miércoles, 27 de agosto de 2014

Una civilización agonizante (3) ¿Nos sucederá el Islam?
 
Algunas informaciones útiles para centrar la cuestión.
 
- El Islam es la segunda religión en número de fieles, 1.200 millones, musulmán más, musulmán menos, siempre que consideremos el cristianismo como una sola religión que englobe a católicos y a todas las restantes variantes del cristianismo.
 
-  Está extendida por los cinco continentes, siendo más de una veintena los países en los que los fieles musulmanes son mayoría.
 
-  De la misma manera que el término "Cristianismo" engloba creencias y obediencias dispares (católicos, protestantes, cismáticos), el término "Islam" incluye versiones diferentes del mismo credo básico: Chiitas y suníes, principalmente, y otras variantes en recesión como el sufismo o el jariyismo.
 
- Una de las características de la religión musulmana es que no cuenta con una "Iglesia", en el sentido organizativo del término, lo que da pie para la existencia de múltiples interpretaciones del Corán y de las tradiciones islámicas.
 
- El 622 d.C., es la fecha que suele considerarse la de la fundación del Islam. Es, pues, la más reciente de las religiones monoteístas del Mediterráneo, con las que comparte origen, textos sagrados y profetas. Es como si vivieran, en cuanto a desarrollo doctrinal, en el año 1392 de la Era Cristiana.
 
O sea, en Plena Guerra de los Cien Años, mientras la Cristiandad padecía el Cisma de Avignon, a sólo 10 años de que Juan Hus empezara sus prédicas heréticas, a 39 de que Juana de Arco fuera quemada en Ruan por bruja, casi 40 años antes de que Inglaterra se separara de Roma, más de medio Siglo antes de que el Concilio de Trento intentara frenar el auge de la Reforma y a 60 años de que Francia se enfangara durante un cuarto de Siglo en las Guerras de Religión, todos contra todos, entre distintas versiones del mismo credo. Entonces, como hoy, los herejes siempre son los otros.
 
Las razones para la alarma.
 
De un tiempo a esta parte, crece la alarma en Europa ante el auge del Islam. Voces agoreras, vaticinan la invasión de nuestro paraíso por huestes famélicas y fanáticas de musulmanes despiadados, que terminarán con nuestro modo de vida, encerrarán de nuevo a nuestras mujeres entre los muros de nuestras casas y harán de nosotros, mártires o conversos.
 
Todo esto pasará dentro de muy poco tiempo, por la tolerancia imperdonable de nuestra abúlica clase política, que terminará por caer degollada en una orgía de sangre a la llegada de las hordas del Profeta que arrasarán Europa a sangre y fuego, cuando ya nada tenga remedio.
 
Éste es el mensaje que, con infinitas variantes, circula por las redes sociales. Doy por sentado que la mayoría de las veces, multiplicado por gentes que han llegado a atemorizarse de verdad y que creen a pies juntillas cualquier cosa que llegue por Internet, como ayer creían artículo de fe cualquier cosa que publicara la Prensa.
 
Pero, además de xenófobos, racistas y católicos fundamentalistas ¿no es cierto que los defensores a ultranza, por ejemplo, de las políticas sionistas de Israel (a no confundir con el Pueblo Judío) alimentan este odio al Islam y exageran sus capacidades destructivas?
 
La inmigración descontrolada y las altísimas tasas de fertilidad de las comunidades islámicas en Europa, nos llevan a un Continente dominado a corto plazo por los musulmanes. Podría tener alguna base, pero convertir en controlado lo descontrolado está en nuestras manos, sin tener que aplicar políticas hitlerianas. Más inteligente sería preguntarse el por qué de la inmigración, hambre, subdesarrollo, carencia de oportunidades, y resolverlo con inversiones en el origen del problema. Pero eso, me temo, no va a ocurrir, al menos por ahora.
 
Es cierto, por otra parte, que bastantes grupos fanatizados de musulmanes, desde Boko Haram, a los Talibán, y desde Al Qaeda al Estado Islámico, están en condiciones de causar mucho dolor y provocar serios problemas en nuestras muy vulnerables sociedades desarrolladas. La sofisticación de nuestro bienestar, precisamente, es lo que nos hace tan vulnerables, y eso lo sabe cualquier grupo terrorista, sea cual sea su ideología.
 
