablar de implantar un generoso y exigente sistema de becas para las familias con menos recursos, una de dos, o desconoce que las becas ya existen hace ya algún tiempo, o quieren dejar en la penumbra el adjetivo “exigente”, con el que, por otra parte, algunos, yo entre ellos, estamos de acuerdo.

Me parece, en resumen, un capítulo que con muy pequeñas alteraciones sería suscrito por buena parte de la derecha española, e, incluso, en ciertas propuestas, con las oportunas matizaciones, por gentes que votan a otras formaciones. 

La defensa de la caza y la tauromaquia, que también vienen reflejadas en el mismo capítulo de Medidas, son, creo yo, medidas “transversales” que pueden ser asumidas por bastantes de quienes en ningún caso votarían a Vox, lo que pone de manifiesto, otra vez, algo que dije en mi post anterior: ninguna obra humana es ni completamente positiva ni totalmente negativa.

Defensa y Seguridad

Un breve resumen, (advierto que omito adjetivos que aclaran el contenido de cada Medida) antes del comentario:
  • Medida 23: Cierre de mezquitas. Expulsión de imanes.
  • Medida 24: Prohibición de levantar mezquitas a ciertas confesiones. Principio de reciprocidad. Prohibir a terceros países financiar  la construcción de mezquitas.
  • Medida 25: Exigencia de colaboración a los responsables del Islam para detectar radicales.
  • Medida 26: Levantar un muro infranqueable en Ceuta y Melilla
  • Medida 27: Nueva política de defensa para conseguir la protección de España de forma autónoma.

Es decir, que para Vox, visto el contenido y el título del Capítulo, el peligro único para España, es el Islam. Suena a Quinta Cruzada y, llegado el caso (exigencia de delaciones, condicionante de reciprocidad) a poner en práctica los mismos métodos de aquellos a quienes consideramos la hez de la Tierra.
Del muro en Ceuta y Melilla echo de menos la exigencia, en línea con D. Trump, de que lo pague Marruecos, y del diseño de una política de defensa que garantice la seguridad de España de forma autónoma opino que o es una broma o nos veremos embarcados en una carrera armamentística tipo Corea del Norte, que mal ha de casar con las medidas económicas que examinaremos la próxima entrega.
¿Es esto fascismo?
Este capítulo puede que no lo sea, pero se le acerca mucho. No es que trasluzca, es que propone de forma expresa una discriminación por razón de creencias imposible de enmascarar. 
Si lo sumamos a las propuestas en materia de inmigración nos encontramos con una amalgama de xenofobia, intolerancia religiosa en un país aconfesional, y, a poco que hurguemos, racismo. 
Porque cuando se habla de inmigración, no se dice, pero uno sabe que no se está refiriendo a inmigrantes alemanes o británicos, que, por otra parte son tan, tan numerosos como la mayoría de las nacionalidades de los inmigrantes a perseguir. 
En el tercer y último post dedicado a Vox escribiré sobre su programa económico, mujer y familia, relaciones internacionales e Historia. Entonces será el momento de llegar a algunas conclusiones globales sobre la formación de moda.














jueves, 17 de enero de 2019

Las cosas por su nombre (II) Hablemos de Vox

Examinando a Vox

Tal como comentaba en mi último post, estoy intentando analizar los planteamientos teóricos de Vox y de Podemos, extremos por uno y otro lado del arco parlamentario andaluz, por el momento, y, con toda probabilidad del panorama nacional a partir de las próximas elecciones generales.

Por lo que se refiere a esta entrada, tras un examen genérico sobre el uso más o menos correcto del términos “fascista”, cada día más un insulto antes que un referente político concreto, comentaré qué puede extraerse de los documentos producidos por Vox, para lo cual, entre hoy y la próxima entrega, analizaré los siguientes capítulos.

  • El modelo de Estado (en este post)
  • Las libertades
  • La economía
  • Mujer y familia
  • Las relaciones internacionales
  • La Historia

Para terminar con un pequeño capítulo de conclusiones, antes de ocuparme de Podemos.

¿Es correcto tachar a Vox de fascista o nacionalsocialista?

La formación de moda en el panorama político español carga o disfruta, que de todo hay, con una amplia gama de calificativos. En esta España tan aficionada desde siempre a definirse por sus fobias más que por sus filias (Los bandos enfrentados en la Guerra Civil  se definían por el odio al enemigo, más que por amor a su causa, con lo que todo acabó en una contienda de antifascistas contra anticomunistas) tan frecuente es oír ensalzar a Vox por lo que tiene  de anti izquierdismo, como vituperarla por su anti feminismo.

