viernes, 5 de julio de 2013

Cosas que pasan

El viaje de Evo Morales.
 
 
   Para que nadie me tome el número cambiado: no me gusta Evo Morales; no me gustan ni Maduro, ni la Kirchner, ni cualquier otro aspirante a Caudillo que no suelen ser sino demagogos tramposos, populistas sin demasiados escrúpulos a la hora de saltarse a la torera la legalidad, utilizando como coartada el recurso al imperialismo predador que chupa la sangre a sus pueblos. Y, para aclarar más aún lo que quiero decir, que quede muy claro que mi falta de aprecio por personajes como los citados, no radica en su ideología real o supuesta (hablar del izquierdismo de la mandataria argentina es un despropósito) sino en, como decía, su falta de escrúpulos a la hora de manipular las bajas pasiones de pueblos en general poco o nada informados y, llegado el caso, cuadrar sus maltrechas cuentas públicas con el expolio de propiedades extranjeras.
 
 
    Dicho eso, no quiero pasar por alto el asombroso espectáculo que hemos dado al Mundo y a la Historia algunos de los países europeos que blasonamos de ser el paradigma de la democracia y de la civilización.
 
  Veamos: parece ser que en la zona internacional del aeropuerto de Moscú, reside temporalmente un fulano que un día trabajara para los servicios secretos estadounidenses y que, otro día le dio por revelar al mundo algunas de las curiosas prácticas a las que se dedicaban él y sus congéneres: a espiar no sólo a sus enemigos, sino  también a sus amigos y aliados, ya fueran Gobiernos o meros  ciudadanos.
 
    Barak Obama, ese bluff cuyo acceso a la Presidencia algunos saludamos con esperanza, no sólo no se ha disculpado con sus espiados socios, sino que ha justificado su insólito proceder y ha declarado la guerra a su desleal empleado ¡acusándolo de espionaje! A partir de ahí, parece que el hombre está encontrando algún que otro problema para asilarse en lugar seguro.
 
    Putin, otro "demócrata", debe de pensar que mejor no dar facilidades, no vaya a ser que alguno de sus propios empleados siga el ejemplo y nos venga a contar qué se cuece en el Kremlin. Mr. Cameron, tampoco parece en las mejores condiciones de salir en defensa del derecho de asilo, porque, por lo visto, también tiene sus trapos sucios que mejor no airear. ¿Y los demás?
 
    Cambio de carril. El Señor Evo Morales, con el que podremos estar o no en sintonía, pero que es el primer mandatario de un Estado supuestamente soberano ha pasado un quinario para poder llegar a su casa en su avión presidencial. Retenido trece horas en Viena, imposibilitado de tomar tierra en media docena de países, también más o menos soberanos, con los que mantiene relaciones diplomáticas normales, ha puesto en bandeja a sus conmilitones la puesta en escena de uno de tantos espectáculos anti norteamericanos de los que disfrutan periódicamente.
 
    Vuelvo al hilo: o sea, que el amo del Imperio nos espía cuando y como quiere, lo justifica en base a la seguridad de su país, (cuyos ciudadanos, por cierto, parecen admitir sin rechistar la injerencia creciente de los poderes públicos en sus vidas privadas en aras de esa falacia de darles a elegir entre seguridad y libertad) y en vez de pedir disculpas ordena a sus virreyes provincianos que al enemigo ni agua y que ay de nosotros si nos da por ayudar a quien él sospeche que pueda estar echando una mano a su desleal espía. Todo esto que escribo no debe de ser sino el fruto de mi desbocada imaginación, porque Mr. Obama ya ha asegurado que él no ha indicado a nadie lo que tiene que hacer.
 
    Hubo un tiempo en el que Europa presumía de haber civilizado al mundo, y, España en concreto, de haber descubierto, desarrollado y difundido el Derecho de Gentes. Ese tiempo ya pasó. El presente es de quienes ejercen el poder sin demasiadas florituras, ya sea desde Washington, en medio de la Madre Rusia, o desde Beiging (antes llamado Pekín). Como era de esperar el Señor Obama es hoy un poco menos popular que hace una semana en el cono Sur de su Continente. Parecía difícil, pero lo ha conseguido. 
 
 
 
 


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