martes, 30 de julio de 2013

Medio siglo después

He vuelto a Ciudad Rodrigo.

  No es exacto. Medio siglo es demasiado tiempo como para no haber vuelto nunca a mi lugar de nacimiento. No han sido 50 años, pero ha faltado muy poco.

  Y, por fin, este último fin de semana, Blanca y yo hemos pasado un par de días en la vieja Miróbriga, por obra y gracia de la invitación de Carmina y de Santi, dos amigos que ya lo eran cuando partí de mi tierra.

  Marché en aquel tiempo en el que creía que todo era posible. Era joven, pero no lo sabía, y pensaba que disponía de poco tiempo para llevar a cabo cuanto quería. Era muy pronto para saber que todo, o casi todo, pasa primero en tu mente, y que muchas de las cosas que buscaba lejos las tenía a mi alcance, sin salir de Ciuudad Rodrigo.

  

Alcázar de Enrique II de Trastamara, sede 
del Parador Nacional de Turismo.

    El paso del tiempo difuminó los contornos, emborronó los recuerdos que apenas dejaron espacio para imágenes que por una u otra razón resistieron mejor que las demás el paso de los años: el aula donde aprendí a leer (la misma que pocos años antes había tenido como alumno a Fernando Arrabal), las correrías por la muralla, por los fosos, por plazas y callejas de uno de los más privilegiados recintos amurallados de España (¿por qué no del mundo?), el prodigioso Río Águeda, que cuando chico comparaba con el Mississippi, y, más tarde los primeros amores, las primeras decepciones, que en la distancia se convierten en nostalgia de un tiempo irrepetible 

  


Una perspectiva del sistema defensivo de la ciudad.


    Y es ahora, al volver, cuando redescubres las perspectivas urbanas que recuperas del disco duro de tu memoria, cuando reencuentras a los viejos amigos, escudriñando en sus caras los rasgos que tuvieron años atrás. No importa cómo los haya respetado o maltratado el tiempo. Hombres y mujeres, llega un momento en el que dejan de cumplir años para ellos y para los amigos, que siguen llamándolos con los apelativos abreviados, los apellidos prestados, los diminutivos de antaño, porque para todos nosotros el tiempo, si nos lo proponemos, hay un día en que deja de correr.




Los grandes templos de Ciudad Rodrigo: la Catedral y la Iglesia del Sagrario,
conocida por todos como "Cerralvo".

    Decía Mark Twain que en la vida de todo muchacho llega un momento en el que siente la imperiosa necesidad de buscar un tesoro. También a mí me llegó y busqué ese fabuloso conjunto de joyas y monedas que podrían haber escondido los cristianos del S. XIII o los defensores de la plaza frente a los franceses. Ahora lo he encontrado: el tesoro es lo que recuerdas de las gentes que te quieren y a las que quieres. 




Otra perspectiva de la Catedral, vista desde la muralla a la altura de la Puerta de Amayuelas.

  Sólo han sido dos días. Apenas el tiempo suficiente para recorrer los enclaves que marcaron mi adolescencia, para volver a retomar el diálogo con quienes representaron algo en el difícil tránsito de la pubertad a la edad adulta, para recuperar añosos recuerdos. Al cabo, Blanca y yo emprendimos al regreso, cansados, faltos de sueño, y sin embargo satisfechos de cuanto habíamos vivido en tan poco tiempo.



Ciudad Rodrigo visto desde la orilla del Águeda.

    Así, pues, gracias, Carmina; gracias, Santi, por vuestra invitación, por vuestras atenciones, por seguir ahí, tan cerca al cabo de los años.

    Y gracias, Blanca, por acompañarme en este viaje en el tiempo más que en el espacio. Tú sabías que para mí era importante

4 comentarios:

  1. ¿Dónde puedo alojarme en Ciudad Rodrigo?

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    1. Recomiendo dos opciones.

      El Parador Nacional de Turismo "Enrique II de Trastamara", precioso, en pleno centro urbano, sobre la muralla, construido en el Alcázar, o cualquiera de los Hoteles "Conde Rodrigo". El I está también dentro del recinto amurallado, junto a la Catedral y el II junto al río.

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  2. No me ha sorprendido ver todo lo bonito que has dicho de Ciudad Rodrigo, de nuestra juventud y amistad, porque sé cómo eres, cómo hablas y cómo escribes, pero te diré que estoy muy feliz de haber colaborado en que esto haya sido así y en tu reencuentro con tus amigos de Ciudad Rodrigo. Esperamos que volváis más a menudo.

    Con el cariño de siempre. Carmina

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  3. Al contrario, querida Carmina: gracias a Santi y a ti, amigos desde hace tanto tiempo que no debo precisar más, no se vaya a pensar que somos inmortales.

    Pasan los años y un día descubres el valor de los recuerdos, de los afectos antiguos, los que han resistido incólumes el transcurrir de los años.

    Volveremos a Miróbriga, no lo dudes, aunque sólo sea para alzar la copa y brindar con vosotros por los recuerdos.

    Hasta siempore.

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