Y Donald cogió su misil
Unas pequeñas mentiras para abrir boca
El Presidente de los Estados Unidos quiere incrementar el presupuesto de defensa en un 9 % para 2018. Su país gasta ya en estos momentos la tercera parte de todo el dinero que el mundo emplea en armamento, pero no le parece suficiente, quiere más.
Y para convener a sus ciudadanos dice que quiere que su país vuelva a ganar guerras como cuando él estudiaba, y no como ahora, que las pierde todas.
El Presidente miente, lo cual ya no es noticia o no sabe lo que dice, lo que puede que tampoco lo sea. Perdón: miente salvo que crea en la reencarnación y se esté refiriendo a sucesos ocurridos durante una existencia suya anterior. Mr. Trump nació en 1946, el 14 de junio, para ser precisos. Supongamos que sus "estudios" abarcaron de los 6 a los 22 años, es decir, desde 1951 hasta 1966. ¿Sí?
Pues en ese período de tiempo, los ejércitos americanos empataron, o sea, no ganaron, la Guerra de Corea (1950/1953) y perdieron sin paliativos la Guerra de Vietnam (1955/1975). Hubo algunas otras guerras -"guerritas", más bien- en las que el ejército más caro y mejor armado del mundo logró resonantes victorias frente a enemigos formidables: los Estados Unidos en 1965 invadieron sin previa declaración de guerra la República Dominicana y, años después de terminados los estudios Mr. Trump, invadieron la Isla de Granada en 1983 y la República de Panamá en 1989. Tampoco en estos dos casos se tomaron la molestia de declarar primero la guerra. Entraron y ya.
Ha habido otras guerras como las dos llevadas a cabo en Irak; la primera la ganaron aunque no sirviera de nada; la segunda, en mi opinión está por ver si la ganan ellos, si ayudan a que la gane otro o si terminan por irse y dejar las cosas peor que las encontraron. Mi impresión es que los irakíes piensan en la última posibilidad.
Y está también la que se puede dar por terminada y no ganada en Afganistán entre 2001 y 2014. En este caso, alguien debería consolar al Presidente haciéndole saber que ni ellos ahora, ni antes los soviéticos, ni un siglo atrás el Imperio Británico, ni hace 2.300 años el Gran Alejandro pudieron con los afganos. Gente extraña, estos afganos, viven en un infierno, pero es su infierno y no hay manera de doblegarlos. Al menos hasta ahora nadie lo ha conseguido.
En todo caso, se me ocurre que si lo que quiere Mr. Trump es emular las gestas de los vencedores en Granada, Panamá y República Dominicana, tal vez no sea preciso gastar más en armas. Salvo que busque otra cosa.
Qué puede estar buscando
Si uno se fija en el pequeño detalle de que 120 Generales retirados han suscrito una carta protestando por el plan de gasto militar del Presidente, cabría pensar que igual de cuestiones militares saben más 120 militares de máxima graduación que un agente inmobiliario, organizador de Concursos de Belleza y prima donna de realityes shows. Piensan los Generales que para las necesidades estrictamente militares del país, con lo que hay basta, y que lo que necesita USA es invertir más en desarrollo y cooperación, en Relaciones Exteriores, en definitiva.
¿Recuerdan "La Guerra de Charlie Wilson"? Buena ocasión para volver a verla. Un Congresista, un genial Tom Hanks, logra dotaciones presupuestarias crecientes si de lo que se trataba era de expulsar a los soviéticos de Afganistán (para quedarse en su lugar los norteamericanos, por supuesto). Cuando se logra y el congresista pide dinero para escuelas, hospitales e infraestructuras, se cierra el grifo. Charlie Wilson pronostica lo que luego pasó: los afganos son mala gente, no les gustan los ocupantes y terminarán echándolos.
¿Qué se busca, entonces?
Negocios, desde luego, que de eso si entiende el Presidente. Rearmar a su país más allá de toda lógica, es una magnífica oportunidad de negocio para la potentísima industria de la muerte en Estados Unidos y en la de sus aliados (¿recuerdan que ha exigido más gasto militar a sus socios de la OTAN?)
Al hilo de este rearme, subirá la bolsa y algunos pensarán que la medida es un acierto. Depende para quién. Espero equivocarme, pero si nos atenemos a otros precedentes, conviene recordar que el rearme alemán con Hitler en el poder fue el comienzo de un enorme desarrollo económico alemán. 20 años después, Alemania era un desierto poblado de cadáveres y moribundos.
Lo malo de las armas es que igual acaban usándose y aunque toda guerra siga siendo un lucrativo negocio para según quiénes, suele ser un negocio de muerte y destrucción con una ingente cantidad de cadáveres. Claro que habrá quien piense que en las guerras siempre mueren los mismos y que a ellos no habrá de tocarles.
¿Dónde está el límite?
Ya lo he dicho más de una vez: Donald Trump no es un imbécil, ¡Qué más quisiéramos!, pero sí un fanático y del fanatismo a la barbarie no hay más que un paso. No nos engañemos: los Estados Unidos tienen una sólida tradición política de respeto a la división de poderes. Cierto, pero no lo es menos que en 1939 Alemania era el país más culto del mundo y eso no la libró del desastre.
Donald Trump se ha buscado un enemigo exterior sobre el que puede concitar bastantes apoyos internos, la inmigración ilegal ligada al terrorismo islámico. Lo peligroso es que tratando en apariencia de defender la libertad y la seguridad del pueblo norteamericano, está atacando a diario a dos pilares fundamentales de la democracia: la libertad de prensa y la independencia judicial.
Los groseros insultos a la prensa, las inauditas medidas de vetar la entrada en sus ruedas de prensa a quienes le critican y la acusación de politización de la judicatura podrían ser el preámbulo de campañas más peligrosas y de la puesta en práctica de medidas en ambos sentidos.
Con el poder legislativo, en manos del Partido Republicano, aún no ha tenido contratiempos serios, pero, por increíble que parezca, alguien que hasta ahora nos parecía el paradigma de político republicano extremista, George Bush, acaba de mostrarse en desacuerdo con el nuevo Presidente. Otro vendrá que bueno te hará.
En fin
Suelo ser optimista por naturaleza, por convicción y por costumbre. Lamento que respecto a Mr. Trump no encuentre por el momento ninguna razón para serlo. Ya no se trata de salidas de tono, faltas de educación o actuaciones estrafalarias: esta vez estamos tocando hueso.