domingo, 24 de diciembre de 2017

Que todo siga igual, para que todo cambie

Feliz Nochebuena

Disculpadme quienes decidáis perder vuestro tiempo en día tan señalado leyendo las ocurrencias de este pertinaz bloggero a propósito, cómo no, de lo que ocurre, ha ocurrido y está punto de ocurrir en el Nordeste de España (reparad en que eludo expresiones polémicas -Paíssos Catalans, República Catalana, Provincias catalanas- en aras de la paz y de la concordia, aunque maldito para lo que suele valer la citada concordia).

Vaya, pues, por delante mi sincera felicitación y mis mejores deseos para el año que se acerca para todos mis lectores estén o no de acuerdo con mis muchas veces discutibles reflexiones.

¿Seguro que he escrito bien el encabezamiento?

No, no me he equivocado. Es una tergiversación manipuladora e interesada de la archiconocida frase del Príncipe Tomasso di Lampedusa, autor de "El Gatopardo": "Que todo cambie, para que todo siga igual". 

Viene a cuento, o eso pretendo yo, porque estoy oyendo y leyendo una avalancha de opiniones a propósito de los resultados en las Elecciones Legislativas catalanas. El sentir mayoritario coincide en opinar que, terminado el recuento, "todo sigue igual". Por lo tanto, hay quien piensa que para ese viaje no se necesitaban alforjas, ya sea en el sentido de que la aplicación del Art. 155 de la Constitución ha sido inútil, o que ha sido demasiado tímido, o que el advenimiento de la República Catalana ya se ha producido, o está al caer.

Así que procuraré justificar lo escrito. 

Hay cosas, muchas, que siguen igual.

- El Ar. 155 sigue siendo de aplicación. En pasado porque ha influido en el modo de pensar  y actuar de muchos políticos, en presente, porque está Cataluña bajo su influjo en tanto se cumplan las previsiones legales consecuentes con los resultados electorales y, sobre todo, en futuro, porque todos sabemos ahora que, bajo ciertas premisas, el Gobierno de la Nación puede limitar los poderes, las facultades, el funcionamiento de las Instituciones catalanas tantas cuantas veces sea necesario sin que se hundan los cielos. El Art. 155 sigue formando parte del texto constitucional y ahora todos sabemos que puede utilizarse. En apariencia, todo sigue igual, pero no es así. Las certidumbres de que hablo, han cambiado para siempre el modo de hacer política en Cataluña.

- La división de Poderes sigue existiendo en España. Seguiremos quejándonos de la lentitud de la Justicia; seguiremos opinando alegremente sobre el acierto o desacierto de tal o cual Sentencia, pero los Tribunales, por cansino que sea su paso, seguirán a lo suyo y acabarán sentando en el banquillo a quienes hayan vulnerado las Leyes. Y lo harán al margen de los resultados electorales. Una veces llevarán a la cárcel a eximios políticos del PP, otras serán del PSOE, y, cuando les llegue e turno, serán políticos independentistas catalanes quienes se vean entre rejas. Como siempre. Pero esas evidencias ya están influyendo en el modo de hacer política del otro lado del Ebro.

- Los resultados globales del último proceso electoral parecen idénticos a los de la consulta anterior: mayoría de escaños favorables a la independencia si ése es el criterio de medición, y mayoría también, que no conviene olvidar, de electos con ideología de derechas, frente a la izquierda. ¡Y mayoría de votos populares favorables a mantener  Cataluña en España! Sin embargo, por primera vez en la Historia, una formación fundacionalmente españolista gana las elecciones en votos y en escaños. Así es que, a partir de ahora, los referentes derecha/izquierda y Unidad/Independencia han cambiado.

 Y otras muchas han cambiado.

No importa cuántas tonterías diarias produzca el ex-honorable Puigdemont, él sabe (si no lo sabe alguien debería acompañarle cuanto antes a alguna institución sanitaria dedicada al  tratamiento de afecciones mentales) que ni cuenta con el apoyo de Europa si le da por seguir huido de los Tribunales, ni puede eludir a la Justicia española si le da por volver. Así que sí, su realidad ha cambiado: Diga lo que diga, haga lo que haga, venga o se quede, está en trance de ser el primer caso de cargo electo que para tomar posesión de su cargo tiene que arriesgarse a ser encarcelado. Y eso no pasaba antes de las elecciones. ¿Decidirá mantenerse de por vida como Honorable vitalicio en el exilio?

El nacionalismo es un sentimiento. Perverso o heroico, eso depende de cada cual, pero sólo un sentimiento. Como tal es inmune a casi todos los razonamientos, luego es difícil que a corto plazo los últimos acontecimientos hubieran podido influir en él. No obstante, muchos de los dirigentes de Partidos secesionistas son, además, entes pensantes, capaces de extraer conclusiones. ¿Seguro que después de las elecciones, cuando de verdad llegue el momento de actuar, repetirán los disparates de octubre? ¿También ahora arriesgarán su libertad y su patrimonio?

¿Y si analizamos los resultados no por bloques, sino dentro de cada bloque? El PP, es decir, el Partido que gobierna España ¡ha pasado al grupo mixto! Como, por otra parte, el voto de derechas, incluso el voto "españolista" ha crecido en Cataluña, es más que evidente que la masa de votantes censura abiertamente el modo de hacer política del PP. Porque atribuir los resultado a la gestión personal de su candidato me parece una simpleza. Es, en mi opinión, un castigo a la ineficacia demostrada de años de políticas reactivas,  de la carencia de iniciativas que sean capaces de resolver problemas políticos con soluciones políticas, lo que ni de lejos es equivalente a someterse a la agenda del independentismo. ¿Las claves del éxito de Ciudadanos? Nuevo lenguaje, falta de lastre histórico, capacidad de esperanzar al votante. El voto pro unidad de España les ha otorgado el beneficio de la duda.

Ganadores, perdedores y los que dejaron pasar el tren.

Pierden los extremos, gana "el Centro". PP y los "cupaires" se estrellan contra el muro.  ¿Moderación del electorado, sometimiento al efecto del voto útil? ¿Errores manifiestos en planteamientos ambiguos o una mezcla de todo ello? 

