miércoles, 23 de julio de 2014

A la atención de Cándido Méndez
 

Créame si le digo que habría dado cualquier cosa por no encontrar motivos para escribir este texto.
 
Lidera usted el Sindicato más antiguo de los existentes en España y uno de los más veteranos de Europa, que es como decir del mundo. Tanto, que dentro de unos días, el 12 de agosto, para ser preciso, se cumplirán 126 años desde su fundación en Barcelona, coincidiendo con la Exposición Universal.
 
Desde entonces, la Unión General de Trabajadores, la UGT, ha sido un referente imprescindible del sindicalismo español. La organización que llegó a sobrepasar el millón de afiliados durante la malhadada II República, ha sido protagonista de una Historia que nadie puede poner en solfa.
 
La UGT ha sufrido persecuciones dramáticas que han llevado, a la cárcel o al paredón a cientos, si no miles de sus militantes. Fue acosada a tiros por las calles en dos períodos muy concretos de nuestra historia reciente, conoció la amargura del exilio y el sabor acre de la calumnia, la tergiversación histórica, la difamación sistemática.
 
Pero, señor Secretario General, nunca hasta ahora se había puesto en duda su honradez. La UGT, señor Méndez, ha acertado muchas veces y otras se ha equivocado, como no podía ser de otra manera, pero hasta ahora, ha estado por encima de toda sospecha, en cuanto a su relación con el dinero ajeno, privado o público.
 
Malos tiempos estos, para todos, desde luego. Tiempos en los que parece que ningún estamento, Poder, Organización, profesión o colectivo, se libra de la lacra de la corrupción.
 
Habrá quien piense que, si esto es así, y lo es, tampoco habría que escandalizarse porque la lepra llegara a los Sindicatos. Presunciones de inocencia aparte, es lo cierto, Sr. Méndez que el Sindicato que usted lidera está siendo relacionado con preocupante frecuencia con prácticas inadmisibles: intermediaciones en negocios ilícitos, presiones lindantes con usos mafiosos, malversación de caudales públicos, etc., etc.
 
De un tiempo a esta parte, parece como si algunos de sus militantes, ocupantes en ocasiones, de cargos relevantes de su organización, hubieran cambiado prestigio por poder (poder con minúscula, que es la que merece el caso), honradez por riqueza, defensa de intereses de clase, por disfrute de privilegios propios de quienes ustedes combaten.
 
 Dice usted que los Sindicatos están sufriendo una campaña de acoso. Tiene usted razón; más aún: la campaña está perfectamente orquestada y tiene como finalidad llevarles a una posición marginal de irrelevancia social. Es, por tanto, imprescindible que nadie de su organización dé pie, jamás, a que los que les desprestigian puedan sacar pecho y acusarles de ser otra más de las organizaciones corruptas de España.
 
No, Sr. Méndez, los Sindicatos no pueden ser otra organización corrupta, porque ésa sería su muerte. Deje eso para otros, para la patronal, para la Banca, para quien sea, pero si quiere sobrevivir, sea un ejemplo de probidad, porque ustedes están llamados a ser los valedores de los que menos tienen, y, por tanto, a tener poco también.
 
Revise, pues, su organización y actúe sin contemplaciones. Deje de achacar sus males a enemigos exteriores, porque, aunque los tenga, le aseguro que le están haciendo más daño los de dentro que los de fuera.
 
Pregunte, compruebe y ponga en la calle a cualquiera que no haya estado a la altura de lo que su Historia le exigía. Hágame caso: ahora es mejor pasarse que no llegar. El prestigio y el buen nombre tarda años, decenios en conseguirse, pero puede perderse en un abrir y cerrar de ojos.
 
Hágalo, Sr. Méndez, y hágalo ya, si no quiere que lo que está por venir, enturbie para siempre sus casi 20 años de mandato. Y si no se siente con fuerzas, deje que otros lo hagan.
 
 
 

2 comentarios:

  1. José-Antonio Desdentado Gómez30 de agosto de 2014, 10:30

    Estoy totalmente de acuerdo. Pero, ¿lo entenderá así el señor Méndez?

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  2. Me temo que no, José Antonio. Podemos estar equivocados, pero para entender lo que comentamos y obrar en consercuencia, habría que empezar por un profundo ejercicio de autocrítica (quiénes, desde cuándo, por qué, han desviado la UGT hasta donde hoy se encuentra, y qué medios ha puesto la Dirección para controlar su organización). Sin este ejercicio es inútil esperar cambios. Lo que hasta ahora hemos escuchado es monocorde: primero se niegan los hechos y después se habla de "comportamientos personales inaceptables". Como en tantos otros fenómenos de corrupción en España, por otra parte.

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