sábado, 13 de abril de 2024

Mujeres en Urgencias


No era lo que tenía pensado para la tarde del domingo pasado, pero, cosas de mi actual situación, acabé recalando otra vez en Urgencias del Ramón y Cajal. 

Por suerte, pude volver a casa al cabo de unas horas, y, entretanto, fui testigo involuntario de parte de lo que ocurría en el box contiguo al mío.

La tarde estaba tranquila, al menos en la zona en la que me estabularon, no había mucha afluencia de pacientes, no estaba muy concurrida, así es que, más allá del insidioso pitido rítmico de quién sabe qué tipo de máquinas de control, era imposible no percibir lo que ocurría a tu alrededor. 

De un lado para otro se desplazaban celadores, auxiliares, alguien del personal de limpieza, enfermeras, residentes, doctores… Y algún que otro acompañante.

Me habían encamado a la espera, corta, del otorrino que estuviera disponible. Blanca estaba sentada al lado y habían dejado las cortinas de mi habitáculo recogidas de forma que veía buena parte de la sala.

Por el contrario, las cortinas echadas casi por completo del box a mi izquierda apenas permitía vislumbrar su interior. Oí un murmullo quejumbroso. No lo relacioné con el dolor sino con el disgusto. Me pareció el timbre de voz una mujer entrada en años que trataba de manifestar su disconformidad con algo. Entreví una cabellera blanca no muy cuidada y un hombro cubierto por una prenda de un color indefinible.

Pensé que aquella paciente estaba sola, pero no, había alguien más. Una voz que trataba de ser convincente, acaso con un tono un punto más apremiante de lo que me pareció que demandaba la paciente.

—No insistas, querida: yo no puedo llevarte a tu casa esta noche. Tienes que quedarte aquí. Te darán habitación enseguida, ya lo verás, y estarás bien cuidada.

—Pero la doctora insiste en que debo marcharme…

—Tendrá sus razones, no lo dudo. Razones médicas, pero ¿qué sabe ella de cómo arreglarnos nosotros si te vas a tu casa y tengo que ir yo contigo? Lo siento, pero tienes que quedarte.

Entró en liza una tercera voz, otra mujer a la que apenas vislumbré vestida con una de tantas variantes de los uniformes de la clase médica. Habría apostado que era enfermera.

—¿Qué tal, cariño, cómo sigues?

La interpelada contestó con un suspiro.

—¿Qué tal sigue su madre?

—No, verá, no es mi madre: soy su nuera. O sea, que es mi suegra. Mi marido está en Gandía aprovechando eso del trabajo no presencial, y a mí me ha dejado al cuidado de su madre, que, ya ve, con lo bien que está aquí, y, pues ya la está oyendo, no para de decirme que quiere irse a su casa.

—¿A su casa de ella o a su casa de usted?

—A la suya de ella. Vive sola ¿sabe? ¿Cómo quiere que la cuide? 

—El caso, señora, es que la doctora insiste en que no hay razones para no darle el alta. El episodio está superado.

—Pero… 

—¡Mire, déjelo: voy por la doctora y que ella decida!


La llegada de la doctora introdujo nuevos elementos en la conversación. Oí sus pasos pero no llegué a verla. Tenía una voz joven, cálida, convincente, propia de quien está convencida de que la práctica de la medicina exige mucho más que conocimientos técnicos sobre las enfermedades y sus remedios. Transmitía calma; era consciente de que estaba ante un problema y que era ella quien debía tomar las riendas.

Escuchó a la enferma y a su nuera. Tomó conciencia de que más allá de la peripecia superada que la había llevado a urgencias, allí había una mujer rozando la ancianidad que vivía sola, que se negaba a "meter en casa a una desconocida que se pase el día hurgando entre mis cosas, cuando lo suyo, lo de toda la vida, es que me atienda mi nuera, que para eso se llevó a mi hijo".

La nuera insistía en que a ella le resultaba imposible desatender a las mellizas para irse  "a la otra punta de Madrid, para estar pendiente de ella".

—Y es que, doctora, alguna vez tiene que ser la primera: esto nos pasa cada dos por tres, ella se arregla muy mal sola, no quiere ayudas extrañas pero yo tengo mis obligaciones, compréndalo.

La doctora se reconvirtió de pronto en asistenta social, o en ONG, o en qué sé yo qué, pero cambió de estrategia.

