lunes, 22 de enero de 2018

Todos somos culpables

El Gran Histrión

    La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha supuesto una aparente bendición para cuantos en mayor o menor medida comentamos la actualidad, ya sea en libros, revistas, periódicos o, como es mi caso, en los más modestos soportes de las “redes sociales”. Cada día caemos en la tentación de glosar, criticar, algunos incluso alabar, la última ocurrencia del Presidente.

    Demos por bueno que, al menos en Europa, la mayoría de los comentarios son adversos al pintoresco ocupante de la Casa Blanca. Unos utilizarán la ironía, o el sarcasmo o la burla más o menos ingeniosa. Otros escribirán desde la reflexión, le teoría política, los presupuestos del cambiante mundo de la comunicación. Incluso habrá quien, aprovechando la notoriedad del personaje, consiga sus buenos dineros pregonando las gracias y desgracias del exvendedor inmobiliario.

    No le hemos juzgado y ya le hemos condenado. Así somos. Y, sin embargo, tengo la impresión de que faltan por hacer muchas reflexiones y por plantear un buen número de  preguntas.

Algunas tienen que ver directamente con Donald Trump, por ejemplo:

- ¿Estamos seguros de que el Presidente es un perturbado? Soy de los que piensan que es mucho más fácil fingirse loco estando cuerdo, que cuerdo estando loco. Al final, si pierde, será un loco. En caso contrario, quién sabe. 

- ¿Y si fuera -dejemos la ética de lado por un momento- un experto manipulador capaz de arrastrarnos tras él o contra él, mientras, como un trilero, hurta a la vista del público sus auténticas hazañas, las que resultarían más difíciles de aceptar por sus ciudadanos?

 Miremos a nuestro alrededor y seamos capaces de admitir que ahora mismo, entre nosotros, mientras nos obsesionamos con cierto problema enquistado en el Nordeste de España, estamos olvidando asuntos vitales para todos que ni siquiera sabemos cómo van.  

-Dicen que el personaje no ha leído un libro en su vida, que se alimenta de la televisión y que le basta con sus frases en Twitter para desarrollar su programa ¿Qué nos hace pensar que para ser un político en estado puro hace falta ser culto? ¿Quién de nosotros no es capaz de recordar media docena de nombres de políticos que han pasado a la Historia Universal con escasísimo bagaje cultural? Si piensan un poco verán que los hay de cualquier signo y que algunos, incluso, han sido meritorios personajes públicos. 

   Y también hay preguntas que se refieren a otras instancias. He aquí algunas.

El muy respetable Partido Republicano.

En el sistema político norteamericano, admirable en muchos aspectos, puede darse el caso de que el Gobierno y sus dependencias tenga que suspender actividades temporal o definitivamente a falta de un acuerdo parlamentario sobre el presupuesto. Bien, eso es lo que hoy mismo está pasando: el Partido Republicano no cuenta con votos suficientes para aprobar el Presupuesto propuesto por el Gobierno y hasta que el acuerdo se logre, docenas de organismos cierran y mandan a sus empleados a sus casas. Sin cobrar, desde luego. Extraño, pero eficaz.

¿Y qué hace el Partido Republicano? Intenta chantajear al Demócrata. Si éste segundo quiere evitar que los soñadores, los “dreammers”, es decir, los hijos de los migrantes ilegales que Obama pretendió proteger, tendrán que votar una punta de millones de dólares ¡para levantar otra porción del muro que les aísle de México!

O sea: la idea del muro fue de Trump, todos pensamos que estaba loco, pero el Partido Republicano, el primer Partido del país, o el segundo, qué más da, hace suya la idea y la convierte en arma parlamentaria. Los estrategas del Partido no creen que ello les vaya a suponer un quebranto electoral, sino, quizás, al contrario. 

Hay algunos otros ejemplos de esa mímesis, de ese seguidismo del aparato republicano a las extravagancias del Presidente. No es necesario reproducirlos, pero, en cualquier caso, es evidente que sea por contagio, por identificación, o por desvergüenza, el más conservador de los partidos norteamericanos, comulga con las ruedas de molino del Presidente. 

O sea: las extravagancias de Mr. Trump lo son sólo para quienes tenemos la funesta manía de pensar de una determinada manera. No necesariamente para sus votantes. Dicho de otra manera, a ver si nos enteramos: a los votantes de Trump no les engañó nadie. Votaron a quien querían, sabiendo quién era el personaje. 

Mi impresión personal, es que muchos de los políticos republicanos siempre pensaron como ahora están demostrando, pero hasta que llegó Donald Trump no se atrevían a confesarlo en público. Pura cuestión de vergüenza ajena que salta por los aires cuando el mismísimo Presidente es quien levanta la veda: los latinos son basura, los países pobres un cubo de mierda, la sanidad para el que pueda pagársela, que a mí nadie me regala nada, y el que opine lo contrario, el que critique a Trump o es un mentiroso, o un comunista. En todo caso, un mal americano. 