Algunos de estos grupos -todos, tal vez, pero unos más que otros- Boko Haram, Estado Islámico, se están caracterizando por el ejercicio de prácticas brutales que creíamos perdidas en el tiempo, y que, por otra parte, son utilizadas conscientemente, para provocar la parálisis por el terror, entre las poblaciones atacadas. La táctica tiene algunos miles de años de antigüedad. Quizás fuera Asiria la primera en utilizarla sistemáticamente (en Mesopotamia, es curioso) Pero no es lo mismo capacidad para hacer daño que para terminar con la Civilización Cristiana Occidental.
 
Esto, a mi juicio, es imposible, por, al menos las siguientes razones:
 
Composición heterogénea de lo que entendemos por Mundo Islámico.
 
Esos 1.200 millones de creyentes de que hablaba al principio, desperdigados por todo el Planeta, tienen en común poco más que el mismo credo, a reserva de lo que diré en el punto siguiente, y la vaga sensación de que las Potencias Occidentales (Cristianas, por cierto) son las causantes de sus desgracias.
 
Fuera de ello, las coincidencias entre un indonesio y un uigur, entre un Qatarí del clan dominante o un Pastún afgano, son las mismas que las que puede haber entre un cretense y un australiano, un almeriense y un islandés, por muy cristianos que se sientan todos. No hay, en mi opinión, ninguna posibilidad de generar entre ellos un movimiento coordinado de solidaridad panmusulmán. De hecho, los modestos intentos habidos  hasta ahora, se han saldado con fracasos absolutos. 
 
Versiones enfrentadas del mensaje del Profeta y carencia de aparato eclesial.
 
El mundo islámico está acercándose a toda prisa al escenario caótico de guerras intestinas entre las distintas sub confesiones que siguen El Corán. Caídas casi en el olvido las desviaciones doctrinales sufitas y jariyíes, asistimos hoy al enfrentamiento fratricida entre suníes y chiitas, cada día más enconado, como si el primer y más grande enemigo de cada uno fuera el correligionario que milita en la facción contraria, herética por definición, y como tal, exterminable.
 
Bien pudiera ser que este movimiento suicida, retardatario de cualquier posibilidad de progreso, no hubiera hecho más que empezar. Es cierto que en el pasado, ya hubo fenómenos de este tipo (recordemos las sucesivas invasiones de almorávides y almohades, fundamentalistas africanos ambos, que vinieron a perturbar el desarrollo cultural de Al Andalus), pero me da la impresión que la saña con la que yihadistas, turbas del Estado Islámico, talibán o seguidores de Bin Laden persiguen a los creyentes que militan en la facción disidente, es más virulenta que nunca.
 
Se dan todos los indicios para suponer que estamos en los prolegómenos de la versión islámica de las Guerras de Religión francesas de la segunda mitad del S. XVI
 
Por otra parte el raro fenómeno de la ausencia de aparato eclesial en la religión islámica, acarrea dos consecuencias: por una parte permite la proliferación de interpretaciones divergentes del mismo mensaje; por otra, la ausencia de una autoridad única e indiscutida dificulta, sino impide, la acción común, sea religiosa o política.
 
Esto explica, por ejemplo, por qué la última y más violenta manifestación del integrismo coránico, el Estado Islámico, esté intentando, antes que nada, antes, por lo tanto, de terminar con los infieles (o sea, nosotros) unificar su mundo bajo un mismo califato. Es decir, que tendrán que empezar por terminar con regímenes que ya son teocráticos hoy, Marruecos, Jordania, Arabia Saudita, algunos de los Emiratos del Golfo, por ejemplo. Ninguno de ellos me parecen dispuestos a dejarse engullir y desaparecer alegremente.
 
Carencia de recursos económicos, tanto industriales como financieros, para entrar en una hipotética III Guerra Mundial.
 
Una cosa es la capacidad para financiar a las huestes del Estado Islámico, poco más que unos Señores de la Guerra, o respaldar una acción terrorista puntual, y otra muy distinta estar en condiciones de soportar el cose económico de la dominación del Planeta.
 
