jueves, 24 de noviembre de 2016

No es fácil ser demócrata

No, no lo es.

Desde luego, no basta con decirlo. Hay que ser consecuente, especialmente cuando las circunstancias invitan a dejarse guiar por prejuicios o por los propios intereses.

No basta con votar de vez en cuando, cuando nos convocan, salvo que ese día nos apetezca otra cosa.

Hay que asumir, por ejemplo, que los que no piensan como tú, quizás busquen también el bien común aunque crean que el modo de conseguirlo difiere del tuyo.

Y hay que aplicar los mismos principios básicos en todas las ocasiones, no sólo cuando nos favorece su aplicación.

Uno de esos principios fundamentales es de la presunción de inocencia, aplicable en absolutamente todos los casos, aunque la marea de los medios de comunicación hayan extendido condenas a troche y moche y quienes tienes a tu alrededor hayan sentenciado culpabilidades antes de los correspondientes juicios.  En todos los casos. Sin excepciones para acusados de violadores o de corruptos. Así de exigente.

¿Era, pues, culpable Rita Barberá?

Éste es un buen test para detectar demócratas. No lo sabremos ni ahora ni nunca, porque ni ha sido juzgada, ni podrá serlo ya. Por lo tanto, aunque el personaje no goce de tus simpatías, como es mi caso, aunque te lamentes de la insoportable lentitud de la justicia española que debió de haber despejado ésta y cuatro docenas de dudas más hace tiempo, también es aplicable a la difunta Senadora el principio de presunción de inocencia.

Éste es el momento de ser consecuente y, si a mano viene, demostrar que la educación no es patrimonio de la derecha ni de la izquierda, sino una manera de estar en sociedad para hacer la vida más llevadera.

Visto lo visto, me atrevo a decir que alrededor de la muerte de la ex alcaldesa de Valencia se han desarrollado episodios que van más allá de la mala educación: entran en el territorio de la indecencia.

Indecencias hay muchas

Es indecente aprovechar unas circunstancias como las que han rodeado la muerte de Rita Barberá para montar el enésimo numerito circense en el Parlamento y perseguir titulares de prensa por la innoble vía de agraviar a quien ya no está en este mundo. Lanzada a moro muerto, que dirían nuestros clásicos.

Y es también indecente rasgarse ahora las vestiduras, acusar a los demás de haber linchado a la ex senadora popular, si has estado entre quienes la forzaron a abandonar el Partido y la apartaron como una apestada y la negaron públicamente después de haberla adulado durante decenios. Que quede claro: lo indecente no es la expulsión anterior, sino la hipócrita condolencia actual.

No es más que mi personal opinión pero para mí, que ni quienes siguieron la consigna del Politólogo Mayor del Reino, ni quienes se rasgaron las vestiduras desde la bancada popular han estado a la altura de las circunstancias.

viernes, 18 de noviembre de 2016

Un comportamiento ejemplar

La gira de Mr. Obama

Debo admitir que soy uno de tantos europeos que con excesiva y no siempre bien fundamentada frecuencia tienden a ridiculizar a los norteamericanos. Tópicos, clichés, ideas preconcebidas desde un petulante eurocentrismo, me llevan en más de una ocasión a simplificar el comportamiento no tanto de los ciudadanos estadounidenses, sino de sus gobernantes.

Quizás sólo sea el recurso a la resistencia mental del súbdito provinciano frente al Imperio. A veces me gusta pensar que los griegos debieron sentirse y pensar así frente a Roma, tan inculta, tan elemental a sus ojos, como incomprensibles eran ellos para los romanos.

Y, sin embargo, hay ocasiones en las que deberíamos tomar ejemplo de cómo se hacen según qué cosas del otro lado del Atlántico.

Acaba de terminar la más dura, desagradable, sucia, obscena campaña electoral que recuerdan las crónicas periodísticas. Trump y Hilary Clinton no han ahorrado esfuerzos, argumentos, trampas, zancadillas, amenazas o mentiras para derrotar a su adversario.

Cada uno ha llamado a su lado a quien fuera capaz no ya de aportarle un voto, que también, sino sobre todo de restarle credibilidad, apoyos al contrincante.

