viernes, 30 de diciembre de 2016

Se acaba el año (por fin)

Hace un año menos dos días.

En la mañana del 1 de enero del 2016, durante el Concierto de Año  Nuevo, mientras oía la consabida interpretación del vals de los vales, pensaba en las contradicciones del tiempo en el que se escribió el Danubio Azul, fin de una época pretendidamente amable que preludiaba las convulsiones de las dos grandes conflagraciones que diezmaron la juventud del mundo.

Pasé de ahí a tratar de imaginar qué nos esperaba en el año recién estrenado. España estaba en el primero de los períodos de incertidumbre que nos habían traído las elecciones de diciembre. En Estados Unidos Obama terminaba mandato y empezaba a barruntarse un período electoral convulso. Los británicos amenazaban con acudir a las urnas para decidir cuánto de europeos querían considerarse y para qué. El ventisquero de Oriente Medio era cualquier cosa menos comprensible. Los desgraciados que huían del hambre, la guerra y la muerte seguían muriendo a miles en el Mediterráneo. Venezuela languidecía bajo el mandato de un histrión. etc., etc.

Ahora, trescientos sesenta y tres días después tengo que confesar que mi pesimismo de aquella mañana se quedó a bastantes leguas de lo que este puñetero 2016 nos ha traído.

Un mundo terrible.

Tal parece que ha sido el año en el que no uno sino muchos fantasmas han recorrido el mundo y amenazan con adueñarse de él. Xenofobia, nacionalismo, racismo, intolerancia, fanatismo, violencia, guerra, hambre y muerte cercan a la razón, a los viejos valores cada vez más desacreditados, y dan la impresión de estar enseñoreando todos los ámbitos de nuestra existencia.

Europa se olvida de los millones de refugiados que lanzó al resto del mundo cuando éramos nosotros los que huíamos de la guerra y de la muerte. Tanto, que patrocina acuerdos miserables, tratando de exportar el problema de los refugiados pagando a terceros para que se hagan cargo de la solución. 

Todos sabemos que si los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad -los cinco grandes exportadores de armas- se lo propusieran, la mayoría de las guerras terminarían por consunción en cortos espacios de tiempo. Como sabemos que la emigración del hambre se cura invirtiendo en los territorios pobres. Pero preferimos teorizar sobre las monsergas de la globalización y trampas semejantes.

Se nos vende LA CRISIS como la gran responsable, pero se se pasa de puntilla sobre los causantes de la crisis que son, al mismo tiempo, sus grandes beneficiarios y los amos de los Gobiernos que legislan y decretan a su única conveniencia.

Sí, es cierto, la crisis es la responsable de que gobiernen demagogos sin escrúpulos de un signo y del contrario (Maduro y Trump son la cara y la cruz de una misma maldita moneda), como seguramente lo es de que tres máximos responsables seguidos del Fondo Monetario Internacional, hayan terminado por tener serios problemas con la justicia, por más que el propio organismo los disculpe y los arrope. Lógico, si se tiene en cuenta cuál es le verdadero papel de tan oscura institución y quién la financia.

Hoy es sencillo teorizar sobre las causas profundas del triunfo de un sujeto como Donald Trump. Poco podíamos hacer gentes como los lectores de este blog o quien lo escribe, pero ¿qué hicieron para evitarlo los que siempre se ha dicho que mandan en los Estados Unidos de Norteamérica? ¿Seguro que están desolados? Al fin y al cabo se les viene encima un Gobierno formado por empresarios multimillonarios de inequívoca ideología. ¿No es la mas genuina representación del sueño americano?

Y, sí, supongo que también la crisis es la responsable del ¿inesperado? resultado del referéndum británico, o del italiano, o del auge de los partidos que hasta hace poco tiempo eran extraparlamentarios.