Hemos leído que Qatar podría estar financiando a este último grupo citado. Puede que sí o puede que no. Puede que si lo está haciendo no sea sino el pago de la cuota de protección equivalente a la que se paga a un grupo mafioso para que te deje trabajar (y ganar dinero) en paz. Ojalá no haya modo de comprobarlo, pero ¿Qué haría el Emir de Qatar si continuar las ayudas trajera aparejada la desaparición de su Emirato? 
 
El petróleo árabe es la sangre que alimenta las economías de buena parte de los países musulmanes, incluida Indonesia. ¿Es ese recurso suficiente para la dominación mundial? En absoluto. Buena parte de ese petróleo está controlado bien por Occidente, bien por regímenes que verían el Califato Mundial como su propia desaparición. Habrá, además, otras zonas de aprovisionamiento de combustibles fósiles, y, antes o después, habrá fuentes de energía alternativas. No es una ilusión, es una certeza, aunque no tenga fecha. Ese día la capacidad de presión del mundo árabe habrá pasado a la Historia.
 
¿Entonces?
 
 - Durante mucho tiempo seguiremos soportando los riesgos y las consecuencias del terrorismo islámico dentro nuestras fronteras.
 
 -  El Islam seguirá desunido, incapaz de coordinar acciones globales y desangrándose en luchas intestinas.
 
 -  El mundo occidental está obligado a colaborar en la búsqueda de soluciones para los problemas más urgentes de las zonas más desfavorecidas del universo musulmán.
 
 -  No será el Islam quien acabe con la civilización de los infieles, o sea, nosotros. 
 

domingo, 17 de agosto de 2014

Una civilización agonizante (2)
 
Los límites geográficos de nuestra civilización.
 
Creo que conviene precisar el concepto de "Civilización Cristiana Occidental", si queremos establecer con un mínimo de rigor quién o quiénes pueden ser sus sucesores. Tal vez hubiera sido preferible definirla en el capítulo anterior, pero, en cualquier caso, ahora se me antoja imprescindible.
 
Mi criterio es discutible, pero para mí, la expresión engloba a Europa, incluyendo a Rusia, América, Australia y Nueva Zelanda. No hablo de Oceanía en su conjunto, porque los miles de islas de Micronesia, Melanesia y otras sin adscripción específica, no forman parte de nuestro mundo, ni tal vez lleguen nunca a pertenecer a él.
 
El caso peculiar de Rusia.
 
El último Siglo de la Historia de Rusia nos ha llevado a pensar con frecuencia, que  durante la fase en que se la conocía por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, no sólo no formaba parte de la Civilización Cristiana Occidental, sino que era su antítesis, el posible causante de la futura ruina y desaparición de nuestra cultura y, en suma, la alternativa a la citada Civilización Occidental.
 
Según los casos, esa eventualidad se percibía con temor o con esperanza. Los acontecimientos del último cuarto de Siglo, han demostrado varias cosas:
 
- 1ª.- El futuro no estaba escrito, y, tal como se ha demostrado, el supuesto poder del Anticristo por antonomasia, era más aparente que real.
 
-  2ª.- Una pare importante de los postulados marxistas, filosóficos y económicos, han pasado a formar parte del acervo cultural común, lo que, en cierto modo, los ha desactivado, en cuanto que han pasado a ser ideas de consumo fagocitadas por el modelo de producción capitalista.  (Hoy pueden rastrearse conceptos marxistas en la intervención del Presidente de un Banco ante la Junta de Accionistas)
 
3ª.- Tal parece que ni la teoría marxista, ni el modelo político soviético penetraron en la cultura rusa más que superficialmente. Sólo así se explica el tránsito relativamente pacífico desde el sistema anterior al actual.
 
4ª.- Los procesos históricos hay que valorarlos y medirlos con escalas históricas, siempre más lentas y prolongadas que la peripecia de una vida o de una generación. Hoy es evidente que, por ejemplo, la convulsión hitleriana, ni sacó a Alemania de la cultura occidental, ni fue más allá de ser un terrible episodio acotado en el tiempo, sin valor trascendental, por lo que al devenir de nuestra civilización se refiere.
 
No obstante, es evidente que en los momentos presentes, Rusia representa un problema para el resto del mundo occidental. Es más que posible que los actuales dirigentes rusos  pretendan alcanzar el liderazgo, pero, de conseguirlo, se trataría nada más de la sustitución de un liderazgo interno por otro.
 