En cuanto al PP, mi impresión es que es una censura sin paliativos a la falta de objetivos a largo plazo, a la cerrazón, al vasallaje de la comodidad de planteamientos manidos, a  que siempre han ido a remolque. Tengo la duda de si el castigo es catalán o es el principio del fin de un modo indolente de hacer política. Por una vez estoy de acuerdo con lo que dijo alguien de su cuerda, Aznar: "En política, las batallas que no se dan, son batallas perdidas"

La CUP, me parece a mí que ha caído en desgracia víctima de sus excesos, de sus flagrantes contradicciones, de su hippysmo político amparado por el bienestar familiar de sus mayores. Ser anarco marginal en los tiempos que corren no es políticamente rentable. Por otra parte, la CUP es una amalgama de gentes más de acuerdo en contra qué están que en los objetivos a conseguir. Como siempre ha ocurridoen los arrabales de la izquierda.

Y luego están los que, como suele decirse "ni chicha, ni limoná". Socialistas y "podecomuneros" se han quedado por el camino porque a lo peor no han entendido que ni se puede estar a bien con todo el mundo ni han captado que hay ocasiones en las que como dijo Celaya, "hay que tomar partido hasta mancharse".

El PSC ganó algo, pero tan poco, que les supo a pérdida. Una lástima, pero ¿qué esperaban? Pedir el indulto para los responsables de tanto desmán antes de ser juzgados debió de oler a muchos a cuerno quemado, así que entre sus votantes potenciales, unos se irían a votar a favor de los encarcelados y otros a los que los consideraban merecedores de estar donde están. El caso es que lo del indulto sonó a querer coser la herida sin sanearla antes, y eso es poner en peligro la vida del enfermo.

Lo mismo, en otro plano, que a los de "En Común Podemos". ¿No son "indepes" pero exigen un referéndum? Pues los que no quieren la independencia, votarán a los que la rechazan categóricamente, y los que quieren referéndum votarían a los que lo exigen para ser independientes. 

Lo de siempre: Quieres estar a bien con todos y acabas peleado hasta con tu sombre. O, como dice el Evangelio, "A los tibios, los vomitará Dios".

¿Y ahora?

Tranquilidad. Están por venir tiempos revueltos, es cierto, en los que parecerá que nada ha cambiado, pero no es así: NADA SERÁ YA IGUAL NUNCA.

Puigdemont puede hacer lo que quiera. Puede elegir entre venir a España, enfrentarse a sus responsabilidades y saldar sus cuentas o seguir haciendo el ridículo por Europa. Si elige lo segundo, comprobará qué pronto será un triste payaso sin oficio ni beneficio. Nunca será un héroe. De la tragedia a la farsa no hay más que un paso.

Cataluña tardará dos generaciones por lo menos en recuperar la cordialidad, pero si el Gobierno Central cambia de rumbo y los políticos catalanes empiezan a ocuparse de los problemas de sus ciudadanos, acabará por conseguirse. Será un camino largo, por eso es imprescindible empezar hoy mismo.

Es relativamente sencillo: eliminar las mentiras de la enseñanza y del discurso político, saldar las cuentas con la justicia quien las tenga y dedicarse todos a lo mismo.

De nosotros depende conseguirlo. Felices fiestas. Y buen 2018. 






jueves, 14 de diciembre de 2017

De Tribunales e indultos

La vida sigue igual
Vuelvo a España después de tres semanas en México. Veintiún días intentando explicar a mis muchos amigos mexicanos de la forma más sencilla posible qué estaba pasando en Cataluña y por qué algunas de las sencillas soluciones que sugerían había que descartarlas.

Vuelvo, pues, como digo, a España y, como cuando uno retoma la contemplación de un serial interminable, verifico que no hay nada más sencillo que seguir el hilo de lo que aconteció ayer por la tarde, saltándose los capítulos correspondientes a veinte días.

Todo sigue igual. No peor, quizás porque sea difícil de conseguir, pero tampoco mejor. Puigdemont en su refugio belga, mintiendo como de costumbre; políticos que juran que nunca volverán a hacerlo, y reinciden en cuanto llegan a la acera de enfrente de la cárcel; candidatos iracundos insultando a sus adversarios; Profesores equidistantes haciendo el juego a quienes aseguran que nunca serán sus aliados; líderes afines que se apuñalan cuando han sospechado que los únicos votos en disputa son los que logres arrebatarle a quienes tienes más próximos, a quienes deberían ser tus aliados naturales.

Y ocurrencias, muchas ocurrencias sólo entendibles en clave electoral.

El mantra de la judicialización
Gente que sabe lo que dice pero que no suele decir lo que sabe, reitera machacona, que la judicialización del problema catalán no ayudará a resolverlo.

Por supuesto que no, ni tiene por qué. El fondo de la cuestión es cultural, es social, es ideológico, es sentimental, es emotivo, es, por encima de todo político. Por tanto, sólo cambiando, interviniendo, si preciso fuere, las claves educacionales, los resortes de la comunicación, fortaleciendo el rigor en los debates académicos, confrontando planteamientos y soluciones políticas, podrá entreverse el principio del fin del problema. 

Si todo eso se lleva a cabo, tal vez dentro de dos generaciones haya soldado la fractura social, familiar, sentimental que cuatro décadas de miopía, tres de intereses bastardos y una de despropósitos políticos desde ambas riberas del Ebro nos han dejado encima del tapete. 

Porque no nos engañemos: ni siquiera los secesionistas habrían sido capaces ellos solos de llegar a donde han llegado, sin la miopía, la abulia, la falta de iniciativa  del Gobierno de la Nación. No sólo este último, por si alguien no sabe a qué atenerse.

No obstante, mientras tanto, algunas docenas de ciudadanos se han puesto libre, consciente y decididamente, fuera de la Ley. Gastaron dineros que eran de todos en fines declarados ilegales por los Tribunales, ignoraron cuantas decisiones judiciales les resultaron contrarias a sus intereses, infringieron normas de todo rango, desde el más modesto hasta el más alto nivel, la Constitución. 

Las Leyes que quebrantaron, no eran fruto del capricho de un sátrapa. No las había impuesto un dictador. Eran el bagaje afortunado de los primeros 40 años de democracia que disfrutaba España en toda su historia y estaban basados, al final, en una Constitución que en Cataluña se votó más que en ningún otro punto del país.

Por consiguiente, mientan lo que mientan sacamuelas maleducados, griten donde griten los manipuladores, en España, como en el resto de las pocas democracias que hay en el mundo, cuando se infringe la Ley, se termina ante los Tribunales. Sus sentencias gustarán a unos y molestarán a otros. No están pensadas para eso, ni para solventar los problemas que pueden estar debajo, encima o al lado de los comportamientos de los acusados.

