sábado, 12 de diciembre de 2020

 De Reyes, sables oxidados y republicanos apremiantes

¡Hace ya 42 años!


La más longeva de las Constituciones que ha tenido España nació hace ahora 42 años y seis días. Está sobreviviendo más que ninguna de las anteriores que conoció nuestro país, aunque muchos menos que los que, por ejemplo, lleva la norteamericana a su espaldas.


42 años. Bien llevados, creo yo, aunque empiezan a notársele algunas arrugas, ciertos desarreglos, tal o cual alifafe que convendría vigilar de cerca no vaya a terminar tan de mala manera como alguna de sus antecesoras.


No era de eso de lo que quería hablar, de los achaques de la Carta Magna, de su diagnóstico o de los múltiples tratamientos de los que se habla. Pretendía comentar para ustedes algunos sucedidos que se han hecho coincidir, y no por casualidad, con el aniversario de nuestra Ley de Leyes.


Permítanme que pase por alto los desplantes de los líderes de esos Partidos que bien por sus delirios secesionistas, bien por su incapacidad manifiesta de sumarse a cualquier afán colectivo, nos han ofrecido, otro año más, el deplorable espectáculo de su mala educación. Son tan demócratas, tan puristas, que o se quedan en casa para festejar la primera Constitución de la que disfrutamos durante ya va para casi un siglo, o se van por los Cerros de Úbeda para no contaminarse con quienes piensan de manera diferente a ellos mismos.

 

Hoy me gustaría hablar de manifiestos, cartas y mensajes en redes sociales.


Algunos militares jubilados, la libertad de expresión y sus limites


Como ya sabrán, 73 militares de alta graduación (de Teniente General a Coroneles) en situación de retiro han escrito una carta al Rey. Otros 271, entre los que figuran uno de los condenados por la intentona del 23 F y un General sancionado por anteriores declaraciones, han hecho público un comunicado al que después se han sumado 200 más. El principal impulsor de este manifiesto parece ser el general de división retirado que preside de la Fundación Francisco Franco.


Pocos firmantes para un colectivo, los militares en situación de retiro, que excede de los 20.000. Pocos pero significativos.


Conozco el texto de la carta gracias a la deferencia de un buen amigo que me la mandó; no así el comunicado, aunque doy por supuesto que el hilo conductor no debe ser muy diferente: vivimos una situación política muy preocupante, la responsabilidad recae en el Gobierno social comunista, derechos y libertades, también la Constitución, están en peligro, y los firmantes se ponen a disposición del Jefe supremo de las Fuerzas Armadas, que es el Rey. No dicen para qué, pero se sobreentiende.

 

Lo primero que se me ocurrió, leída la carta, es que cualquier sesión rutinaria de control del Gobierno en el Parlamento permite oír una sarta de barbaridades incomparablemente más desatinadas. En absoluto quiero decir que comparta el análisis de la situación que hacen los firmantes, ni las medidas correctoras que se sobreentienden. Digo, nada más, que han usado un tono comedido. De momento.


Cuestión distinta es si los firmantes se han extralimitado o no en el ejercicio del derecho a la libre expresión de sus ideas.


No soy un experto en la materia, pero si sé que no hay país en el mundo que no trate el ejercicio de la libertad de expresión con una vara de medir más puntillosa cuando quienes la ejercen son gente de armas. 


Tampoco me cabe duda alguna de que en el régimen político que añoran los firmantes habría sido una temeridad dirigir al Jefe del Estado un escrito colectivo firmado por militares, por civiles o por monjitas de clausura reivindicando, pidiendo, o quejándose de no importa qué. 


La sorprendente pretensión de que el Rey se pronuncie


Ha sido conocerse los hechos y en este país de paradojas, ha surgido un coro  de voces reclamando la inmediata contestación de la Casa Real para desmarcarse y, si al caso viene, condenar misiva y manifiesto. Callar, según los que piden la contraproclama real, equivale a complicidad con los firmantes, porque...


