lunes, 12 de septiembre de 2016


Cuando llegó septiembre



¡Qué pereza!

Pasan los días, se suceden las semanas, agosto terminó, volvieron, se supone, las obligaciones cuotidianas, la mismísima ola de calor está a punto de dejarnos, pero el espectáculo de nuestra inefable clase política, continúa su cochinero trote cansino, sin una sola idea nueva, sin un atisbo de esperanza de que alguien esté dispuesto a situarse a la altura de las circunstancias.

Las frases hechas envejecieron.

Las fuerzas del cambio de las que hablan Pedro Sánchez  y sus mariachis no existen como posibilidad no ya de coalición gobernante, sino, siquiera, como grupo heterogéneo a la búsqueda de un fin común. Hay muchos grupos que quieren un cambio, perono todos el mismo. El que busca Podemos no es asumible por Ciudadanos y hasta hace poco, tampoco por el PSOE. ¿Espera Pedro Sánchez que Izquierda Republicana, Bildu o el mismísimo PNV cambien su cambio para acomodarlo al de Ferraz? Ni siquiera es seguro que todos coincidan con Sánchez en la necesidad de cambiar al Sr. Rajoy. No importa, el pimpante Secretario General de PSOE se remite a esas fantasmales fuerzas de las que se siente conductor.

El derecho a decidir ha perdido su carácter de disfraz, si es que algún día lo tuvo. Es preferible. ¿Para qué tantos subterfugios? Así es que ahora, cuando lo oigamos, ya sabemos a qué atenernos. Buena parte del independentismo catalán está cada día más convencida de que le legalidad del Estado español no va con ellos. Pasan los días, los años y nadie parece dispuesto a demostrarles que están en un error. Tal parece que ahora es Iglesias y sus confluentes quienes más defienden ese derecho tramposo. Allá ellos.

Repetir una y otra vez  que "hemos ganado las Elecciones", no sólo es una media verdad, sino que 9 meses después de la primera vez que se pudo decir, es más que evidente que no sirve para nada. Podría haber sido de otra manera si el PP y el PSOE, tiempo han tenido para ello, hubieran modificado la Constitución. No les pareció conveniente entonces para sus intereses. ¿De qué se quejan ahora?

Es curioso, pero los datos desmienten uno de los axiomas monclovitas de este extraño período: estamos poniendo en riesgo la recuperación. Sea porque nuestros problemas no interesan demasiado, sea, espero, porque fuera de España hay más confianza en nosotros que en nuestros gobernantes, lo cierto es que funesto presagio ha caído en el olvido.

La desfachatez es la norma.

Los mismos que llevaron de la mano a Otegi (miembro de grupo terrorista según los Tribunales) y lo presentaron como "hombre de Paz"  en las Instituciones europeas, sin que el techo se derrumbara sobre los asistentes (por cierto ¿hizo algo nuestro Gobierno para impedirlo?) se suman a manifestaciones independentistas en Cataluña. Luego, en Madrid, aseguran que ellos están por la unidad de España pero no hay que confundir la velocidad con el tocino.

Del caso Soria ¿para qué hablar? Sólo déjenme que les diga que hay un caso Soria, que apesta, un caso Guindos, incapaz de decir la verdad, y un caso Rajoy que dice, pero no dice, se entera, pero no sabe de qué le hablan.

Tengo la desagradable certeza de vivir en el reino de la mentira. ¿Por qué todos mienten? ¿Quizás porque la experiencia les demuestra que el votante no penaliza ni a farsantes ni a corruptos? Es un síntoma pésimo. Perdonamos las barbaridades de nuestros elegidos con el peregrino argumento de que los otros también lo hacen.

¿Dónde estamos?

En punto muerto, cada día más cerca de las terceras elecciones, con un Gobierno en funciones que se niega a someterse al control parlamentario, porque para eso está en funciones. El Tribunal Constitucional, por cierto, tiene este asunto sobre la mesa desde hace meses. No es una fruslería; al contrario: toca el centro mismo del principio de la división de Poderes y del equilibrio institucional. ¿Trabajan los Magistrados 40 horas a la semana y, pese a todo aún no han tenido tiempo de resolver el conflicto? .

Rajoy necesita a Sánchez, por activa o por pasiva. Dice que quiere hablar con él, y que es Sánchez quien no quiere. Será o no será, pero no hablan, no negocian, no se aguantan.

Sánchez no va ser Presidente, salvo que su Partido le autorice a "suicidar" a su formación, permitiendo que le lleven a la Presidencia, independentistas y antisistemas: un tiempito en la Moncloa y de allí, al Grupo Mixto.

Eximios tertulianos especialistas en todos los temas que no dominan, nos repiten que  el problema es que Rajoy y Sánchez no se soportan. Supongamos que fuera cierto. ¿Y a nosotros  qué nos importa? ¿Dónde está dicho que los líderes políticos tienen que ser amigos? 

El Sr. Rivera ha llevado a cabo encomiables esfuerzos para configurar voluntaristas alianzas que resolvieran el galimatías. Pactó con el PSOE esperando la abstención del PP. Firmó con el PP soñando con la colaboración del PSOE. Ninguno de los intentos funcionó; ni una ni otra vez supo ganarse al tercero en discordia antes de firmar los acuerdos. No obstante, es de justicia reconocerle sus buenas intenciones y su seriedad a la hora de descartar acuerdos contra natura.

Por su parte, el confuso conglomerado de Podemos, sus confluencias y sus afluentes, pasan buena parte de su tiempo intentando resolver las contradicciones internas de una formación que nació "contra" la Política a la que después han intentado dominar. Cuando salen a la calle, lo mismo puede vérseles de palmeros de terroristas, de defensores de consultas secesionistas de cualquiera que la pida, de auténticos socialdemócratas, que de socio fiable (¿?) de quien intente desalojar al PP del Gobierno.

Por descontado, toooodos los Partidos se muestran contrarios a unas terceras elecciones. Como nadie hace lo que está en su mano para evitarlas, cada día están más cerca, así que  imagino una campaña insoportable en la que el gran argumento será que la culpa del fracaso es, por supuesto, del otro. Y todo ello adobado por el verbo impagable de oradores de raza como Rajoy, Hernando, Luena, Sánchez, el otro Hernando, etc, etc.

¿Mi conclusión? Siguen convencidos de que el ciudadano es tonto.








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