Es cierto que Rusia puede crearnos algunos problemas a corto plazo, derivados, por una parte, de la dependencia energética de buena parte de Europa respecto de las fuentes rusas, y, por otra, del enorme margen de maniobra que Putin y su equipo tiene respecto de su opinión pública interna. No olvidemos que, hoy por hoy, Rusia no ha conocido aún ni un día de democracia: pasó del régimen medieval zarista, al monopolio político del Partido Comunista, y ahora al dirigismo autoritario de la actual nomenklatura.
 
No es menos cierto, en mi opinión, que Rusia, pese a los problemas que pueda estar creando a una parte de Europa, ni siquiera a toda, está más cerca de Bruselas o de Washington que de Pekín, con cuyo mundo tiene muy pocos puntos en común, y muchas razones para la confrontación.
 
En resumen, creo que Rusia no va a ser la enterradora de la Civilización Cristiana Occidental, porque estaría cavando su propia tumba. 
 
¿Quién no tomará el relevo?
 
África:
 
Desde luego que no. Ninguna de las culturas africanas, ni la islamizada del Norte, ni el África negra, ni la versión semi occidentalizada del Sur, está en condiciones de competir con ninguna de las alternativas que podamos imaginar.
 
Durante el Siglo XXI, no parece posible, ni imaginable siquiera, que los pueblos africanos sean capaces de emprender algo que  vaya más allá de la mera supervivencia. No importa a quien haya de imputarse la responsabilidad, el Continente entero seguirá convulso, atormentado y desangrado durante muchos, muchos años. 
 
África seguirá siendo el  campo de batalla donde se dirime el control de los recursos naturales de todo un Continente entre las potencias reales, aunque ello cueste cientos de miles de vidas humanas que ni siquiera sabrán por qué están muriendo unos y al servicio de qué intereses están matando otros.
 
Japón:
 
Su modelo está envejecido, le falta masa crítica en cuanto a efectivos humanos y carece de algunas de las condiciones esenciales para aspirar a ser la cultura sucesora de la Cristiana Occidental (acceso a fuentes estables y baratas de energía, excesiva permeabilidad respecto al modelo occidental del que está importando más vicios que virtudes, agostamiento del espíritu creador de hace un Siglo, etc.).
 
A principios del S. XX, Japón era una potencia en alza, con apariencia poco menos que invencible. En sucesivas guerras derrotó a chinos y rusos de forma tan contundente que podría haberse pensado en el nacimiento de una potencia dominadora del Pacífico. La II Guerra Mundial, su alineamiento con el Eje Roma-Berlín, y su   desafío suicida a unos Estados Unidos que estaban consolidando su capacidad industrial y económica, terminaron desangrándolo sin remedio.
 
Me temo que su papel en el futuro va a ser poco más relevante que el de convertirse en el referente cultural del Extremo Oriente. Como lo fue Grecia respecto a Roma o Europa respecto a los Estados Unidos. Un papel que va poco más allá de la autocomplacencia.
 
 
¿Algún otro país emergente?
 
No Brasil, desde luego, ni México, ni ninguna de las naciones que ya forman parte de la Civilización Occidental. Estos países van en el mismo barco, son, podríamos decir, aspirantes a heredar, complementar, sustituir, o heredar el liderazgo temporal de nuestra Civilización. El problema es que ya están afectados por los mismos vicios, defectos y carencias del modelo norteamericano que aspiran a emular. Lograrían, como mucho, un efímero espejismo de superación de la situación crítica que también les afecta.
 
En resumen:
 
Cuando nuestro mundo entre en crisis, cuando el proletariado interno y el externo vibren en la misma longitud de honda, (A.J. Toynbee) el liderazgo mundial lo ostentará otra civilización a la que no atenacen las contradicciones, los vicios, los defectos de nuestro caduco modelo occidental.
 
(Continuará)

sábado, 9 de agosto de 2014

El ébola, el Misionero y Don Mariano Rajoy
 
 
La vida humana no tiene precio.
 