El problema a la hora de calificarla con la mayor exactitud posible es que hasta el momento sólo contamos con declaraciones programáticas o con manifestaciones verbales, muchas de las cuáles han sido hechas al calor de una campaña electoral. Falta la prueba de la verdad: su comportamiento en el ejercicio del poder o sus hechos concretos si de lo que se trata es de oponerse a una ideología rival.

Quizás lo más parecido a lo que echamos en falta es el modo en el que Vox ha pactado con el PP en Andalucía y el resultado escrito de ese pacto. ¿Es o puede ser significativa la cesión de terreno de que ha hecho gala Vox desde su maximalismo inicial hasta el contenido del documento firmado? ¿Táctica o debilidad? Y también un par de declaraciones recientes que muestran una preocupante tendencia a falsear la realidad si con ello se apuntala el programa.

No se puede decir, por ejemplo, que la Junta de Andalucía protege a “más de 52.000 inmigrantes ilegales” sin dar la menor prueba de lo que se pregona. No se puede asegurar que por cada cuatro mujeres víctimas de lo que Vox llama violencia doméstica, hay un hombre, marido o amante, maltratado por su pareja, añadiendo a continuación que “lo que pasa es que estos datos se ocultan”. Si se ocultan y pese a todo se conocen, o se demuestra el dato, o estamos autorizados a pensar que el que lo dice miente.

Para intentar aclarar si es correcto o no calificar de fascista a Vox, contamos, pues, con un buen rimero de declaraciones, un pacto suscrito en Andalucía con el Partido Popular y, sobre todo, con el documento elaborado por el Partido denominado “Cien medidas para la España viva”. Habrá, por tanto, que comparar los postulados teóricos de Vox con los fundamentos básicos del fascismo o del nacionalsocialismo.

Un inciso: en aras del principio de economía del lenguaje, a partir de ahora englobaré en el término “fascista”, tanto el fascismo propiamente dicho, es decir, el régimen nacido en Italia en los albores de la década de los años 20, como al nacionalsocialismo alemán, aún siendo consciente de las notables diferencias entre ambos.

Si se trata, en definitiva, de establecer los límites entre derecha democrática y  fascismo, habrá que empezar por definir los elementos característicos del segundo. Sin ánimo académico alguno, he aquí algunos de estos elementos definitorios:

  • Totalitarismo. El fascismo entiende que el Estado fascista tiene que ser capaz de dar solución a la totalidad de los problemas que afectan al ciudadano y al país, y que, por tanto, tiene no el derecho, sino la obligación de intervenir en todos y cada uno de los aspectos de la vida, no sólo en el ámbito político o público, sino, en ocasiones, en el privado. No obstante, como luego comentaré, el concepto de “totalitarismo” en sentido estricto no es monopolio del fascismo. Desde el extremo contrario también se aspira a solventar la totalidad de los problemas individuales y colectivos.
  • Supeditación del individuo al Estado, lo que comporta la capacidad de éste para eliminar todo aquello que pueda obstaculizar la consecución de los objetivos políticos (supresión de libertades públicas -Partidos y Sindicatos- desaparición de la libertad de prensa, de reunión, de asociación, de manifestación, subversión de los principios generales del Derecho…)
  • Eliminación de la división de poderes. Los Tribunales y el sucedáneo del Poder legislativo, cuando exista, dependerán del poder ejecutivo, ejercido por el Partido único, a cuyo frente, como un Dios, hay un líder que todo lo gobierna, encarnación viva de todos los poderes e identificado con el Estado, con el pueblo que lo forma y con la Historia que, siempre, se ha reescrito a su servicio.
  • El Derecho es una herramienta más al servicio del ideal fascista. Desaparecen conceptos básicos cuya conquista costó siglos de evolución: la irretroactividad de las leyes penales, la presunción de inocencia, el derecho a un juicio justo, la igualdad de todos los ciudadanos ante la Ley, por ejemplo.
  • Racismo: con distintos matices y grados de intensidad, fascismo y racismo van de la mano, ya sea en su versión extrema (caso del nacionalsocialismo) o en el más moderado ejemplo italiano. La raza es señal de identidad del grupo dominante y no respetar su pureza es, sencillamente, delito de alta traición.
  • Militarismo imperialista: el destino universal del pueblo elegido es tan evidente, que el papel del resto del mundo, de los pueblos que lo forman, no es otro que el de servir a los intereses sagrados de ese pueblo, cuya raza es la culminación del proceso evolutivo de la especie humana.
  • Subordinación de la economía y de totalidad de las fuerzas productivas a los intereses de la nación entendiendo por tales, los que así define el líder supremo, llegando a considerar delito de lesa patria cualquier actividad contraria a esta concepción, como la huelga, por ejemplo.