Silencio, o casi. Oí no un canturreo, pero sí algunos sonidos inarticulados emitidos por la doctora. Como si pensara en voz alta buscando la solución

—Usted, señora no tiene por qué meter a nadie en su casa, -Su voz sonaba como una pomada- porque en sus circunstancias, la normativa actual puede garantizarle ayudas suficientes como para sentirse segura, protegida y seguir siendo independiente por completo. Ahora van a pasarla a una habitación en sala. ¡No, no se alarme: uno o dos días como máximo! En realidad, dede el punto de vista médico, no sería necesario, porque ahora está bien. No pasa nada. Pasará buena noche, su nuera vendrá mañana, ¿verdad?-La interpelada emitió su conformidad sin demasiado entusiasmo- y entren ella y yo resolveremos lo que sea necesario para que disfrute de esas ventajas… 

En cuanto lo pruebe, quedará encantada. Descanse ahora ¡luego vengo a verla!


Lamento no poder dar cuenta de cómo terminó aquella historia de soledad, vejez, e incompatibilidades. Tal vez la suegra fuera una pepla, o la nuera una bruja, o ni una cosa ni la otra, sino la suma de circunstancias resultado de las siderales diferencias entre las expectativas de una madre respecto a lo que se puede esperar de los hijos (ahora que no se exige, siquiera, presencia en el puesto de trabajo) cuando han decidido tener su propia vida.

Digo que me quedé sin saber el final, porque justo entones apareció la comitiva que venía a extraerme sangre, succionarme flemas, ponerme un algún suero en vena, ordenar una placa de tórax, y, si no recuerdo mal, enchufarme, ¡cómo no!, a uno de  esos artilugios que, cuando los retiran, siempre dejan de recuerdo dos o tres electrodos adheridos a la pelambre de tu torso.


La mayoría tendemos a tomar partido. Por lo que a mí respecta, me incliné a declarar empate técnico entre suegra y nuera y otorgué la condición de ganadora a la joven doctora que encontró, eso creo, una solución aceptable.


sábado, 6 de abril de 2024

 El mundo y nosotros

Un equilibrio inestable

A punto de cerrar el primer cuarto del siglo, queda poco de los parámetros, los sobreentendidos, las líneas maestras de lo que habían sido las relaciones de todo tipo, económicas, diplomáticas, militares entre los grandes protagonistas del teatro internacional.


El llamado "mundo occidental"

Nunca fue tan homogéneo como a veces se nos ha hecho creer. Más allá de la imprescindible coordinación guerrera, imprescindible para evitar la derrota en las dos Guerras Mundiales, la alianza de las democracias occidentales escondía tensiones que solían llevar como denominador común el afán de control global por parte de los Estados Unidos, el seguidismo habitual del Reino Unido, las suspicacias de Francia, o el lento posicionamiento de Alemania, por ejemplo, tratando de recuperar un papel que acaso no vuelva a desempeñar.

¿Y ahora?

  • UK navega en un mar de desconciertos desde que la obtusa propuesta de su salida de la UE dividió a su pueblo.
  • Francia abandona a velocidad creciente sus viejas zonas africanas de influencia, que son ahora territorios abonados para la creciente presencia de rusos o chinos.
  • Alemania, con su economía estancada, no es la "locomotora" capaz de arrastrar la actividad del resto de la Unión Europea.
  • En cuanto a ésta en su conjunto, está a años luz de convertirse en protagonista de nada: el Grupo Visegrado, como un comando infiltrado en territorio hostil, actúa como elemento distorsionador de cualquier intento de conseguir lo imprescindible: la voz única para un pequeño y viejo continente cada día más abocado a convertirse en parque temático para los nuevos ricos llegados de los arrabales del mundo. 

