miércoles, 29 de marzo de 2017

El futuro en una esquina


El PSOE se cita con su futuro.

España necesita un Partido Socialista fuerte, unido, coherente, disciplinado, previsible,. Un Partido de implantación estatal que cada cierto tiempo gobierne, y cada cierto tiempo ejerza la oposición a Gobiernos Conservadores. No creo necesario insistir en que la contraria es igualmente cierta: también necesitamos un Partido Conservador, qué más da el nombre, organizado, robusto, de trayectoria reconocible que haga el papel que los electores le concedan.

Algunos de mis lectores creerán que cuanto menos tiempo esté la izquierda en el Poder, mejor para todos. Otros estarán convencidos de lo contrario. No importa, siempre que en el país seamos mayoría los que creamos en las libertades, la división de poderes, la alternancia política, los fundamentos de la democracia, en suma.

El problema... Perdón: uno de los muchos problemas que estamos padeciendo ahora en este país, es la situación de interinidad, de provisionalidad, de incertidumbre que gravita sobre el PSOE desde hace demasiado tiempo. Podría pensarse que esto es así desde que el anterior Secretario General fue defenestrado y la dirección del Partido quedó en manos de una Comisión Gestora. Por lo que a mí respecta, creo que viene desde bastante más atrás.

En cualquier caso, el comienzo de la campaña electoral para celebrar Primarias en el PSOE está a punto de comenzar. Podría suponerse que, a su término, las aguas tendrían que volver a su cauce, y que gane quien gane, al día siguiente el Partido entero se pondrá a trabajar, remando todos en la misma dirección, pero tampoco de esto estoy muy seguro de que eso vaya a ser así.

Dependerá, por una parte, del resultado de esas elecciones. Porque uno, otra, u otro de los candidatos marcarán un rumbo que determinará su relación con el Partido en el Gobierno, con las demás formaciones opositoras y con la ciudadanía en su conjunto. Por otra, dependerá también de cómo afrontan la llegada a la Secretaría General de según quién, la militancia y los órganos de dirección del propio Partido.

El riesgo, el gran peligro de este proceso es que una vez más se activen las tendencias autodestructivas que tanto y tan frecuentemente desgarran las formaciones de izquierdas en España. No sería la primera vez que un Candidato electo dura tan poco tiempo que uno puede preguntarse para qué están los Reglamentos Internos. En esta ocasión hay, además, quien espera expectante la oportunidad para fagocitar al más veterano de los Partidos Políticos españoles. Lleva tiempo haciendo cuando está en su mano para que eso sea así.

Tres opciones bien distintas.

Tres, no dos, como repite Pedro Sánchez una y otra vez.

Patxi López (sigo el orden cronológico en el anuncio de candidaturas) es el que se presenta como más conciliador de los tres. Tal vez su experiencia política en el País Vasco, o su propio carácter, hacen de él un candidato de apariencia, discurso y comportamiento moderado. Habla con frecuencia de verdades tan obvias como que la unidad interna es indispensable, que el antagonista está fuera y que hay que mirar al futuro.

Todo eso está muy bien, pero son conceptos pre políticos; condiciones previas que deberían ser asumidas por todos, sin que de ellas se desprenda bagaje ideológico, o, si se prefiere, teórico que permita adivinar el rumbo que Patxi López imprimiría al Partido desde la Secretaría General. Mi impresión, sin embargo, es que cree en lo que dice y eso siempre es bueno.

Patxi fue hombre de Pedro Sánchez mientras éste se mantuvo en la Secretaría General, ocupó la Presidencia del Parlamento a partir de las Generales del 2015, con el apoyo de Ciudadanos y el consentimiento del PP. No recuerdo su Presidencia como particularmente brillante. Después, cuando Pedro Sánchez perdió la Secretaría General del PSOE, se sumó a las tesis de la Gestora y se abstuvo, es decir, permitió la continuidad del PP en el Gobierno. Como la inmensa mayoría de los parlamentarios socialistas, por otra parte.