Todos estos elementos -la lista no es exhaustiva- estaban en los documentos programáticos fundacionales de los movimientos fascistas del período de entre guerras, o en textos legales tan tempranos como el Fuero del Trabajo español (véase a este respecto, en cuanto al papel de la producción en el Estado Nacional Sindicalista la Declaración VIII, 3 y la XI, 1). Pasaron los años, pocos por cierto, y cuando los Partidos fascistas llegaron al poder, los pusieron en práctica.

Veamos, de una vez, qué propone Vox a la ciudadanía española y hasta qué punto merece o no ser catalogado como un movimiento fascista. Una última observación: ni antes ni ahora pretendo utilizar el término “fascista” como insulto, sino en su sentido estrictamente político.

Las 100 medidas vistas en su conjunto y algunas que muchos aceptarían.

Son tantas, 100, que tiene que haberlas para todos los gustos. No creo que haya programa político alguno, sea el que fuere, que no incluya alguna propuesta que goce del beneplácito del más acérrimo de sus detractores. El documento, por otra parte, mezcla propuestas de gran calado, sean de nuestro gusto o nos saquen de quicio, con otras de mucho menor fuste.

Entre las primeras:
  • Desarticulación del Estado de las Autonomías y vuelta a un Estado centralizado (Punto 6)
  • Política restrictiva en materia de inmigración (Puntos 14 al 16, 26 y 59, entre otros)
  • Euroescepticismo manifiesto, que nos pondría a un paso del “Hispabrexit” (Punto 33, y 96)
  • Posición anti feminista, por más esfuerzos que se estén haciendo para tranquilizar a la ciudadanía (Punto 70)
  • Neoliberalismo económico (Puntos 39, 40, 42, 45, 46, 47, y 53, este último, relativo al sistema público de pensiones, especialmente significativo)

Y entre las segundas:
  • Publicación de datos sobre origen y nacionalidad de delincuentes (Punto 31) 
  • Protección de la caza y la tauromaquia (Puntos 67 y 68)
  • Control de lobbys, oligarquías y caciques (Punto 83)

Una posible relación de medidas que recabarían una aceptación generalizada, podría incluir:
  • Defensa de la lengua española (Punto 4)
  • Reforma del sistema electoral (Punto 11)
  • Diseño de un nuevo Plan Hidrológico (Punto 34)
  • Reducción drástica del gasto público (Punto 35)
  • Sistema centralizado de compras de la sanidad pública (Punto 58) 

Carencias llamativas
  • Las relaciones con la Iglesia Católica. No hay duda alguna de que el ideario cristiano es la fuente de inspiración de varios de los puntos del programa, pero una cosa es el cristianismo y otra la Iglesia católica como organización, y es la falta de referencia alguna al modo de relacionarse el Estado con la Iglesia lo que me ha llamado la atención.
  • El papel de los medios y redes de comunicación social y la forma de relacionarse con ellos. Tampoco hay punto alguno que se refiera al importantísimo mundo de los medios de comunicación. Ni una palabra sobre qué esperaría Vox del papel, por ejemplo de los medios de comunicación en manos públicas o sobre la necesidad o no de algún género de control sobre las redes sociales.

El modelo de Estado

El programa de Vox, propone desmantelar el Estado de las Autonomías y la vuelta a lo que se denomina “Estado de Derecho unitario” (punto 6, ya citado). Hay, además, una referencia explícita al caso catalán, promoviendo “la intervención de la Generalitat hasta que el separatismo haya sido derrotado sin paliativos y se hayan depurado responsabilidades”. Esta propuesta es la número 1, lo que indica que es algo más que una posición coyuntural.

