El futuro en una esquina
El PSOE se cita con su futuro.
España necesita un Partido Socialista fuerte, unido, coherente, disciplinado, previsible,. Un Partido de implantación estatal que cada cierto tiempo gobierne, y cada cierto tiempo ejerza la oposición a Gobiernos Conservadores. No creo necesario insistir en que la contraria es igualmente cierta: también necesitamos un Partido Conservador, qué más da el nombre, organizado, robusto, de trayectoria reconocible que haga el papel que los electores le concedan.
Algunos de mis lectores creerán que cuanto menos tiempo esté la izquierda en el Poder, mejor para todos. Otros estarán convencidos de lo contrario. No importa, siempre que en el país seamos mayoría los que creamos en las libertades, la división de poderes, la alternancia política, los fundamentos de la democracia, en suma.
El problema... Perdón: uno de los muchos problemas que estamos padeciendo ahora en este país, es la situación de interinidad, de provisionalidad, de incertidumbre que gravita sobre el PSOE desde hace demasiado tiempo. Podría pensarse que esto es así desde que el anterior Secretario General fue defenestrado y la dirección del Partido quedó en manos de una Comisión Gestora. Por lo que a mí respecta, creo que viene desde bastante más atrás.
En cualquier caso, el comienzo de la campaña electoral para celebrar Primarias en el PSOE está a punto de comenzar. Podría suponerse que, a su término, las aguas tendrían que volver a su cauce, y que gane quien gane, al día siguiente el Partido entero se pondrá a trabajar, remando todos en la misma dirección, pero tampoco de esto estoy muy seguro de que eso vaya a ser así.
Dependerá, por una parte, del resultado de esas elecciones. Porque uno, otra, u otro de los candidatos marcarán un rumbo que determinará su relación con el Partido en el Gobierno, con las demás formaciones opositoras y con la ciudadanía en su conjunto. Por otra, dependerá también de cómo afrontan la llegada a la Secretaría General de según quién, la militancia y los órganos de dirección del propio Partido.
El riesgo, el gran peligro de este proceso es que una vez más se activen las tendencias autodestructivas que tanto y tan frecuentemente desgarran las formaciones de izquierdas en España. No sería la primera vez que un Candidato electo dura tan poco tiempo que uno puede preguntarse para qué están los Reglamentos Internos. En esta ocasión hay, además, quien espera expectante la oportunidad para fagocitar al más veterano de los Partidos Políticos españoles. Lleva tiempo haciendo cuando está en su mano para que eso sea así.
Tres opciones bien distintas.
Tres, no dos, como repite Pedro Sánchez una y otra vez.
Patxi López (sigo el orden cronológico en el anuncio de candidaturas) es el que se presenta como más conciliador de los tres. Tal vez su experiencia política en el País Vasco, o su propio carácter, hacen de él un candidato de apariencia, discurso y comportamiento moderado. Habla con frecuencia de verdades tan obvias como que la unidad interna es indispensable, que el antagonista está fuera y que hay que mirar al futuro.
Todo eso está muy bien, pero son conceptos pre políticos; condiciones previas que deberían ser asumidas por todos, sin que de ellas se desprenda bagaje ideológico, o, si se prefiere, teórico que permita adivinar el rumbo que Patxi López imprimiría al Partido desde la Secretaría General. Mi impresión, sin embargo, es que cree en lo que dice y eso siempre es bueno.
Patxi fue hombre de Pedro Sánchez mientras éste se mantuvo en la Secretaría General, ocupó la Presidencia del Parlamento a partir de las Generales del 2015, con el apoyo de Ciudadanos y el consentimiento del PP. No recuerdo su Presidencia como particularmente brillante. Después, cuando Pedro Sánchez perdió la Secretaría General del PSOE, se sumó a las tesis de la Gestora y se abstuvo, es decir, permitió la continuidad del PP en el Gobierno. Como la inmensa mayoría de los parlamentarios socialistas, por otra parte.
