miércoles, 9 de enero de 2019

Las cosas, por su nombre

Nuevo año

Pasado el día de Reyes, celebrada la Pascua Militar, el año 2019, desde el punto de vista político, ha comenzado. Un inciso: como de costumbre, no es más que mi opinión, pero me gustó la defensa de la bandera que hizo el Rey. Sé que distanciarse de la bandera, como de las fiestas navideñas, es una de las señas de identidad de una cierta divine gauche, que a falta de otras ideas de más fuste, pierde el tiempo en tonterías.

El calendario del nuevo año se presenta pespunteado de citas electorales. Municipales, Europeas, Autonómicas y, posiblemente, Generales. Todo habría sido más o menos normal si la irrupción de Vox en Andalucía no hubiera tenido un resultado tan inesperado. A partir del recuento de votos, todo ha cambiado. 

La izquierda se mira a sí misma y, lo diga o no, empieza a barruntar que parte de la culpa del éxito de Vox debe buscarla en sus propios errores. Enfrentamientos personalistas entre socialistas y Podemos, decenios de gestión pública manifiestamente mejorable, diagnóstico erróneo sobre la influencia del caso Cataluña en el resto de España, etc., etc.

En cuanto a la derecha (se confiese derecha, se vista de centro derecha o se disfrace de centro) la llegada de Vox al concierto político español le supone varios problemas a los que tendrá que hacer frente. Qué parte del programa de Vox es asumible, hasta dónde puede llegarse en las relaciones con el recién llegado, cuántos votantes puede perder por la izquierda tratando de conservar la fidelidad perdida por la derecha, y sobre todo y antes que nada: ¿Se reconoce a Vox como interlocutor o se le niega el pan y la sal como tantos Partidos europeos de derechas han hecho hasta ahora?

De cómo resuelvan el PP y Ciudadanos estos interrogantes dependerá en algún caso la supervivencia o la marginalidad de quien acierte o de quien se equivoque. De momento, lo que es evidente es que ambos parecen moverse con esquemas distintos: mientras Ciudadanos no muestra síntomas de sintonía con Vox, los populares, que al fin y al cabo están hablando con ex conmilitones, apelan a los resultados electorales para proporcionarle a Vox un lugar al sol. 

Centremos el debate

Así que en vistas de la marea electoral que amenaza como un tsunami de imprevisibles consecuencias, me parece un buen momento para reflexionar sobre el fenómeno que tanto ha alterado el ya de por sí poco tranquilo estanque de la política española.

En definitiva, quién es Vox, qué busca, dónde están sus límites, qué calificativos le cuadran y cuáles son sólo flatulencias insultantes de gentes que no saben, o no quieren o no pueden guardar la compostura y ser rigurosos a la hora de hablar de política (esa materia en la que, con el fútbol y la economía, todo el mundo se siente autorizado a considerarse un experto)

O si se prefiere, cuáles son los riesgos reales de la palmaria radicalización del panorama español a partir de la ampliación por la izquierda y por la derecha del antes tranquilo y  en cierto modo aburrido arco parlamentario. 

Porque también quiero aprovechar la ocasión de hablar, una vez más de podemos, com fenómeno que sin ser simétrico de Vox, comparte con el recién llegado su vitola de formación extremista según los detractores de unos y de otros.

Intención de la serie.

Pretendo, pues, escribir algún post, más de uno, para comprender mejor yo mismo, y, si fuera posible, mis lectores, qué es lo que está pasando, qué España podríamos encontrarnos si Vox o Podemos alcanzaran la Moncloa, o, más verosímil, qué influencia real cabe esperar de la mera presencia de ambas formaciones en las que nominalmente detenten el Poder.

Sé que me resultará imposible lograr la aquiescencia de mis lectores. Tampoco lo pretendo. Hace años que verifiqué que digas lo que digas, hagas lo que hagas, siempre serás “rojo” para algunos y “facha” para otros. Por las mismas acciones o dichos, por supuesto y sin que tú te hayas movido un milímetro de tus puntos de vista.

Sólo trato de difundir la idea de que siempre, pero sobre todo en los tiempos que corren, es bueno pensar antes de hablar y reflexionar antes de votar. Más que nada, porque el voto, para la inmensa mayoría de los españoles, es su único capital político.

Pero… El voto, no lo olvidemos, es nuestro sólo hasta el momento de depositarlo en la urna. A partir de ese momento es del Partido al que tú se lo has regalado. No hay devoluciones, así es que si luego compruebas que te has equivocado, igual tienes que esperar cuatro años, una eternidad, para corregir tu error. 

Temores exagerados.

En la era de las redes sociales, cuando la mentira se ha entronizado como arma de propaganda electoral, cuando la emoción sustituye al raciocinio, cuando se planifica la exacerbación de las pasiones de la ciudadanía, no importa cuáles sean las consecuencias, vivimos bombardeados por voces agoreras que nos encogen el alma anunciando cataclismos apocalípticos en el supuesto funesto del triunfo del contrario.

Así es que venimos oyendo que si Podemos llegara al Poder, sería cuestión de meses ver España convertida en una versión corregida y aumentada de la malhadada Venezuela: tiendas desabastecidas, diarios críticos con el Poder cerrados, opositores encarcelados, Tribunales sometidos, Parlamento secuestrado, corrupción generalizada y bandas paramilitares campando a sus anchas a la caza, acoso y derribo de desafectos.