Las Sentencias procuran, nada más y no es poco, restaurar le legalidad quebrada y aplicar las penas que las propias Leyes han previsto, para las conductas delictivas. Caiga quien caiga.

Eso, señores voceros y palmeros del secesionismo, no es judicializar el problema: es aplicar la Ley a los delincuentes. Delincuentes comunes, como comunes son la Leyes que han infringido, si así se prueba.

Y Luego oímos hablar de indultos generosos
Se va a juzgar a unos ciudadanos por delitos tremendos, sebelión, sedición, malversación, prevaricación, y antes de que comience el juicio ya se han oído algunas desafortunadas voces reclamando el perdón, el indulto ¿por qué no la amnistía? para los responsables de los desafueros legales cometidos.

Larga tradición tiene la prerrogativa regia del indulto. Milenaria. Por so es tan fácil descubrir cuándo procede pedirla y cuándo su sola mención levanta ronchas en la sensibilidad del común de la ciudadanía.

Se indulta cuando el condenado (el condenado, no el procesado) lo es en virtud de una Ley manifiestamente injusta, o cuando las circunstancias personales del reo hacen palpable la desproporción entre falta y castigo, o cuando el acusado lo fue ante Tribunales lacayos de dictadores que aplicaban en sus Tribunales Leyes autocráticas que castigaban la disidencia. Entonces, desaparecido el Tirano, derogadas sus Leyes, se excarcelaba a las víctimas de la tiranía. (Muchos de los que ahora trinan contra España no habían nacido cuando en su pueblo se castigaba hasta el pensamiento, pero ¿qué saben ellos? Han oído palabras altisonantes, insultantes y las aplican a diestro y siniestro)

¿Se dan en estos momentos circunstancias que justifiquen el indulto? ¿Los imputados han manifestado síntomas de arrepentimiento que permitan suponer un cambio de actitud a su vuelta a la sociedad? Desde luego que no. No lo digo yo, lo dicen los mismos implicados.

¿No será, al contrario, un incentivo para delinquir el que se olvide cuanto han hecho, los gravísimos daños causados, las infracciones intolerables de la legalidad?

En resumen:

- Respetemos los ámbitos de la política y los de la Justicia y dejemos que cada uno procure cumplir su papel de la mejor manera posible.

- Ni una palabra más sobre indultos o amnistías, mientras aún están en el aire los despropósitos de quienes hoy mismo, unos en la cárcel, otros huidos y los más delante de sus micrófonos siguen persistiendo en sus tesis, embaucando a masas fanatizadas.


jueves, 2 de noviembre de 2017

El ruido

Demasiado alboroto
¿Qué mente es capaz de aislarse del ruido ambiente tanto como para enjuiciar con serenidad, a la sola luz de la razón lo que acontece a su alrededor? La mía no, desde luego.

Confieso mi complicidad en generalizar algo de lo que abomino: la simplificación complaciente de los hechos en base a la distribución de estereotipos que no son sino malas caricaturas de una realidad no siempre asequible.

Me gustaría, ya sé que es imposible, dar marcha atrás y borrar mi contribución al desconcierto. Sí, yo también he circulado mensajes simplistas, y lo siento, porque si algo sobra en estos momentos es eso, esquematismo, lugares comunes, lemas y banderas. Sí, también sobran banderas si han de usarse las unas contra las otras como si fueran lanzas.

¿Y si el ruido tuviera su propio valor?
Aunque a veces tiendo a pensar que tal vez no todo sea pasión, incluso lo que parece su quintaesencia. ¿Y si el ruido, el exceso de ruido, quiero decir, fuera un elemento clave del planteamiento? ¿Y si la llamada directa al sentimiento, orillando la razón, fuera una estrategia acorde con el núcleo duro de la doctrina?

Pasan los años y es ahora, más de tres cuartos de Siglo después, cuando es fácil advertir la paupérrima base teórica del fascismo ¿Qué habría sido de Europa, del mundo, si en los años 30 la razón hubiera arrinconado al sentimiento? ¿Qué habrían dado de sí Hitler, Mussolini, sin los símbolos, sin los himnos, sin las banderas, sin los saludos, sin los desfiles? ¿Qué sería, por tanto, de los nacionalismos si los pasamos por el tamiz implacable del razonamiento?

El último ejemplo: Puigdemont en Bruselas  
Me veo circulando chascarrillos alusivos a la supuesta "espantá" del Honorable. ¡Ha sido tan fácil...! Las ratas que abandonan el barco, la huída vergonzosa, etc. etc., todo adobado por imágenes más o menos ridiculizantes. Pero ¿Y si detrás hubiera algo más?

Me parece a mí que en la trastienda del folklore callejero de cualquier signo ha habido dos factores determinantes de los últimos pasos del independentismo: por una parte, la salida de Cataluña de casi dos mil empresas. Poco hay que comentar. El efecto sobre la economía catalana es demoledor, se diga lo que se diga. Su impacto en términos de desprestigio, aún mayor. Por otra parte, el frontal e interesado rechazo europeo al proceso independentista ha sido tan evidente que el sueño de la independencia (¿qué país es independiente si no lo reconoce la comunidad internacional?) se aleja sin remedio.

Así las cosas, el Estado Mayor del movimiento secesionista percibe que es necesario dar algún paso atrás, aunque ello no implique abdicación de ideas ni pérdida de objetivos. Reparto, pues de papeles: unos se quedan guardando la casa, aparentando moderación, encabezando listas electorales y otros hacen como que escapan concitando sobre ellos las iras y las risas.

Me lo planteaba un viejo amigo desde la periferia de Barcelona. "Te estás equivocando en el análisis. La marcha de Puigdemont y los suyos no ha sido una escapada improvisada.Todo estaba escrito, lo que desde Madrid se ve como huída vergonzante, desde el bando secesionista se ve como una burla al Gobierno, así que eso no va a tener penalización electoral" (Como no la ha tenido la corrupción, pensé)

Aunque no se debe jugar a aprendiz de brujo 
El mismo amigo me comentaba algo que a él, y a mí, desde luego, le preocupaba: la creciente polarización de las masas. Cada manifestación que se convoca son más quienes al final del desarrollo pacífico del evento alteran el orden público. Si la marcha es independentista, crece el número de elementos venidos quién sabe de dónde, activistas de la lucha callejera vasca, antisistema de media Europa. Si los convocantes defienden la unidad de España, también aumentan los grupos de la ultraderecha nacional y extranjera. 

