sábado, 2 de agosto de 2014

Una civilización agonizante
 
 
Antes de empezar a leer.
 
Recuerde el título de esta sección: "no es más que una opinión", la mía, desde luego.
 
No es necesario que estemos de acuerdo. Ni siquiera es preciso que lea hasta el final, si lo que escribo le molesta, usted puede contestarme y ponerme a caer de un burro; le aseguro que algo diré; puede cerrar la página y buscar cualquier otro entretenimiento, o puede indignarse y hacer lo que mejor le cuadre.
 
Pero recuerde: no es más que una opinión.
 
A lo largo de dos o tres entradas, voy a exponer por qué creo que esta civilización, la nuestra, está herida de muerte, al margen de que mi generación y tal vez las dos siguientes, no asistan a su destrucción.  Me arriesgaré, además, a aventurar cuáles son, según mi punto de vista, las posibles civilizaciones sucesoras. Para terminar, algo diré también de qué alternativas sucesorias no son viables, por mucha alarma que estén suscitando en los últimos años.
 
Signos inequívocos de una decadencia irrecuperable.
 
 Las élites dirigentes han abandonado su función.

-  Es posible que pudiéramos remontarnos más atrás, pero a escala occidental, la clase dirigente, dejó de estar a la altura de su misión, a finales del S. XIX. En muy pocos años, la élite europea se comportó cada vez más en base a criterios provincianos, egoístas, estériles. Su única preocupación fue repartirse el dominio de las fuentes de materias primas (África, y en menor medida Asia) e incrementar su riqueza.

-  Nuestra flamante Civilización, terminó por enzarzarse en dos Guerras fratricidas seguidas que nos han dejado al borde del colapso moral. Soy de los que creen que la Gran Guerra, y en parte la II Guerra Mundial, fueron Guerras Civiles a escala planetaria. 

-  Desde entonces hasta hoy, la situación no ha hecho sino empeorar.A partir de los años 50 podría adivinarse que tampoco los Estados Unidos estaban actuando como líderes mundiales. Palabrería aparte, buscaban dominio, no dirección.

-  Pese a la alarma que suscitó en su momento, el devenir histórico ha demostrado que la versión soviética del socialismo marxista no era capaz de liderar no ya el Mundo, sino, mucho menos la Civilización Cristiana Occidental, de la que, a pesar de las apariencias, no era más que un subproducto. Sustrato hegeliano en cuanto a la Filosofía y fuentes clásicas (Adam Smith y Cía.) en Economía. Su originalidad, no obstante, fue suficiente durante más de medio Siglo, para alimentar los sueños de millones de seres humanos.

- Hoy, a ambos lados del Atlántico, los supuestos dirigentes, no señalan a la ciudadanía el camino a seguir, sino que proponen lo que las encuestas dicen que la mayoría quiere. No son dirigentes, ni siquiera guías turísticos. Son parásitos que viven de embaucar a sus votantes, porque, al final, tampoco hacen lo que estos querrían, sino lo que a ellos les conviene.

Riqueza y poder son, más que nunca, términos sinónimos.

"Poderoso caballero es Don Dinero", decía Quevedo. La riqueza siempre ha condicionado al Poder, pero durante milenios, la relación ha aparecido enmascarada, vergonzante y, al menos formalmente, sometida al poder Político.

El mismo concepto de riqueza fue cambiando hasta llegar al modelo actual, en el que se identifica con conceptos financieros, inasequibles para la abrumadora mayoría de los humanos, pero de una eficacia demoledora en cuanto a su capacidad de influir en la realidad entorno.

Un ejemplo: cuando el Presidente Obama quiso remediar la crisis que estaba destrozando medio mundo, citó a la crema de las finanzas y la industria norteamericanas en la Casa Blanca. No acudió nadie. ¡Le dejaron compuesto y sin novia! Ese día Obama se dio cuenta de quién mandaba en USA y en el resto del Planeta.

Hoy, el Poder Político no es más que un fiel sirviente de los mandatos de quienes ostentan el Poder Económico. La expresión "Los Mercados" es una falsa entelequia que pretende (y consigue) esconder la aterradora capacidad de decisión que ostenta el reducidísimo grupo de quienes controlan las finanzas mundiales. El aforismo  marxista de que los Gobiernos burgueses son los gestores superiores de los intereses del Capitalismo, se ha quedado corto.

