En memoria de NELSON MANDELA
Sería por mi parte la exhibición de una alta dosis de osadía pretender ser original, más original de lo que ya lo han sido los cientos de articulistas que han glosado el obituario de Nelson Mandela, o profundo, más profundo que los intelectuales que llevan escribiendo sobre él desde hace décadas.
No pretendo ni lo uno ni lo otro. Quiero, nada más, dejar constancia de la admiración que me ha producido desde hace muchos años el personaje que se ha ido, y de la tristeza que siento al ser consciente de que su marcha de este mundo, nos deja a todos algo huérfanos. Hemos perdido un referente ético de una estatura colosal. No es sólo lo que hizo, sino cómo lo hizo. ¿Han oído lo que dice de él quien fue durante años su carcelero? Para mí es el mayor y mejor homenaje que puede hacerse de Nelson Mandela. Hace falta ser grande, muy grande, para poner el perdón por delante de la venganza, la generosidad por delante de la revancha, la concordia por delante del odio. Sin duda uno de los héroes del Siglo XX, que empezó cuando nació y termina ahora, con su muerte, digan lo que digan los calendarios.
Dejo de lado algunos aspectos pintorescos de sus fastos funerarios, el saludo entre Raúl Castro y el Presidente Obama, por ejemplo. No quiero entrar en el hecho de que hasta hace sólo ocho años, la Administración Norteamericana, tan bien representada en los funerales, mantuviera a Nelson Mandela en la lista de terroristas, ni que no termine de explicarme cómo alguien que dice admirar tanto al que se nos fue, no aplica alguna de sus teorías en su hermosa isla. No quiero tampoco especular sobre por dónde irán las inevitables manipulaciones de su figura, y las apropiaciones indebidas de su mito, ahora que ya no está.
Sólo quiero decir, con el mayor respeto del que soy capaz, adiós, Nelson Mandela, nos enseñaste tanto, que ahora que te has ido siento que el mundo está algo más oscuro.
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