viernes, 28 de febrero de 2014

Madrid necesita un manifestódromo
 
¿Qué de qué?
 
¡Un manifestódromo! eso es lo que creo, y no es de ahora. La Srª Botella, Alcaldesa por carambola y porque su predecesor no quería morir sin ser Ministro, ha dicho que hay que ir pensando en restringir el derecho de la ciudadanía a manifestarse a troche y moche por las zonas nobles de Madrid.
 
Razones no le faltan, que un día sí y otro también, los habitantes de la Villa y Corte nos vemos molestados por manifestantes de toda laya y condición, que cuando no protestan contra un Ministro es porque lo hacen contra el Presidente del Gobierno, contra la mismísima Alcaldesa, o contra les Empresas que les matan el hambre y no saben agradecerlo. Así no hay manera de vivir en paz.
 
Los manifestantes gritan, corean estribillos memos, a veces soeces, y casi nunca ingeniosos. Cuando se van, lo dejan todo perdido de papeles, colillas, restos de pancartas y cascos de botellas o latas de bebidas. En no pocos casos, deterioran el mobiliario urbano e, incluso, la pagan con escaparates, preferentemente de Bancos y Empresas tan modélicas como ellos.
 
Para fin de fiesta, gentes apandilladas, ("antisistema" los llaman los periódicos) hasta se enfrentan con las Fuerzas de Orden Público que, como todo el mundo sabe, ni siquiera pueden utilizar los más suaves medios de contención de la chusma, como pelotas de goma, botes de humo, porras que ni siquiera son de acero, o chorros inocentes de agua a presión. En vez de agradecer la ducha gratuita, se defienden a palos y pedradas y después denuncian a quienes ellos agredieron.
 
De manera que la Señora Botella, cree que ya está bien de aguantar tanto desmán. Y yo, con ella, pero un paso más adelante: como la Constitución en alguno de sus Artículos sobrantes habla del derecho de manifestación, se trata de arbitrar algún ingenioso método que permita deshacerse de las molestias, sin vulnerar nuestra Carta Magna.
 
Con la excepción de la que hablaré al final, habría que prohibir toda manifestación que no se celebre en los lugares habilitados al efecto:
 
El Manifestódromo.
 
Imaginad por un momento que en el lugar adecuado, el Sur de la Capital, desde luego, para que a los manifestantes les fuera más sencillo y más barato desplazarse hasta él, se construyera una gran avenida, flanqueada por edificios de cartón piedra, al modo de decorado Samuel Bronston, con reproducciones de los más emblemáticos edificios de la Capital, incluyendo, por supuesto, las fachadas de los Ministerios más visitados y por algún que otro escenario propicio.
 
Seguid imaginando que este decorado estuviera dotado con los más modernos medios audiovisuales para poder ofrecer en directo y/o en diferido imágenes de los manifestantes.
 
¿Qué mejor sitio para dar rienda suelta a las legítimas protestas de los despedidos, de las mujeres a las que tan poco les gusta el predecesor de la Alcaldesa, de los sanitarios que prefieren lo público a lo privado, de los estudiantes que no comulgan con el Ministro Vert, a los que una semana u otra se creen agraviados por el precio que les pagan por la leche, las patatas o los pollos, o por las intenciones de los Bancos de echarles de sus casas, cuando, por su mala cabeza, resulta que incumplen sus compromisos y no pagan la mensualidad de la hipoteca. (hago a los lectores la merced de cerrar aquí la lista de posibles manifestantes, porque igual tienen cosas que hacer antes de que amanezca) ¡Y tendrían garantizada su presencia en todos los noticieros de todas las cadenas públicas, privadas y mediopensionistas!
 
El Cuerpo de Manifestantes del Estado.
 
Ocurre, no obstante, que digan lo que digan algunos, la mayoría, la inmensa mayoría de los manifestantes son unos aficionados, no tienen profesionalidad alguna y así pasa lo que pasa, que la mayoría de las manifestaciones son auténticas chapuzas.
 
Hay, pues, que crear, el Cuerpo de Manifestantes del Estado. Todos son ventajas:
 
-   Se crearía empleo, cosa que en la situación que vivimos, no vendría nada mal.
- Dejaríamos la tarea de manifestarse en manos de profesionales que podrían ser formados con cargo a los Fondos Europeos de Formación (Visto lo visto, me parece este destino, mucho mejor que el de engrosar las cuentas corrientes de media docena de desaprensivos).
- Daríamos lugar a una nueva Carrera Administrativa, que, con el tiempo, podría llegar a ser universitaria, con distintas especialidades: Manifestante a pelo (subdivididos en protestones y agentes del orden); Redactores de consignas, Confeccionadores de pancartas, Redactores de manifiestos, Impresores de pegatinas, Diseñadores de gorros y camisetas alusivas, y puede que hasta media docena de profesiones más.
-  Sería rentable: Los manifestantes se ahorrarían los costes de desplazamientos, no tendrían que soportar los descuentos salariales, porque habrían ido a trabajar (tiempo tendrían de ver su manifestación por televisión a la hora de cenar o en el bar con los de su cuerda). Las empresas ya no tendrían que quejarse de la pérdida de productividad, lo que no sé si daría para subir los salarios, pero al menos mejorarían sus cuentas de resultados.
 
