sábado, 17 de junio de 2023

 Una tabarra incesante

Para qué vale una campaña electoral

¿Para que el ciudadano tenga la oportunidad de saber qué proponen los candidatos y los Partidos que les apoyan? ¿Para que, en consecuencia, el voto de cada uno esté soportado por la libre decisión del votante ante opciones bien diferenciadas?

En absoluto. Eso es lo que dicen todos los interesados (deberíamos sospechar de tanta unanimidad) pero mienten. La verdad es bastante más prosaica: sólo se trata de dar con la tecla que lleve ríos de votos a su alberca, la mayor cantidad posible. El resto no cuenta.

Por consiguiente, si hay que mentir, se miente; si hay que prometer, se promete; si hay que olvidar, se olvida; si hay que disfrazarse, se disfraza uno. No faltaría más. Vale todo, o casi todo: acusar al adversario de lo que tú haces a diario, tergiversar realidades cuyo conocimiento pueda perjudicar tus expectativas, ocultar tus verdaderas intenciones tras frases rotundas aunque estén vacías de contenido. Lo primero es asegurar a tus votantes históricos, es decir, que no cambien de bando; luego intentar arrebatarle al contrario cuantos más partidarios, mejor. 

El problema, como se ve, es que si todos buscan lo mismo, acabas siendo víctima de la paradoja que Don Francisco de Quevedo enunciaba en su "Rol de cornudos": a base de intentar meterse en la cama de la mujer del vecino, todos acaban sufriendo lo que más temen: ser cornudos (la cita no es literal).

Parece un panorama desolador, pero es lo que hay. No es de ahora, como casi todo lo que tiene que ver con la política. Cosas parecidas pasaban ya en Atenas en el siglo de Pericles. Luego, la campaña termina, se abren las urnas y la misma noche electoral, donde dije digo, digo Diego, porque… Elijan la justificación que más les guste: seguro que coinciden con lo que dijo algún vocero.  

Veamos algunos ejemplos.


El debate sobre el debate

Pedro Sánchez propone seis debates electorales, seis, cara a cara con Feijóo. Borja Sémper, el brillante hombre orquesta rescatado por Feijóo para el PP, contesta que eso es una excentricidad.

A partir de ahí, todos los días presentadores y tertulianos repiten argumentos a favor o en contra de cada una de las dos posiciones. Se tira de hemeroteca para demostrar que cuando le convino, Pedro Sánchez remoloneaba los debates, o que Feijóo incurre en contradicciones flagrantes. 

Perogrulladas. Ya se sabe que los debates los pide quien va peor en las encuestas y trata de evitarlos el que cree que no los necesita. Cualquiera de los dos puede estar equivocándose, pero eso nunca se sabrá. 

Hay, no obstante, dos elementos indiscutibles:

  • El ciudadano tiene derecho a saber qué piensan hacer los candidatos que están pidiéndole su voto (que dicen que van a hacer, que no tiene por qué ser lo mismo que lo que terminen haciendo una vez que alcancen el Poder).
  • Si hablamos de un derecho del ciudadano, buena parte de las idas y venidas de estos días se evitarían regulando ese derecho, es decir, estableciendo por Ley el desarrollo  de los debates electorales: cuántos, entre quiénes, cuándo, cómo. Ni siquiera hace falta inventar: hay otros países que ya lo han hecho. En nuestro caso es una evidencia que no habría tiempo para aplicarlo antes del 23 de julio.


Los lemas electorales

Frases fáciles de recordar, media docena de palabras, como mucho, que vayan directas no a la razón sino al sentimiento. Unas veces se acierta y el lema recolecta votos, otras se falla porque no se entiende o se interpreta al revés. Hay ocasiones en las que pueden servir para lo que se crearon, aunque consistan en incongruencias.

