sábado, 1 de octubre de 2016


Un momento de reflexión imprescindible

¿No es no? ¿Siempre? ¿Y si terminara siendo sí?

Debo reconocer que "No es no" es todo un hallazgo. Un grito de guerra, un lema de campaña, claro, sencillo, sin vuelta de hoja, como pura tautología incapaz de esconder dobles interpretaciones. Es, además, corto, sonoro, rotundo, fácil de recordar; ideal para ser repetido hasta la saciedad, coreado sin necesidad de mayores análisis.

¿Seguro que es así? Veamos: doy por supuesto que la versión extensa del lema quiere decir, más o menos, que el PSOE no va a consentir ni con sus votos ni con su abstención que el Sr. Rajoy continúe cuatro años más en la Moncloa. No sólo se entiende, sino que tiene su lógica.

Hay, no obstante un pequeño problema: para que el Sr. Rajoy pierda la Presidencia del Gobierno, otro la debe ocupar. El Sr. Sánchez, se supone. ¿Cómo? Él habla de fuerzas del cambio y de "transversalidad", lo que en tiempos se llamaba "interclasismo". 

El desideratum sería una triple alianza PSOE, Podemos, Ciudadanos. Admitamos a los puros efectos dialécticos que los dos primeros Partidos están de acuerdo. (Es mucho admitir, pero concedámoslo). ¿Cuándo ha cambiado Ciudadanos de opinión? Rivera e Iglesias ni quieren ni pueden ir en el mismo lote, luego el juguete no funciona.

¿Hay alternativa? Matemáticamente, sí, políticamente, no. PSOE, más Podemos, más Secesionistas, más los que quieran sumarse, reunirían votos suficientes. ¿Lo admitiría el PSOE actual? Si no recuerdo mal, el mandato del Comité Federal excluye el independentismo. ¿Entonces?

Lo que enunciaba en la pregunta: podría resultar que el no a Rajoy nos llevara directos a las terceras elecciones. Que levante la mano el que crea que esa tercera cita electoral la ganaría el PSOE. Por lo que a mí se refiere, creo que PP y Podemos ganarían escaños, Ciudadanos no me atrevo a pronosticar su resultado, pero vería de nuevo perdedor, más aún que en citas anteriores al papá de "No es no". O,sea, que votar no conllevaría la victoria del PP.

Hay un tiempo para el derecho y otro para la Política.

En estos últimos días parece que una buena parte de los argumentos a favor y en contra de quienes están en cualquiera de las banderías que desangran al PSOE tienen como razón de ser lo que dicen o dejan de decir los Estatutos del Partido y sus más que variadas interpretaciones.

Todos parecen haber olvidado que la virtualidad de los Estatutos, como la de cualquier Norma o se basa en el compromiso previo de su aceptación por todos los afectados o en la posibilidad de someter las diferencias a un organismo decisorio, sea interno -si previamente se acepta por las partes- o externo al colectivo.

En la actual encrucijada, parece obvio que, hoy por hoy, falta el compromiso y, espero, no parece que ni unos ni otros estén pensando en someter sus diferencias a una esperpéntica decisión judicial, como la que hace años, vivir para ver, llevó a la CNT ante los Tribunales.

Es el momento en el que la Política ha de reclamar su espacio. Es decir es el momento del debate a fondo, sin teatrillos ni alharacas, de la transacción, del consenso. Es imprescindible recuperar, hoy mejor que mañana, viejos conceptos como qué es un Partido, para qué sirve, cuáles sus señales de identidad, cómo ha de relacionarse con España, qué rumbo ha de seguir no para ganar este pulso interno, sino para volver a ser algo que ahora, a corto plazo no lo es: una alternativa de Gobierno.

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