O lo que es lo mismo: no hay cantidad alguna de dinero, por grande que sea, que no deba emplearse en salvar una vida humana. O dicho de otra manera, bien empleado está el dinero que salva una vida. Como reza el dicho, "benditos son mis bienes, que remedian mis males".
 
Por consiguiente, tengo que alegrarme de que por poco más de un millón de míseros Euros se haya salvado, al menos por el momento, la vida del misionero infectado de ébola que ha retornado felizmente a España.
 
Pero...
 
Hay en este momento en la zona africana azotada por la epidemia de algo más de centenar y medio de cooperantes. Todos ellos, de una manera o de otra, y sean cuales sean las medidas profilácticas que estén empleando, están en situación de alto riesgo. ¿Tiene ya provisionadas la Ministra de Sanidad las cantidades necesarias para eventuales repatriaciones?
 
Estamos viviendo las secuelas de los recortes en muchas áreas de la actividad pública, Sanidad entre ellas. Menos personal, Centros cerrados, privatizaciones, incrementos de las listas de espera, aumento del coste para los ciudadanos, etc., etc. ¿Cómo va a entenderse el coste de esta operación de rescate, en el marco de las políticas de austeridad?
 
Como ya dije, cualquier cantidad de dinero es pequeña, si sirve para salvar una vida, siempre que se disponga de ella. A diario mueren en el mundo cientos de miles de seres humanos por falta de recursos. ¿Es que ya hemos salido de la crisis y volvemos a ser nuevos ricos?
 
Una cosa es cuánto cuesta algo y otra muy distinta quién lo paga. La Directora General de la Salud dijo que el coste del traslado lo pagaría la Orden de San Juan de Dios, a la que pertenece el misionero infectado. De inmediato, Don Mariano Rajoy salió al paso y manifestó públicamente que era de sentido común que el coste lo asumiera el Estado y que se acabó la polémica. (No he leído el B.O.E., y, por tanto no sé qué ha sido de la Srª Directora General de la Salud, cuyo sentido común está tan alejado del de el Jefe de su Jefa)
 
Don Mariano Rajoy y la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.
 
Tiendo a pensar que nuestros gobernantes son menos estúpidos de lo que cree el personal. O sea, que si Don Mariano dijo lo que dijo e hizo lo que hizo, es más que posible que tuviera sus razones, aunque, como de costumbre, no nos las diera a conocer.
 
No es más que una conjetura personal, pero ¿y si el extraordinario trato dispensado al contagiado (avión convertido en hospital volante, caravana esperándole de varias ambulancias y otros vehículos, precedida y seguida por fuerzas de orden público motorizado, retransmisión por TV, etc.) tuviera algo que ver con su pertenencia a la Orden de San Juan de Dios? 
 
Para los que no estén al tanto, la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, es una Orden mendicante fundada en España, en Granada, para ser más precisos, en el S. XVI, que hoy se extiende por varios continentes, de la que dependen, entre miembros, asalariados y colaboradores más de 100.000 personas y que sólo en España gestiona más de 40 Centros . Algunos de ellos, los dedicados a asistencia de trastornos mentales, insustituibles en la fecha presente.
 
¿No sería que el Señor Presidente temiera, con razón o sin ella, que el enojo de los rectores de la Hospitalaria institución pusiera en peligro la asistencia psiquiátrica de cientos de enfermos que el Ministerio de Sanidad hubiera sido incapaz de atender, de haberse torcido las cosas?
 
Pues a riesgo de que me llamen cínico, le diré algo, Señor Rajoy: en su vasto equipo cuenta usted con elementos más que duchos en el enrevesado arte de esconder partidas presupuestarias, dedicarlas a otros fines, y terminar echando la culpa de todo a "la herencia recibida". O sea, que, por una vez, me alegro de que, al menos, nos hayamos enterado de cuáles son sus preocupaciones, y en qué está usted dispuesto a gastar nuestro dinero.
 
 
 

sábado, 2 de agosto de 2014

Una civilización agonizante
 
 
Antes de empezar a leer.
 
Recuerde el título de esta sección: "no es más que una opinión", la mía, desde luego.
 
No es necesario que estemos de acuerdo. Ni siquiera es preciso que lea hasta el final, si lo que escribo le molesta, usted puede contestarme y ponerme a caer de un burro; le aseguro que algo diré; puede cerrar la página y buscar cualquier otro entretenimiento, o puede indignarse y hacer lo que mejor le cuadre.
 
