viernes, 10 de octubre de 2014

Ébola
 
El origen del mal
 
Pido disculpas si en algún momento escribo tal o cual dato disparatado. No soy científico ni médico. Trato, tan sólo, de reflexionar a la luz del sentido común sobre la desazón creada en España a raíz, sobre todo, del contagio de la auxiliar de enfermería. Y, una vez más, no olviden el título genérico de esta sección: no es más que una opinión.
 
He leído en algún sitio que el virus del ébola se identificó en 1976. Hace, pues, ya casi 40 años. Tiempo suficiente para que los extraordinarios equipos de investigación de la media docena de multinacionales farmacéuticas hubieran dado ya con vacunas, tratamientos y medicinas capaces de acabar con el mal.
 
No ha sido así. El ébola empezó siendo endémico de algunos países centroafricanos. No parece que entrara en los planes de las farmacéuticas invertir cantidades ingentes de dinero para hallar el remedio a una enfermedad que se cebaba nada más en "esos pobres subsaharianos, que carecen de todo". Subsaharianos, es decir, negros, ni siquiera "afroamericanos" o sea, más pobres que las ratas. ¿Quién podría pagar el coste de las medicinas que garantizaran el retorno de la inversión?
 
Pero, como si de la langosta, o de la marabunta se tratara, un mal día la endemia se tornó epidemia y camino va de alcanzar la categoría de pandemia. Y aquí, y en USA la tenemos ya. Recuerdo el conocido poema falsamente atribuido a Bertolt Brecht ("Primero fueron por los judíos, pero yo no era judío, así que no me preocupé... ... Ahora vienen por mí, pero ahora ya es tarde")
 
Es posible que para la mayoría aún no sea tarde, porque, estoy seguro de que, ahora que el terror llama a nuestras puertas, será cuando se descubran los remedios. Una pena. Detrás habrán quedado unos cuantos miles de muertos. Una pena, aunque la inmensa mayoría sigan siendo negros. Hay quienes pensamos que son nuestros semejantes.
 
Y su llegada a España
 
En momentos sucesivos, dos Misioneros de la Orden de San Juan de Dios que se habían infectado en África, han sido repatriados a España para terminar muriendo en su tierra muy poco tiempo después.
 
Como ciudadano, como persona sin responsabilidades políticas, entiendo el deseo de ambos de ser devueltos a su país, e intentar sobrevivir a su mal, contraído en lugares a los que les llevó su compromiso. No entra en mi forma de ser enjuiciar esta operación en términos de coste; sería, por lo que a mí se refiere, miserable.
 
 No obstante, me gustaría anotar varias reflexiones al respecto.
 
1º.- ¿Qué seguridad había de que en España iban a encontrarse con equipos sanitarios competentes tanto en cuanto a los profesionales que habrían de atenderles, como respecto de los equipos a utilizar? Tengo algo más que una sospecha de que España no es un país en el que los especialistas en tratamiento del ébola abunden.
 
Ni los hay ni habría que esperar que los hubiera. Jamás hasta hace unas semanas se había detectado ni un solo caso de afectados por el virus en nuestro territorio. Y digan lo que digan las Autoridades Sanitarias, estoy convencido de que en el resto de Europa pasa lo mismo.
 
2º.- El debate no debe de ser, por lo tanto, si era correcto o no repatriar a los enfermos sino de si estábamos en condiciones de garantizar dos extremos: resultados mejores que en el caso de no repatriarlos, y seguridad de que los conocimientos teóricos y prácticos de todo el personal implicado podía reducir los riesgos de contagio hasta cerca del 0 absoluto.
 
Al hilo de esta cuestión, no deja de parecerme insólito que las Autoridades actuales que tanto tiempo llevan insistiendo sobre las bondades de la sanidad privada, hayan tratado todos los casos en la pública. Ni siquiera se ha pensado, al parecer en alguna de las instalaciones gestionadas por la Orden a la que pertenecían los dos misioneros
 
Que fue cuando empezaron los verdaderos problemas
 
- Caravana de recepción del primer enfermo más propia de un espectáculo mediático que de una operación médica.
- Gabinete de Crisis con cuatro o cinco Ministros presentes, a ninguno de los cuales, excepto a la Srª Mato ha vuelto a vérseles la cara.
- Cadena de fallos a la hora de interpretar y aplicar unos protocolos que ni siquiera sabemos si están correctamente diseñados o no (digo esto porque ya he oído que se están cambiando)
- Material de protección que puede ser el prescrito allende nuestras fronteras o no, pero cuya eficacia está en entredicho.
- Facultativos a los que se les endosa un traje que le viene pequeño y que, en vez de rechazarlo y exigir uno correcto, se lo ponen, asumen el riesgo y, eso sí, al salir lo cuentan para tranquilizar a la ciudadanía.
- Autoridades de distintos niveles declarando estupideces como si se dirigieran a un colectivo de subnormales (tengo mis dudas de que no sea eso lo que  piensan)
- Políticos de la oposición que huelen sangre, y se tiran a la yugular del contrario, perdiendo de vista algo tan básico como el interés general, que rara vez coincide con el interés de su Secretario General.
- Periodistas que en vez de afrontar el problema sobre la base de que la información, en casos como éste, debe buscarse, antes que nada para evitar histerias colectivas, se dedican a corretear por zonas prohibidas de instalaciones sanitarias mal protegidas, para alardear de lo mal que está todo.
 
Podría seguir, pero me temo que terminaría por pisar terrenos que quiero evitar. Como dijo alguno de los desafortunados autores de declaraciones estúpidas "bastante tiene con lo que tiene" 
 
¿Y ahora?
 
Pese a todo, creo que estamos a tiempo de controlar el problema y salir cuanto antes de este charco, siempre que:
 
- Las Autoridades Sanitarias, por una vez, dejen de pensar en términos electorales o en los más penosos de salvar su poltrona a costa de la del de al lado, y escuchen a los pocos que saben algo de las raíces científicas del problema.
- Los opositores al Gobierno aplacen las peticiones de dimisiones a troche y moche hasta que el problema esté resuelto y mientras tanto ayuden en lo que puedan. Tiempo tendrán, más adelante, de exigir las cabezas que a bien tengan.
- La ciudadanía mantenga la calma, cosa fácil de conseguir, si perciben que el asunto está en buenas manos (lo que, dicho sea de paso, hoy está lejos de pensarse)
 
En resumen
 
Que para salir del atolladero, necesitamos tres cosas sencillas de enunciar:
 
- Competencia.
- Trabajo.
- Seriedad.
 
¿Cuál de ellas falla? o mejor ¿Tenemos alguna a nuestra disposición?
 
 
 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta aquí lo que desees