jueves, 2 de mayo de 2013

 
 
Fuera del tiesto (6ª entrega)
 
 
Coincidencias funestas.
 
  El pasado 8 de abril abandonaron este perro mundo Sara Montiel a quien Dios tenga en su gloria y Margaret Thatcher a quien Dios haya perdonado.
 
 
¡Pobre hombre!
 
 
  El Sr. Sáez ha sido un contribuyente perseguido por la mala suerte. Años y años de desvelos, sinsabores, trabajos sin cuenta, denodados esfuerzos detrás de su escritorio, para que al final, primero los Tribunales lo consideren persona poco recomendable (creo que las Sentencias utilizaban otros términos menos considerados), y ahora, cuando decide jubilarse, el Fisco se quede con la mitad de los poco más de ochenta y ocho millones de Euros que se había ganado a pulso y que deberían haber sido su colchoncito para asegurarse una vejez digna.
 
Y digo yo ¿Compensa tanto trabajo para, al final, llevarse sólo algo más de cuarenta millones de Euros? La medida se me antoja desincentivadora del esfuerzo. Claro que a lo peor los varios millones de jubilados cuyas pensiones disminuyen año tras año o los más de seis millones de desempleados lo ven de otra forma. Y es que hay gente para todo.
 
 
El Consejo de Administración del llamado "Banco malo".
 
 
 
  Hablo de ese engendro creado para dar acogida a los llamados activos tóxicos, preocupante eufemismo que da nombre a las consecuencias de la mala gestión de los Bancos Buenos. Se trata de una la Institución creada para aliviar los problemas que la búsqueda del lucro exagerado o la obediencia ciega a políticos irresponsables de toda laya y condición habían puesto en riesgo a todo el sistema bancario español (Ése que hace nada, si uno escuchaba al Gobierno estaba por encima de toda sospecha y aventajaba en solvencia a todos los sistemas bancarios del universo mundo).
 
   ¿Cuántos Consejeros se necesitan para administrar esa gigantesca inmobiliaria que es el dichoso Banco Malo? ¿Y cuánto deben percibir como sueldo los Consejeros y el Presidente? ¿Y quién los nombra y con qué criterio? Porque tengo para mí que al final, lo que empezaron los Bancos Buenos, y ahora continúa el Banco Malo, vamos a terminar por pagarlo los de siempre, los contribuyentes que trabajan por cuenta ajena, los funcionarios y los parados. No doy ni el número de Consejeros ni el importe de sus retribuciones por pudor, pero  estoy convencido que un Banco de esas características podría funcionar con un Administrador único que, además, fuera un Alto Funcionario de Hacienda o   de Economía al que bastaría con abonarle como complemento unas dietas razonables por día de asistencia a cuantas reuniones fuera preciso acudir.
 
  Pero seguramente lo que ocurre es que yo no entiendo de esta materia. Debe ser así, porque llevo días pensando en ello y no acabo de ver qué es un Banco Bueno.                                     


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