Confieso que no le he oido demasiado y, quizás por ello, me queda la duda de cuál sería el Norte de Patxi al frente del Partido. ¿Enlazaría con la Historia? ¿Optaría por un frente de izquierdas? ¿Dedicaría el tiempo que le falta a la Legislatura para fortalecer el Partido y afrontar las siguientes eleciones en mejores condiciones? ¿Cuál sería su papel como cabeza visible de la oposición parlamentaria? ¿Y sus relaciones con Podemos, en qué clave se establecerían? ¿Pretende derogar la reforma laboral o modificarla? Creo que, por el contrario, quedan pocas dudas sobre "la cuestión catalana". Defendería la legalidad vigente.

En todo caso, las contestaciones a esas preguntas supongo que podremos escucharlas a lo largo de la campaña.

Pedro Sánchez es un caso curioso de discurso encendido, pasional, sin apenas contenido. Buen manejador de consignas, ha sustituido el "no es no", por el "sí, es sí". Un acierto, desde luego. Acierto para quien planteé el acceso al Poder desde ciertas claves de las que hablaré. Acierto, porque como cualquier tautología es sencillo, cierto, evidente, fácil de recordar, y, sobre todo, porque una vez coreado cada uno rellena su contenido según su gusto personal.

Hay, no obstante, algunos elementos en el discurso del candidato que me preocupan. Reduce, para empezar, la campaña a dos opciones: la suya que es algo así como la vuelta a la vida de un socialismo nuevo del que por otra parte se nos habla poco, y la otra, la rendición sin condiciones a la derecha. No es cierto, él lo sabe, pero ¿y sus seguidores?

Hay que reconocer que Pedro Sánchez tiene motivos para estar descontento con la actuación poco o nada ejemplar del aparato de su Partido. Es posible que hubiera razones para desmontarlo de la Secretaría General, pero las formas fueron manifiestamente mejorables. Este factor puede explicar algunas de las virulentas manifestaciones del candidato contra la organización de su propio Partido, pero...

Más preocupante me parece la maniobra constante de deslegitimación de cuanto huela a  aparato del Partido. Nada. Nada debe de haber entre el Secretario General y "la Base". Toda la estructura del Partido, la que le llevó a él a ser fontanero de la Moncloa, la que le hizo Secretario General, la que le ayudó durante su mandato, es un obstáculo para la relación entre El Mesías y sus fieles creyentes. 

Bien: ésta es la esencia misma del absolutismo. Terminar con la nobleza para que el Monarca y el Pueblo se entiendan directamente. En la práctica, como digo, lleva a ejercer el poder con mucho más margen de arbitrariedad. ¿Cuántos de quienes le corean caen en la cuenta de que maldice de toda una organización cuyos ocupantes han sido elegidos por esa misma base a la que se apela?

Esa descalificación de las organizaciones que intermedian entre el Poder y el individuo, esa puesta en duda de la democracia representativa, esa ridiculización de la clase política, es la dinamita que manejan los populismos de toda laya y condición, sean de un lado o de otro del Atlántico o de un extremo u otro del espectro político. Esa tendencia a entronizar La Asamblea como la más genuina representación de la voluntad popular, está en la tradición anarquista, no en la socialista. Es muy seductora pero terminan siendo una trampa, un pozo en el que se ahogan las libertades que dicen defenderse. 

Como decía Trotstky, la clase obrera sustituye al pueblo, el Partido a la clase obrera, el Comité Central al Partido, y el Secretario General, al Comité Central. 

Por último, no es difícil rastrear rumbos futuros, no tanto por lo que dice, como por lo que calla. Se supone posible, con el PSOE en sus manos, un acercamiento cariñoso a Podemos, una oposición por sistema a cualquier iniciativa gubernamental y poco más. 

En cuanto a  Susana Díaz, es posible que no entusiasme a muchos, incluso para otros será vista como la continuadora de personajes que en su día fueron admirados, Felipe González, y ahora cuestionados, Rodríguez Zapatero, al que, en cambio, el paso del tiempo parece empezar a hacerle justicia, Rubalcaba, Alfonso Guerra y demás santones del Partido. Y eso está siendo ridiculizado por autores anónimos de chascarrillos que circulan por las redes sociales. ¿Quiénes son sus autores, los partidarios de Pedro Sánchez o los que esperan su advenimiento para canibalizar el PSOE?