Por lo que respecta a la Sociedad Occidental, ese pequeño grupo de que hablo es capaz de hacer temblar al mundo entero en busca de mayores cotas de acumulación de riqueza, que es más poder, que les lleva a más riqueza. Y así hasta que todo salte por los aires.

La escala de valores de la Sociedad Cristiana Occidental se ha alejado de la que la hizo grande.

Hay conceptos que no sólo han caído en desuso sino que están llegando a ser indiciarios de mentalidades reaccionarias:

- Fidelidad a la palabra dada.
- Amor por la obra bien hecha.
- Disciplina.
- Espíritu de sacrificio.
- Austeridad.
- Lealtad.
- Etc., etc.

El beneficio por encima de todo es incompatible con la solidaridad, justifica la corrupción, como medio para enriquecerse, y termina por envilecer a la gran mayoría de la sociedad, que ve en los corruptos no unos delincuentes sin escrúpulos, sino un ejemplo a seguir. Por eso la corrupción no es penalizada electoralmente.

La comodidad, la dejación del principio de autoridad, el halago injustificado a las jóvenes generaciones, llevan a considerar autoritarismo intolerable cualquier intento de establecer reglas de conducta. Repetimos que "esta es la generación mejor preparada de la Historia", pero no es cierto: les falta cultura básica y referentes éticos que hacen estériles sus conocimientos técnicos, si es que los tienen.
 
Priman los derechos sobre las obligaciones. Se exige aquello que no se ha ganado, hasta tal punto que nadie se plantea qué hay que hacer para merecer cualquier cosa, ni dónde terminan mis derechos y empiezan los de los demás.

El papel rector de los pensadores, los filósofos, los intelectuales, los poetas, ha sido sustituido por el de figuras episódicas del deporte, el espectáculo, la farándula a quienes se trata de imitar.

Los medios de comunicación social programan sus contenidos en función de los paneles de audiencia: no informan, sino que deforman, si con ello ganan más dinero.

Las Universidades no buscan formar sino producir Titulados. Los maestros están preocupados por las estadísticas sobre fracaso escolar, y los alumnos y sus padres prefieren el aprobado al conocimiento.

Síntomas inquietantes de cosas que ya han ocurrido en otras épocas.

Ejércitos mercenarios. Grecia, Roma, El Imperio Otomano, el Británico, todos, se hicieron grandes cuando sus fronteras las defendían o las agrandaban sus propios ciudadanos. Luego se hicieron poderosos, ricos, blandos, acomodaticios, y delegaron esa función en tropas a sueldo. Y fue el principio del fin. ¿Qué líder occidental se plantearía hoy restablecer el Servicio Militar obligatorio?

Nacionalismos provincianos. Decía Einstein que el nacionalismo es una enfermedad infantil de la Humanidad. Hace tiempo que asistimos al renacer de fuerzas centrífugas que llevan a nuestra civilización en dirección opuesta a la correcta. La misma Unión Europea, está en vías de ser un mero espejismo, lejos de la idea fundacional, porque ha sustituido las ideas creadoras por decisiones burocráticas asequibles sólo para un pequeño grupo de burócratas más interesados en sus privilegios que en la construcción de alternativas de futuro.

Alejamiento creciente del ciudadano, respecto de sus gobernantes. Y no seamos complacientes: la culpa es mutua. La clase política no piensa en la calle, pero el ciudadano no hace nada al respecto; si acaso quejarse en círculos cerrados, sin capacidad alguna de influencia.

Ausencia de proyectos reales de regeneración. La vuelta al pasado no es la solución, porque es imposible dar marcha atrás al tiempo. Es preciso ver el mundo tal como es hoy, comprenderlo y cambiarlo de arriba abajo. No se trata de impedir, por ejemplo, la entrada de emigrantes, sino de suprimir el hambre en los países que nos los mandan. Eso es posible, a costa, a corto plazo, de reducir los beneficios de nuestro mundo de privilegiados, pero no lo haremos, y pagaremos por ello.

Desfase creciente entre desarrollo material y ético. Nunca hemos sido tan ricos, ni hemos dispuesto de tantos servicios. Pero el caso es que disponemos de bienes y los malbaratamos; tenemos miles de millones de datos a nuestra disposición, y no sabemos usarlos. Porque en cuanto a ideas, principios, desarrollo ético, carecemos de pensadores que nos hagan avanzar. Tal vez Kant fue el último de los grandes, y de su muerte hacen ya 210 años.

(Continuará)  




 
 
 


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