"El que calla otorga" he leído por ahí, como argumento condenatorio del silencio de Felipe VI. Permítanme una obviedad. No es cierto. Pocos empeños hay más aventurados que interpretar el silencio. El que calla no otorga; simplemente, no dice nada. A veces porque no quiere, otras porque no puede, las más porque no debe. 


Este es el caso. Romper el silencio, atender las peticiones de condena, sería tratar la fogata con gasolina. Se ha hecho lo que debe hacerse y se ha hecho por el conducto adecuado. La Ministra de Defensa, ha puesto los hechos en conocimiento de la Fiscalía para que examine los textos y decida si ha lugar a depurar algún género de responsabilidades. Ya se verá.


Fíjense un momento ¿No les llama la atención la personalidad de quienes se rasgan las vestiduras por el silencio del Soberano? ¿No les parece significativo (perdón, sospechoso) que los que tanto echan de menos la voz de Felipe VI sean, qué casualidad, los republicanos? No me pidan interpretaciones porque les sobran neuronas para encontrar la explicación ustedes mismos.


En cuanto a la adhesión inquebrantable que dicen sentir los firmantes por el monarca, ándese con cuidado el Jefe del Estado: el ídolo de sus "leales", cuando se puso al frente del Golpe de Estado del 36 lo hizo, en un primer momento, así está escrito, para defender la República. Luego se alzó con el santo y la peana, persiguió a los republicanos y definió España como Monarquía, pero prohibió al heredero de la Corona aposentarse en su patria y murió sin haber sentado en el trono al sucesor del sucesor. Y es que  las adhesiones inquebrantables las carga el diablo.


La peculiar jefatura del Rey sobre las Fuerzas Armadas


Como he dicho, los firmantes de ambos documentos, hacen gala de su lealtad al Rey en cuanto que Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas. La pregunta es ¿Quién manda sobre las Fuerzas Armadas?


Es cierto que según el Artículo 62 h) de la Constitución corresponde al Rey "el mando supremo de las Fuerzas Armadas". No es menos cierto que el Artículo 97 del mismo texto establece que "El Gobierno dirige la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado". ¿No hay alguna contradicción, al menos aparente?


Hay mucho escrito al respecto. Permítanme citar algunos párrafos del ensayo escrito por Federico Trillo-Figueroa, que a su condición de exministro de defensa y Presidente del Parlamento, añade la muy calificada condición de Letrado del Consejo de Estado. No creo necesario demostrar que el autor está a años luz de los planteamientos políticos de cualquiera de los socios del Gobierno actual. El ensayo se denomina "Las Fuerzas Armadas en la Constitución Española" y dice cosas como éstas:

  • Hablando del papel "defensor" de las Fuerzas Armadas respecto del orden constitucional, "no cabe entender que se ha funcionalizado un nuevo poder autónomo de defensa de la Constitución, es decir, que las FAS pudieran «por sí solas» salir en defensa del ordenamiento constitucional. 
  • Considerando que la Constitución 1978 también atribuye al Rey la Jefatura de las FAS, y a éstas la defensa del ordenamiento constitucional, podría pensarse en una articulación directa Rey-Fuerzas Armadas en la defensa material de la nueva Constitución española. Esto no es admisible dentro de los principios inspiradores de la Constitución. 
  • Un análisis sistemático del texto constitucional, pone de manifiesto que no se han acogido por la Constitución ni las denominadas «medidas excepcionales», ni ninguna otra cláusula que habilite medidas de excepción a tomar por el Rey. Las situaciones de anomalía que se recogen en el artículo 116 tienen un claro carácter gubernamental, sin perjuicio del mayor o menor control parlamentario. 
  • Nuestra Constitución atribuye «la defensa del Estado» al Gobierno (artículo 97). Y por ello hay que entender que sólo el Gobierno puede disponer una intervención de las FAS en defensa del ordenamiento constitucional. (pags. 121 a124 del ensayo)


Dejo el corolario para los lectores.