Terminó la campaña, el pueblo votó y la aplicación del peculiar sistema electoral norteamericano ha dado vencedor a Trump. Hoy no es el día de escribir mis lamentaciones porque el elegido jamás hubiera tenido mi voto (entre otras cosas porque nadie me ha dado la oportunidad de emitirlo, aunque sean unas elecciones más importantes para mí que, tal vez, las autonómicas del lugar donde vivo). Quizás otro día me ponga a ello.

Lo que quiero destacar es la actitud del todavía Presidente de los Estados Unidos, Mr. Obama, que tanto, tan a fondo y con tan escasos resultados se implicó en la contienda.

¿Ha desacreditado al ganador? ¿Se ha unido al coro de plañideras que lloran ya por desgracias que aún no han ocurrido? ¿Está pronosticando le inminencia de la barbarie?

En absoluto: ha emprendido una gira mundial para tranquilizar a los líderes de potencias aliadas asegurando que los Estados Unidos de Norteamerica siguen y seguirán siendo el aliado fiable que han sido bajo su propio mandato.

Es decir, que el todavía Presidente y líder del Partido Demócrata derrotado en las urnas se ha apresurado a poner por delante de sus más que probables sentimientos y de los presumibles intereses de su Partido, el interés de su País.

Eso es lo que hay que recordar y, si es posible, imitar

Porque aún tengo fresco en la memoria el recuerdo de una gira equivalente, aunque el viaje fuera a la inversa, cruzando el Atlántico de acá hacia allá, de cierto ex Presidente español, contrariado porque las urnas no habían alojado en la Moncloa a su delfín, sino al líder opositor.

Nuestro ínclito ex Presidente cruzó el charco para denigrar al recién elegido Presidente de Gobierno, sin caer en la cuenta que era el legítimo ganador elegido por el pueblo y que cuanto barro se arrojara sobre él, caería sobre España.

Nada de extrañar, por otra parte, si algún tiempo después pudimos ver y oír las lindezas que el mismo ex personaje dedicaba a su sucesor porque, a su personalísimo juicio, no hacía las cosas al modo y manera como él le había enseñado.

¡Así nos va!

martes, 1 de noviembre de 2016

Visto y oído

Más de trescientos días después

Pasó, pues, el tiempo de la gran incertidumbre. El Sr. Rajoy jura su cargo ante un Rey distinto al que lo hizo la primera vez, cuando se presentó aupado por los más contundentes resultados electorales que ha conocido nuestra todavía inexperta democracia, y tal podría parecer que lo peor ha pasado ya.

No seré yo quien agüe la fiesta al confiado lector de mis reflexiones, pero tengo para mí que la incertidumbre ante los avatares de un escenario sin precedentes pueden aún complicarnos la vida en los próximos meses.

Nadie se alarme que no es mi intención, hoy al menos, ejercer de profeta. Ni sé, ni quiero aventurar qué nos espera, pero ello no ha de impedirme algún que otro comentario sobre lo que he visto y oído en las pantallas y he leído en los diarios a unos y a otros.

¿Qué Rajoy nos espera?

¿Se avendrá el Presidente a pactar con quien sea preciso? ¿Será capaz de consensuar con otros Partidos soluciones no exploradas a las grandes cuestiones pendientes? o, por el contrario, ¿se encastillará en sus ya viejas posiciones, más consignas que ideas, y exigirá adhesiones, apelando a los votos recibidos y a la responsabilidad de los demás, para mantener incólume su programa? Este es uno de  los dilemas de los que más se habla.

Desde mi punto de vista, el problema está mal planteado. No se trata de lo que el flamante Presidente quiera hacer, sino de lo que pueda hacer. Sus votos no le bastan para nada. La suma de los de Ciudadanos pueden aliviarle algo el panorama, pero sigue necesitando más apoyos para conseguir las mayorías suficientes para hacer cualquier cosa.

Por tanto, o él y sus más conspicuos palmeros cambian de pauta o tendremos nuevas elecciones a corto plazo. 

