¡Maldición!
El Fondo Monetario Internacional,
ataca de nuevo.
El único, el inimitable, el nunca bien ponderado F.M.I.
Eran los últimos días de la II Guerra Mundial, cuando en Bretton Woods, se creó el Fondo Monetario Internacional (F.M.I.).
Una de las múltiples interpretaciones que puedan darse a la II Guerra, es que fue la confrontación violenta de tres modelos económicos: el capitalismo de Estado, la economía de mercado y la versión soviética del comunismo. Cada uno de estos tres modelos, se correspondía a su vez con su propia superestructura ideológica (nacional socialismo, democracia parlamentaria y dictadura del proletariado, aunque, en este caso, tal vez sería más adecuado hablar de dictadura del Partido) y su característica organización política correspondiente.
En la fecha en que se creó el FMI, era ya evidente que la gran conflagración terminaría en muy poco tiempo con la derrota de Hitler, es decir, del capitalismo de Estado, pero era igualmente pronosticable que, terminada la guerra, se abriría un incierto período de confrontación entre los dos sistemas supervivientes que, en aquellas fechas, aún era aliados: el capitalismo liberal y el colectivismo soviético. Era de suponer que ambos iban a aspirar a dominar la Tierra en detrimento del contrario.
Una de las varias herramientas de las que el capitalismo liberal se dotó, fue, precisamente, el FMI.
Todo esto pasó hace 70 años. Mucho tiempo en un período en que la Historia vuela sobre el tiempo a velocidad uniformemente acelerada. Cayó el nacionalsocialismo, como era de esperar. El Colectivismo soviético, a su vez, después de varias décadas de tiempos revueltos en los que la partida parecía no tener un ganador claro, se batió en retirada. Emergieron nuevos gigantes cuya influencia en el escenario mundial crece día a día, sin que esté claro si van a poner en cuestión el modelo dominante o no. Y el FMI, siguió día a día, a lo suyo: salvaguardar las esencias del capitalismo liberal, cada día más capitalismo y cada día más liberal.
Y en estas, la crisis por antonomasia, la que dejaría en mantillas los efectos del crack del 29, volatilizó billones de Dólares, miles de millones de Euros, cantidades ingentes de divisas de toda laya y condición. Cientos de miles de empresas dejaron de existir, decenas de millones de trabajadores perdieron sus empleos. Cayeron Gobiernos, los ricos se hicieron más ricos y creció el número de pobres. Nada nuevo bajo el sol, en definitiva.
El FMI se mantuvo en su puesto, fiel a su misión, y ejerciendo, sobre todo, un cada día más eficaz papel de augur de las políticas económicas, dando por supuesto que los Gobiernos sabían que desatender un consejo del Fondo era opositar a encontrarse con una imposición al mes siguiente.
¿A qué viene esta historia?
Ayer oí en uno de los telediarios las opiniones y recomendaciones al Gobierno español de un portavoz del FMI. No recuerdo su nombre y casi lo prefiero visto lo que salía por su boca. Después de alabar lo hecho hasta ahora por nuestro Gobierno, recomendó:
- Incremento del IVA de aquellos productos que aún mantienen un tipo reducido
- Reducción de salarios.
- Incremento de la flexibilidad laboral.
- Reducción del Impuesto de Sociedades.
- Incremento de los Impuestos Especiales.
La eficacia de cada una de estas medidas es más que cuestionable desde una óptica estrictamente económica:
- El incremento del IVA detraerá recursos en manos del público y, por tanto, frenará el consumo, y, en consecuencia, la reactivación del mercado interno. En países como España, incrementará además la bolsa del fraude en este impuesto. Es dudoso, en resumen, que vaya a resolver nada.
- La reducción de salarios, será muy bien acogida por la CEOE y por las empresas en general, pero incidirá también en la capacidad de consumo de las clases medias y trabajadoras. Por el contrario, al menos en teoría, significará un aumento de los beneficios empresariales.
- El incremento de la flexibilidad laboral, salvo que se aplicara a aspectos concretísimos de las condiciones de trabajo, significaría favorecer el fenómeno de la deslocalización interna en favor de las regiones con mayor capacidad de consumo y en demérito de las zonas deprimidas. Por supuesto, el mito de la conciliación de la vida laboral con la familiar se irá al desván de los trastos inútiles.
- La reducción del impuesto de sociedades, daría una vuelta de tuerca más al desequilibrio entre las aportaciones del factor trabajo, frente al factor capital en la recaudación fiscal: clase media y trabajadora serían los paganos de los gastos públicos y de cualquier política social que se aplicara.
- Aumentar los impuestos especiales, imposición indirecta, volvería a mermar la capacidad de ahorro y consumo de la inmensa mayoría de los contribuyentes, con lo que, de nuevo, los efectos positivos sobre la economía global del país sería cuestionable. Es obvio, que incrementar la imposición indirecta grava más las economías modestas que las acomodadas, pero tal vez sea eso lo que se busca.
¿Hay otras vías?
Por supuesto que las hay:
- ¿Por qué el FMI no emprende una cruzada mundial contra el fraude fiscal? Tal vez porque los grandes defraudadores están entre lo más granado de sus mandantes.
- ¿Dónde está el FMI cuando se trata de terminar con los paraísos fiscales? Donde tiene que estar, mirando para otro lado. Sólo faltaba que fuera a molestar a quienes miran por los intereses de quienes controlan el organismo.