Con el "chat" llegó el escándalo


Y como éramos pocos, parió la abuela. Un chat de sables jubilados, una imaginaria competición a ver quién es el más patriota de todos, y, como era de esperar, lo que parecía destinado a los ojos de los incluidos en la lista, acaba convertido en pasto de la morbosa ciudadanía.


Llamadas a reeditar glorias pasadas, o fracasos, que de todo ha habido; añoranzas de los tiempos en que las discrepancias se saldaban con un buen golpe de Estado; nostalgia de otra guerrita civil de nada, que ya nos está haciendo falta, aunque por la edad ya no nos toque a nosotros ir al frente que sino…


Y de pronto, como rayo cayendo de cielo despejado, el mensaje de los mensajes, el más acabado ejemplo de hasta dónde puede llegar la mente humana en según qué circunstancias.


"Habría que fusilar a 26 millones de hijos de puta, y a los niños también".


No es preciso ni un solo adjetivo: léanlo otra vez y verán que es innecesario. Ha habido alguien que hace unos días, año 2020, ha propuesto fusilar a 26 millones de compatriotas.


No me salen las cuentas. Pensé que hablaría de los votantes de izquierdas. Imposible: el total de votos contabilizados en las últimas elecciones solo fueron 24.507.715, incluyendo votos nulos, en blanco y atribuidos a Partidos considerados como de derechas, que, supongo, no estarían en la mente del ejecutor.


Ninguna lista, ninguna división a establecer entre españoles da para tanto. Puestos a clasificar a los españoles no importa por qué criterio, el sexo, la ideología, el peso, el color del pelo, no saldrían jamás esos 26 millones. Excepto que el criterio fuera "fusilables" y "no fusilables" según el capricho del apacible retirado.


Debería haberme tranquilizado. Según el censo continuo del INE, en 2020 somos en España 47.431.256  habitantes, de los cuales somos españoles algo más de 42 millones. Así que el patriota del chat estaba dispuesto a terminar con el 55 % de los que pisan nuestro suelo o al 62 % si tan solo pensaba apiolar españoles.

 

Nadie, nunca en la Historia de la Humanidad ha sido capaz de acabar con tal porcentaje de ciudadanos de un solo país. Entre Hitler y Stalin, dos especialistas de primer orden, lograron terminar con poco más del 30 % de los polacos y necesitaron de toda una Guerra Mundial. Pol Pot otro asesino vesánico se dice que exterminó a la quinta parte de la población de Camboya, un modesto 20 %.


De conseguir su propósito, nuestro visceral compatriota se habría ganado el dudoso honor de entrar en el libro de los récords como el ser humano más mortífero de la historia.


Las reacciones, además de las reclamaciones de pronunciamientos reales ya comentadas, han sido casi unánimes. El partido Popular condena el chat sin paliativos (lo tacha de "intolerable") y el jefe de la cúpula militar asegura que las opiniones de mandos retirados no representan al Ejército.


Casi unánimes. Vox ha evitado condenarlo y algún dirigente de esta formación se ha referido a estos… retirados como "los nuestros". Dª Isabel Díaz Ayuso, vuelve a ser foco de atención porque si bien no ha aplaudido, tendría las manos ocupadas, dice que lo entiende. Su jefe, no, pero ella sí. Incluso los firmantes del manifiesto se han desmarcado del contenido del chat. Lo que produce el curioso efecto de que al lado de la escabechina deseada en la red social, el manifiesto y la carta parecen tan moderados como una instancia para pedir una vivienda oficial.


Miro a mi alrededor y, por suerte, veo más preocupado al personal por cómo afrontar las festividades que se nos acercan que por las consecuencias de los delirios nostálgicos de algunos militares retirados. Mejor así.



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