martes, 16 de febrero de 2016

Porque estás que te vas, que te vas, que te vas...
¡Y no te has ido!

¡Qué actriz se está perdiendo la escena española!

Una vez más, y se hace difícil llevar la cuenta, Dª Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, Condesa Consorte de Bornos y Grande de España, ha logrado ser el centro de la atención política española.

Ha dimitido como Presidenta del Partido Popular de Madrid y en su despedida, en la rueda de prensa convocada de urgencia, ha dicho cosas interesantes, unas ciertas, otras no tanto, y otras sujetas a interpretaciones variopintas.

Pasa la dimisionaria por ser política dicharachera, mujer de desparpajo sin igual, verbo fácil y poco dada a esconderse entre cortinas, o tras los visillos de alegres ventanales como su correligionaria valenciana. 

Todo eso es verdad, pero no lo es menos que desparpajo y desfachatez no son términos incompatibles, y que una cosa es decir lo que uno quiere y otra bien distinta decir la verdad.

Pese a todo, y a reserva de lo que diré a continuación, me confieso ferviente admirador de las dotes interpretativas de la Srª Condesa Consorte.

Algunos no hemos olvidado el "Tamayazo".

Corría la primavera del 2003, cuando recontados los votos de las Eleciones Autonómicas Madrileñas, el PP se quedó a las puertas de la mayoría absoluta, seguido a corta distancia por el PSOE. Como tantas otras veces, el PP ganaba pero no lo suficiente para gobernar, porque nadie parecía dispuesto a ayudarle. 

Pero ¡Oh milagro!, dos Diputados electos del PSOE, Eduardo Tamayo y Mª Teresa Sanz, no acudieron a la votación que podría haberle dado el Gobierno de la Comunidad a su conmilitón Sr. Simancas, si, además, le hubiera apoyado IU, cosa que se daba por descontada. Quiero dejar claro que no estoy diciendo que los ausentes fueran sobornados por muchos que fueran los que lo pensaran.

Repetidas las eleciones en el otoño, entonces sí, Dª Esperanza Aguirre se alzó con el santo y la peana, y con su flamante mayoría política, comenzó su andadura de Presidenta de la Comunidad de Madrid.

El Sr. Tamayo, hoy gestor de negocios inmobiliarios en Guinea Ecuatorial, y la Srª Sanz, reintegrada a su puesto de Administrativo en el Hospital 12 de Octubre, dieron en su día explicaciones que no a todos convencieron sobre el por qué de su inoportuna (u oportuna, eso depende de quién lo juzgue) ausencia. Ni la comisión Parlamentaria, controlada por el PP, como era de esperar, sirvió de nada, ni la Fiscalía General del Estado, en manos del Sr. Cardenal nombrado por Aznar, se mostró diligente a la hora de desenredar la madeja.

El asunto cayó en el olvido, pero los hechos son los que fueron: así llegó Dª Esperanza a la Comunidad de Madrid.

Y el tiempo siguió corriendo... y siguieron pasando cosas, por ejemplo...

Dª Esperanza, poco a poco (o de repente, que no estoy muy seguro de cuándo y cómo pasó) se consideró con méritos suficientes para sustituir a D. Mariano como líder del PP. Es posible que juzgara soso, abúlico, aburrido y nada carismático al Presidente del PP. Tal vez creyera que podría ser la Thatcher celtíbera. Quizás pensara que los conservadores carpetobetónicos merecieran liderazgos más decididos que los del Sr. Rajoy, y se lanzó a la pelea.

No la ha ganado, hasta ahora, pero no es la Srª Condesa Consorte mujer que abandone la presa a las primeras de cambio.

Los problemas, no obstante, la cercaban a diario. Cuando no eran los tentáculos de la Gürtel, eran los desmanes de su mano derecha, el tal Granados, o el enredo infinito de la Púnica.

Casos, salvo el del nombramiento de Granados, sobre los que ella afirmaba no saber nada. "No me consta", "No encontrarán nada, porque no hay nada", "No, que yo sepa", "ni Podemos se atreve a decir que yo me haya llevado nada" empezaron a ser frecuentes contestaciones a periodistas que, cada día más, en vez de reír sus gracias, se empeñaban en acosarlas con incómodas preguntas sobre la corrupción en la Comunidad de Madrid.

Y para colmo, el mismo día que la Señora comparecía en la Asamblea de Madrid para ser interrogada, la Guardia Civil ¡La Guardia Civil, Señora Condesa! entraba a saco en las dependencias del PP de Madrid y lo ponía todo patas arriba.

Así que sorprendiendo a propios y extraños, dimitió como Presidenta del PP de Madrid. Es el momento de poner de manifiesto que sigue siendo Concejal del Grupo Popular en el Ayuntamiento que aspiraba a gobernar, y, en tanto su Partido la mantenga como tal, portavoz de su grupo. 

O sea, que una cosa es dimitir de la Presidencia del PP y otra abandonar la Política.

Quién gana, quién pierde.

Dª Esperanza aprovecha la ocasión  de su abandono para mandarle un recado a su adorado Rajoy ("No es tiempo de personalismos, sino de sacrificios y cesiones", o sea "¿Por qué no dimites de una vez?) en el momento más bajo de su líder, acosado por escándalos generalizados en su Partido, lejos de cualquier pacto que le mantenga en la Moncloa y cada día más cuestionado en sus propias filas.

¿Por qué dimite ahora la Srª  Aguirre y no hace diez, doce o catorce meses? ¿A quién perjudica y a quién beneficia su movimiento? Hace un año no había habido elecciones ni se sabía, por tanto, cuán difícil iba a ser mantener el poder en manos de alguien como Rajoy.

Nadie duda de que su dimisión debilita a su Partido no sólo en la fase presente de negociaciones para formar Gobierno, sino en la inmediata, si es que hubiera nuevas Eleciones. En ambas etapas, Dª Esperanza se refugia en una posición, el Grupo Municipal, lejos de la primera línea, pero lista para saltar al ruedo si fuera necesario.

Ella dimite pero no se va de la política. Da un paso al lado, deja más tocado aún el liderazgo de su rival y espera acontecimientos desde el Ayuntamiento. Cierto que el cargo de Portavoz del Grupo Popular está en manos del Partido, pero cesarla sería tanto como dar por cierto que en el PP hay una guerra. Y ella lo sabe.

Tanto si Rajoy pierde la Moncloa como si se repiten las elecciones, se abrirá debate sobre el liderazgo en el PP. En ese caso Dª Esperanza puede pensar que de nuevo llega su momento, el de encabezar el conservadurismo español.

Cuestión distinta es si, logrado su objetivo, recordaríamos a Don Mariano con alivio o con nostalgia. Pero eso es un futurible imposible de descifrar por el momento.






2 comentarios:

  1. Doña Esperanza es mucho. Menudo peligro tiene!!
    Eso sí, carisma bastante más que Rajoy.

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  2. Carisma, y desparpajo, y aplomo suficiente como para negar la evidencia, decir y no decir, amagar y no dar, todo por un buen titular en lo medios.

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