Buen viaje, Mr. Adelson.
Déjenme que felicite al Gobierno. Por una vez y sin que sirva de precedente, me congratulo de que nuestros políticos no hayan cedido a las presiones chantajistas de un tahúr profesional de escala planetaria. Ya sé que no somos más que relativamente soberanos, como todos los pueblos de Europa, por otra parte, pero una cosa es depender del Imperio y otra dar la impresión de que nuestros Poderes están en almoneda al alcance del primero que venga por ellos.
Mr. Sheldon, Adelson, se nos presentó hace algún tiempo como nuestro salvador, Rey Midas, Mecenas americano, Míster Marshall de Siglo XXI, que había de convertir las afueras de Madrid en la edición corregida, aumentada y mejorada de Las Vegas. Miles de millones de todas las monedas del mundo, Euros, Dólares, Rublos, Yenes, Dinares, Yuanes, se derramarían sobre Madrid como jupiterina lluvia dorada, que enterraría en oro a toda la Comunidad. Hoteles, Casinos, Centros de Convenciones, Restaurantes, Centros Comerciales, Campos de Golf, y turistas, muchos turistas, millones de turistas, y puestos de trabajo, cientos de miles de puestos de trabajo.
A nuestros munícipes y regidores autonómicos, los ojos les hacían chiribitas, el baqueteado gremio del ladrillo volvió a estremecerse con la embrujadora sensación de percibir mariposas en el estómago, y a los logreros de toda laya y condición se les acabaron los adjetivos laudatorios, mientras pensaban en comisiones, coimas, descuidos y cohechos.
El caso es que el tahúr, que no se ha hecho el Rey del Juego rezando rosarios, empezó a poner sus condiciones.
- Pensábamos que los terrenitos deberían aportarlos ustedes. No habrá problema ¿verdad? Les sobra tanto en los alrededores que para qué mejor destino que éste.
- Hecho, amigo, por terrenos que no quede. Si algo sobra en España es suelo urbanizable.
- Sería un detalle que los urbanizaran antes de cedérmelos. Eso es el chocolate del loro. Además, ¿se dan cuenta de la cantidad de currantes que podrían sacar del paro? Eso, en términos electorales, es un torrente de votos.
- Si, bueno, no creo que haya problema. ¿Tenía usted pensado algo más?
- Algo sin importancia, que espero que comprendan. Los jugadores son gente nerviosa, que calman su ansiedad fumando. Tienen ustedes que permitir fumar en mis instalaciones. ¿Algún problema?
- Sí, verá, es que está prohibido por Ley.
- Entiendo y, dígame, ¿Quién hizo la Ley?
- Nosotros. O sea, nuestros diputados.
- Que hagan otra en la que me dejen fumar. No entiendo mucho de eso de los Parlamentos, pero en USA eso lo arregla un buen Lobby. ¿Lo harán?
- Supongo que podríamos, pero ¿Por qué no nos dice todas seguidas las cosas que se le han ocurrido, para poder empezar a trabajar de una vez?
- Como quiera, pero recuerde que han sido ustedes los que me lo han pedido. Veamos las más importantes. Hay algunas otras, pero resueltas éstas, las que quedan no son más que cuatro tonterías:
* Tratamiento fiscal favorable. No me malinterprete, no quiero evadir impuestos, ¡válgame Jehová!, lo que quiero es que me autoricen a pagar menos, previos los cambios legislativos que ustedes tengan que hacer. Después, lo que haya que pagar se paga.
* Financiación del proyecto en sus tres cuartas partes por Bancos españoles. Yo podría hacerlo sólo con mi dinero, pero no me parece justo impedir que sus bancos ganen dinero con una operación que va a hacerse en su país.
* Como tendrán ocasión de comprobar mi plan estratégico es prácticamente infalible, así es que si falla sólo puede ser debido a que su Administración no ha estado a la altura de las circunstancias. Por eso, en ese caso, deberá el Estado Español hacerse cargo de mis pérdidas.
* Me gustaría también que me trataran como lo que soy: un amigo. O sea, que a partir de que yo me instale, ustedes deberán impedir que otros vengan a intentar llevarse una parte del pastel que yo he creado. En dos palabras: quiero un pacto escrito de exclusividad.
* Me gustaría también que me trataran como lo que soy: un amigo. O sea, que a partir de que yo me instale, ustedes deberán impedir que otros vengan a intentar llevarse una parte del pastel que yo he creado. En dos palabras: quiero un pacto escrito de exclusividad.
* Por supuesto, me fío de sus promesas, pero la vida da muchas vueltas, así que igual antes o después pierden ustedes algunas Elecciones y a los que vengan (Dios no lo permita) les da por volver a poner las cosas en su sitio. Para ese caso he pensado en una indemnización, cuyo importe no le digo ahora porque me la están calculando. Bueno, y porque no quiero que le de un vahído
* Y, para terminar y dejarle que vaya pensando cuándo firmamos, le diré yo estoy acostumbrado a hacer las cosas a mi manera y a tratar a mi gente igual en todas partes, o sea que me gustaría que en mis instalaciones, no se aplicara el principio de territorialidad de la legislación laboral.
- ¿Mande?
- Que a cada uno de mis trabajadores se le aplique la legislación laboral de su país de origen.
- Entiendo, si vienen de Ghana, o de Pakistán, o de Haití, nada del Estatuto de los Trabajadores, incluso después de nuestra Reforma Laboral, sino las Leyes laborales ghanesas, pakistaníes, o haitianas, si es que las hay.
- Sí señor, hay que ser ecuánimes. A cada uno lo suyo. Oiga, por cierto, ¿sabe que me está usted pareciendo un poco xenófobo? Parece como si le molestara que algunos de mis empleados no fueran de Alcorcón.
- ...
Así que, visto el percal, el Gobierno parece que ha puesto pies en pared, el tahúr ha cogido el canasto de las chufas y ha dicho que igual se va a Japón o a Corea (del Sur, supongo). Y por eso, como decía al principio
¡¡Buen viaje, Míster Adelson, y cuando llegue al Extremo Oriente, no se aleje más, no vaya a ser que vuelva a acercarse, que la Tierra es redonda!!.
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