 ¿Tan malo es que te respalden Ex Presidentes, Ex Vicepresidentes, Ex Secretarios Generales, líderes autonómicos? ¿Quién los eligió en su día? ¿Es que nos hemos vuelto tontos de repente? ¿O es que sólo vale la opinión de quien cuya única aportación al Partido es su capacidad para repetir una y otra vez la misma consigna?

También tendremos ocasión de ver cómo desarrolla su ideario, pero me quedo, por el momento con su llamamiento a la unidad, su crítica tranquila a la labor del Gobierno y la claridad de su posición frente a Cataluña.

También sigo preguntándome cuando la oigo hablar de la reforma constitucional y de  federalismo cuáles son las mimbres reales para tejer ese cesto, más allá de cuatro generalidades sin demasiado contenido.

No sólo de primarias vive el hombre.

Y esto es algo que no deberían perder de vista ninguno de los candidatos. Llegar a Secretario General del PSOE está bien. En la práctica, es condición sine qua non para acceder a La Moncloa, pero no conviene olvidar que éste, el asalto al Gobierno, es el objetivo final, y para eso hay tener muy claro que es preciso conseguir el voto mayoritario de los ciudadanos, la inmensa mayoría de los cuales no son militantes de ningún Partido.

Siempre me ha llamado la atención cómo se comporta el ciudadano medio cuando se trata de valorar a políticos a los que difícilmente votaría. Para el votante del PP, el candidato perfecto del PSOE, sería, por lo que oigo, Patxi López; para quienes están en la órbita de Podemos, Pedro Sánchez.

Pero, recuerden: los seguidores de Pablo Iglesias, pueden jalear a Pedo Sánchez en sus mítines; incluso pueden llegar llamar fascista a Madina, pero cuando llegue el momento no votarán al PSOE, sino a Podemos.

La diferencia entre opiniones y voto es la misma entre los votantes del PP a quienes les gusta más o menos Patxi López o Susana Díaz: cuando llegue el momento, votarán como siempre.

Por tanto, si los seguidores de Iglesias votan Podemos y los de Rajoy PP, el voto a conseguir es el indeciso, el de siempre, el millón de votos flotantes que se mueve en ese difuso espacio que suele denominarse centro. ¿Quién sería hoy el candidato favorito a Presidente de Gobierno, para esos indecisos que pueden votar hoy PP y mañana PSOE?

Ése es el reto del secretario General del Partido Socialista al día siguiente de sentarse en su despacho de Ferraz: cómo conseguir los votos necesarios de quienes no han tenido arte ni parte en su elección interna.

Los aqueos y sus Dioses.

"Cuando los Dioses quieren castigar a los imbéciles, les conceden sus deseos". No somos aqueos, por muy herederos que seamos de su espléndida civilizaión, y no tengo por qué suponer que ningún candidato a la secretaría General del PSOE sea imbécil, así que no parece haber mayores riesgos.

Ni siquiera el que se cumplan los anhelos de quienes fabulan su futuro dependiendo de alianzas post electorales que le lleven en volandas hasta la Moncloa donde quizás tuviera que penar secuestrado por aliados cuyo abrazo del oso lo dejara, como el Gallo de Morón, sin plumas y cacareando.

Por último.

Los que sólo tenemos nuestras ideas y nuestra preciada independencia, pero carecemos de carné, sólo podemos, a veces, mantener la posición de espectador y, como mucho, desahogarnos con comentarios como el que estoy a punto de terminar.

Así es que, en tanto llegan los resultados de las Primarias de poco nos vale pensar que nuestro candidato a la Secretaría General del PSOE habría sido otro. Javier Fernández, por ejemplo.


sábado, 18 de marzo de 2017

El embrollo de los estibadores

De aquellos polvos...