Y es que en tiempos de crisis, se alimentan los radicalismos. En los años 30 sólo los nacionalsocialistas o los fascistas de un lado, y los comunistas de otro iban con la cabeza alta. Al resto, a los tibios, los vomitará Dios como dicen los textos sagrados. Sólo un apunte: al término de la confrontación, cerca de 50.000.000, sí, ¡cincuenta millones! de seres humanos habían perdido la vida.

¿Hemos vuelto al terreno de la razón?
Sí, pero menos. Paralizar la deriva y convocar elecciones eran dos pasos indispensables. Si debió hacerse antes o no, es irrelevante, porque ya no tiene remedio. Lo que ahora cuenta es cómo afrontar el proceso electoral y qué hacer al día siguiente.

Oigo voces y leo textos demandando una candidatura única que represente a quienes no quieren independizarse. Hay razones para ello. Yo, sin embargo, creo que sería un trágico error. Unir bajo las mismas siglas a Partidos cuyo único punto en común es el rechazo a la independencia es dar otro aval importantísimo a la tesis de que las próximas elecciones vuelven a ser plebiscitarias.

El frentismo impide matices. ¿Qué otro punto programático, salvo la defensa de la Constitución, que no es poco, por otra parte, cabe detrás de una candidatura donde estén gentes del PP y del PSC, por ejemplo? Es un planteamiento reductor. Las elecciones no servirían sino para contar quiénes están a favor y quiénes en contra de la independencia. Y hay quienes llevan y llevamos años diciendo que los últimos gobernantes de Cataluña se han olvidado de todo menos de la malhadada independencia.

Lo que, desde mi punto de vista, sí sería imprescindible es configurar desde ahora mismo otro frente: el de los que no importa cuál sea su ideología estén dispuestos a trabajar codo con codo para restañar heridas, soldar fracturas y eliminar cicatrices. Los amigos distanciados deben volver a serlo cuanto antes; las familias deben seguir siéndolo, la sociedad no puede vivir a diario al borde del abismo.

Justicia y Política
En los tiempos que corren oímos a diario a líderes proclives a la independencia protestar por el procesamiento de ciertos políticos con el consabido argumento de que los Tribunales no podrán jamás resolver problemas políticos.

Es cierto, desde luego. Como que se trata de ámbitos distintos llamado cada uno a solventar problemas diferentes. No obstante, pretender que al hilo de esta verdad, hurten la acción de la jusicia quienes son procesados por infringir la legalidad vigente, es engañar con la verdad.

Cuando a diario se oyen manifestaciones altisonantes, lindantes con frecuencia con el insulto, ya sea en sede parlamentaria o ante los medios de comunicación social, cuando se escucha a personajes como el Sr. Rufián, o el Sr. Tardá barbarizando sin que a nadie se nos pase por la cabeza que deban ser encarcelados, es evidente que aunque les gustaría que fuera de otra manera, en España sigue vigente el principio de separación de poderes. Sus libertades son la mejor prueba.

Mis consabidos puntos finales.

La comunidad docente debe volver a la búsqueda de la verdad y del conocimiento. Tiene que abandonar el adoctrinamiento simplista. La libertad de cátedra no ampara la mentira deliberada

La información ha de ser tan libre y tan plural como la colectividad a la que va dirigida. Cualquier censura es execrable, no importa en nombre de qué se ejerza.

La corrupción, no importa dónde anide, tiene que ser perseguida a muerte. Ni el ideal de la independencia puede ampararla

En un régimen democrático, la división de poderes es incuestionable. Por tanto, las consecuencias de la desobediencia a las Leyes son materia a solventar en Tribunales. ¿Recuerdan la apostilla "Hágase justicia y derrúmbense los Cielos"? 

sábado, 7 de octubre de 2017

Es la hora de la razón

¡Sosegaos!

...Decía Felipe II. No tengo especial aprecio por el personaje, pero siempre he admirado su sentido de la calma cuando sobre su mesa se acumulaban cientos de problemas que necesitaban urgente solución y le interrumpía algún impaciente cortesano que quizás creyera de buena o mala fe que traía la solución para los males del Imperio o ¿quién sabe? las de los suyos propios.

Y esto es lo que en este momento complicado necesitamos todos. En Cataluña y en el resto de España. La cabeza fría, el raciocinio a punto y las pasiones bajo control. No vamos a arreglar nada gritando esto o lo contrario, soliviantando al vecino, insultando o  recibiendo insultos. Más bien, al contrario

Es el momento de la palabra justa, de la reflexión antes de hablar, de tener a punto la mente para ver cómo son las cosas, que, seguro, no son ni como las cuentan los unos ni los otros.

Por encima de todo, es el momento de exigir a nuestros gobernantes que cumplan con su obligación, la primera de las cuales es cumplir y hacer cumplir la Ley, coincida o no con el cálculo electoral que podría derivarse de hacer una cosa o su contraria.

La inexorable lección de la Historia

Si hay algo cierto en la Historia, una constante aplicable a no importa qué pueblo, qué nación, qué Imperio, es que nada es para siempre. Así que cuando alguien dice que tal o cual cosa "siempre se ha hecho así", o es un ignorante o interpreta el "siempre" como el único período de tiempo que él conoce.

Lo que quiero decir es que los pueblos, las naciones, no sólo cambian, sino que  veces desaparecen. En ocasiones, sólo durante un tiempo y vuelven después a renacer. Otras veces se pierden para siempre en la nebulosa del tiempo pasado.

Polonia desapareció y volvió a nacer a lo largo de la II Guerra Mundial. Israel estuvo en el limbo durante cerca de dos mil años. Otros pueblos, kurdos, armenios, se sienten nación y nunca han llegado a tener un Estado. 

El más importante país de Europa, Alemania, nació como tal hace menos de siglo y medio y durante un tiempo se partió en dos. Italia también logró ser un solo Estado hace siglo y medio. En tiempo histórico reciente, surgió Yugoeslavia, desapareció y ha dado lugar a cinco Estados nuevos. ¿Qué pasará en los Balcanes dentro de cincuenta años?

