domingo, 17 de agosto de 2014

Una civilización agonizante (2)
 
Los límites geográficos de nuestra civilización.
 
Creo que conviene precisar el concepto de "Civilización Cristiana Occidental", si queremos establecer con un mínimo de rigor quién o quiénes pueden ser sus sucesores. Tal vez hubiera sido preferible definirla en el capítulo anterior, pero, en cualquier caso, ahora se me antoja imprescindible.
 
Mi criterio es discutible, pero para mí, la expresión engloba a Europa, incluyendo a Rusia, América, Australia y Nueva Zelanda. No hablo de Oceanía en su conjunto, porque los miles de islas de Micronesia, Melanesia y otras sin adscripción específica, no forman parte de nuestro mundo, ni tal vez lleguen nunca a pertenecer a él.
 
El caso peculiar de Rusia.
 
El último Siglo de la Historia de Rusia nos ha llevado a pensar con frecuencia, que  durante la fase en que se la conocía por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, no sólo no formaba parte de la Civilización Cristiana Occidental, sino que era su antítesis, el posible causante de la futura ruina y desaparición de nuestra cultura y, en suma, la alternativa a la citada Civilización Occidental.
 
Según los casos, esa eventualidad se percibía con temor o con esperanza. Los acontecimientos del último cuarto de Siglo, han demostrado varias cosas:
 
- 1ª.- El futuro no estaba escrito, y, tal como se ha demostrado, el supuesto poder del Anticristo por antonomasia, era más aparente que real.
 
-  2ª.- Una pare importante de los postulados marxistas, filosóficos y económicos, han pasado a formar parte del acervo cultural común, lo que, en cierto modo, los ha desactivado, en cuanto que han pasado a ser ideas de consumo fagocitadas por el modelo de producción capitalista.  (Hoy pueden rastrearse conceptos marxistas en la intervención del Presidente de un Banco ante la Junta de Accionistas)
 
3ª.- Tal parece que ni la teoría marxista, ni el modelo político soviético penetraron en la cultura rusa más que superficialmente. Sólo así se explica el tránsito relativamente pacífico desde el sistema anterior al actual.
 
4ª.- Los procesos históricos hay que valorarlos y medirlos con escalas históricas, siempre más lentas y prolongadas que la peripecia de una vida o de una generación. Hoy es evidente que, por ejemplo, la convulsión hitleriana, ni sacó a Alemania de la cultura occidental, ni fue más allá de ser un terrible episodio acotado en el tiempo, sin valor trascendental, por lo que al devenir de nuestra civilización se refiere.
 
No obstante, es evidente que en los momentos presentes, Rusia representa un problema para el resto del mundo occidental. Es más que posible que los actuales dirigentes rusos  pretendan alcanzar el liderazgo, pero, de conseguirlo, se trataría nada más de la sustitución de un liderazgo interno por otro.
 
Es cierto que Rusia puede crearnos algunos problemas a corto plazo, derivados, por una parte, de la dependencia energética de buena parte de Europa respecto de las fuentes rusas, y, por otra, del enorme margen de maniobra que Putin y su equipo tiene respecto de su opinión pública interna. No olvidemos que, hoy por hoy, Rusia no ha conocido aún ni un día de democracia: pasó del régimen medieval zarista, al monopolio político del Partido Comunista, y ahora al dirigismo autoritario de la actual nomenklatura.
 
No es menos cierto, en mi opinión, que Rusia, pese a los problemas que pueda estar creando a una parte de Europa, ni siquiera a toda, está más cerca de Bruselas o de Washington que de Pekín, con cuyo mundo tiene muy pocos puntos en común, y muchas razones para la confrontación.
 
En resumen, creo que Rusia no va a ser la enterradora de la Civilización Cristiana Occidental, porque estaría cavando su propia tumba. 
 
¿Quién no tomará el relevo?
 
África:
 
Desde luego que no. Ninguna de las culturas africanas, ni la islamizada del Norte, ni el África negra, ni la versión semi occidentalizada del Sur, está en condiciones de competir con ninguna de las alternativas que podamos imaginar.
 
Durante el Siglo XXI, no parece posible, ni imaginable siquiera, que los pueblos africanos sean capaces de emprender algo que  vaya más allá de la mera supervivencia. No importa a quien haya de imputarse la responsabilidad, el Continente entero seguirá convulso, atormentado y desangrado durante muchos, muchos años. 
 
África seguirá siendo el  campo de batalla donde se dirime el control de los recursos naturales de todo un Continente entre las potencias reales, aunque ello cueste cientos de miles de vidas humanas que ni siquiera sabrán por qué están muriendo unos y al servicio de qué intereses están matando otros.
 
Japón:
 
Su modelo está envejecido, le falta masa crítica en cuanto a efectivos humanos y carece de algunas de las condiciones esenciales para aspirar a ser la cultura sucesora de la Cristiana Occidental (acceso a fuentes estables y baratas de energía, excesiva permeabilidad respecto al modelo occidental del que está importando más vicios que virtudes, agostamiento del espíritu creador de hace un Siglo, etc.).
 
A principios del S. XX, Japón era una potencia en alza, con apariencia poco menos que invencible. En sucesivas guerras derrotó a chinos y rusos de forma tan contundente que podría haberse pensado en el nacimiento de una potencia dominadora del Pacífico. La II Guerra Mundial, su alineamiento con el Eje Roma-Berlín, y su   desafío suicida a unos Estados Unidos que estaban consolidando su capacidad industrial y económica, terminaron desangrándolo sin remedio.
 
Me temo que su papel en el futuro va a ser poco más relevante que el de convertirse en el referente cultural del Extremo Oriente. Como lo fue Grecia respecto a Roma o Europa respecto a los Estados Unidos. Un papel que va poco más allá de la autocomplacencia.
 
 
¿Algún otro país emergente?
 
No Brasil, desde luego, ni México, ni ninguna de las naciones que ya forman parte de la Civilización Occidental. Estos países van en el mismo barco, son, podríamos decir, aspirantes a heredar, complementar, sustituir, o heredar el liderazgo temporal de nuestra Civilización. El problema es que ya están afectados por los mismos vicios, defectos y carencias del modelo norteamericano que aspiran a emular. Lograrían, como mucho, un efímero espejismo de superación de la situación crítica que también les afecta.
 
En resumen:
 
Cuando nuestro mundo entre en crisis, cuando el proletariado interno y el externo vibren en la misma longitud de honda, (A.J. Toynbee) el liderazgo mundial lo ostentará otra civilización a la que no atenacen las contradicciones, los vicios, los defectos de nuestro caduco modelo occidental.
 
(Continuará)

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