Mediaban los años 60 cuando me instalé en Málaga. Era mi primer trabajo y teníamos las oficinas en la segunda planta del mismo edificio en c/ Muelle Heredia, en cuyos bajos estaba el bar, la cafetería, la cantina, o como se quiera llamar de la Organización de Trabajos Portuarios, la O.T.P., Organismo autónomo dependiente de la Subsecretaría del Ministerio de Trabajo.

Como un inciso, quiero recordar que de mis frecuentes desayunos en la barra de aquel local, café con leche, zumo de naranja recién exprimido y una barrita de pan tostado con aceite de oliva y tomate rallado, conservo retazos de conversaciones entre los estibadores y hasta algunos peculiares apodos, "El Caimán", "El Peleón", "El que estiró el gato", que años después utilicé en el texto de mi primera novela, "Como una medusa de fuego".

Quiero decir con esto, que mi contacto con este singular ambiente laboral viene de antiguo. La OTP fue la heredera directa de las primeras regulaciones legales de la era de José Antonio Girón de Velasco, Ministro de Trabajo.

Aquella OTP era una organización intervenida de arriba abajo por el Estado, con una estructura típicamente gremial, incluido en le práctica el derecho a la herencia del puesto. Coto cerrado al que era imposible acceder como nuevo aspirante a trabajar en la estiba o desestiba de los mercantes que atracaran en puertos españoles.

Conviene, no obstante, saber que sin el matiz "franquista" de la OTP, en muchos otros países europeos cuyas credenciales democráticas estaban por encima de toda sospecha, la organización del trabajo en los puertos seguía pautas muy parecidas, especialmente, aunque no sólo, en países mediterráneos. Grecia, Italia, Portugal, Francia, Bélgica mantenían estructuras arcaicas alejadas por completo de las reglas del resto de los sectores productivos.

En todos los casos, las consecuencias eran similares: operaciones que se desarrollaban en un coto cerrado controlado por unas organizaciones que tenían poder no sólo para decidir quién podía ser estibador, sino cuántos. En algunos países, Portugal y Grecia, por ejemplo, la organización del trabajo en los puertos estaba también en manos de empresas u organimos públicos.

En consecuencia, las condiciones laborales de estos trabajadores siempre fueron excepcionales  en cuanto a salario, tiempo de trabajo y seguridad en el empleo. Repito: en muchos países, no sólo en España. Y en todos, los Gobiernos dejaban pasar el tiempo  sin mover ni una línea de lo escrito, antes que afrontar los riesgos de un conflicto que paralizara los puertos. Hasta que desde Bruselas se les obligó a cambiar.

La Unión Europea toma cartas en el asunto.

Hace ya más de quince años, los organismos comunitarios decidieron que los puertos no podían seguir siendo un territorio fuera de las reglas básicas de la libre competencia por lo que se refiere a las empresas, de la libre circulación por lo que se refiere a la mano de obra y de las pautas que regulan la negociación colectiva en cuanto al sistema para establecer las condiciones de trabajo.

No tengo la menor duda de que detrás de la medida estaba la formidable presión de los países europeos del Norte en los que el problema no existía. Dudo, por tanto, que cuando en Bruselas se decidió abrir los puertos a las reglas generales del mercado de trabajo se estuviera buscando el bienestar de los estibadores. Más bien, tiendo a pensar que eran las expectativas de negocio de ciertas empresas las que motivaran las actuaciones comunitarias.

El resultado fue el mismo: hace ya tiempo que Bruselas impuso a Grecia y Portugal, por ejemplo, la obligación de privatizar las entidades que operaban en los puertos y abrir éstos a la libre competencia; como también hizo en Francia y, con algunas mayores dificultades, en Bélgica. 

En cuanto a España, no debe cabernos ninguna duda que nuestros Gobiernos, no sólo el del Sr. Rajoy, han venido recibiendo primero advertencias, después comunicaciones, más adelante Resoluciones y, por fin, Sentencia que nos obliga en plazo perentorio a hacer lo que hace años debió de quedar resuelto. El incumplimiento del contenido de la Sentencia acarrearía multas millonarias. Algo lógico, por otra parte, que para incumplir una Sentencia y que no pase nada, hay que ser político catalán.