Por ejemplo "Voy a derogar el sanchismo". Seamos algo rigurosos:

  • "Derogar". Según la RAE, en su única acepción, es dejar sin efecto una norma vigente. ¿El sanchismo es una norma? No. No importa qué recopilación de textos legales consulten, no hay norma alguna, de la Constitución a las Órdenes Ministeriales, pasando por la baraúnda de disposiciones emanadas de las CC.AA., que sea "El sanchismo". Primer problema, por tanto: técnicamente el sanchismo es inderogable.
  • "Sanchismo". ¿Qué es eso? Decir que habría que preguntárselo a Feijóo sería salirse por la tangente. A riesgo de equivocarme, puedo suponer que se refiere a una forma concreta e identificable de hacer política. ¿Puede derogarse, es decir dejar sin efecto, una forma de hacer política? Yo lo pensaría antes de contestar no vaya a ser que alguien pueda demostrar que, en el fondo, el modo de hacer política, en cuanto a pactos, en cuanto a prometer una cosa y hacer otra distinta, acabe siendo el denominador común de la práctica totalidad de los miembros de la clase política. Incluso, puestos a imaginar ¿No cabría la posibilidad de que hubiera sanchismo sin Sánchez? ¿O no sigue habiendo franquismo sin Franco?
  • ¿Equiparamos "sanchismo" con Leyes aprobadas durante su mandato? Podría funcionar, porque las Leyes sí pueden derogarse, pero o detalla a cuáles se refiere o puede acabar derogando Leyes que su Partido apoyó, como la modificación a la llamada Ley del sólo sí es sí. 
  • Última advertencia: cuando uno deroga una Ley, por ejemplo la que establece el incremento anual de las pensiones según el IPC, o lo hace a través de una cláusula derogatoria en la norma que sustituye a la anterior, o tendría que declarar expresamente vigente normas que ya desaparecieron. Imaginen la segunda: los jubilados hemos tenido este año un incremento cercano al 10 % en nuestra pensión ¿Tendríamos que reintegrar a las arcas de la Seguridad Social el 9’75 % del incremento, que es la diferencia entre la norma "sanchista" y la "rajoyista"? 

Rasgadas de vestiduras

Como era de esperar, el calendario político derivado de la convocatoria de elecciones generales está solapando los conciliábulos para lograr la gobernabilidad de Ayuntamientos y Comunidades con las actividades frenéticas de la precampaña de las estatales.

Tiempo propicio a las desmesuras, con especial incidencia en los pactos que van fraguándose para gestionar unos y otras. Máximas cotas alcanzan los comentarios de la izquierda cuando el PP pacta con Vox, herejía democrática, o cuando el PSOE lo hace con  la izquierda radical, delito de lesa ptria. Me pregunto a qué viene tanto escándalo.

  • ¿De dónde vino Vox? O, dicho de otra manera ¿A quién votaban los que ahora lo hacen por Vox cuando este Partido no existía? ¿Quizás al PP, y antes a AP? ¿Qué había antes de que Unidas Podemos se consolidara como fuerza hegemónica a la izquierda del socialismo? ¿Alguien pretende prohibir lo que no le gusta? ¿Por qué es asumible unirme con quien tengo a mi flanco y es un escándalo que lo haga mi oponente?
  • Si damos por hecho que todos los Partidos que compiten en las elecciones están amparados por la Constitución y que su peso especifico se corresponde con el número de ciudadanos que les han votado; si admitimos que mi voto vale igual, pero no más que el de mi vecino que eligió la opción opuesta a la mía ¿Por qué vemos natural que se agrupen mis amigos y me escandaliza que lo hagan quienes no lo son?
  • Por descontado, no hay en nuestra legislación posibilidad alguna de exigirle responsabilidades al político que se hartó de decir en campaña que jamás pactaría con  Vox o con UP, y que incumple la promesa al día siguiente del recuento de votos. Téngalo muy presente antes de soltar su voto: cuando lo hace a favor del Partido A, en realidad le está dando un cheque en blanco para que se junte con quien tenga a su lado; el Partido B, por ejemplo, que tan mal le cae. Y lo hará si lo necesita para llegar a La Moncloa, haya dicho lo que haya dicho la víspera.

No quisiera que nadie pensara que estoy apuntando en una dirección concreta. No en este caso. Al contrario: lo que estoy tratando de decir es que es aplicable el dicho de que en todas partes cuecen habas. Y seguirán cociéndose el 24 de julio.


Un ejemplo sublime de filosofía política (¿O será surrealismo carpetobetónico?)

PP y Vox han suscrito un documento programático subsecuente con su pacto de gobierno en la Comunidad Valenciana. 50 medidas en las que he visto reflejadas, como no podía ser de otra manera, las ideas de ambos firmantes: "violencia intrafamiliar", reducciones fiscales, rechazo a lo que la izquierda entiende por memoria histórica, ninguna referencia al cambio climático, etc., etc. Nada que no fuera previsible.