Confieso que no le he oido demasiado y, quizás por ello, me queda la duda de cuál sería el Norte de Patxi al frente del Partido. ¿Enlazaría con la Historia? ¿Optaría por un frente de izquierdas? ¿Dedicaría el tiempo que le falta a la Legislatura para fortalecer el Partido y afrontar las siguientes eleciones en mejores condiciones? ¿Cuál sería su papel como cabeza visible de la oposición parlamentaria? ¿Y sus relaciones con Podemos, en qué clave se establecerían? ¿Pretende derogar la reforma laboral o modificarla? Creo que, por el contrario, quedan pocas dudas sobre "la cuestión catalana". Defendería la legalidad vigente.
En todo caso, las contestaciones a esas preguntas supongo que podremos escucharlas a lo largo de la campaña.
Pedro Sánchez es un caso curioso de discurso encendido, pasional, sin apenas contenido. Buen manejador de consignas, ha sustituido el "no es no", por el "sí, es sí". Un acierto, desde luego. Acierto para quien planteé el acceso al Poder desde ciertas claves de las que hablaré. Acierto, porque como cualquier tautología es sencillo, cierto, evidente, fácil de recordar, y, sobre todo, porque una vez coreado cada uno rellena su contenido según su gusto personal.
Hay, no obstante, algunos elementos en el discurso del candidato que me preocupan. Reduce, para empezar, la campaña a dos opciones: la suya que es algo así como la vuelta a la vida de un socialismo nuevo del que por otra parte se nos habla poco, y la otra, la rendición sin condiciones a la derecha. No es cierto, él lo sabe, pero ¿y sus seguidores?
Hay que reconocer que Pedro Sánchez tiene motivos para estar descontento con la actuación poco o nada ejemplar del aparato de su Partido. Es posible que hubiera razones para desmontarlo de la Secretaría General, pero las formas fueron manifiestamente mejorables. Este factor puede explicar algunas de las virulentas manifestaciones del candidato contra la organización de su propio Partido, pero...
Más preocupante me parece la maniobra constante de deslegitimación de cuanto huela a aparato del Partido. Nada. Nada debe de haber entre el Secretario General y "la Base". Toda la estructura del Partido, la que le llevó a él a ser fontanero de la Moncloa, la que le hizo Secretario General, la que le ayudó durante su mandato, es un obstáculo para la relación entre El Mesías y sus fieles creyentes.
Bien: ésta es la esencia misma del absolutismo. Terminar con la nobleza para que el Monarca y el Pueblo se entiendan directamente. En la práctica, como digo, lleva a ejercer el poder con mucho más margen de arbitrariedad. ¿Cuántos de quienes le corean caen en la cuenta de que maldice de toda una organización cuyos ocupantes han sido elegidos por esa misma base a la que se apela?
Esa descalificación de las organizaciones que intermedian entre el Poder y el individuo, esa puesta en duda de la democracia representativa, esa ridiculización de la clase política, es la dinamita que manejan los populismos de toda laya y condición, sean de un lado o de otro del Atlántico o de un extremo u otro del espectro político. Esa tendencia a entronizar La Asamblea como la más genuina representación de la voluntad popular, está en la tradición anarquista, no en la socialista. Es muy seductora pero terminan siendo una trampa, un pozo en el que se ahogan las libertades que dicen defenderse.
Como decía Trotstky, la clase obrera sustituye al pueblo, el Partido a la clase obrera, el Comité Central al Partido, y el Secretario General, al Comité Central.
Por último, no es difícil rastrear rumbos futuros, no tanto por lo que dice, como por lo que calla. Se supone posible, con el PSOE en sus manos, un acercamiento cariñoso a Podemos, una oposición por sistema a cualquier iniciativa gubernamental y poco más.