No hay nación en el mundo cuyas fronteras se hayan mantenido estables durante mucho tiempo. Alsacia fue territorio del Sacro Imperio hasta mediados del XVII en que pasó a la Monarquía francesa; volvió a ser alemana en el último tercio del XIX, retornó a Francia en 1918, cambió de bandera, otra vez alemana, en 1940 y, desde 1945, ha vuelto a ser francesa.

No quiero hablar de fronteras ni de posesiones españolas, pero sí de su organización territorial. El sistema de Provincias y Regiones, es un invento reciente, creación de Javier de Burgos: 1833. Durante la I República, la exacerbación del federalismo estuvo a punto de dinamitar el Estado a partir del movimiento cantonalista, que dio lugar a episodios grotescos. Vuelta al centralismo y retorno a la descentralización actual del Estado de las Autonomías.

La conclusión, para mí, es que España ha sobrevivido a tantos cambios (como el resto de los grandes países del mundo, por otra parte) que en el inmediato futuro puede configurarse como un estado Federal, mantenerse como está, o volver a los principios del más férreo de los modelos centralistas.

Ésa no es, pues, la cuestión, sino qué harán con un modelo o con otro nuestros gobernantes y nuestro pueblo.

La respuesta racional al secesionismo catalán

No quiero que nadie piense que estoy censurando a las fuerzas de Orden Público, pero para mí es evidente que aun cumpliendo escrupulosamente con su deber, estén bajo el mando del Ministro del Interior o de la Generalitat, no son la herramienta adecuada para resolver la cuestión. Insisto en que no pongo en solfa su actuación reciente, sino que afirmo que no podrán nunca arreglar el fondo del problema, porque éste no es un problema de orden público.

De la misma manera que afirmar que un problema político ha de arreglarse con medidas políticas, ni invalida, ni pone en duda la obligatoriedad de nuestros Tribunales de aplicar la legalidad vigente con todas las consecuencias a quienes hayan infringido el ordenamiento jurídico. Es fundamental que así sea, pero tampoco se arregla el problema catalán con Sentencias, aunque, que nadie lo dude, será indispensable pasar por los Tribunales a cuantos se hayan hecho merecedores de ello y a sus actuaciones.

Lo que quiero decir, en definitiva, es que, restablecido el orden público y sometidos a la justicia quienes se hayan hecho acreedores a ello, habrá que resolver el problema desde instancias políticas. El tiempo no tiene marcha atrás, ¡qué más quisiéramos! pero lo cierto es que hemos perdido muchos años sin afrontar el problema en clave política.

Guste o no a unos y a otros, no hay más remedio que hablar, negociar y acordar cómo salir de este maldito embrollo. Hay que reflexionar, sentarse, hablar y acordar. ¿Sobre qué bases? Porque no se trata de negociar a cualquier precio ni cualquier solución. Éstas son mis opiniones.

No se negocia con rehenes

Dicho de otra manera, antes de sentarse hay que recuperar la normalidad; la callejera y la institucional. Se negocia desde la legalidad vigente aunque sea para cambiarla de arriba abajo. Antes las calles tienen que estar tranquilas, sin huelgas convocadas desde el Poder, sin acoso al que se aparta del pensamiento único.

Recuperar la normalidad, implica entender como algo normal, que a incumplimientos de la legalidad le corresponden actuaciones judiciales. Una vez que hablen los Tribunales, o mientras lo hacen, se puede empezar cualquier conversación, pero tampoco sería admisible que para "abrir boca", una de las partes exigiera algo parecido a un principio de inmunidad por el hecho de haber aceptado negociar.

Hay muchos más requisitos

Compartir el punto de partida
Sería ingenuo pedir que ambas partes tuvieran idéntico objetivo concreto, pero es imprescindible que, genéricamente busquen lo mismo: el bien general de la parte a la que representan. Es decir, hay que asumir que una parte pretenderá conseguir lo mejor para Cataluña y la otra buscará lo mejor para el pueblo español en su conjunto.

Nada hay más tramposo en estas cuestiones que pretender decirle al otro "lo que le conviene", y nada hay más mezquino que poner el interés personal por delante del del Partido y el del Partido por encima del del País.

Cuidado con las cuestiones de principio
Existen, desde luego, pero son una pésima arma de negociación. Suelen generar una reacción contraria de la misma intensidad y bloquear el diálogo. 

Salvo que se trate de los principios de Groucho Marx ("Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros"), es mejor, más práctico, más eficaz hablar de intereses, porque esos sí admiten grises, lejos del blanco o el negro puros de los principios.

La elección de los interlocutores.
Es obvio que ninguna de las dos partes pueden elegir a quien deba representar a la otra parte, pero sí, en cambio, creo que debería admitirse el derecho al veto. Se trata de una cuestión de mutua confianza, esencial si se quiere progresar.

Quiénes y cuántos, tampoco es algo esencial, pero deberían estar en condiciones de representar el amplio abanico  de fuerzas que apoyen el proceso y de controlar el peso de quienes de una y otra ribera del Ebro habrán quedado fuera y se estarán oponiendo a todo lo que no sea la admisión pura y dura de sus tesis.

Reglas de procedimiento y juego limpio.
Quienes intenten el acuerdo deberán elaborar sus propias reglas de juego y someterse a ellas con absoluto rigor. No va a haber nadie con autoridad y capacidad suficiente para imponer el orden internos, pero todos han de saber que lo que está en juego es la estabilidad y el futuro para mucho tiempo.

Especial atención ha de tenerse con el delicado tema de la información pública sobre el proceso. Cierta reserva sobre la marcha puntual de las conversaciones e información previa a cada parte de lo que la otra quiere dar a conocer, son medidas que suelen dar buen resultado

Y paciencia, mucha paciencia
Porque el problema viene de antiguo, porque en los últimos tiempos se ha soliviantado a la ciudadanía hasta límites intolerables y no puede esperarse que se arregle de la noche a la mañana.

Por el contrario, serían de esperar puntos muertos, retrocesos incluso que pondrán a prueba la paciencia de quienes estén negociando.

La pregunta del millón: ¿Qué se puede negociar?
No es eso. La cuestión es cómo. Si se negocia dentro de la Ley, incluso para cambiarla, si  las conversaciones terminan en un acuerdo y sus resultados se someten a la aprobación del pueblo soberano, no tendría que haber puntos previos excluidos.

¿Qué tienen Quebec/Canadá o Gran Bretaña/Escocia que no tengamos nosotros? Una legislación diferente a la nuestra que no hubo que incumplir para conocer qué pensaban escoceses y quebequeses. 