El consabido desbarajuste

Así que ahora, sólo ahora, cuando la multa es inminente, el Gobierno improvisa una negociación a toda prisa en un sector sin prácticamente experiencia de negociación colectiva, arma un proyecto de Decreto Ley advirtiendo a todo el mundo, de que eso es lo que pide Bruselas y que si no se admite su texto los irresponsables que se opongan sean estibadores o Partidos Políticos serán los culpables directos de las carísimas sanciones que "tendríamos que pagar del bolsillo de todos los españoles".

Las negociaciones entre Sindicatos de estibadores y empresas, encallan, o no avanzan al ritmo que al Gobierno le hubiera gustado.

Se nombra un mediador, Marcos Peña, Presidente del Consejo Económico y Social, uno de los más expertos negociadores que hay en España, pero, por el momento, aun no ha conseguido poner de acuerdo a las partes.

Los Sindicatos son conscientes de la fuerza que tienen detrás a la hora de defender condiciones de trabajo que, vistas desde fuera, son exorbitantes, pero que para ellos, son sus condiciones, las que conocen, a las que están acostumbrados y de las que les resulta difícil prescindir: control de contrataciones, control de los fondos para la formación de la mano de obra, salarios muy por encima de los estándares españoles,estabilidad en el empleo, etc.

Las empresas, poco acostumbradas, como dije a negociar, están además desunidas. Tampoco se dan, por tanto, las mejores condiciones para sentarse a negociar.

En este escenario, el Gobierno redacta su Decreto Ley, Bruselas considera que cumple con los términos de la Sentencia y lo somete a votación. Ya no son los tiempos de las mayorías aplastantes y pierde la votación. El portavoz del PP y el propio Presidente acusan al resto de actores del drama de irresponsabilidad. Como siempre.

Lo cierto es que...

1º.- El problema no lo ha inventado el PP. Viene de los tiempos, que ya ni vale la pena calificar, anteriores a la Constitución. Debió haberse empezado a afrontar hace años. Ejemplos de lo que se nos venía encima, tuvimos media docena. Una vez más se nos puede aplicar aquello de que "nadie escarmienta en cabeza ajena".

2º.- Pese a todo, es lo cierto que la ciudadanía ha empezado a oír hablar de esta cuestión tarde, mal y nunca. El Gobierno, éste Gobierno y el anterior, que era el mismo, han tenido tiempo suficiente para abrir cauces de diálogo y negociación desde hace muchos, muchos meses entre los estibadores y sus empleadores.

3º.- Hace ya muchos, muchos meses que debió de haber empezado el proceso de negociación. Como dice un conocido mío, también negociador experto, "no se pueden comer los pimientos hasta que no maduran", y eso, añado yo, depende de las dificultades objetivas del proceso -enormes en este caso, vistas las posiciones de partidas y el objetivo a conseguir-, de las circunstancias subjetivas de quienes negocian -poco favorables en ambos casos, por inexperiencia- y de la percepción sobre las propias fuerzas de cada uno de los grupos -desproporcionadas a favor, sea cierto o no, de los estibadores-

4º.- Es un error, un error fruto de la falta de práctica de gobernar sin mayoría absoluta y quizás de la propia ideología del Partido en el Gobierno, plantear el texto del Decreto Ley en el Gobierno sin haber obtenido antes un acuerdo entre partes (cosa imposible en el plazo que se han dado para negociar), ni, por lo tanto, haber conseguido antes de la votación apoyos suficientes para sacarlo adelante.

5º.- Tampoco es de recibo trasladarle a la ciudadanía la falacia de quien vote en contra del decreto Ley está votando por no acatar la Sentencia de la Corte Europea. En absoluto, por las siguientes razones:
  a-  Bruselas no ha dicho que sólo le valdría ese texto.
  b- Los Partidos disidentes -todos menos el PNV que acaba de salvar sus presupuestos por el pacto con el PP- tienen derecho a exigir al Gobierno que se implique más en la solución negociada y que, incluso, llegado el caso, consulte también con ellos el texto que quiere sacar adelante. Eso es el consenso, que está en las antípodas de la adhesión inquebrantable.