He leído alguna crítica, no condena, procedente de la calle Génova. Supongo que, por el contrario, a más de un dirigente de Vox le parecerá que los suyos se han quedado cortos. Lo habitual, en suma, cuando hay que gobernar con otro.

Algunos medios de comunicación de los que suelen considerarse fiables han publicado, además, lo que la coalición ha dado a conocer, también por escrito, como resumen del programa, concretado en cinco puntos. Asombroso. Advierto que no lo he tomado de la Webb de ninguno de los dos Partidos, así es que me excuso desde ahora por mis comentarios, si el referente no fuera auténtico.

El texto en cuestión, consta, como digo de cinco puntos nada más. Vean:

1- Libertad para que todos podamos elegir. 

2- Desarrollo económico, para reducir gasto innecesario e impulsar la economía. 

3- Sanidad y servicios sociales, para reforzar la sanidad pública y los servicios sociales. 

4- Señas de identidad, para defender y recuperar nuestras señas de identidad. 

5- Apoyo a las familias, para fomentar la natalidad, seguridad y promoción de las familias.  

Permítanme algunos comentarios sobre este documento digno de cualquiera de los grandes pensadores de la civilización occidental. Un prodigio de síntesis capaz de ocupar un lugar de honor en el mismo anaquel que diera cobijo a "La República" de Platón o "El espíritu de las Leyes" de Montesquieu, pasando por el "De legibus" de Marco Tulio Cicerón y "El Príncipe" de Maquiavelo:

  • "Libertad para que todos podamos elegir". Muy oportuna, imprescindible más bien, la precisión, no fuera a ser que alguien pensara que estaban refiriéndose a un modelo de libertad que no sirviera para elegir, o que sólo pudiera ser disfrutada por uno de cada cuatro ciudadanos. 
  • "Desarrollo económico para reducir gasto innecesario e impulsar la economía". Me pregunto quién habrá sido el genio clarividente que redactó este punto. Verá usted, mi anónimo escribidor, la finalidad del desarrollo no es reducir el gasto superfluo, sino más bien al revés: si usted logra reducir el gasto dispondrá de más recursos para lograr el desarrollo económico, que por cierto, es lo mismo que impulsar la economía. 
  • "Sanidad y Servicios Sociales, para reforzar la sanidad pública y los servicios sociales". Sin comentarios (o casi). Dos de la vela y de la vela dos. Tautológico enunciado que sorprende encontrar en un acuerdo entre dos Partidos tan proclives a lo privado frente a lo público, pero, en fin, eso es lo que dicen que dice el documento. Algún trasgo travieso extrae de mis recuerdos aquella otra frase antológica, "Un plato es un plato, y un vaso es un vaso" que dejó a la oposición sin habla.
  • "Señas de identidad, para defender y recuperar nuestras señas de identidad". Eso es, que como dice el pueblo soberano lo que abunda no daña. ¿Alguna idea sobre cuáles son nuestras señas de identidad? Por el momento, que se sepa no hay anexos que lo expliquen. Yo tengo mi versión, que no hace sino insistir en lo esencial: las señas de identidad son aquellas que nos hacen ser lo que somos. ¿Que no todos somos iguales? ¡Pues vaya!
  • "Apoyo a las familias, para fomentar la natalidad, seguridad y promoción de las familias". Un poco menos perogrullesco que los apartados anteriores (enuncia algo parecido a un escueto guión) pero deja todo sin concretar. Por ejemplo, ¿qué se propone para fomentar la natalidad, pagar a tanto por nene o prohibir la píldora del día de después? ¿Tiene algo que ver la seguridad de las familias con la violencia intrafamiliar, ahora que está claro que lo del machismo es un infundio de la izquierda progre? ¿Cómo va a promocionar la familia, con premios de natalidad a la antigua usanza, con puntos adicionales en los concursos de méritos para ascender, o con descuentos de fin de semana en los restaurantes?

En resumen: PP sabe lo que quiere Vox y Vox conoce de memoria lo que busca PP ¿Quién necesita papeles, la prensa? Pues toma papel. 


Nada más por hoy, y lo siento, porque me he dejado en el tintero dos materiales sobre los que quizás escriba en otro momento: la muerte de Berlusconi y los tropiezos judiciales de Donald Trump. Dos personajes con más de un punto en común.

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