2016 ha visto, por otra parte, cómo mientras el Estado Islámico perdía día a día partes crecientes del territorio bajo su dominio, mantenía intacta su capacidad de aterrorizar a una sociedad occidental vulnerable ante un nuevo modo de hacer la guerra: el terrorismo a cargo de semejantes nuestros  (¡Sí, semejantes nuestros!) capaces de hacerse saltar por los aires si con ello se llevaban por delante a unas docenas de infieles. Como hace mil años.

En cuanto a España...

Tenemos nuestra propia versión del desbarajuste y la sinrazón. Nuestra insultadísima clase política (¿alguien ha caído en la cuenta que son compatriotas que están ahí porque los hemos elegido nosotros y porque otros miles de ciudadanos mejor preparados prefieren criticar a ocuparse de solventar los problemas que tanto dicen preocuparles?) ha dado media docena de pasos más en el camino del descrédito.

El Partido Socialista, por poco que les guste a muchos, es una de las piezas clave en el equilibrio de nuestro sistema político. Se diría que en estos últimos meses es el propio Partido quien lo ha olvidado, y el día que no se pega un tiro en el pie amenaza con saltar por la ventana. Durante buena parte de este año nefasto estuvo en manos de alguien mejor dotado para frases redondas ("No es no") que para la verdadera acción política. Lo hizo tan rematadamente mal, que dio origen a una conjura palaciega de muy mal estilo y acabó como el Gallo de Morón. El Partido ha perdido dos Elecciones seguidas con sangrías crecientes  de votos y bastante tiene con lograr tiempo para recomponerse. Por fortuna, el mayor riesgo, acabar fagocitado por Podemos, se ha podido evitar.

En cuanto a estos últimos, han entrado en una fase digna de estudio. Los Profesores que lo dirigen han caído en uno de los grandes vicios de la izquierda: las luchas intestinas por el Poder tiempo antes de hacerse con él. Su máximo dirigente, el que unos días era antisistema y otros socialdemócrata, ha tomado la bandera de "los parias de la tierra" y parece estar dispuesto a prescindir de la clase media (o decidido a suprimirla, que eso no está del todo claro) 

Allá él, pero supongo que un politólogo acreditado como se dice que es, sabe que en una sociedad como la española, o cualquiera otra europea, si se prescinde de la clase media, sólo se llega al poder a través de la Revolución (sí, con mayúscula), o sea que no se llega.

Su segundo en el mando habla de transversalidad. Se ve que el viejo término, "interclasismo" le da grima. Lo que dice parece más lógico, pero lo cierto es que manda menos que su jefe, o sea que igual acaba pronto en el PSOE, del mismo modo que un tal Jorge Verstringe, de salto en salto ha terminado a la vera del Sr. Iglesias. ¡Ah si Don Manuel Fraga levantara la cabeza!

Sin embargo, hay ciertas banderas, la creciente brecha entre ricos y pobres, la falta de contundencia con los innumerables casos de corrupción, que nadie parece dispuesto a discutirles, lo que deja el camino libre para la demagogia.

¿Ciudadanos? Ahora que la necesidad obliga al PP a hablar y acordar cosas con el PSOE es posible que se le vaya acortando el recorrido. Empezó como adalid del constitucionalismo en Cataluña y martillo en materia de corrupción, dos grandes banderas, por otra parte, pero o se replantea su andadura o no habría que descartar que su final se pareciera al de aquél Partido, ¿cómo se llamaba? que lideraba una tal Rosa Díez

El Presidente, mientras tanto, parece feliz y bienaventurado al verificar que su tendencia a esperar que el paso del tiempo resuelva los problemas está dando algunos resultados. 

Creo que es un espejismo. Rajoy está obligado a pactar, lo hará y no tiene por qué pensarse que lo hará mal del todo ahora que ya no tiene mayorías confortables que le sirvan de colchón. 

Preferirá al PSOE como interlocutor, porque Ciudadanos como no se va a aliar con Podemos acabará sumándose a los pactos, y porque Iglesias jamás firmará nada, aunque se trate, como ya ha pasado, de mejorar las perspectivas de los necesitados en materia energética. Cualquier cosa a que le tomen por uno más de "la casta". ¿Firmar? Mejor encabezar una manifestación para clamar contra lo que acabarán consiguiendo otros.

