sábado, 19 de diciembre de 2020

 El debate que viene

¿España es monárquica o republicana?

Confieso mi ignorancia, pero hay dos hechos que me llaman la atención:

  • El C.I.S lleva años sin preguntarnos no ya si preferimos Trono a República o al revés, sino, siquiera, cuánto nos gusta o nos disgusta la Monarquía. Preguntan si apreciamos a los Jueces, a los Partidos, a las Fuerzas Armadas. Demandan nuestra preocupación por el desempleo, la economía, el problema territorial, la Covid, la Iglesia, etc., etc. ¿Por qué ha desaparecido la Monarquía de las encuestas? Hay quien dice que no se quiere preguntar porque se teme que la contestación deje en mal lugar a la institución. ¿No les recuerda esta actitud a la que dicen que toma el avestruz en caso de peligro? 
  • Hace años oí que en vísperas del nacimiento de la Constitución el Gobierno de la UCD manejó encuestas que indicaban que si entonces se hubiera sometido a referéndum la forma del Estado, la opción mayoritaria habría sido la republicana. Por eso no se hizo. Tengo mis dudas. No sobre el resultado de la consulta que no se hizo, sino sobre la existencia de aquella encuesta. Demasiada gente en el ajo como para no haberse filtrado formato y resultados.

O sea, que ni sabemos a ciencia cierta lo que pensamos, ni la ignorancia es cosa de este fin de semana. Creo que valdría la pena tener las cosas más claras antes de afrontar el inevitable debate que nos espera más pronto que tarde. En tanto llega, permítanme mis propias reflexiones.


A favor y en contra de la Monarquía


Los que se dicen defensores de la Monarquía no son un colectivo homogéneo ni hay por qué suponer que sus intereses coinciden, sin más, con los de los defendidos.


Guárdese, por ejemplo, el Rey de quienes quieren monopolizar el monarquismo. Suelen ser gentes que pretenden apropiarse de la institución, como antes lo hicieran con la bandera, con la Constitución que sus mayores votaron a regañadientes o no votaron, con la lengua común, con la fiesta de los toros. Son, no se olvide, los herederos de quienes hacen poco más de medio siglo llamaban borracho a Don Juan y tonto al futuro Rey, hoy ausente, a quien dicen defender ahora. 


Es un grupo de alto riesgo porque lleva generaciones convencido de que el poder se lo ha otorgado Dios (Dios, su Dios, nada menos) para que lo ejerzan por los siglos de los siglos. Son tan monárquicos, que cuando el Rey no se porta como es debido, lo apartan hasta que llegue otro que les obedezca. Cuidado con ellos, porque, además, su comportamiento engendra gérmenes de republicanismo por doquier. Un ejemplo de la actuación de estos monárquicos fue la República de Saló.


Hay un segundo grupo de defensores de la Monarquía que lo son porque sí, porque sin demasiados argumentos racionales se sienten a gusto con la Jefatura del Estado en manos de un Rey. Sus razones pueden ser más o menos elementales, pero tienen tanta base como las contrarias. Tengo la impresión de que son el grupo más numeroso. No pretendo ni desacreditarlos ni ridiculizarlos, porque no hay por qué exigir al ciudadano el esfuerzo de racionalizar todas y cada una de sus preferencias.


También hay un grupo de monárquicos coyunturales. Eran críticos con Juan Carlos I hasta la noche del 23 F. A la mañana siguiente, se levantaron "juancarlistas" y hoy dudo dónde estarán porque es posible que confundan la anécdota con la categoría.


Más sólido es el modo de pensar de quienes apoyan la Monarquía porque sienten como propias las líneas argumentales que la sustentan: estabilidad, permanencia, imparcialidad, poder moderador, alejamiento del Jefe del Estado de las disputas partidistas. Suelen militar en el parlamentarismo y se les ve defendiendo la actual Constitución, aunque no siempre en todo su articulado.


Por ahí, entre dos aguas, se mueven también bastantes ciudadanos que dicen sentirse republicanos con la cabeza y monárquicos con el corazón, por razones de oportunidad: no creen que haya llegado el momento de cambiar lo que ha estado funcionando así, así, durante cuarenta años. Temen los cambios y prefieren lo malo conocido a lo bueno por conocer.


Y hay, para terminar, un último, atípico y sufrido colectivo de defensores de la Monarquía: dicen serlo, se comportan como tales, pero media España se niega a creerlos. Les juzgan por lo que dijeron e hicieron sus antepasados ideológicos hace casi un siglo Su ejemplo más representativo, ostenta hoy la Presidencia del Gobierno: no importa lo que haga o diga, impedir una comisión parlamentaria que investigue al Rey Emérito, votar con PP, Vox y Ciudadanos al respecto, siempre será sospechoso de republicanismo encubierto para los Partidos de la derecha. Y, sin embargo, su actuación es fundamental para orientar el futuro en un sentido o en otro. ¿Es falso el monarquismo socialista o es que sus opositores necesitan demostrar que lo es a cualquier precio?


Republicanos de toda laya y condición

  • Si defiendes la democracia y crees en ella, la razón conduce a la República. No hace falta agotar los argumentos. Basta con preguntase por qué la Jefatura del Estado tiene que quedar fuera de la elección por el pueblo soberano, qué hace diferente al hijo de un ciudadano respecto a los hijos del resto de los compatriotas. La base de estos argumentos está en las convicciones republicanas de buena parte de quienes no entienden la actual forma del Estado.
  • No obstante, hay algunos problemas sin resolver. Parte de las huestes republicanas no quiere "República" sino "Repúblicas". Son gentes que habitan territorios que quieren separar del resto de España. Suponen un camino más fácil para sus pretensiones bajo el palio republicano que en el seno de una Monarquía.
  • Otra cuestión pendiente es qué modelo concreto de República se propone para España. ¿Centralista a la francesa, federal como en Alemania o confederal al modo suizo? ¿Presidencialista como en USA o parlamentaria al estilo alemán? ¿Monocameral o bicameral? Dudo que haya consenso al respecto en las filas republicanas y eso es algo que complica la elección.