Estados Unidos, China, Rusia, los aspirantes

  • Biden y Trump, Trump y Biden, lucharán en noviembre por la Presidencia. Gane quien gane, perderemos todos. Los conocemos a ambos, sabemos de sus palmarias limitaciones y, en el caso de Donald Trump, estamos al cabo de la calle de hasta dónde puede llevarnos su imprevisibilidad. Por otra parte ¿qué señales está emitiendo ahora mismo Joe Biden al resto del planeta? Incapaz de controlar a Israel, regateando ayudas imprescindibles a Ucrania, si quiere evitar riesgos mayores a correr, por ejemplo, por las repúblicas bálticas. ¿Qué puede esperarse de un D. Trump cercado por problemas judiciales, dispuesto, si llega el caso, a ocupar la Presidencia por cualquier método? El problema, me temo, trasciende a estos dos ancianos: es la sociedad norteamericana la que está necesitando un psiquiatra cósmico que le devuelva la razón.
  • China, paso a paso se afianza como la sucesora del "imperio" decadente actual. Es cierto que algunos de sus problemas podrían ser la carcoma que royera sus cimientos, pero ese riesgo está a varias generaciones de distancia. Por el momento, sus posiciones buscando el control de las materias primas de las que carece, se consolidan en África, en América del Sur… Y sus índices de crecimiento, siguen creciendo impertérritos. Juega sus cartas con bastante prudencia y ha logrado que todos, USA incluida, sepan que ya no puede ser dejada de lado.
  • La Rusia de V. Putin se ha convertido en un enorme quebradero de cabeza. No sé, nadie lo sabe, hasta dónde está dispuesto a llegar el amo del Kremlin en su agresivo, grosero, aventurerismo. Cabalgando en la teoría zarista, así de vieja es la idea, de no mantener fronteras geográficas con el enemigo, es un hecho que la invasión de Ucrania no es más que un ejemplo de lo que podría llegar a hacer si no se le impide. ¿Quién va a hacerlo? Mientras tanto, él mueve sus hilos, estrecha relaciones con los países emergentes menos occidentalistas, y, nos guste a no, se las arregla para soportar las presiones, sanciones incluidas, que no parecen disminuir su capacidad de acción.
  • La India, Brasil, Irán, si bien es cierto que están uno o varios peldaños más abajo todos tienen en común que sus simpatías están más cerca de China y Rusia que de Washington o de  Bruselas (si es que en esos países les preocupa la capital europea).

En resumen, el planeta está cambiando a gran velocidad, nos faltan certezas, metas, señales de por dónde va a ir la humanidad en las próximas décadas


¿Y España?

Para llorar: uno ojea la prensa, ve los noticieros, escucha a los tertulianos, ¿y?

  • Las surrealistas aventuras de Rubiales compiten en tiempo, frecuencia e índices de seguimiento, con las trapacerías de Koldo y su gente; el culebrón del novio de la Presidenta madrileña, con sus denuncias cruzadas, pierde algo de fuelle, frente a lo que podría llamarse "el Frente Begoña". En esas estamos: a falta de mejor cosa que llevarse a la pantalla, arremetamos contra cónyuges y parejas.
  • Senado y Congreso se enzarzan en una pelea por montar Comisiones de Investigación, cuya intención es clara y meridiana: según los casos, o machacar a Pedro Sánchez o dejar en ridículo a Alberto N. Feijoo. ¿O alguien espera otra cosa?
  • PP y PSOE descubren Europa y la ONU y, a estas alturas, están dispuestos, ambos, a dejarnos en ridículo ante el mundo entero, a base de airear nuestras miserias en los foros internacionales.

Tenemos tres procesos electorales a la vuelta de la esquina. De hecho la campaña de las elecciones vascas ya ha comenzado. Parecerían importantes, porque los resultados en Euskadi, en Cataluña o en las europeas, influirán en la política nacional. Pero…

  • Da la impresión de que los vascos siguen moviéndose en tono menor. Todo se reduce a saber quién va a ser el tercero en discordia que ayude al vencedor (vencedor a los puntos, porque el KO parece descartado). Es posible que con los cambios de caras y nombres en las cabeceras de cartel, haya alguna sorpresa, aunque no tiene por qué tener demasiada importancia.
  • Cataluña es otra cosa: allí parece que el único punto en cuestión es quién de los independentistas lo es más, quién es el verdadero padre de la Ley de Amnistía y cuándo y cómo se plantea el referéndum de autodeterminación, con o sin Constitución española de por medio. El que las encuestas, por unanimidad, den al PSC como Partido más votado, no parece un elemento esencial. 
  • Por cierto, me resulta divertida la propuesta del prófugo por antonomasia de celebrar un debate a tres, Junts, ERC, y PSC, por descontado, en algún lugar del sur de Francia. ¿No les parece que deberíamos denominarlo "Debate en el exilio"?

Por su parte, el Presidente Sánchez ha decidido hacerse notar visitando los trabajos de las exhumaciones de Cuelgamuros. Un poco traído por los pelos, pero igual le da resultado. Cosas más extrañas se han visto en política. De momento ha habido que actualizar de golpe lo previsto para que los familiares de los enterrados, que hasta el momento tenían vetada las visitas "por razones de seguridad", puedan también acceder a los osarios.

Así que ésta es España. Me gustaría, para variar, que nuestros representantes se dedicaran a trabajar en cosas que de verdad nos interesaran.