Supongo que los dirigentes de Vox saben que volver a “un solo Gobierno y un solo Parlamento para toda España”, exigiría una reforma de la Constitución, por el camino largo, es decir el que exige mayoría cualificada en el Parlamento, referéndum, convocatoria de elecciones generales, etc. Ocurre, no obstante, que son tantas las propuestas que terminarían exigiendo una reforma constitucional, que es algo que debe darse por descontado.
Habla Vox de un paso previo: Hasta tanto se alcanza el ideal de Estado centralizado, conseguir la “devolución inmediata al Estado de las competencias de Educación, Sanidad, Seguridad y Justicia limitando en todo lo posible la capacidad legislativa autonómica”
Hay un problema no pequeño en la ejecución de este aperitivo, salvo se acuda a la ya citada reforma constitucional, algo que, si se trata de un paso preliminar, no parecería lógico: el Título VIII de la Constitución, no tiene previsto el procedimiento para “devolver” competencias al Estado. Lo que no significa que no pueda pedirse o, incluso, hacerse, pero ¿De qué forma? ¿Habrá que ir modificando todos y cada uno de los Estatutos? ¿Cómo hacerlo? ¿Qué mayorías espera tener Vox en cada autonomía hasta que el paso previo quede concluido? 
Bien, ésta es la propuesta. Clara, concisa, fácil de entender, y complementada por algunas otras medidas que, de suyo, estarían incluidas en la mayor. Me refiero a la supresión del cupo vasco o del régimen foral navarro. Una medida que, de alcanzarse, supondría un vuelco histórico en la trayectoria que se inició hace cuarenta años.
Pregunto por primera vez: ¿Es esto fascismo?
No necesariamente. Al menos a mí no me parece una conclusión evidente. El centralismo político y administrativo es una opción tan admisible y tan democrática como su contraria. Francia, por ejemplo es ferviente defensora del modelo. El centralismo será democrático o totalitario no en sí mismo, sino en función de la relación entre el Poder y el ciudadano y entre los tres poderes del Estado entre sí.
El federalismo, mayoritario entre las potencias occidentales, tampoco es garantía de democracia: la Unión Soviética fue, al menos en el papel y según sus textos constitucionales, una  Federación, por asimétricas que fueran las relaciones entre el poder central y según qué repúblicas soviéticas.
Por lo que se refiere a nuestro país, sería una simpleza histórica inadmisible identificar centralismo y franquismo. España, con la excepción de la primera República y, tímidamente, de la segunda, ha sido históricamente desde el advenimiento de los Borbones un Estado centralizado. Antes una Monarquía absoluta. Antes… ¿Era España en el sentido moderno del termino?
Mi impresión en cuanto al modelo de Estado, es que el programa de Vox en este punto concreto, no es fascista. Algo que no equivale en absoluto a homologarlo con las derechas europeas o españolas que alardean de centristas. Cuando la derecha alemana o francesa necesita pactar, lo hace a su izquierda, no a su derecha.
Cuestión diferente es cuál pudiera llegar a ser el comportamiento del Partido si tras una hipotética llegada al poder, saltara sobre los requisitos constitucionales para modificar el texto de la propia Constitución. Pero eso sería aventurar una hipótesis que ahora mismo no hay que dar por supuesta.
Como advertí, dejo para posteriores capítulos el examen del resto de los puntos que cité, y, como es natural, mis opiniones finales sobre lo que a mí me está pareciendo VOX hasta el momento. 















miércoles, 9 de enero de 2019

Las cosas, por su nombre

Nuevo año

Pasado el día de Reyes, celebrada la Pascua Militar, el año 2019, desde el punto de vista político, ha comenzado. Un inciso: como de costumbre, no es más que mi opinión, pero me gustó la defensa de la bandera que hizo el Rey. Sé que distanciarse de la bandera, como de las fiestas navideñas, es una de las señas de identidad de una cierta divine gauche, que a falta de otras ideas de más fuste, pierde el tiempo en tonterías.

El calendario del nuevo año se presenta pespunteado de citas electorales. Municipales, Europeas, Autonómicas y, posiblemente, Generales. Todo habría sido más o menos normal si la irrupción de Vox en Andalucía no hubiera tenido un resultado tan inesperado. A partir del recuento de votos, todo ha cambiado. 

La izquierda se mira a sí misma y, lo diga o no, empieza a barruntar que parte de la culpa del éxito de Vox debe buscarla en sus propios errores. Enfrentamientos personalistas entre socialistas y Podemos, decenios de gestión pública manifiestamente mejorable, diagnóstico erróneo sobre la influencia del caso Cataluña en el resto de España, etc., etc.

En cuanto a la derecha (se confiese derecha, se vista de centro derecha o se disfrace de centro) la llegada de Vox al concierto político español le supone varios problemas a los que tendrá que hacer frente. Qué parte del programa de Vox es asumible, hasta dónde puede llegarse en las relaciones con el recién llegado, cuántos votantes puede perder por la izquierda tratando de conservar la fidelidad perdida por la derecha, y sobre todo y antes que nada: ¿Se reconoce a Vox como interlocutor o se le niega el pan y la sal como tantos Partidos europeos de derechas han hecho hasta ahora?