Sólo es mi opinión, pero me inclino por la primera de las alternativas. Lo que ocurre es que, de inmediato, se abre otra incógnita ¿Podrá hacerlo con la vieja guardia pretoriana que le ha acompañado estos cuatro años? El jueves sabremos qué ideas maneja el Sr. Rajoy para lo que se le avecina. ¿Ministros políticos o simples colaboradores leales?

Comentario aparte: ¿tanto tiempo necesita el Presidente para formar Gobierno? Cualquiera diría que todo esto ha pasado de la noche a la mañana y le ha pillado por sorpresa.

El odio subió a la palestra

No soy de los que se rasgan las vestiduras fácilmente (quizás porque las vestiduras tienen un coste y no es cosa de andar malbaratándolas por las barbaridades que digan dos o tres parlamentarios desde la tribuna de oradores).

Ni es nuestro Parlamento el único, ni será el último en el que  se oigan expresiones de grueso calibre, ni sus Señorías se dediquen lindezas como las escuchadas estos días. Es el lugar, nos guste o no, donde los elegidos por el pueblo pueden e incluso deben decir lo que mejor represente su modo de pensar. En cierto modo, es de agradecer que así sea, porque si el ciudadano está atento podrá descubrir qué esconde el cerebro de ciertos Diputados a los que no hay que tomar a broma. Luego, conviene recordar lo ocurrido cuando el mismo que hoy dijo negro, pida tu voto vestido de blanco.

No obstante, es sarcástico que el epígono de la banda responsable de casi mil muertes se permita acusar a nadie. O que el vocero del secesionismo se ensañe con quienes en buena parte son los responsables de que gentes como él puedan hacer uso de la palabra y decir cuanto se les antoje. Eso revela el tamaño de su desmemoria, el abuso de la impunidad parlamentaria y lo que se puede esperar de él y sus amigos en el supuesto de que tuvieran capacidad de decidir.


Dijeron mucho más de lo que creen

Me ha llamado extraordinariamente la atención, por lo que esconde, qué formación ha sido la diana favorita de los disparos de quienes más dislates dijeron desde la tribuna. Uno podría pensar que si de lo que se trataba era de investir o no al candidato del PP, este Partido debería haber sido el blanco de las iras de podemitas, secesionistas, soberanistas, y demás patulea opositora.

No ha sido así: uno tras otro -excepciones honrosas al margen, alguna de ls cuales luego comentaré- pugnaron por tirarse a la yugular del tambaleante PSOE. ¿Por qué? 

- Las razones ocultas de Podemos: 
La caída de Pedro Sánchez ha tirado por tierra el plan estratégico del Sanedrín de los Profesores, que no era otro que fagocitar al PSOE, erigirse en dueños totales de la oposición y organizar desde esa posición el asalto al Poder. Cada cosa a su tiempo: primero la hegemonía absoluta en la izquierda y, por tanto, el control de la oposición. Después, la búsqueda del Gobierno, no antes.

Podemos nunca quiso que Sánchez fuera Presidente. Pudo votarle cuando éste presentó su candidatura y no lo hizo, y cuando aparentó sumarse entusiasta a un posible Gobierno "del cambio" presidido por Sánchez, lo dinamitó con la esperpéntica puesta en escena de su candidatura a Vicepresidente rodeado de sus futuros Ministros. 

Iglesias sabía que quisiera Sánchez lo que quisiera (y algo de lo que estaba dispuesto a querer lo estamos viendo ahora, cuando se ha ido para volver) su Partido no iba a tolerar ni esos desplantes ni la forzada presencia de los secesionistas y sus referendums en el acuerdo de investidura.

- Rufián y sus conmilitones:
Si hay algo conocido de Rajoy es su reiterada actitud frente al secesionismo. Ni siquiera  intento decir que sea la posición correcta para salir del atolladero en el que estamos, pero, como digo, si algo ha repetido hasta el aburrimiento el PP es que la soberanía nacional no es negociable. 