Para acallar las protestas de los manifestantes incondicionales, que haberlos haylos, habría que admitir la posibilidad de manifestantes espontáneos en el Manifestódromo, siempre que sólo asumieran tareas sencillas y que pagaran un modesto canon como precio por ver satisfecha su afición.
 
El espinoso asunto de la financiación:
 
Tripartita, como la Seguridad Social: Una parte la pagarían las empresas, que, como ya se ha dicho, mejorarían sus resultados, otra parte los Sindicatos, que, por lo general, suelen estar detrás de casi todas las manifestaciones, y la tercera los vecinos de Madrid en base a un nuevo Impuesto que nadie dudaría en pagar, vistas les inmensas ventajas del novedoso escenario.
 
Eso sí, habría que preguntar antes a Bruselas si se puede hacer o no lo del Impuesto Municipal de Manifestaciones Localizadas, si cabe o no cabe en los Tratados Internacionales, no vaya a ser que acabe pasando como con la pepla del céntimo sanitario. O sea, que Gallardón, que fue el primero en implantar la brillante idea para sufragar la Sanidad, mejor que no diga nada.
 
Esos ingresos "fijos", pagarían los gastos de mantenimiento del Manifestódromo y las nuevas inversiones en tecnologías de última generación, pero, además, como, según mi idea, podrían contratarse distintos modelos de manifestación, los convocantes tendrían que pagar una tasa proporcional al modelo elegido. Por ejemplo.
 
-  Manifestación pacífica, sin alteración de orden público, media docena de pancartas y 1.000 manifestantes. (No se necesitan tantos como en la realidad actual, porque las cámaras de televisión y los ordenadores, hacen milagros).
 
-  Manifestación de alto nivel de reivindicación, con discreta presencia de antidisturbios, docenas de pancartas, banderas de todos los tipos menos la española, 2.500 manifestantes y gritos enfurecidos durante y al final del evento.
 
-  Manifestación multitudinaria, con serios enfrentamientos con las Fuerzas del Orden, pelotazos de goma (falsa, serían de gomaespuma), botes de humo (con olor a mandarina), quema de contenedores (de cartón), destrozo de lunas y cajeros automáticos y presencia de ambulancias, alguna camilla y un grupo de especialistas del Cuerpo de Manifestantes, sangrando como cochinos en día de matanza. Los comentarios en los telediarios se harían en ese tonillo entre alarmista, indignado y compungido que se guarda para estas ocasiones.
 
Una comisión especial del Ayuntamiento estudiaría las tarifas aplicables, que serían aprobadas en un Pleno Extraordinario.
 
Excepciones a la regla:
 
Fuera del Manifestódromo, y en la Plaza de Colón en concreto, sólo se autorizarían las siguientes manifestaciones y/o concentraciones:
 
-  Las derivadas de algún triunfo memorable de Selecciones Nacionales de Deportes mayoritarios.
-   Las convocadas en defensa de valores tradicionales, especialmente si cuentan con la presencia de Jerarcas de alguna confesión religiosa de amplio arraigo, o con la de Miembros relevantes del Ejecutivo.
-  La provocada por el final de la Vuelta Ciclista a España (por el momento, y hasta que se decida que la Vuelta termine en Rodrigatos de la Obispalía, León)
-  La del desfile militar del día de las Fuerzas Armadas.
 
El broche final: la privatización del servicio.
 
Pasaría el tiempo, el espíritu fundacional se perdería, los Funcionarios del Cuerpo de Manifestantes se volverían inútiles, y los costes serían inasumibles.
 
En ese preciso momento, el servicio al completo se privatizaría, se reduciría el personal, los gestores privados (la empresa, sólo sería una coincidencia, resultaría ser de un preboste del equipo que en ese momento rigiera el Ayuntamiento) anunciarían grandes mejoras en las prestaciones de la Empresa "Manifestaciones Públicas S.A.", y, en lógica correspondencia, tarifas triplicadas respecto a las que se pagaban hasta ese día.
 
El Alcalde o Alcaldesa de entonces, daría una rueda de Prensa, diciendo que, para empezar, ahora más que nunca, se está garantizando el derecho constitucional de manifestación, y que, además, la medida rebaja los costes del Ayuntamiento, que a partir de ese día Madrid tendría un Servicio como ninguna otra ciudad de nuestro entorno, y que gracias a ella, y pese a los intentos obstruccionistas de la oposición, Madrid está cada día mejor.
 
¿Alguien conoce a la Señora Alcaldesa para hacerle llegar esta sugerencia?
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 


2 comentarios:

  1. Muy bueno, sería buena solución! Sobre todo lo del manifestódromo. Lo del cuerpo de funcionarios habría que estudiarlo más. Jaja...

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  2. Sí, tal vez convenga ser prudente, no sea que creado el Cuerpo, luego dé de sí y no haya donde meterlo. Sólo tal vez, porque lo que preveo es que, de hacerme caso, terminarían por privatizar la función, así que ya se encargarían los concesionarios de reducir el Cuerpo a su mínima expresión. Hay auténticos especialistas en jibarización de plantillas.

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