Mea culpa
Las consecuencias de precipitarse
En mi última entrada, en el apartado dedicado a La Mujer del César deslicé un comentario mordaz sobre la Infanta Cristina a la que atribuía oscuras operaciones inmobiliarias que yo juzgaba impropias de su condición. Hoy parace estar claro que todo se ha debido a un error de la Agencia Tributaria, que, a su vez, deriva la responsabilidad a misteriosos "terceros".
No importa de quién haya sido el error, está fuera de toda duda que, por lo que a mí se refiere, he caído en el pecado de dar por sentada una información no contrastada debidamente. Lo siento por la persona afectada, lo siento por mis posibles lectores, y lo siento por mí, que nunca debí hacer tal cosa.
He criticado muchas veces esa manía tan española de juzgar, condenar y estar dispuestos a ejecutar, llegado el caso, a ciudadanos a quienes se acusa de cualquier cosa, antes de ser escuchados siquiera. Ahora yo he hecho lo mismo. Se ve que sigo siendo español, para lo bueno y para lo malo. Espero no volver a repetir el disparate.
Una vez más pido disculpas.
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