Se tomaron su tiempo, informaron sin mentiras a la población, eligieron determinadas garantías previas y posteriores a la votación, y la ciudadanía permaneció unida. ¿Tan distintos creemos que somos?

¿Un referendum? No, uno no: dos. Veamos.

Supongamos que se empieza por hacer las cuentas y se aclara quién debe dinero a quién y cuánto. Imaginemos que estas cuentas se hacen públicas de común acuerdo, de manera que todo el mundo sepa lo que puede ganar o perder en un caso y en su contrario.

Demos por hecho que los negociadores presentan, también al unísono cuáles serías las alternativas reales a la independencia, en cuanto a financiación y competencias autonómicas revisadas.

Asumamos que hay acuerdo en cuanto a qué porcentaje de votos son necesarios para que el hipotético sí a la independencia sea válido, un mínimo del 51 % del censo, por ejemplo ¡Del censo, no de los votantes!

Admitamos que el acuerdo incluye el principio de que si gana el no, la cuestión no puede volver a plantearse n los próximos 30 años, o 40, o los que las partes acuerden.

Imaginemos que lo que se pretende es que en esa consulta sólo vote el censo catalán debidamente elaborado y que lo hagan contestando una pregunta simple, clara, sólo una a contestar con un "Sí" o un "No".

Es evidente que articular esa consulta exige modificar la Constitución. Primer referéndum, por tanto, en el que vota toda la nación y cuyo resultado, es obvio, es vinculante. Sólo si el pueblo español en su conjunto, después de los pasos anteriores, acepta que los ciudadanos catalanes decidan sobre su futura relación con el resto de España, podrá plantearse el segundo referéndum.

En esas condiciones, y sólo en ésas, ¿Tan imposible sería hablar de ese segundo referéndum? ¿Por qué no hemos empezado por ahí? 

Aún estamos a tiempo.







miércoles, 27 de septiembre de 2017

¡Maldición, soy fascista y no lo había sabido hasta ahora!

¿A qué viene esto?

Sencillamente, a que de un tiempo a esta parte, los voceros del secesionismo catalán, y sus palmeros podemitas, reparten carnés de fascista a todo aquel que les lleve la contraria.

Resulta así, que si un significativo gruppo de intelectuales y gentes del mundo de la cultura, personas que rechazan las políticas de Mariano Rajoy como la directora de cine Isabel Coixet; las actrices Mónica Randall, Julieta Serrano y Rosa María Sardá; el escritor Félix Ovejero o la catedrática Victoria Camps, todos catalanes, o los escritores Javier Marías, Ignacio Martínez de Pisón, Rosa Montero, Juan José Millás y Manuel Rico; el diseñador Javier Mariscal, el director de cine Fernando Colomo; el economista Juan Torres; el músico Miguel Ríos, y quien fue fiscal Anticorrupción, Carlos Jiménez Villarejo, entre otros, rechazan la deriva suicida del secesionismo catalán, ¡Son fascistas!

Si alguien como Joan Manuel Serrat, hace años perseguido por catalanista, es fascista porque no se siente cómodo con el modo de hacer las cosas del Gobierno de la Generalitat y sus consocios de la CUP.

Si enarbolar la bandera de la nación a la que pertenezco, una bandera antigua, remozado su escudo por el primer Parlamento democrático elegido después de 40 años de dictadura, es fascista.

Si todo está pasando, tengo que llegar a la conclusión de que tal vez no fuera de nuestras fronteras, pero sí, desde luego en España, sólo hay dos clases de ciudadanos: los iluminados que actúan al margen de las Leyes, incumplen las Sentencias, insultan y acosan a quienes no piensan como ellos y obedecen como borregos las consignas mántricas que les llegan desde las cuevas de sus dirigentes, y el resto.

Los primeros, los iluminados, son demócratas. El resto, son, SOMOS, fascistas. Todos, sin excepción, sin medias tintas. O secesionista o fascista.

Yo no soy secesionista, luego soy fascista.

¿Quién reparte los carnets y dónde estaban cuando había fascismo de verdad?

Hay verdades como puños, axiomas de uso común, al alcance de cualquiera que use la cabeza para pensar, aunque no sea Profesor de Ciencia Política, ni lleve toda su vida escalando posiciones en cualquier formación política

- Manifestarse en la vía pública día tras día para denunciar el fascismo del país en el que te manifiestas, es prueba de democracia, no de fascismo.

- Sostener desde la tribuna de oradores del Parlamento que el sistema es dictatorial y salir tan tranquilo por la puerta, es prueba de democracia, no de fascismo.

- Acallar a la disidencia cercando los domicilios sociales de los Partidos antagonistas y los domicilios de sus dirigentes, es prueba de fascismo, no de democracia.

- Silenciar el Parlamento cuando interesa a la mayoría pare evitar denuncias de arbitrariedades, es prueba de fascismo, no de democracia.

- Poner la ideología del Partido por encima de la Ley y de la Justicia, es fascismo puro, no democracia.

¿Y de quiénes hablamos y de dónde vienen los que me tachan de franquista, de fascista, de autoritario? (Sí, me tachan a mí y a casi todos mis lectores, los que no piensan y actúan como ellos) He aquí algunos ejemplos:

- Señor (es un decir) Puigdemont: tenía 13 años cuando murió  el General Franco
- Señor Junqueras: Nació en el 69. 6 años tenía el angelito (¿qué niño no lo es?) a la muerte del Dictador.
- Señora (si no le molesta) Colau: Apenas tenía 1 año cuando falleció Franco.
- Marta Rovira: Un año más joven que La Señora Colau.
- Señor (por raro que pueda parecerle a alguien) Rufián: cuando nació, el Generalísimo llevaba ya 7 años enterrado.

A todos estos repartidores de credenciales democráticas, les vendría bien pasar una temporada como ciudadanos de a pie en cualquiera de los países que sí son autoritarios, desde Corea del Norte a Turquía, pasando por Cuba o Venezuela.

Aunque quizás bastara con que hablaran con sus padres y les preguntaran qué habría sido de ellos, de sus Partidos, de sus publicaciones, si hubieran vivido en sus casas cuando España sí era un régimen autoritario.

Y pese a todo...
Ahora, cuando llego a la conclusión de que digan lo que digan, griten lo que griten, empujen lo que empujen, mientan lo que mientan, amenacen lo que amenacen, abusen lo que abusen, están equivocados y yo no soy fascista, quiero decirles que, pese a todo...