- ¿Qué hay de proyectos como el Impuesto sobre Las Grandes Fortunas, la regulación de las Agencias de Riesgo, el control efectivo sobre el mundo de las finanzas, ésas que pueden hundir en una mañana la credibilidad, la confianza y arruinar un país en una mañana? Locuras de descerebrados que aún no han comprendido que en el momento presente el mundo lo que necesita es más competitividad al coste que sea.
Mientras tanto, crece el dolor, aumenta la miseria, se agrandan las diferencias económicas y sociales en todos los países desarrollados o en vías de desarrollo. En el mismo Telediario, por ejemplo, se daba cuenta de que en España hay ya un 25 % de la población por debajo del nivel de la pobreza.
La clase media adelgaza, no sólo metafóricamente, sino en más de un caso, en sentido litera. La clase trabajadora retrocede cuarenta años. Dentro de poco oiremos de nuevo que "España va bien".
No importa: estamos saliendo de la crisis, gracias a las iniciativas del Gobierno y al sacrificio de todos los españoles. Es posible que estemos saliendo de la crisis -siempre termina por salirse- pero ni se debe a las iniciativas del Gobierno, sino a su acatamiento obediente de políticas diseñadas por otros (con ligeros altibajos en función de las convocatorias electorales), ni la salida se debe al sacrificio de todos, sino de los de siempre: las clases populares y la sufrida clase media.
Qué podemos esperar.
Nada bueno. Es evidente que el FMI y el resto de organismos que rigen el mundo (no hablo de los Gobiernos, desde luego, que éstos bastante tienen con obedecer) están convencidos de que a los paganos de la crisis aún les queda sangre que vampirizar. Saben, además, que no van a revolverse, porque de eso ya se encargarán los Gobiernos.
El problema es que pueden equivocarse y llevar a la Humanidad a un callejón sin salida que termine por llevarse todo por delante. ¿Todo? O no. Los que programan estos planes están convencidos que siempre caerán de pie. Yo creo que la Historia les da la razón: en la mayoría de las catástrofes sociales casi siempre mueren los mismos.
Y si piensan así, les aseguro que podríamos asistir a la puesta en práctica de medidas aún más salvajes, por ejemplo:
- Flexibilidad total del mercado laboral: horarios, jornadas, lugar de trabajo y salarios se acomodarán, en cada momento, a las "necesidades" de la empresa. Ya no se hablará de pérdidas o ganancias, sino de cuánto más podría ganar una empresa si se adapta tal o cual medida. Las condiciones de trabajo aquí y ahora, las dicta la Dirección.
- Despido libre, gratuito y sin necesidad de alegar causa. El empleo sería, nada más, una consecuencia de lo que en cada momento demandaran las necesidades de la empresa, según lo que la Dirección entienda por tales. Una variante más, podría consistir en reconocer el derecho a una indemnización a favor de la empresa en los casos de despido disciplinario.
- Ilegalización de los Sindicatos, como intermediarios indeseables que coartan la libertad de contratación entre empresario y trabajador. O sea, vuelta a los postulados iniciales del liberalismo que terminó con los Gremios y mantuvo un Siglo fuera de la Ley a los Sindicatos. ¡Qué tiempos! ¿Verdad señores del FMI?
- Privatización de las pensiones como paso previo a su desaparición. Todo el mundo sabe que sólo la gente imprevisora llega a la vejez sin ahorrillos suficientes para afrontar los últimos años de su vida.
- Reconsideración de la sanidad pública. Se empezaría por negársela a los no nacionales (a los indeseables, por supuesto, es decir, a los menos pudientes), se continuaría con la imposición de pagos por servicios argumentando que se abusa de lo que no cuesta nada, etc., etc. Yo ya he oído comentarios del tipo de "¿La Seguridad Social? Yo tengo Seguro Privado así que ¿por qué tengo que seguir cotizando? Que sea voluntaria ¿no?"
Caigo en la cuenta de que debo parar: temo estar dando ideas a quienes se ocupan de estas cosas desde Gobierno y Parlamento.
Mis conclusiones:
- Podemos indignarnos, pero, por favor, no nos engañemos. El FMI y los Gobiernos que le obedecen no buscan ni el Bien Común, ni la salvación de las economías nacionales, ni, desde luego, la desaparición del desempleo (entre otras razones porque el pleno empleo hace subir los salarios), sino gestionar correctamente los intereses que representan: el gran capital transnacional. Se puede estar a favor o en contra, pero conviene saber a favor o en contra de qué se está.
- Si estas medidas se adoptan por nuestro Gobierno, vendrán otras peores, porque la ambición, la avaricia y la insolidaridad, son marcas de clase.
- Se avecinan varios procesos electorales municipales, autonómicos y legislativos: ahí si tenemos cada uno de nosotros nuestra pequeña responsabilidad y nuestra mínima parcela de poder. El problema, tal como yo lo veo, es que tampoco es nada fácil acertar. En todo caso, ya lo dice la Biblia: "Por sus obras los conoceréis"
- Tenemos poco margen de maniobra y escasos instrumentos de acción. No despreciemos el valor de las redes sociales, que pueden desde convocar una manifestación, hasta decidir resultados electorales, pasando por el castigo a los infractores de las leyes más elementales del mercado. Eso, hasta que los gobernantes les dé por utilizar mecanismos de control de estas redes a la china, o a la turca.
- Siento haberle dado la mañana o la tarde al lector de estos comentarios, pero sentiría más no hacer algo que está en mi mano: dar mi opinión sobre lo que veo, tal como yo lo percibo.