El extraño caso de los reyes republicanos 


Ha habido de reyes que han entrado en la Historia por haber sido agentes eficacísimos al servicio de la ideología republicana, hayan sido conscientes de ello o no.


Fernando VII, Isabel II, Alfonso XIII ¿Qué habría sido del movimiento republicano sin su decisiva actuación? No son exclusivos de España. ¿Quién recordaría a Cronwell si no hubiera coincidido con Carlos I? Lenin habría tenido difícil llegar al poder sin el trabajo previo de los últimos Romanov; ¿Tuvo algo que ver la frivolidad de María Antonieta en el triunfo de la Revolución francesa? ¿Victor Manuel III y su complacencia con el fascismo facilitaron o no la llegada de la República a Italia? 


El derecho, la Historia, sus métodos y sus consecuencias


Estas evidencias me llevan al debate sobre si las desafortunadas actuaciones del Rey Emérito afectan o no a la institución monárquica. 


En pura teoría, no debería confundirse personas con instituciones. En teoría. En la práctica dista mucho de ser así, en especial cuando hablamos de instituciones como la Monarquía en las que el poder se concentra en una sola persona durante largos períodos de tiempo. 


La Presidencia de la República es, por definición, temporal. La Monarquía tiende a ser vitalicia (y hereditaria, por descontado, con el consiguiente efecto en los hijos de los errores de sus padres). Así que me inclino a pensar que las actuaciones de Juan Carlos I sí que afectan a la estabilidad del sistema constitucional. 


En especial si no se actúa con celeridad, transparencia y ejemplaridad. Es muy duro, pero va incluido en el cargo: Felipe VI no tiene más remedio que seguir eligiendo entre sus deberes como Jefe del Estado y sus sentimientos como hijo. 


Oigo a diario argumentos un tanto rancios y desvaídos defendiendo la figura del Rey Emérito en base a los inestimables servicios que ha prestado a España. Su decisiva aportación al impulso democratizador del país a costa de romper con las fuerzas que le dieron la corona; su inestimable actuación la larga noche del 23 F; su eficaz trabajo como "Director Comercial del Reino"… Son ciertas y merecen ser recordadas. Añadan los que se me hayan olvidado. 


Cuando se escriba la Historia de su reinado, los que lo hagan darán su opinión definitiva sobre el papel de Juan Carlos I. Supongo que terminarán por decir, que "su reinado tuvo claroscuros". Como todos. Lo que quiero decir es que la Historia juzga a los personajes por su saldo global. Pedro El Grande fue un sujeto cruel que sacó a Rusia del medievo. Alfonso X "El Sabio" no fue un gran guerrero, pero impulsó el desarrollo ético y cultural de su reino. No sé qué dirán de Juan Carlos I; no descarto que su juicio global sea netamente positivo. Cuando ocurra, es decir, cuando se escriba su historia. Dentro de algunos años.


Mientras tanto… El derecho, en cambio, no funciona así. Toda una vida de honradez no libra de la cárcel a un homicida, a un estafador, a un violador. Los quebrantamientos de la legalidad se juzgan caso a caso, y, esperemos, sin acepción de personas. Así que no habría que descartar que dentro de cincuenta años los alumnos del futuro tengan que leer que Juan Carlos I fue un buen Rey que ayudó a recuperar la democracia para España, la salvó de un golpista estrafalario y que, al final de sus días, por su mala cabeza se vio ante los Tribunales que… (No sigo: la presunción de inocencia protege al Emérito de cualquier conclusión precipitada).


Qué podemos hacer


Si el "podemos" se refiere al pueblo soberano y no a ese Partido que dice que está Unida (¿?), podríamos hacer lo que quisiéramos; por ejemplo decidir en referéndum si los españoles queremos seguir con la jefatura del Estado en manos de un Rey o si preferimos instaurar alguna de las varias fórmulas republicanas que puedan imaginarse.


Podríamos. ¿Pero debemos? Es decir ¿es el mejor momento para enfrentarnos a ese desafío? Yo, lo dudo, ustedes, no lo sé. Por el contrario,  creo que no habría ningún riesgo, y sí muchos beneficios, en acometer cuanto antes algunas tareas de modernización de la institución.

  • La transparencia de la Casa Real ha aumentado desde la llegada de Felipe VI pero aún está lejos de lo deseable. El contribuyente tiene derecho a saber cómo llega, a dónde va y en qué se gasta el dinero público. En todos los casos, incluido el de la Zarzuela.
  • El medieval privilegio de la inviolabilidad del soberano tiene que precisarse lo suficiente como para que la aplicación del principio de igualdad de todos los españoles ante la Ley no ofrezca dudas ni siquiera a Doña Isabel Díaz Ayuso.
  • Falta una precisión minuciosa y detallada de actividades permitidas y vetadas al Monarca y a los miembros de su familia, correlato necesario a su condición de beneficiarios de una dotación presupuestaria que procede del dinero público, es decir, de nuestros impuestos.
  • De paso, tiene que desaparecer la anacrónica preferencia del varón sobre la hembra en la línea sucesoria, aunque eso, por el momento no plantee problemas.

  Cuando todo eso se haya conseguido es posible que el debate Monarquía o República sea menos apremiante.












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