De cómo resuelvan el PP y Ciudadanos estos interrogantes dependerá en algún caso la supervivencia o la marginalidad de quien acierte o de quien se equivoque. De momento, lo que es evidente es que ambos parecen moverse con esquemas distintos: mientras Ciudadanos no muestra síntomas de sintonía con Vox, los populares, que al fin y al cabo están hablando con ex conmilitones, apelan a los resultados electorales para proporcionarle a Vox un lugar al sol. 

Centremos el debate

Así que en vistas de la marea electoral que amenaza como un tsunami de imprevisibles consecuencias, me parece un buen momento para reflexionar sobre el fenómeno que tanto ha alterado el ya de por sí poco tranquilo estanque de la política española.

En definitiva, quién es Vox, qué busca, dónde están sus límites, qué calificativos le cuadran y cuáles son sólo flatulencias insultantes de gentes que no saben, o no quieren o no pueden guardar la compostura y ser rigurosos a la hora de hablar de política (esa materia en la que, con el fútbol y la economía, todo el mundo se siente autorizado a considerarse un experto)

O si se prefiere, cuáles son los riesgos reales de la palmaria radicalización del panorama español a partir de la ampliación por la izquierda y por la derecha del antes tranquilo y  en cierto modo aburrido arco parlamentario. 

Porque también quiero aprovechar la ocasión de hablar, una vez más de podemos, com fenómeno que sin ser simétrico de Vox, comparte con el recién llegado su vitola de formación extremista según los detractores de unos y de otros.

Intención de la serie.

Pretendo, pues, escribir algún post, más de uno, para comprender mejor yo mismo, y, si fuera posible, mis lectores, qué es lo que está pasando, qué España podríamos encontrarnos si Vox o Podemos alcanzaran la Moncloa, o, más verosímil, qué influencia real cabe esperar de la mera presencia de ambas formaciones en las que nominalmente detenten el Poder.

Sé que me resultará imposible lograr la aquiescencia de mis lectores. Tampoco lo pretendo. Hace años que verifiqué que digas lo que digas, hagas lo que hagas, siempre serás “rojo” para algunos y “facha” para otros. Por las mismas acciones o dichos, por supuesto y sin que tú te hayas movido un milímetro de tus puntos de vista.

Sólo trato de difundir la idea de que siempre, pero sobre todo en los tiempos que corren, es bueno pensar antes de hablar y reflexionar antes de votar. Más que nada, porque el voto, para la inmensa mayoría de los españoles, es su único capital político.

Pero… El voto, no lo olvidemos, es nuestro sólo hasta el momento de depositarlo en la urna. A partir de ese momento es del Partido al que tú se lo has regalado. No hay devoluciones, así es que si luego compruebas que te has equivocado, igual tienes que esperar cuatro años, una eternidad, para corregir tu error. 

Temores exagerados.

En la era de las redes sociales, cuando la mentira se ha entronizado como arma de propaganda electoral, cuando la emoción sustituye al raciocinio, cuando se planifica la exacerbación de las pasiones de la ciudadanía, no importa cuáles sean las consecuencias, vivimos bombardeados por voces agoreras que nos encogen el alma anunciando cataclismos apocalípticos en el supuesto funesto del triunfo del contrario.

Así es que venimos oyendo que si Podemos llegara al Poder, sería cuestión de meses ver España convertida en una versión corregida y aumentada de la malhadada Venezuela: tiendas desabastecidas, diarios críticos con el Poder cerrados, opositores encarcelados, Tribunales sometidos, Parlamento secuestrado, corrupción generalizada y bandas paramilitares campando a sus anchas a la caza, acoso y derribo de desafectos.

¿Quién puede creerlo? Quien antes de oírlo estaba dispuesto a creerlo. El ejemplo mexicano va a resultar esclarecedor. ¿López Obrador lo hará todavía peor que sus predecesores? Cuesta trabajo creerlo. La mitad de mis amigos mexicanos lo creen, pese a todo; la otra mitad, están esperanzados. Yo creo que habrá cambios, pero que México, en su verdadera esencia, seguirá siendo, por fortuna, México.

