sábado, 2 de septiembre de 2023

 El paradigma Rubiales

El esperpento y la categoría

La coincidencia en el tiempo y el espacio de ciertas circunstancias -una marea mundial en pro de la igualdad entre sexos, la extraordinaria popularidad de un deporte como el fútbol, un momento político complejo, el insólito comportamiento público de un sujeto conocido por amplias capas de la sociedad y la cobertura mediática de ámbito planetario del suceso- convierten un par de hechos, inadmisibles pero en absoluto excepcionales, en el punto de partida de una maremoto cuyas últimas consecuencias están muy lejos de haber concluido.

Permítanme evitar repetir detalles que son de sobra conocidos. Déjenme que toque algunos puntos de los que no se habla, o, si se hace, no los veo tratados con la misma frecuencia y extensión que los más obvios 


El derecho a la defensa

Luis Rubiales, como Ministro pillado en falta, se niega a dimitir, se enroca e incluso contraataca y anuncia querellas  (por sí o mediante terceros) contra medio Gobierno y no sé si contra alguien más. Es decir, clama por su derecho a defenderse. 

Cientos, miles de voces se levantan escandalizadas ante tamaña provocación ¿Por qué?

No importa cuál sea mi opinión sobre lo ocurrido y sobre el grado de responsabilidad de Luis Rubiales en ello, no puedo dejar de pensar que si estamos orgullosos de vivir en un Estado de derecho, tenemos que asumir el derecho del sancionado presidente de la Federación de Fútbol a defenderse. ¿O vamos a negarle lo que admitiríamos para un asesino, es decir, el derecho a un juicio justo y a elegir el argumentario exculpatorio que mejor le cuadrara? ¿O es que preferimos la aplicación de la Ley de Lynch: visto el vídeo, la ciudadanía juzga, condena y ejecuta al culpable sobre la marcha?

Para que no haya dudas. Lejos de mí cualquier género de complacencia con el comportamiento de Rubiales. De lo que hablo es de mi derecho, el mío, a sentirme orgulloso de vivir en en un país en el que el respeto a la Ley también hay que observarlo cuando se trata de enjuiciar comportamientos que nos repugnan.

Porque lo cierto es que cuando el paso de los días ha impuesto un cierto margen para la reflexión, justo ayer viernes por la tarde, cuando de verdad se pueden dar por finiquitadas las vacaciones de verano, el TAD, ese extraño "Tribunal Administrativo" (¿en qué quedamos, Tribunal o Administración?) dicta sentencia y califica la actuación de Rubiales, como grave, no muy grave, lo que frustra buena parte de los deseos sancionadores de muchas de las voces que hemos estado oyendo los últimos días. Paciencia, que el culebrón va para largo. 


La vieja villanía de la "lanzada a moro muerto"

Vergonzoso. Y espero, además, que los documentos gráficos y sonoros sirvan para mantener viva nuestra memoria: la abrumadora mayoría de los asambleístas que el viernes de la semana pasada escucharon a Rubiales, aplaudieron enfervorizados su intervención. Algunos hasta se levantaron para ovacionar a quien, acaso, tanto debían. Una semana más tarde, ellos mismos, en masa, le dieron la espalda. 

No nos engañemos: cuando aplaudieron y cuando pidieron su dimisión conocían todos los hechos. ¿Todos? No, faltaba uno: la suspensión cautelar de su jefe por la FIFA. Y fu ése y no otro el detalle que determinó el radical cambio de postura de los asistentes a la asamblea. Creo que cualquiera de mis lectores conoce al menos media docena de adjetivos "descalificativos" que encajarían en este comportamiento. 

Sólo convendría recordar que el federativo navarro se negó a asistir, que hubo quien entró y no aplaudió y quien salió con las manos doloridas de tanta ovación.