- Seguiré defendiendo su derecho a pensar lo que les dé la gana, porque soy demócrata.
- Seguiré prefiriendo oírles en el Parlamento, aunque usen la libertad para insultar, que verlos en la cárcel, porque yo no soy como ellos.

Espero, por último, que no les extrañe si, por otra parte y en justa consecuencia de mi respetuosa posición ante la legalidad vigente, aplauda cuantas medidas tomen los Tribunales contra sus desafueros. 

Porque eso, aplicar la Ley y hacer pagar sus incumplimientos, es algo consustancial con el concepto de democracia que si de algo está lejos es de la Ley de la Selva, del todo vale, del abuso de la fuerza.

Y, por último: 
- No vuelvan a confundirme políticos presos con presos políticos.
- En toda democracia se vota, pero no cualquier votación es democrática.

Esas formaciones políticas, tan repletas de Profesores lo saben de sobra, pero juegan a confundir a la ciudadanía, porque, como descubrieron los nazis, una mentira repetida el suficiente número de veces, se convierte en verdad.



martes, 19 de septiembre de 2017

... y llegará el 2 de octubre

Lo repetiré otra vez

Una vez más creo prudente poner de manifiesto que cuanto expongo a partir de estas líneas, no son más que opiniones personales. No pretendo tener "La Razón", ¿la tiene alguien? Pero espero que se entienda que tengo algunas "razones" para fundamentar lo que digo. A partir de ahí, ruego el mismo respeto por mi forma de pensar que el que tengo con quien lo haga de forma distinta a la mía.

El día de después

 Tengo que dar por supuesto que el día 1 de octubre no habrá habido referéndum. Desde un punto estrictamente jurídico, si el Tribunal Constitucional lo ha declarado ilegal, no ha habido ni siquiera censo fiable de votantes y se ha incurrido en no sé cuántas irregularidades más, no cabe duda alguna de que no habrá habido ningún referéndum. 

Cosa distinta es si ha habido o no lugares donde donde alguien a hurtadillas ha logrado poner una urna, o una caja de zapatos con una abertura en la tapa, o un saco sobre una mesa, y unos cuantos ciudadanos han dejado dentro un sucedáneo de papeleta. Hasta es posible que detrás de la mesa se sentara algún representante de la Generalitat haciéndose pasar por miembro de una Mesa Electoral, pese a la declaración de ilegalidad del proceso.

Entre esos supuestos votos, habrá habido una abrumadora mayoría de respuestas favorables a la secesión, ya que los partidarios de la unidad de España no habrán participado en la farsa, así que los voceros del "procés", dejarán para otro momento hablar del % de participación y anunciarán alborozados que el "Sí" ha sido casi unánime. Ellos saben que todo es un esperpento, pero seguirán con su murga, porque saben lo que se juegan: por ejemplo, la libertad del clan familiar de la Madre Superiora y el ex Honorable, y la suya propia.

Así pues, el día 2, el Gobierno y los portavoces de los Partidos constitucionalistas dirán, con razón, que no ha habido referéndum, y, por el contrario, la patulea de formaciones secesionistas darán por realizada la consulta "pese a los constantes ataques de Madrid a la democracia". Lo dirán quienes han hecho bandera de la desobediencia civil, han amordazado a su propio Parlamento y han demostrado desconocer las más elementales formas democráticas.

Por su parte, los Profesores de Podemos, se congratularán de que, pese a las intolerables agresiones de un Gobierno corrupto al pueblo catalán, éste se ha manifestado, aunque no haya sido a través de un referéndum con las necesarias garantías sino a través de una movilización política legítima, a pesar del acoso del PP y sus corifeos, dejando patente que ellos quieren que Cataluña siga formando parte de España, siempre que..., bla, bla, bla... Como siempre: decir y no decir, hoy una cosa y mañana su contraria, una vela a Dios y otra al diablo, a ver si, entre tanto, el PSOE se lía y cae en sus redes.

Y, supongo yo, la ciudadanía estará perpleja e intrigada, esperando acontecimientos, porque (sabio es el pueblo) todos estaremos seguros que algo deberá pasar. 

Y ésa es la cuestión: Qué puede pasar, quién está obligado a hacer algo y qué es lo que se debe hacer.

Dos urgencias

Aplicar la legislación vigente.
Ésta es la primera obligación de cualquier gobernante: cumplir y hacer cumplir las Leyes. Las Leyes no son eternas, claro que no. Como si fueran seres vivos, nacen, se desarrollan, envejecen y mueren, sustituidas por otras. Pero hasta ese momento, como dice el Código Civil, ni el desuso ni la práctica en contrario derogan las Leyes.

Hablando más claro: a partir del día 2, deben exigirse las responsabilidades civiles y penales que correspondan a quienes no sólo han incumplido las normas vigentes, sino que han animado a otros a hacerlo y hasta se han jactado de ello.

Habrá quien piense que es el momento de ser magnánimo, y generoso, y compasivo. Habrá quien diga que hay que llegar a una solución no traumática sin vencedores ni vencidos. Sus razones tendrán para decirlo. Las mías son otras.

Creo que para construir cualquier cosa hay que ser cuidadoso con los cimientos. Hagamos lo que hagamos en el futuro, todo el mundo debe saber, sin que quepa margen para la duda que en un Estado de Derecho no hay lugar para la impunidad. En román paladino, que el que la hace la paga, sea quien sea. Y aquí (bueno, allí) se han hecho cosas muy graves.

En este caso, además, hay que ser diligente e instruir y desarrollar los procesos judiciales que correspondan con la mayor celeridad posible, no sólo por aquello que aprendí en mi vieja Facultad de Derecho de que "Justicia a destiempo es injusticia", sino porque hay tarea por delante y hasta que los responsables del desafuero no conozcan sus sentencias, es difícil ponerse a trabajar en lo que de verdad importa.

Pensar en el futuro.
El día 1 de octubre no habrá terminado nada. El día 2, en cambio, es una buena fecha para dar por inaugurada una nueva etapa. Todos estaremos hartos del tiempo pasado. Los unos porque, como no podía ser de otra manera tal como han hecho las cosas, sus esperanzas se han visto defraudadas. Los otros, los más, porque estaremos suspirando por alcanzar tiempos de paz y tranquilidad, sin tabarras constantes repitiendo mentiras o perogrulladas.