6º.- Las condiciones laborales de los estibadores son exorbitantes. Cierto, pero son el fruto de unas circunstancias con casi un siglo de antigüedad. Pueden extrañarnos, pero no el que ellos pretendan conservarlas. ¿Recuerdan viejos conflictos de los pilotos de Iberia? ¿No parecen semejantes? No sé hasta qué punto es decente echarles la ciudadanía encima a los estibadores. Como siempre, a veces conviene meterse en los zapatos del otro ¿qué haríamos cada uno de nosotros si fuéramos estibadores?

Y pese a todo...

Lo único que no podemos hacer, ni siquiera el Presidente del Gobierno, es darle marcha atrás al tiempo, así que de nada vale lamentarse de lo que pudo haber sido y no fue.

España no tiene más remedio que acatar la Sentencia del Tribunal Europeo. No estamos para tirar nuestros escasos dineros por la ventana, así es que habrá que buscar el modo de acatar el fallo y no incendiar los puertos.

Para eso se necesita no sólo un acuerdo parlamentario, sino que antes, Gobierno, Empresas y Sindicatos de estibadores, tienen que encontrar la solución menos irracional posible. Eso va a llevar tiempo, más, quizás, del que conceda Bruselas.

En tanto eso llega, cuantas menos descalificaciones se hagan públicas a quienes disienten, sean Partidos, Sindicatos o Empresas, o a quienes proponen soluciones, mejor.




jueves, 16 de marzo de 2017

Un plácido fin de semana

Los votantes holandeses dan un respiro a Europa.

Mientras Holanda votaba, la Unión Europea contuvo el aliento. No importaba que las encuestas de los últimos días reiteraran que el populismo racista, xenófobo e islamófobo de Geer Wilders estuviera perdiendo fuelle. Eran ya tantas las ocasiones en las que los expertos en sondeos políticos erraban una y otra vez, que muchos, yo entre ellos, optimista histórico, no me fiaba en absoluto.

Recordaba los demenciales acontecimientos de los últimos días, la confrontación entre Erdogan y Holanda, Alemania y Europa en general, y daba por supuesto que alguna influencia habría de tener en los resultados electorales, más allá del curiosos efecto sobre el propio recuento de votos (Como se sabe, el temor a interferencias cibernéticaas con sede en Turquía, el Gobierno holandés había decidido el recuento manual de votos).

Creo que el efecto se ha producido y ha sido en la dirección contraria a la que habría esperado Erdogan. ¿Cómo alguien como el Presidente turco puede ocurrírsele llamar fascistas a los holandeses, él, precisamente él? 

La participación ha aumentado sensiblemente y ese factor ha perjudicado a Wilders. Tal como yo lo veo, la abstención se nutre de los desencantados, los "pasotas" y los que presumen de apolíticos, sostienen que todos los políticos son iguales y prefieren quedarse en su casa a tomarse la molestia de ir a votar. 

Eso vale para circunstancias normales, pero cuando se olfatea el riesgo, cuando se palpa el peligro, muchos de los abstencionistas, votan y lo hacen en sentido contrario a la dirección del riesgo, que, en Holanda, ayer, era Wilders y su Partido ¡De la Libertad! 

Es un hecho que los ciudadanos politizados votan siempre. Y es incuestionable que los Partidos extremistas tienen tras ellos individuos politizados hasta el fanatismo, cuyo voto no dejará de caer en la urna. (Por supuesto, la contraria no es igualmente cierta: quiero decir que no todo votante politizado vota Partidos radicales, pero sí lo contrario).

Por una vez, las encuestas han acertado, el retroceso de la demagogia fascistizante de Geer Wilders se ha quedado lejos de avasallar, y sea más o menos difícil para el actual Primer Ministro configurar alianzas, el gran peligro queda atrás.