Pero recuerde: no es más que una opinión.
 
A lo largo de dos o tres entradas, voy a exponer por qué creo que esta civilización, la nuestra, está herida de muerte, al margen de que mi generación y tal vez las dos siguientes, no asistan a su destrucción.  Me arriesgaré, además, a aventurar cuáles son, según mi punto de vista, las posibles civilizaciones sucesoras. Para terminar, algo diré también de qué alternativas sucesorias no son viables, por mucha alarma que estén suscitando en los últimos años.
 
Signos inequívocos de una decadencia irrecuperable.
 
 Las élites dirigentes han abandonado su función.

-  Es posible que pudiéramos remontarnos más atrás, pero a escala occidental, la clase dirigente, dejó de estar a la altura de su misión, a finales del S. XIX. En muy pocos años, la élite europea se comportó cada vez más en base a criterios provincianos, egoístas, estériles. Su única preocupación fue repartirse el dominio de las fuentes de materias primas (África, y en menor medida Asia) e incrementar su riqueza.

-  Nuestra flamante Civilización, terminó por enzarzarse en dos Guerras fratricidas seguidas que nos han dejado al borde del colapso moral. Soy de los que creen que la Gran Guerra, y en parte la II Guerra Mundial, fueron Guerras Civiles a escala planetaria. 

-  Desde entonces hasta hoy, la situación no ha hecho sino empeorar.A partir de los años 50 podría adivinarse que tampoco los Estados Unidos estaban actuando como líderes mundiales. Palabrería aparte, buscaban dominio, no dirección.

-  Pese a la alarma que suscitó en su momento, el devenir histórico ha demostrado que la versión soviética del socialismo marxista no era capaz de liderar no ya el Mundo, sino, mucho menos la Civilización Cristiana Occidental, de la que, a pesar de las apariencias, no era más que un subproducto. Sustrato hegeliano en cuanto a la Filosofía y fuentes clásicas (Adam Smith y Cía.) en Economía. Su originalidad, no obstante, fue suficiente durante más de medio Siglo, para alimentar los sueños de millones de seres humanos.

- Hoy, a ambos lados del Atlántico, los supuestos dirigentes, no señalan a la ciudadanía el camino a seguir, sino que proponen lo que las encuestas dicen que la mayoría quiere. No son dirigentes, ni siquiera guías turísticos. Son parásitos que viven de embaucar a sus votantes, porque, al final, tampoco hacen lo que estos querrían, sino lo que a ellos les conviene.

Riqueza y poder son, más que nunca, términos sinónimos.

"Poderoso caballero es Don Dinero", decía Quevedo. La riqueza siempre ha condicionado al Poder, pero durante milenios, la relación ha aparecido enmascarada, vergonzante y, al menos formalmente, sometida al poder Político.

El mismo concepto de riqueza fue cambiando hasta llegar al modelo actual, en el que se identifica con conceptos financieros, inasequibles para la abrumadora mayoría de los humanos, pero de una eficacia demoledora en cuanto a su capacidad de influir en la realidad entorno.

Un ejemplo: cuando el Presidente Obama quiso remediar la crisis que estaba destrozando medio mundo, citó a la crema de las finanzas y la industria norteamericanas en la Casa Blanca. No acudió nadie. ¡Le dejaron compuesto y sin novia! Ese día Obama se dio cuenta de quién mandaba en USA y en el resto del Planeta.

Hoy, el Poder Político no es más que un fiel sirviente de los mandatos de quienes ostentan el Poder Económico. La expresión "Los Mercados" es una falsa entelequia que pretende (y consigue) esconder la aterradora capacidad de decisión que ostenta el reducidísimo grupo de quienes controlan las finanzas mundiales. El aforismo  marxista de que los Gobiernos burgueses son los gestores superiores de los intereses del Capitalismo, se ha quedado corto.

Por lo que respecta a la Sociedad Occidental, ese pequeño grupo de que hablo es capaz de hacer temblar al mundo entero en busca de mayores cotas de acumulación de riqueza, que es más poder, que les lleva a más riqueza. Y así hasta que todo salte por los aires.