Hay, no obstante, algunos puntos en los que el paso del tiempo no sólo no van a ayudar al Presidente sino que puede hacer insolubles problemas que están ahí desde hace demasiado tiempo. La reforma constitucional, por ejemplo, o la de la Administración de la Justicia, o la de la Seguridad Social. Un inciso: a un pensionista con pensión máxima, le subirán sus ingresos 5 € al mes, a uno con pensión mínima, menos de 1'5 €. Ésa es la versión Popular del mantenimiento de las pensiones.

Y, sobre todos estos puntos, lo que no va arreglar la abulia es el problema del secesionismo catalán. No hay más que ver cualquier cadena de TV o leer cualquier periódico para comprobar que la dinámica actual sólo ha servido para convencer a la patulea de formaciones separatistas de que desconocer la legalidad sale gratis.

¿Les felicito o no el Año Nuevo?

Pues claro que sí, siempre que entiendan que no es más que la suma de una costumbre inveterada y mi tendencia, pese a todo, al optimismo. Pero, por favor, no se hagan demasiadas ilusiones.

Tal vez podría atreverme a pedir a mis lectores que cada uno de nosotros se comprometiera consigo mismo a que a lo largo de 2017 tomara un par de decisiones o tres, sencillas, nada espectaculares, que fueran en la dirección correcta (rechazar pagar un trabajo casero si no lleva IVA, mandar una queja por escrito a la Junta de Distrito, tomar alguna medida de ahorro energético, cosas así)

Porque ni podemos echar a Trump ni a Maduro, ni está en nuestra mano acabar con el terrorismo, ni seremos capaces de conseguir, siquiera, que sienten, de una vez al clan PUJOL al completo en el banquillo de los acusados.

ASÍ ES QUE, AMIGOS MÍOS, ¡¡FELIZ 201711!!

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Intolerancia e Inquisición

La maldición que no cesa

En muy corto espacio de tiempo detecto hasta tres casos que demuestran el grado de intolerancia y dogmatismo que está empapando cada día más esta sociedad en la que vivimos.

Cuando uno podría creer que la conquista de libertades básicas, pensamiento, expresión, creación estaban consolidadas ciertas reacciones a propósito de "La Reina de España", "!898" y "Lo que escondían sus ojos" me demuestran el precario arraigo que estos conceptos tienen en según quién.

"La Reina de España"
Fernando Trueba, Director madrileño de "Belle epoque", "Two Much", "La niña de tus ojos" y bastantes películas más ha hecho, al parecer, unas declaraciones según las cuales podría decirse que no se sentía español.

Estas manifestaciones han servido para que desde ciertos medios se haya orquestado una campaña de boicot contra su última película, "La Reina de España", y esto es lo que no termino de entender.

Siempre he creído que la única forma de afrontar el arte es distanciar la obra de su autor, admirar la creación por sí misma, si es que es digna de ello, y dejar al autor en un segundo plano.

¿Deberíamos dejar de escuchar las óperas de Wagnar porque su autor fuera un evidente precursor del horror nazi? ¿Tendríamos que quemar el Guernica y los "Veinte poemas de amor y una canción desesperada" por las ideologías de Picasso y de Pablo Neruda? 

Pero hay algo mucho más profundo que esas evidentes disfunciones entre autores y obras: el derecho inalienable de cada uno de nosotros a decir lo que pensamos sin que nadie nos penalice por ello.

Yo me siento español aunque a veces me pregunte qué es exactamente eso. Fernando Trueba dice que él no. Allá él. No sé si se sentirá monegasco, mozambiqueño o ciudadano del mundo pero no deja de ser curioso que quien así se expresa sepa reflejar con tanto acierto el modo de ser español. 

La cuestión es en qué afecta a su profesión de cineasta su sentimiento o falta de sentimiento de españolidad y, sobre todo, si hay razones para pedirle cuentas por ello. El fondo del problema es si estamos dispuestos o no a admitir que haya quien no piense o sienta como nosotros y además tenga la osadía de decirlo.