Y como pensar no cuesta dinero y puede hacerse en cualquier momento, todos, pero especialmente los agentes de lo que tendrá que ser el proceso de solución de la cuestión catalana, deberían empezar a darle vueltas al magín. He aquí algunos puntos sobre los que meditar.

- ¿Tiene España un problema pendiente de resolver o la llamada "cuestión catalana" es un invento de políticos y periodistas?

- ¿Cabe algún tipo de solución plausible para la inmensa mayoría de los catalanes y la inmensa mayoría del resto de los españoles o eso es el sueño de un perturbado?

- ¿Qué estaría dispuesto yo a hacer o a dejar de hacer, si de mí dependiera la solución del problema?

- ¿Es compatible el estricto sometimiento al imperio de la Ley con la posibilidad de modificar las normas que convenga, incluida la mismísima Constitución?

- ¿Cómo han resuelto embrollos parecidos otros países a los que podríamos parecernos, y, en su caso, en qué medida pueden servirnos sus soluciones?

Qué se pretende y qué no.

Empecemos por lo que no son objetivos esenciales:

- No se trata de hacer cumplir la Constitución y las Leyes. Eso se da por supuesto, y a eso me refería cuando hablaba de aplicar la legislación vigente. O sea, el cumplimiento de las Leyes es una condición previa, no un objetivo.

- Tampoco se trata, ni mucho menos, de pasar la cuenta y "vengarse" de quien tantos malos ratos nos haya hecho pasar. Eso, lo de que de cada uno pague su cuenta, es tarea de los Tribunales.

- Menos aún  se trata de pensar en qué hacer para que el enemigo de la unidad de España doble la rodilla y "nunca más vuelva a pasar esto". Eso, lo de que "nunca más vuelva a pasar esto", no dependerá de lo que les ocurra a tales o a cuales figurones, sino de que hayamos resuelto el problema.

¿Entonces?
El verdadero gran objetivo es encontrar la forma de relacionarse Cataluña en su conjunto con el resto de España, poniendo para ello los medios que sean necesarios y de resolverlo de manera que la solución sea perdurable en el tiempo.

Y para eso, guste o no a quienes piensan una cosa y su contraria, el acuerdo debe estar respaldado por la mayoría de los interesados, que son los ciudadanos españoles, vivan donde vivan, hayan nacido donde hayan nacido, y hablen la lengua que hablen. 

Ahora bien: que la inmensa mayoría esté de acuerdo en algo no implica necesariamente que haya que convocar un referéndum en el que puedan votar la totalidad de los españoles. ¿Y si en lo que llegaran a estar de acuerdo todos es en que, bajo ciertas premisas, el Estado pudiera delegar en tal o cual Comunidad Autónoma la facultad de  llevar a cabo una consulta, vinculante o no con arreglo a los estrictos términos acordados de antemano?

Cuestión al margen, previa, desde luego, es que para ello haya que modificar la Constitución, sobre cuya posibilidad, ésta vez sí, tiene que pronunciarse la totalidad del pueblo español.

¿Y todo eso cómo se hace?

Tengo para mí, que en la reciente Historia de España ha habido al menos dos momentos en los que el futuro era más sombrío que en el presente: cuando muerto el General Franco hubo que decidir entre continuar con el régimen nacido de la Guerra Civil o regirnos por las normas básicas de la convivencia democrática, por una parte, y cuando fuimos conscientes de que con aprobar una Constitución y elegir a nuestros gobernantes no teníamos suficiente y hubo que llegar a los Pactos de la Moncloa.

Hay que repetir lo que entonces se hizo, a saber:

- Por lo que se refiere a la Generalitat de Cataluña, tiene convocar ya Elecciones Autonómicas, porque es evidente que una buena parte de los actuales mandatarios están políticamente amortizados, cuando no procesados o a punto de serlo. Es un punto sin relación con lo que termino de decir, pero creo que es fundamental contar con interlocutores incuestionados. 

- Por lo que se refiere al Gobierno, convocar a la totalidad de las organizaciones políticas con representación parlamentaria y emplazarlas y emplazarse a sí mismo a un proceso negociador del que salga un acuerdo que se someta a la aprobación del pueblo soberano.

- Establecer unas reglas de juego que todos los actores se comprometan a respetar, una de las cuales habría de ser que durante ese proceso, por lo que al mismo se refiere, el Gobierno, o el Partido que lo represente, es uno más de los partícipes, en pie de igualdad con los demás.

- Creo que los Partidos tendrían que empezar por listar las materias objeto de la negociación, entre las cuales bien podrían incluirse algunas no referidas a Cataluña, antes de que su no solución las convierta también en problemas. Eso, por otra parte, abriría el campo de la negociación facilitando el consenso.

- En cuanto a Cataluña, si se quiere llegar a una solución duradera habrá que poner sobre la mesa todas aquellas materias que han estado sobrevolando nuestras cabezas estos últimos tiempos: quién debe dinero a quién, cuánto y cómo se resuelve el problema; cómo y cuándo van a cumplirse sentencias firmes que siguen pendientes de ejecución; qué materias pueden ser tratadas en un sentido o en su contrario en términos de revisión de las facultades de autogobierno; cómo y sobre qué bases se resuelve la financiación de Cataluña.

- Y como colofón, si así se desprendiera de lo tratado y acordado hasta ese momento, abordar el más espinoso de todos los puntos: Independencia sí, o independencia no para Cataluña y, en su caso, bajo qué procedimientos, qué premisas, y con qué tipo de consulta previa, incluyendo, si fuera preciso, como ya he dicho, la oportuna reforma constitucional. Tengo para mí que el movimiento independentista, en sí mismo, no es ilegal. Pueden serlo sus métodos si no cumplen la Ley, pero no el movimiento, menos aún el sentimiento.

Por lo que a mí respecta.

Creo que los españoles, gente rara donde la haya, en ocasiones sólo resolvemos los problemas cuando no hay más remedio. Éste momento, desde luego, es uno de ellos.

Creo, por tanto, que saldremos de ésta, aunque por el momento sea incapaz de saber cómo.

Me preocupa cómo encajar en el proyecto del que hablo a Partidos más interesados en destruir que en edificar, más dispuestos al quiebro dialéctico, a la finta táctica que a la verdad, dispuestos a cualquier cosa que les acerque al Poder aunque eso les obligue a  presentar blanco lo que ayer era negro. Pero hasta ellos son necesarios para salir del hoyo.