En cuanto a Susana Díaz, es posible que no entusiasme a muchos, incluso para otros será vista como la continuadora de personajes que en su día fueron admirados, Felipe González, y ahora cuestionados, Rodríguez Zapatero, al que, en cambio, el paso del tiempo parece empezar a hacerle justicia, Rubalcaba, Alfonso Guerra y demás santones del Partido. Y eso está siendo ridiculizado por autores anónimos de chascarrillos que circulan por las redes sociales. ¿Quiénes son sus autores, los partidarios de Pedro Sánchez o los que esperan su advenimiento para canibalizar el PSOE?
¿Tan malo es que te respalden Ex Presidentes, Ex Vicepresidentes, Ex Secretarios Generales, líderes autonómicos? ¿Quién los eligió en su día? ¿Es que nos hemos vuelto tontos de repente? ¿O es que sólo vale la opinión de quien cuya única aportación al Partido es su capacidad para repetir una y otra vez la misma consigna?
También tendremos ocasión de ver cómo desarrolla su ideario, pero me quedo, por el momento con su llamamiento a la unidad, su crítica tranquila a la labor del Gobierno y la claridad de su posición frente a Cataluña.
También sigo preguntándome cuando la oigo hablar de la reforma constitucional y de federalismo cuáles son las mimbres reales para tejer ese cesto, más allá de cuatro generalidades sin demasiado contenido.
No sólo de primarias vive el hombre.
Y esto es algo que no deberían perder de vista ninguno de los candidatos. Llegar a Secretario General del PSOE está bien. En la práctica, es condición sine qua non para acceder a La Moncloa, pero no conviene olvidar que éste, el asalto al Gobierno, es el objetivo final, y para eso hay tener muy claro que es preciso conseguir el voto mayoritario de los ciudadanos, la inmensa mayoría de los cuales no son militantes de ningún Partido.
Siempre me ha llamado la atención cómo se comporta el ciudadano medio cuando se trata de valorar a políticos a los que difícilmente votaría. Para el votante del PP, el candidato perfecto del PSOE, sería, por lo que oigo, Patxi López; para quienes están en la órbita de Podemos, Pedro Sánchez.
Pero, recuerden: los seguidores de Pablo Iglesias, pueden jalear a Pedo Sánchez en sus mítines; incluso pueden llegar llamar fascista a Madina, pero cuando llegue el momento no votarán al PSOE, sino a Podemos.
La diferencia entre opiniones y voto es la misma entre los votantes del PP a quienes les gusta más o menos Patxi López o Susana Díaz: cuando llegue el momento, votarán como siempre.
Por tanto, si los seguidores de Iglesias votan Podemos y los de Rajoy PP, el voto a conseguir es el indeciso, el de siempre, el millón de votos flotantes que se mueve en ese difuso espacio que suele denominarse centro. ¿Quién sería hoy el candidato favorito a Presidente de Gobierno, para esos indecisos que pueden votar hoy PP y mañana PSOE?
Ése es el reto del secretario General del Partido Socialista al día siguiente de sentarse en su despacho de Ferraz: cómo conseguir los votos necesarios de quienes no han tenido arte ni parte en su elección interna.
Los aqueos y sus Dioses.
"Cuando los Dioses quieren castigar a los imbéciles, les conceden sus deseos". No somos aqueos, por muy herederos que seamos de su espléndida civilizaión, y no tengo por qué suponer que ningún candidato a la secretaría General del PSOE sea imbécil, así que no parece haber mayores riesgos.
Ni siquiera el que se cumplan los anhelos de quienes fabulan su futuro dependiendo de alianzas post electorales que le lleven en volandas hasta la Moncloa donde quizás tuviera que penar secuestrado por aliados cuyo abrazo del oso lo dejara, como el Gallo de Morón, sin plumas y cacareando.
Por último.
Los que sólo tenemos nuestras ideas y nuestra preciada independencia, pero carecemos de carné, sólo podemos, a veces, mantener la posición de espectador y, como mucho, desahogarnos con comentarios como el que estoy a punto de terminar.
Así es que, en tanto llegan los resultados de las Primarias de poco nos vale pensar que nuestro candidato a la Secretaría General del PSOE habría sido otro. Javier Fernández, por ejemplo.
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