"1898"
Salvador Calvo acaba de estrenar una reedición de la gesta de aquellos soldados españoles que continuaron la lucha en una aldea perdida de Filipinas casi un año después de que la metrópoli hubiera firmado la paz con los rebeldes y, de paso, dejar a los Estados Unidos como potencia sucesora en el archipiélago.

También en este caso he oído a un encendido contribuyente despotricando en las redes sociales contra la supuesta falta de patriotismo del cineasta y de su película que, en su opinión, no sólo no glorifica a España, su Ejército y sus soldados, sino que pone en duda nuestra misión imperial.

Parece que una de las frases que escandalizan es la que alguien dice en el film: "No hemos venido a morir por España, sino por imbéciles" (o algo así, que no pretendo citar literalmente)

No he visto la película y no creo que lo haga en los próximos días. Recuerdo, en cambio, la entrañable "Los últimos de Filipinas" y su memorable banda sonora (Nani Fenández cantando "Yo te diré") pero dando por supuesto que ni en el fondo ni en la forma coincide con su nueva versión, habrá que admitir que se trata de dos versiones de los mismos hechos y que más que probablemente ninguna de las dos refleja exactamente qué fue aquél infierno.

Hay algunos datos que podrían justificar la frasecita, como que, por ejemplo, en aquella época y hasta bastantes años después, iba a filas y, llegado el caso, a defender España en la otra esquina del mundo, sólo quien carecía de medios para pagar la cantidad de dinero que le exoneraba de cumplir el servicio militar. O sea que los intereses coloniales de España de los que se beneficiaban quienes tenían dinero, los defendían los pobres. Tal vez alguno de esos pobres que no fuera tonto del todo cayó en la cuenta y dijo algo parecido a lo que molestó a los críticos de "1898".

Y tampoco es eso lo preocupante. Lo que me alarma es que también en este caso haya quienes piensen que debe establecerse un filtro para que sólo pueda verse en las pantallas lo que coincida con su versión de la Historia.

"Lo que escondían sus ojos"
Por lo que voy a comentar a renglón seguido, es una evidencia que la intolerancia y el ánimo censor no son patrimonio de ninguna ideología sino la consecuencia de un profundo desarreglo en el modo de entender la convivencia, piense lo que piense y milite donde milite el inquisidor.

Como se sabe la serie, que ya va por tres de las cuatro entregas, narra más mal que bien los amoríos entre Ramón Serrano Súñer y Sonsoles de Icaza, Marquesa de Llanzol. Desde mi punto de vista la serie pasa de puntillas no ya por los avatares políticos nacionales e internacionales de aquellos años esenciales para la Humanidad, sino, incluso sobre el ser profundo de los protagonistas y sus relaciones. Cosas que pasan: unas veces  se acierta y otras no.

El caso, el sorprendente caso es que también ha habido quien haya pretendido que la Cadena de Televisión, una cadena privada, por cierto, suspenda inmediatamente la emisión de la serie ¡porque refleja la vida y milagros de un Ministro de Franco, fascista de pura cepa!

O sea: Si Franco y su gente no nos gustan, no se puede rodar una serie sobre ellos. Hay que borrarlos de la Historia, ("Heine fue judío, Heine no existió", que dicen que dijo Goebles, o, si lo prefieren, Stalin muere, su política se revisa y desaparece su nombre de los manuales de Historia y sus estatuas de toda la inmensa Unión Soviética) fuera, se acabó, no existieron. Y si hay que reescribr la Historia, se hace.

Y de nuevo el problema no es que hayan existido, que existieron, vaya que sí, algunos incluso llegamos a pensar que no morirían jamás, sino que haya quienes pretendan elaborar una Historia única a su gusto y modo de ver las cosas y que ésa sea la única verdad que pueda mostrarse.