La escala de valores de la Sociedad Cristiana Occidental se ha alejado de la que la hizo grande.

Hay conceptos que no sólo han caído en desuso sino que están llegando a ser indiciarios de mentalidades reaccionarias:

- Fidelidad a la palabra dada.
- Amor por la obra bien hecha.
- Disciplina.
- Espíritu de sacrificio.
- Austeridad.
- Lealtad.
- Etc., etc.

El beneficio por encima de todo es incompatible con la solidaridad, justifica la corrupción, como medio para enriquecerse, y termina por envilecer a la gran mayoría de la sociedad, que ve en los corruptos no unos delincuentes sin escrúpulos, sino un ejemplo a seguir. Por eso la corrupción no es penalizada electoralmente.

La comodidad, la dejación del principio de autoridad, el halago injustificado a las jóvenes generaciones, llevan a considerar autoritarismo intolerable cualquier intento de establecer reglas de conducta. Repetimos que "esta es la generación mejor preparada de la Historia", pero no es cierto: les falta cultura básica y referentes éticos que hacen estériles sus conocimientos técnicos, si es que los tienen.
 
Priman los derechos sobre las obligaciones. Se exige aquello que no se ha ganado, hasta tal punto que nadie se plantea qué hay que hacer para merecer cualquier cosa, ni dónde terminan mis derechos y empiezan los de los demás.

El papel rector de los pensadores, los filósofos, los intelectuales, los poetas, ha sido sustituido por el de figuras episódicas del deporte, el espectáculo, la farándula a quienes se trata de imitar.

Los medios de comunicación social programan sus contenidos en función de los paneles de audiencia: no informan, sino que deforman, si con ello ganan más dinero.

Las Universidades no buscan formar sino producir Titulados. Los maestros están preocupados por las estadísticas sobre fracaso escolar, y los alumnos y sus padres prefieren el aprobado al conocimiento.

Síntomas inquietantes de cosas que ya han ocurrido en otras épocas.

Ejércitos mercenarios. Grecia, Roma, El Imperio Otomano, el Británico, todos, se hicieron grandes cuando sus fronteras las defendían o las agrandaban sus propios ciudadanos. Luego se hicieron poderosos, ricos, blandos, acomodaticios, y delegaron esa función en tropas a sueldo. Y fue el principio del fin. ¿Qué líder occidental se plantearía hoy restablecer el Servicio Militar obligatorio?

Nacionalismos provincianos. Decía Einstein que el nacionalismo es una enfermedad infantil de la Humanidad. Hace tiempo que asistimos al renacer de fuerzas centrífugas que llevan a nuestra civilización en dirección opuesta a la correcta. La misma Unión Europea, está en vías de ser un mero espejismo, lejos de la idea fundacional, porque ha sustituido las ideas creadoras por decisiones burocráticas asequibles sólo para un pequeño grupo de burócratas más interesados en sus privilegios que en la construcción de alternativas de futuro.

Alejamiento creciente del ciudadano, respecto de sus gobernantes. Y no seamos complacientes: la culpa es mutua. La clase política no piensa en la calle, pero el ciudadano no hace nada al respecto; si acaso quejarse en círculos cerrados, sin capacidad alguna de influencia.

Ausencia de proyectos reales de regeneración. La vuelta al pasado no es la solución, porque es imposible dar marcha atrás al tiempo. Es preciso ver el mundo tal como es hoy, comprenderlo y cambiarlo de arriba abajo. No se trata de impedir, por ejemplo, la entrada de emigrantes, sino de suprimir el hambre en los países que nos los mandan. Eso es posible, a costa, a corto plazo, de reducir los beneficios de nuestro mundo de privilegiados, pero no lo haremos, y pagaremos por ello.

Desfase creciente entre desarrollo material y ético. Nunca hemos sido tan ricos, ni hemos dispuesto de tantos servicios. Pero el caso es que disponemos de bienes y los malbaratamos; tenemos miles de millones de datos a nuestra disposición, y no sabemos usarlos. Porque en cuanto a ideas, principios, desarrollo ético, carecemos de pensadores que nos hagan avanzar. Tal vez Kant fue el último de los grandes, y de su muerte hacen ya 210 años.

(Continuará)