De ahí a la persecución real de los medios de comunicación adversos, por ejemplo, no hay demasiado trecho.

Muchos millones de norteamericanos

¿O es que somos tan ingenuos que confundimos nuestros deseos con la realidad? Manhattan no es Nueva York y Nueva York no es Los Estados Unidos de Norteamérica? Como no lo son Hollywood, el Sindicato de Actores, la prensa más o menos progresista y media docena escasa de los Jueces que han plantado cara a Trump. Se me entiende ¿verdad? Son una parte muy visible, muy llamativa, muy del gusto de Europa, pero nada representativa de la realidad sociológica del país.

La izquierda norteamericana (¿existe la izquierda norteamericana o la expresión es un verdadero oxímoron?) o, si se prefiere, el pensamiento liberal, buena parte de la intelectualidad, el mundo del arte y algunos, ni siquiera todos, los líderes de los millones de inmigrantes abominan de Trump ¿Y el resto?

¿Y el middle west, los granjeros de Oklahoma, los habitantes de los suburbios de ciudades que fueron poderosas como Detroit, como Baltimore, y hoy están arruinadas? ¿Y los orgullosos texanos? ¿Y los supremacistas? ¿Y los fundamentalistas de docenas de sectas pseudo religiosas? ¿Y las empobrecidas clases medias a quienes machacó la crisis? ¿Y los herederos del Ku Klus Klan?

Suena bien lo de “América lo primero” ¿Verdad? (Por cierto, Trump es otro más de los que confunde América con Los Estados Unidos de Norteamérica) Puede ser verdad o no. No es lo mismo el corto que el largo plazo. Suena bien lo de repatriar industrias, bajar los impuestos, reabrir minas, etc. etc.

¿A quién le importa si a medio plazo el que compre lo que se hacía en México y ahora en  Tennessee es más caro que antes? ¿Quién cae en la cuenta de que la era Trump está volviendo a beneficiar a los clanes, las corporaciones, los sistemas que desataron la crisis que se llevó por delante decenas de millones de empleos en su propio país? ¿No es más cómodo culpar a los negros, a los inmigrantes, al Islam, al mundo hispano en su conjunto? ¿Quién se preocupa por el deterioro del medio ambiente en Alaska, si nada menos que tu Presidente se ríe del cambio climático?.

¿Verdad que lo de repatriar beneficios suena divinamente?

¿Y nosotros?

Sigamos con lo de repatriar beneficios. Oigo o leo que Apple repatriará no sé cuántos miles de millones de dólares de su capital y pagará al fisco tampoco recuerdo cuántos dineros en impuestos porque después de la reforma fiscal que tanto ha beneficiado a las grandes fortunas del país (¿alguien pensaba que habría de ser de otra manera? ¿A santo de qué? Ni que Trump fuera socialdemócrata, o sea, socialista, es decir, comunista, que por allá tanto da) le trae más cuenta que hacerlo en Irlanda, donde venía haciéndolo en unas condiciones ya de por sí escandalosas.

Pero seguiremos comprando sus productos  (esto mismo lo estoy escribiendo en un portátil de la marca de la manzana) y no presionaremos a nuestros Gobiernos para que el gran gigante tribute en nuestros países lo que debería hacer por sus  ventas  aquí.

¿Podríamos hacer más? Por supuesto: no podremos votar en las elecciones norteamericanas, que no sé yo si no debería ser una opción atractiva, pero sí podríamos elegir a gobernantes menos complacientes con quienes tanto nos desprecian y con tan poco miramiento se comportan con sus “aliados” 

¿Qué Gobierno occidental ha exigido explicaciones o ha condenado la decisión de cambiar la sede de la embajada USA a Jerusalén, sea cual sea la trascendencia que ello pueda tener en el recrudecimiento del terrorismo islámico en nuestro espacio?

¿Somos algo más que amigos de países que pretenden ser humillados como México o preferimos que el Gran Histrión no se fije en nosotros? Porque a lo mejor era el momento de demostrar qué son para nosotros los países hispanos, en vez de llenarnos la boca con frases sonoras pero huecas.

En resumen

  • El fenómeno Trump está compuesto de muchas piezas: el personaje, desde luego, los efectos devastadores de las nuevas formas de comunicación de masas a la hora de desmantelar discursos políticos con algo más que proclamas dentro, y demasiadas complicidades.
  • No simplifiquemos. Es algo más costoso, más exigente, pero pensemos antes de tragar sin masticar lo que nos vayan poniendo delante.
  • Y, sobre todas las cosas: miremos a nuestro alrededor y procuremos identificar, mientras aún es tiempo, a quienes entre nosotros, sean del signo que sean, utilizan las mismas herramientas que el ocupante del Despacho Oval: la mentira, la simplificación, la manipulación, la desvergüenza.
  • Porque, recordemos: cuando empezó la campaña todos dábamos por descontado que el tal Trump iba directo al fracaso. Incluso nos reíamos con sus ocurrencias.

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