Por lo que a mí respecta:

- Doy más importancia a la tolerancia que a la objetividad. Entre otras cosas porque ni aquellos a quienes critico, ni yo, somos objetos, sino sujetos, y, como tales, falibles. ¿Objetividad histórica? ¿Verdades históricas? ¿Con qué versión de España nos quedamos a la hora de sentirnos españoles, con la de Sánchez Albornoz o con la de Américo Castro? (dos exiliados, por cierto)

-  El Índice de Libros Prohibidos hace ya varias eternidades que dejó de aterrorizar a quienes escribían. La Inquisición es ya sólo un vestigio histórico. ¿Seguro que no hay quienes están dispuestos a reeditar el uno y la otra sin caer en la cuenta de que usan sus mismos argumentos?

-  Mucho me temo que si continuo repartiendo críticas a derecha e izquierda acabaré sin amigos. Bueno, es un riesgo que corro con tal de seguir escribiendo sin sujeción a modas ni a consignas.  



viernes, 2 de diciembre de 2016

¿Podrá Podemos?

Extrañas señales confunden los cielos.

Muere Rita Barberá, la... (iba a seguir, pero caigo en la cuenta de que es difícil adjetivar a la ex alcaldesa de Valencia so pena de tomar partido a su favor o en su contra) se propone un minuto de silencio en el Congreso de los Diputados y el grupo parlamentario de Podemos con el Profesor Iglesias al frente abandona el hemiciclo.

Primera sesión de control parlamentario al Gobierno. El politólogo líder de Podemos interpela al Presidente del Gobierno para preguntarle fruslerías (¿cuántas iniciativas parlamentarias procedentes de grupos que no sean PP piensa aceptar o quién manda en España, el Parlamento o la Srª Merkel?)

Declaración urbi et orbe del Secretario General de Podemos declarando que PSOE, PP y Ciudadanos son una y la misma cosa.

El Sr. Iglesias (espero que no le moleste que le llame "Señor", con su peueñoburguesa resonancia, pero uno sigue fiel a las viejas formas de cortesía incluso con quien no se las aplica a los demás) declara la filiación burguesa del concepto de clase media y apela a la rabia, la revancha, el odio y el orgullo de clase para conquistar el Paraíso.

¿Qué está pasando en las filas de la abigarrada formación de los cien nombres?

No debemos confundir los síntomas con el diagnóstico

Muchos de estos exabruptos no van dirigidos a los aparentes destinatarios, sino que son meros gestos de consumo interno. El Profesor Iglesias sabe muy bien, por ejemplo, que su "espantá" del Congreso ante la muerte de una investigada cuya desaparición hará imposible llegar a saber si fue o no culpable o no de corrupción, es una desmesura, pero como él dijo, tiene calado entre sus seguidores. De eso se trata.

Creo que el Sr. Rajoy ha dado con la tecla para contestar un tipo de preguntas retóricas que vamos a oír con frecuencia en el futuro: nada de rasgarse las vestiduras, ni ofenderse, ni argumentar sobre lo obvio. Es más eficaz la ironía y el humor, porque, otra vez, el destinatario de las preguntas que he comentado no era el Gobierno, sino "la calle".

¿Puede alguien pensar que todo un politólogo acreditado puede pensar que PSOE, Ciudadanos y PP son lo mismo? Pase que lo piense alguien sin fundamentos teóricos, pero mantenerlo en público aparentemente pone esa afirmación en línea con quienes, desde la derecha no saben, no quieren o no pueden distinguir entre socialdemocracia y marxismo leninismo, entre PSOE y, ahora, Podemos. 

¿Entonces? Por una parte se trata de desacreditar al PSOE ante la masa de eventuales votantes indecisos entre opciones de izquierda ("Izquierda sólo hay una y somos nosotros, lo demás es fascismo", parece ser el mensaje). Por otra, es un intento de atribuirse en exclusiva el papel de "Opositor Mayor del Reino", pese a lo que digan los números parlamentarios.