¿Quién puede creerlo? Quien antes de oírlo estaba dispuesto a creerlo. El ejemplo mexicano va a resultar esclarecedor. ¿López Obrador lo hará todavía peor que sus predecesores? Cuesta trabajo creerlo. La mitad de mis amigos mexicanos lo creen, pese a todo; la otra mitad, están esperanzados. Yo creo que habrá cambios, pero que México, en su verdadera esencia, seguirá siendo, por fortuna, México.

Con la misma insistencia, el mismo alarmismo, los mismos temores, otra parte de la ciudadanía tiembla ante la terrorífica posibilidad de que Vox llegara a la Moncloa. Reediciones de “la noche de los cristales rotos” teniendo a los musulmanes esta vez como víctimas, el machismo por bandera, que, al fin y al cabo, España es tierra de hombres,  el fin del actual sistema de pensiones, vuelta al centralismo imperial, ilegalización primero de los Partidos que más lejos estén de sus postulados y persecución del disidente, simétrica, por otra parte, de la que suponen a Podemos sus detractores.

No pasará, por fortuna, ni una cosa ni otra, no nos engañemos: si Podemos gobernara, no volveríamos al racionamiento, y si ganara Vox no habría partidas de civiles armados cazando musulmanes al anochecer.

Lo que sí es cierto, al menos eso creo, es que sin necesidad de alcanzar el Poder, el mero protagonismo relativo de Vox está radicalizando al PP, como la irrupción de Podemos “izquierdizó” al PSOE. 

Que populares y socialistas hayan acertado o no en esa carrerilla para recuperar votos perdidos a favor de alguien más o menos próximo, en vez de mirar al otro lado de su formación y tratar de ganar por la derecha lo que perdían por la izquierda y viceversa, es otra cuestión. No lo sabremos, porque no ha ocurrido, luego digamos lo que digamos, son sólo conjeturas indemostrables (lo que no deja de ser una ventaja para el que escribe).

Extremismos geométricos y extremismos políticos

¿Qué quiere decir extrema derecha o extrema izquierda? Tendríamos que empezar por admitir que ambas expresiones sólo son convenciones sociopolíticas que, ademas, cambian con el tiempo y el lugar en el que se usen.

Hay una significación que yo llamaría geométrico parlamentaria y que, en sí misma, sólo sirve para situar en un lugar y momento dado a una formación política dentro del hemiciclo. Pensemos en Andalucía: Vox es la extrema derecha, sencillamente, porque no hay nadie a su derecha, como Adelante Andalucía, sería, por la misma razón, la extrema izquierda. 

Es obvio que la entrada de la Falange y de un Partido trotskista hurtaría el dudoso honor de ser extremistas a los grupos antes citados. Un ejemplo de más allá de nuestras fronteras: el Partido Demócrata de los Estados Unidos es la extrema izquierda parlamentaria allí. No creo que en España cupiera en el PSOE.

Hay también un uso alternativo de las expresiones que comentamos. El examen de sus principios programáticos y la evaluación de sus actuaciones prácticas, cuando las hay, permitiría objetivar la cuestión, de manera que sirvieran para algo más que para descalificar a quien esté más lejos de nuestros propios postulados.

Los límites, a mi juicio, los establece el respeto, o la falta de él, de un Partido a los principios básicos de la democracia: sufragio universal, libertad de Partidos, de Sindicatos, de prensa, de circulación, de asociación, el derecho a la justicia, el derecho a la vida, el respeto escrupuloso a la separación de poderes, etc.

A cada cual lo suyo

Así que en próximas entregas trataré de examinar hasta dónde se acerca Vox al nacionalsocialismo o al fascismo para poder decir con propiedad (intenciones insultantes aparte), si se trata o no de una formación fascista o es, nada más, la más conservadora de las opciones electorales.

Y de la misma manera  intentaré concretar hasta qué punto llega el izquierdismo extremo de Podemos y sus múltiples variantes (las “confluencias” en su lenguaje) en relación con el marxismo leninismo o con su variante trotskista, si es que esos son los extremos de la izquierda. 

Tarea ésta algo más compleja y, por otro lado, más sencilla, porque, si bien es verdad que en el batiburrillo podemita hay una corriente interna, la anticapitalista, que tiene poco que ver, por ejemplo con los postulados del sector errejonista también es cierto que Podemos puede ser evaluada a partir de los casos en que ha tocado Poder.

En definitiva se trata de establecer, antes de decidir nuestros votos, los límites entre extrema derecha y fascismo y entre populismo de izquierda y comunismo. No deja de ser curioso que haya pasado un siglo desde el auge de las dos corrientes políticas que conmocionaron el mundo.

¿Es posible que después de cien años hayamos vuelto a reproducir las condiciones objetivas que parieron a las dos fuerzas que a punto estuvieron de destruir la civilización?

Para terminar, y dada mi aversión al abuso de las redes sociales como mecanismo de intoxicación, más que de información, aseguro a mis lectores que mis comentarios estarán basados en su mayor parte en textos originales producidos oficialmente por las dos formaciones que quiero examinar. 












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