El ruido mediático, la clase política y el mundo del fútbol

  • Por regla general, los medios de comunicación han rozado la unanimidad, lo que en los tiempos que corren es poco frecuente: Luis Rubiales es una vergüenza nacional y debe dimitir ya. Los matices llegan a la hora de enjuiciar si el Gobierno ha andado listo, si las dimisiones deben llegar a varios escalones por debajo, etc., etc. Dadas las fechas en que todo esto está ocurriendo ¿cómo desperdiciar la ocasión de ensalzar o vituperar a éste o aquel Partido?
  • El Gobierno, a tono con su composición dual, se ha comportado como tal: coincidencia en el fondo y matices y desencuentros entre los socios. No ha sido igual de contundente la condena que hemos escuchado al presidente que lo que le hemos oído, por ejemplo, a Yolanda Díaz.
  • El Partido Popular, por boca de Cuca Gamarra, se manifestó pronto y claro y lo hizo censurando a Rubiales. Sin paliativos. Lo que me ha llamado la atención es la escasa repercusión que esta condena ha tenido en los medios. No sé a qué atribuir ese silencio, si puede tener orígenes internos, externos o mediopensionistas. En cualquier caso, repito, el Partido Popular se posicionó pronto y con absoluta claridad.
  • Vox ha callado hasta el miércoles. Mientras tanto, algún medio afín al Partido de Abascal había ya puesto en solfa el famoso beso australiano comparándolo con otros cruzados, por ejemplo, entre Yolanda Díaz y Pedro Sánchez (me pregunto qué hilo lleva de un beso a otro beso). Cuando ha hablado, se ha mostrado coherente y consecuente con su catecismo teórico: la "cacería política y mediática a la que se está sometiendo al señor Rubiales", tiene su inequívoca razón de ser en la necesidad del "Gobierno de Sánchez de ocultar el fracaso de la Ley del sólo sí es sí", así es que exige "la dimisión en bloque de este Gobierno por haber puesto en libertad a cientos de depredadores sexuales". ¿Y el sr. Rubiales? Un mal educado, eso es todo, porque hay que saber "distinguir la grosería y la mala educación (¿Tocarse los genitales cerca de la Reina?) del delito". Grosería que sí podría exigir su cese al frente de la Federación de fútbol. Eso es todo.
  • ¿Y en el planeta del fútbol? Alineamiento sin fisuras del fútbol femenino mundial contra lo que se ha considerado una muestra más de comportamiento machista. Lógico y esperado. Los colegas masculinos… Pues no he oído voces defendiendo a Rubiales, pero salvo alguna excepción honrosa (Iker Casillas o Borja Iglesias, por ejemplo) me han parecido lentos y poco contundentes a la hora de criticar al todavía presidente de la Federación. Un movimiento en línea con lo anunciado por las componentes de la selección campeona del mundo, una amenaza con negarse a jugar hasta que las aguas bajen tranquilas, habría sido definitivo. Pero no ha llegado.


¿Por qué esta vez sí?

No nos engañemos: los besos robados son, por lamentable que nos parezca, episodios intolerables pero no excepcionales. ¿Cuántos terminan haciéndose públicos? ¿En qué casos el suceso termina en denuncia, querella, sanción, sentencia condenatoria? ¿Por qué esta vez ha sido distinto?

Imaginen que hace un mes hubiéramos sometido a cien alumnos de último curso de Ciencias Políticas a la siguiente pregunta. ¿Quiénes son 1) Joan Subirtas. 2) Luis Rubiales. 3) Annie Ernaux 4) Serena Williams? ¿Qué porcentaje de encuestados creen ustedes que habrían sabido que el número 3 es el actual Ministro de Universidades y la número 4 la última Premio Nobel de Literatura? El juego no es más que un ejemplo de cómo la dimensión social del fútbol es uno de los factores influyentes en el suceso que está marcando el final del mes vacacional por excelencia y que, supongo, va a seguir acompañándonos quién sabe hasta cuándo.


¿Y ahora?

Oigo voces sensatas cuestionando si sólo cabe una interpretación plausible de las imágenes que todos hemos visto. Es decir, si el beso fue robado o consentido. Soy de los que creen que no medió consentimiento, ni asentimiento, sino estupefacción, y sorpresa, seguidas de indignación. No obstante, eso es algo que a estas alturas cuenta poco. Lo que los sucesos del estadio australiano han puesto de manifiesto van por otros rumbos.

  • Han hecho saltar los diques de contención de un descontento que venía larvándose desde hace años. Las estructuras del deporte, no sólo el fútbol sea el femenino o el masculino, no sólo el español, están ancladas en el pleistoceno. Son arcaicas, opacas, patriarcales, venales y poco o nada controladas por las normas que se aplican en el resto de las actividades. Es más que posible que el beso del Estadio Australia haya encendido la mecha de la carga explosiva que derribe el muro que cercaba nuestro deporte.
  • Una vez más, un par de gestos aparentemente irrelevantes tienen la capacidad de provocar una cadena de acontecimientos que acaban por guardar poca o ninguna relación con su origen. Porque, no nos engañemos, besos robados o gestos groseros ocurren a diario. Lo que ha hecho diferentes a estos es todo lo que les ha rodeado: los sujetos implicados, el lugar donde ocurrieron, la trascendencia del momento, los millones de personas que los han podido ver en todo el mundo… y, por encima de todo, el clima previo de lucha por la igualdad.
  • Y quisiera terminar comentando que no deja de ser un ejemplo de justicia poética que la caída de alguien como Luis Rubiales no se deba a razones relacionadas con su peculiar forma de gestionar la Federación y sus presupuestos, sino a su esperpéntica manera de festejar un triunfo deportivo que debería haber sido motivo de celebraciones multitudinarias y ha terminado por ser el comienzo de un calvario para él.


No sólo de fútbol vive el ciudadano

La mañana del miércoles Alberto Núñez Feijoo comenzó la ronda de conversaciones en busca de los apoyos necesarios para llegar a los 175 votos.

Empezó por Pedro Sánchez y se vieron en terreno neutral. Una horita fue suficiente para escenificar el desencuentro.  

Peticiones cruzadas desechadas por ambas partes, no me consta si con displicencia, educadamente, a carcajadas o con el gesto crispado. 

Luego se despidieron y cada uno dijo lo que ya llevaba preparado desde la víspera.

No, no ha llegado aún el momento de La Gran Coalición. Ni siquiera estamos en el momento de afrontar pactos de Estado. Ni de normalizar la situación del Consejo General del Poder Judicial.

Como mis lectores saben, la culpa la tiene el otro. Como de costumbre.







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