Y en cuanto a la ubicación de la clase media en el espectro sociopolítico occidental, el Sr. Iglesias tiene razón desde el punto de vista del marxismo ortodoxo: o se es clase obrera o se es burguesía, lo que no quiere decir más que desde ese punto de vista la clase media no existe, y que es la conciencia social de cada uno de sus supuestos componentes la que decide con cuál de los bandos o clases está, al margen de cuáles sean sus ingresos. ¿O alguien olvida que si se aceptara el concepto de esa denostada clase social artificial, Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Monedero, Bescansa, Echenique, serían eximios arquetipos de ella? 

Todo el poder para los Soviets

Un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo. Primero, despejar el panorama interno, después el resto, que tiempo habrá e cambiar los mensajes como tantas veces se ha hecho en los pasados meses.

Pablo Iglesias no quiere competencias internas en el terreno teórico ni el organizativo ni en el estratégico. Él no quiere un Partido transversal, interclasista se llamaba antes, sino una maquinaria engrasada puesta a su servicio. Por eso abomina del PSOE, de las clases medias y de las cortesías parlamentarias. Por el momento.

En el actual panorama de su organización (insisto: actual) es más rentable ser politicamente incorrecto, apoyarse en la marginalidad, primar las redes sociales frente a la prensa, desacreditar la moderación, apelar a las bajas pasiones (odio, revancha, orgullo de clase) que buscar acuerdos de amplio espectro que amplíen la base social del Partido.

Todo el poder para los Soviets y después... dependerá de lo que la realidad que se encuentre delante aconseje. Quien es antisistema por la mañana y se proclama el único socialdemócrata por la tarde, no se parará en barras si tiene que demostrar por qué es imprescindible cambiar los principios, ("Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros", ¿recuerdan a Groucho Marx?) variar la estrategia y lo que haga falta.

Lo que esconden las palabras

El clan de los Profesores sabe muy bien que, descartada la Revolución como medio para alcanzar el poder en Europa, sólo el peso electoral de la denostada clase media da y quita el Gobierno. La clase media no es sólo un invento de los teóricos de la derecha, es, además y sobre todo, una manera de estar en el mundo aunque desde la izquierda radical se la perciba como una especie de colchón preventivo inventado por la burguesía para protegerse del asalto de la clase obrera.

Por eso, doy por supuesto que, alcanzados los dos grandes objetivos inmediatos, el control absoluto de la organización y el desmantelamiento del PSOE, Podemos variaría el punto de mira de sus baterías y empezaría el halago descarado de esa franja de la población que es quien al final decide quién va a mandar en La Moncloa.

No es mi intención que este análisis tranquilice a nadie. No olvido la obsesión del profesor Iglesias por el control de la prensa tradicional; no dejo caer en saco roto su pericia en el manejo de las redes sociales donde las mentiras, las medias verdades y la manipulación, en suma, son la regla; no puedo dejar de lado por dónde se están manifestando a diario las simpatías de Podemos, independentistas, antisistemas, regímenes dictatoriales.

No olvido nada de eso ni, como digo, quiero tranquilizar a nadie. Podemos es nuestra peculiar versión del populismo que amenaza al mundo occidental y se nutre de las mismas fuentes: descontento popular justificado por la inepcia de los Partidos clásicos, y manejo desvergonzado de la mentira, la doble moral, y la tergiversación como armas cuotidianas de enardecimiento popular. Peligroso cóctel, desde luego, que, como mínimo, nos complicaría la vida.

Qué hacer

- Seguir con atención los acontecimientos. no es el tiempo del desencanto sino el de la vuelta a las obligaciones ciudadanas de quienes crean que el futuro no es inevitable.

- Examinar cuál es el margen de acción de cada uno, siempre se puede hacer algo que vaya más allá de la queja de sobremesa, y ser consecuente con nuestra manera de pensar.

- Por lo que a mí respecta, agradezco al Sr. Iglesias sus últimos exabruptos porque han ayudado a dejarle un poco más al descubierto. Ni siquiera digo que no tenga derecho a hacer lo que hace, pero prefiero saber a ser crédulo.