Cabría, pues, esperar que lo más florido del tabernario verbo del número dos de ERC se lo dedicara a Don Mariano. ¿SÍ? Pues no: el tal Rufián arremetió con todo contra la Gestora del PSOE. No seré yo quien sirva de altavoz a los exabruptos del personaje, pero así fue. ¿Por qué?

¿Podría pensarse que ERC especulaba (o contaba) con que un PSOE con Pedro Sánchez a la cabeza podría haber llegado a algún género de entendimiento con ellos? Eso parece. Puede que no sea más que la apariencia, pero ¿en qué otra clave puede entenderse tal explosión de odio?

- Dime a quien aplaudes...
También en el capítulo de aplausos, parabienes y abucheos pasaron cosas significativas: de vuelta a sus escaños, el Profesor Iglesias felicitaba efusivo a personajes de la catadura moral del portavoz de Bildu y, desde luego, cómo no, al inefable Rufián.

Tiene derecho a hacerlo: cada uno es muy libre de elegir a sus amigos. Por lo que a mí respecta, incluso agradezco la oportunidad que nos ha brindado de darnos a conocer por quién se inclinan sus amores. En esta ocasión creo recordar que no los besó. Quizás otro día.

Como también es muy significativo la ambivalencia parlamentario-callejera del politólogo. Tampoco se lo voy a discutir. No será ético, pero tampoco es ilegal: quiero decir que no hay ningún precepto vigente que prohiba a un parlamentario, abandonar su escaño y salir a saludar a quienes acosan al mismo Parlamento del que él forma parte. Él lo dijo muy claro: no tiene demasiado respeto por la dignidad del Parlamento.

¡El Parlamento y El Pueblo! Durante generaciones añoramos un Parlamento y que el pueblo pudiera llegar a él. Luchamos porque éste fuera la encarnación visible de la soberanía popular. Lo conseguimos; se llama democracia formal. Ahora llegan cuatro profesores y nos dicen que eso sólo es así cuando a ellos les convenga y que, mientras tanto, lo que las urnas les nieguen tratarán de obtenerlo con la algarada callejera que es donde está la verdad. El resto ¡es Casta!

Dicho de otro modo: el Sr. Iglesias otorga a la democracia formal y su máxima representación, el Parlamento, un valor instrumental. Está ahí, montando pequeños circos en su escaño, porque puede servirle hasta que su camino y el de su Partido hagan inútil esa antigualla. No me digan que no se les ocurren ejemplos históricos de este tipo de comportamientos: llegar al Parlamento para terminar con él.

Cosas de su poliédrica personalidad: un día en las barricadas, al otro en la cátedra, al siguiente jaleando a quienes impiden hablar en la Universidad y, cuando al paso viene, se reclama a sí mismo como el único y verdadero socialdemócrata de este sufrido país.

Por el contrario, resultó consolador contemplar a tres cuartas partes de los diputados aplaudiendo la protesta del portavoz del PSOE contra los excesos verbales del ya citado Rufián.

Mi más sincero agradecimiento

Hay ocasiones en las que la tan denostada "Política" te regala alguna razón para la esperanza.

Caía la tarde, se acercaba la votación final, cuando desde la tribuna de oradores sonó una voz clara que fue desgranando unas cortas frases plenas de sensatez, de sentido común, de claridad de ideas. 

Parecía como si quien hablaba hubiera tenido el privilegio de hacerlo desde algunos escalones por encima de los demás lo que le hubiera permitido otear un panorama más completo de cuanto pasaba a su alrededor.

Tan claro tenía lo que quería decir que ni siquiera precisó de la ayuda de un papel. No es que no leyera, es que ni siquiera necesitó notas para desgranar sus ideas. Tal vez por eso, porque tenía ideas.

¡Qué lástima que quien hablaba no tuviera la menor oportunidad de influir decisivamente en el devenir más próximo de todos nosotros! Porque no hablaba en nombre de los grandes, sino desde la modesta representación de un pequeño Partido periférico. No importa: su intervención los hizo a los dos, a ella y a su Partido, un poco más grandes.

Gracias, muchas gracias, Doña Ana Oramas porque una vez más ha dado usted un ejemplo de lo que puede y debe ser un representante del pueblo soberano. A sus pies, Señora.