Las consecuencias 

El resultado de las elecciones holandesas demuestra que los presagios negros que encadenaban inexorablemente el brexit, con el triunfo de Donald Trump, el acceso al poder de la ultraderecha holandesa, el asalto al Elíseo de Marine Le Pen, el ascenso destructivo de la ultraderecha alemana, la hecatombe italiana, y el fin del fin, es decir, el desmantelamiento de la Unión Europea, el hundimiento consecuente del concepto de Estado del Bienestar y la subordinación sine die de Europa a USA y Rusia, parece que tendrá que esperar.

La hidra no es invencible. Debemos de dejar de tenerle miedo al miedo. Podemos y debemos defender nuestras convicciones, porque, como dijo alguien, creo que fue Martin Luther King, nadie se te va a subir a la espalda si no te agachas.

Mr. Trump vuelve a tropezar en la misma piedra

Erre que erre, el Presidente "usano" hizo redactar una nueva versión vagamente descafeinada de su Orden Ejecutiva anti inmigración musulmana, y héteme tú aquí que otro juez, esta vez del estado de Haway, se la ha vuelto a tumbar.

Desde luego, Mr. Trump ha puesto el grito en el cielo y ha venido a decir que cómo es posible que un Juez, un simple Juez (esta vez no lo ha llamado "supuesto Juez") le enmiende la plana. Como tantos otros autócratas antes que él, Berlusconi fue un paradigma del modelo, intenta satanizar a los jueces: faltan dos telediarios para que los acuse de comunistas.

Mientras ese momento llega; mientras los periódicos, las emisoras de radio y televisión norteamericanas sigan siendo disidentes, no importa que nos guste o no a nosotros lo que digan, el autoritarismo del Presidente, los tics matones de sus hombres de confianza, seguirán lejos de ganar la partida.

Por cierto, el por qué un Juez puede hacer lo que hace en USA tiene su explicación en algo tan sencillo como el principio de la división de poderes. Nos guste o no, los Jueces norteamericanos sea demócratas o republicanos, por suerte para sus conciudadanos, son independientes.

O sea que...

Personajes que probablemente se las prometían muy felices cuando se conocieran los resultados de las elecciones holandesas, no tendrán un buen fin de semana.

No lo siento: más bien me alegro porque ¿Qué tengo yo que ver con Mr. Trump, Mme. Le Pen, V. Putin o Erdogan?




miércoles, 8 de marzo de 2017

¿Libertad vigilada para la prensa? 


¡Qué molesta puede ser la prensa!

¡Y cuán discutible es el concepto de prensa libre! ¿verdad? Una de las características comunes a la totalidad de los regímenes autoritarios es su aversión por la crítica pública de sus teorías y de sus prácticas. 

No importa de qué signo sea el autoritarismo, el Poder abomina de la disidencia. Autoritarismo y libertad de prensa son, así, términos antagónicos, cuyas incompatibilidades suelen saldarse, antes o después, en restricciones o intentos de restricción de la libre actuación de los medios de comunicación.

Los ideólogos de los sistemas autoritarios suelen comenzar por cuestionar la "libertad" de los medios de comunicación en manos privadas. No les faltan razones. No importa que hablemos de prensa escrita, de la radio o de la televisión, es fácil advertir una cierta subordinación de quien escribe, habla o rueda a la línea ideológica de la propiedad, por una parte, y a sus intereses económicos, el beneficio, en definitiva, por otra parte.

Planteada así la falta de fiabilidad de los medios privados, suele concluirse el discurso abogando por la preponderancia de los medios públicos sobre los privados, con el consabido argumento de que "lo público" está orientado al bien común y que, por lo tanto, su objetividad está garantizada.

Pura falacia

Podríamos ir, sin más, a los ejemplos para advertir la falacia del argumento: el "Gramma" cubano, "Pravda" o "Izvestia" soviéticos, la prensa alemana durante el nacionalsocialismo, la española durante el franquismo, son el paradigma de lo que no es prensa libre.

