jueves, 12 de mayo de 2016

De aquellos polvos...

La familia, la Tribu, y el colectivismo post moderno.

Unas declaraciones de Anna Gabriel, Diputada autonómica catalana (por la CUP, por más señas) están provocando un cierto revuelo mediático, lindante con el escándalo en algún caso concreto.

La citada señora se ha mostrado predispuesta a tener los hijos (o hijas, como no podía ser menos) en pandilla y a educarlos al alimón con sus conmilitonas (y conmilitonas, supongo). Prefiere la tribu a la familia porque cree que  a los padres tradicionales lo de educar a sus hijos en exclusiva les vuelve conservadores.

Para que nadie se llame a engaño, quiero dejar claras un par de cosas. La primera que defiendo el derecho de la Srª Gabriel a pensar como piensa y a contarlo donde y como quiera. Prohibir pensar es una estupidez e impedir hablar no suele dar resultado alguno. La segunda, que a mí, personalmente, no me han escandalizado las controvertidas declaraciones de la diputada catalana. Creo que hay cosas mucho más preocupantes en el panorama español como para rasgarse las vestiduras por opiniones que ahora comentaré.

A partir de ahí, las manifestaciones de la parlamentaria de la CUP se prestan a algunos comentarios, por ejemplo:

-  En la historia de las civilizaciones, el retorno a los orígenes es una muestra inequívoca del agotamiento de la capacidad creadora. Tal como demostró A.J. Toynbee, la vuelta a las fuentes es el último y desesperado intento de detener la decadencia. El que la Srª Gabriel lo sepa o no, es irrelevante.

-  En ese sentido, reclamar la tribalización de la familia, la procreación y la educación, no deja de tener un cierto aroma roussoniano -el mito del buen salvaje- pero es pretender que la especie humana, o retroceda varios mies de años o se alinee con algunas manifestaciones culturales, aún hoy existentes, que pueden encontrarse en lo más profundo de las selvas de Nueva Guinea o de la Amazonía. Es la vuelta al neolítico.

-  Hay un precedente más cercano, el movimiento Hippy de los años 60. Los jóvenes floreados que dieron colorido a Ibiza, Katmandú, alguna playa californiana y quién sabe si algún otro punto, vivieron ese sueño supraindividualista soportado, eso sí, en la mayoría de los casos, por las cuentas corrientes de sus muy reaccionarios papás.

-  A la Srª Gabriel le parece que procrear, criar, educar y mantener en el seno familiar a la prole, hace a los padres egoístas y conservadores. Es posible que tenga razón (desconozco las estructuras familiares de las que procede) pero también cabe en lo posible que simplemente padezca un empacho, una mala digestión de "La Sagrada Familia", texto clásico de Karl Marx cuyo subtítulo, "Crítica de la crítica crítica", no conviene olvidar a la hora de interpretarlo.

Una última reflexión: estoy convencido de que de no estar en el momento en el que nos encontramos, las curiosas manifestaciones que he comentado habrían pasado sin pena ni gloria.

Un comentario al margen.

Desde que Podemos ha logrado incorporar a IU a su estrategia, son muchas las voces de alarma que oigo por todas partes. No obstante, me extraña que nadie dedique su tiempo a recordar dónde, cómo y por qué empezó todo, y cómo ha evolucionado.

¿Recuerdan? Al principio fue el tumulto, el desorden, la protesta callejera de los indignados que clamaban contra la evidente  injusticia del proceder de un Gobierno que hacía pagar a los menos afortunados las desgracias que habían provocado las maniobras fraudulentas de la élite financiera internacional.

Aquel movimiento popular que en su origen tuvo mucho de espontáneo, que integraba grupos anarquistas, antisistemas, izquierdas radicales y gentes símplemente indignadas sin demasiadas precisiones ideológicas, fue encabezado en un momento dado por un pequeño grupo de profesores universitarios que hablaban de "transversalidad", palabra mágica que pretendía superar los viejos conceptos de izquierda y derecha.

El Gobierno los dejó crecer. La tolerancia con la ocuapción de espacios públicos, por ejemplo, fue llamativa. Hay quien piensa que en los cálculos de las cabezas pensantes de la Moncloa (no sé si la expresión encierra o no un clamoroso oximoron) se instaló la idea de que esa Nueva Izquierda tendría que crecer a costa del PSOE y por tanto, debía de ser bienvenida.

Poco más de un año después, la cabeza visible de Podemos se ha vuelto mucho más transparente: la transversalidad se ha quedado por el camino, juega con formaciones que pueden sumarle escaños a él, no tolera la menor disidencia interna y, enuncia conceptos (control de la prensa, adoctrinamiento del poder judicial) en los que la influencia estalinista es clara y meridiana.

Pero no se olviden: en el origen de todo estuvo la protesta ciudadana contra las políticas del PP y la complacencia del Gobierno con un movimiento que podría debilitar al que pensaban que era su único contrincante digno de mención, el PSOE. Riesgos de jugar a aprendiz de brujo

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