Con la misma insistencia, el mismo alarmismo, los mismos temores, otra parte de la ciudadanía tiembla ante la terrorífica posibilidad de que Vox llegara a la Moncloa. Reediciones de “la noche de los cristales rotos” teniendo a los musulmanes esta vez como víctimas, el machismo por bandera, que, al fin y al cabo, España es tierra de hombres,  el fin del actual sistema de pensiones, vuelta al centralismo imperial, ilegalización primero de los Partidos que más lejos estén de sus postulados y persecución del disidente, simétrica, por otra parte, de la que suponen a Podemos sus detractores.

No pasará, por fortuna, ni una cosa ni otra, no nos engañemos: si Podemos gobernara, no volveríamos al racionamiento, y si ganara Vox no habría partidas de civiles armados cazando musulmanes al anochecer.

Lo que sí es cierto, al menos eso creo, es que sin necesidad de alcanzar el Poder, el mero protagonismo relativo de Vox está radicalizando al PP, como la irrupción de Podemos “izquierdizó” al PSOE. 

Que populares y socialistas hayan acertado o no en esa carrerilla para recuperar votos perdidos a favor de alguien más o menos próximo, en vez de mirar al otro lado de su formación y tratar de ganar por la derecha lo que perdían por la izquierda y viceversa, es otra cuestión. No lo sabremos, porque no ha ocurrido, luego digamos lo que digamos, son sólo conjeturas indemostrables (lo que no deja de ser una ventaja para el que escribe).

Extremismos geométricos y extremismos políticos

¿Qué quiere decir extrema derecha o extrema izquierda? Tendríamos que empezar por admitir que ambas expresiones sólo son convenciones sociopolíticas que, ademas, cambian con el tiempo y el lugar en el que se usen.

Hay una significación que yo llamaría geométrico parlamentaria y que, en sí misma, sólo sirve para situar en un lugar y momento dado a una formación política dentro del hemiciclo. Pensemos en Andalucía: Vox es la extrema derecha, sencillamente, porque no hay nadie a su derecha, como Adelante Andalucía, sería, por la misma razón, la extrema izquierda. 

Es obvio que la entrada de la Falange y de un Partido trotskista hurtaría el dudoso honor de ser extremistas a los grupos antes citados. Un ejemplo de más allá de nuestras fronteras: el Partido Demócrata de los Estados Unidos es la extrema izquierda parlamentaria allí. No creo que en España cupiera en el PSOE.

Hay también un uso alternativo de las expresiones que comentamos. El examen de sus principios programáticos y la evaluación de sus actuaciones prácticas, cuando las hay, permitiría objetivar la cuestión, de manera que sirvieran para algo más que para descalificar a quien esté más lejos de nuestros propios postulados.

Los límites, a mi juicio, los establece el respeto, o la falta de él, de un Partido a los principios básicos de la democracia: sufragio universal, libertad de Partidos, de Sindicatos, de prensa, de circulación, de asociación, el derecho a la justicia, el derecho a la vida, el respeto escrupuloso a la separación de poderes, etc.

A cada cual lo suyo

Así que en próximas entregas trataré de examinar hasta dónde se acerca Vox al nacionalsocialismo o al fascismo para poder decir con propiedad (intenciones insultantes aparte), si se trata o no de una formación fascista o es, nada más, la más conservadora de las opciones electorales.

Y de la misma manera  intentaré concretar hasta qué punto llega el izquierdismo extremo de Podemos y sus múltiples variantes (las “confluencias” en su lenguaje) en relación con el marxismo leninismo o con su variante trotskista, si es que esos son los extremos de la izquierda. 

Tarea ésta algo más compleja y, por otro lado, más sencilla, porque, si bien es verdad que en el batiburrillo podemita hay una corriente interna, la anticapitalista, que tiene poco que ver, por ejemplo con los postulados del sector errejonista también es cierto que Podemos puede ser evaluada a partir de los casos en que ha tocado Poder.

En definitiva se trata de establecer, antes de decidir nuestros votos, los límites entre extrema derecha y fascismo y entre populismo de izquierda y comunismo. No deja de ser curioso que haya pasado un siglo desde el auge de las dos corrientes políticas que conmocionaron el mundo.

¿Es posible que después de cien años hayamos vuelto a reproducir las condiciones objetivas que parieron a las dos fuerzas que a punto estuvieron de destruir la civilización?

Para terminar, y dada mi aversión al abuso de las redes sociales como mecanismo de intoxicación, más que de información, aseguro a mis lectores que mis comentarios estarán basados en su mayor parte en textos originales producidos oficialmente por las dos formaciones que quiero examinar.