En primer lugar, jamás en regímenes autoritarios se ha dado la distinción entre Estado y Gobierno. Los medios en teoría estatales, son, en realidad gubernamentales o "regimentales". En todo caso, alejados por completo de la objetividad y la diversidad y siempre puestos al servicio de la ideología dominante. Sin ninguna excepción.

En sentido contrario, es cierto que los medios privados rara vez se basan en la libertad absoluta de expresión de los profesionales que trabajan en ellos, pero no es menos cierto que habrá una diversidad de opciones basada en los diferentes posicionamientos de quienes controlan cada uno de los medios. 

Antes y después de llegar al Poder.

Hasta llegar al poder las ideologías autoritarias reclaman libertad absoluta de expresión para difundir su forma de ver la sociedad y lo harán, precisamente, invocando la legalidad vigente. A partir de ahí presionarán para evitar las críticas de quienes no comparten su ideología. 

Lo harán usando los mecanismos disponibles en cada momento, desde la presión más o menos solapada, a las amenazas directas a quienes trabajan en los miedos: difamación, difusión de mentiras y, llegado el caso, amenazas crecientes, hasta llegar a la violencia física. Los años de plomo del terrorismo etarra han sido buena muestra de lo que estoy diciendo. 

En los tiempos que corren, el papel de las redes sociales configura unos espacios casi imposibles de controlar a la hora de evitar insidiosas campañas de acoso, coacción y amenaza. Voces supuestamente anónimas cercarán al crítico, le hostigarán, le harán la vida imposible. Se empieza insultando, ridiculizando; se termina amenazando. 

Cualquier denuncia de estos comportamientos se intentará desacreditar amparándose en la dificultad de probar ciertos comportamientos. No nos engañemos: las cosas existen o no, se puedan probar o no.

Cuando el autoritarismo llega al Poder, las cosas se precipitan: se reducirá o suprimirá, por ejemplo, la publicidad institucional a los medios desafectos, se restringirán los cupos de papel prensa, si ha lugar a ello, se clausurarán periódicos o se retirarán licencias a emisoras de radio o de televisión hasta conseguir acallar as voces discrepantes. 

Y los periodistas que no se avengan aparecerán ante la opinión pública como enemigos del Gobierno, del pueblo, de la Revolución. No importa que quien truene contra las voces críticas sea Donald Trump, un ayatolah, o un populista izquierdizante. La escalada es semejante en todos los casos. La cárcel es, para ellos, el destino final de las voces libres. Lo fue en USA en tiempos del "Macarthismo" como lo fue en tantos ejemplos de signo contrario, Cuba, sin ir más lejos.

Criticar a los críticos

Hay que advertir, no obstante, que ni los profesionales de la comunicación pueden pretender estar exentos de crítica, ni deben extrañarse que se les exija día a día rigor profesional en su trabajo. Quien tiene a su alcance la posibilidad de influir a diario en las opiniones de la ciudadanía ha de responsabilizarse de cuanto dice o escribe y esperar que se le conteste a tono con su modo de expresarse, por los mismos medios o por otros diferentes.

Hay veces en las que parece que un periodista es alguien por encima del bien y del mal, exento de la posibilidad de ser, a su vez, criticado. La impunidad no debe de existir para nadie y, por tanto, ningún profesional de la comunicación puede poner el grito en el cielo porque desde posiciones contrarias a las suyas se le pague con la misma moneda.

No estoy hablando de esto, sino, precisamente, de lo contrario: de los intentos de silenciar una voz porque no coincida con nuestro modo de pensar. Repito: hablo de silenciar, de torcer la voluntad de quien habla, no de desmontar sus argumentos.

En resumen.

No existe libertad absoluta de expresión, en ningún caso, así es que hay que elegir entre la libertad relativa de los sistemas que parten del principio de libre difusión de información y de opinión en manos de medios que responden a los interese de quienes controlan prensa, radio y televisión, o el monopolio de la información en manos gubernamentales.

No hay democracia sin voces discrepantes, sea cual sea el color del Gobierno y por alejadas que estén de nuestras propias opiniones las que reflejan los medios que menos nos gusten.