domingo, 30 de diciembre de 2018

Amazon, como paradigma del tiempo en que vivimos.

Mejor callado que agorero o aguafiestas

Es posible, ni mucho menos seguro, que alguno de mis lectores se haya extrañado de mi silencio durante estas últimas semanas, cuatro, para ser exactos desde que deslicé algunos apresurados comentarios a propósito del resultado de las elecciones andaluzas.

No es que  haya habido repentina sequía de material comentable. En absoluto. Desde las consecuencias previsibles del seísmo andaluz en el panorama político general, hasta la sentencia del Tribunal de Cuentas sobre la venta de viviendas municipales por Dª Ana Botella. Desde el inusitado ánimo viajero del Presidente del Gobierno, a las disensiones aparentes o reales en el seno del independentismo. Desde la majadería de Donald Trump haciendo saltar por los aires las ilusiones de un niño americano, creyente en Santa Klaus, o en Papá Noel, no recuerdo, a los efectos devastadores de enésimo maremoto en aguas indonesias, hay material suficiente para llenar una enciclopedia de las desgracias humanas.

Tómese, pues, mi silencio como mi peculiar aportación al nunca bien ponderado “espíritu navideño”, ése que habla de paz, de tranquilidad, de buenos deseos de los unos para con los otros y de algunos otros sentimientos y esperanzas quizás algo ñoños, pero entrañables, como villancico recalcitrante.

Así que, después de dar un par de vueltas a mi viejo cerebro, he pensado escribir sobre algún tema neutral que me permita reflexionar sobre lo que nos rodea, sin agobiar, enervar, ni mucho menos soliviantar a mis lectores: hablaré de Amazon, como ejemplo de que lo que ya tenemos encima.

¿Me permiten un ejemplo personal?

Hace unos días presenté al público mi último libro, “Dioses entre los hombres”. Ya saben: dieciséis relatos en tiempo más o menos actual, cada uno de los cuales recrea o reinventa un mito griego. Hasta ahí, nada especial.

La novedad es que este libro ha sido editado por Amazon, esa omnipresente multinacional global que lo mismo te suministra una gaita escocesa que te edita, es mi caso, un libro. La novedad es que el volumen, por una parte cuesta 15 € en vez de los más de 23 habituales para igual o similar número de páginas y que mis derechos de autor son inversamente proporcionales a la disminución del precio de venta.

La novedad, en suma es que la edición se ha llevado a cabo bajo reglas Amazon y que éstas tienen poco o nada que ver con las que aplican los editores tradicionales: todo nos los guisamos y nos lo comemos entre Amazon y este autor; de ahí, de la eliminación de pasos intermedios, deriva la reducción de costes de la que terminan beneficiándose los tres sujetos implicados en el proceso: el escritor, el lector y el editor, que, además hace de impresor y distribuidor.

El autor maqueta el libro, elige el tipo de letra, color del papel, el tamaño del volumen, diseña y rotula la portada a partir de su propio archivo o de los que Amazon pueda suministrarle si lo desea, y, de fin de fiesta, fija precio. El editor, imprime y distribuye el ejemplar por su propia red mundial y reparte con el escritor el producto de la venta. Nadie más interviene. Es obvio que ambos pueden además, dar a luz la versión digital del trabajo.

¿Qué hay detrás?

Una organización formidable, eficiente, férrea, inasequible al sentimiento, inflexible con suministradores y colaboradores a los que, seguramente, explota, si por explotar entendemos rebajar las cotas habituales de bienestar que significaba hasta ahora trabajar para una gran corporación.

Hablo de Amazon, pero pueden poner ustedes en su lugar el nombre, el ejemplo, que mejor les cuadre. ¿Saben dónde se imprime mi libro, ése que puede llegar a sus manos pidiéndolo desde su casa a través de Internet? En Polonia. Doy por supuesto que los costes de impresión son inferiores a los norteamericanos, los galeses y, desde luego, los españoles.

Amazon, como Zara, como Uber, como Apple, atiende a sus accionistas y a sus clientes, el resto no parece preocuparle ni poco, ni mucho, ni nada. Amazon empezó hace nada más 23 años vendiendo libros. Ahora, como dije, es uno de los primeros suministradores globales de bienes y servicios, incluyendo ya, en ciertos lugares, alimentos frescos. Empezó en USA, pero ha llegado a casi todas partes. Desde luego a todos aquellos países que solemos llamar el Primer Mundo.

Las claves del éxito de Amazon y de sus primas hermanas.

Satisfacer necesidades. ¿Seguro? Sí, en apariencia, aunque muchas veces, sin que seamos muy conscientes de ello, el suministrador de remedios se ha preocupado primero de crear real o artificialmente la necesidad.

Trabajar pensando en nuestra comodidad. En California, Amazon ya ensaya la entrega del producto en el plazo de dos horas. Por acá aún manejamos otros plazos, pero es igual. Uno está en casa, descubre que necesita unos cascos nuevos para escuchar el último Rap de moda, los pide mientras sigue sentado y los tiene a la mañana siguiente. ¡Es tan cómodo…!

Habría que pensar que esa inmediatez en el servicio sería la gran solución para el desabastecimiento que padecen los habitantes de los ámbitos rurales o provincianos ¿verdad? Pues no: somos los urbanitas quienes cada día que pasa valoramos más la holganza, el descanso, la vaguería. Deberíamos preguntarnos por qué. O sea, en qué utilizamos el tiempo ganado por estos métodos, pero eso no hace al caso..

Trabajar con precios razonables. Otra clave esencial de tanto éxito está en verificar que los precios que Amazon pone a sus artículos, ya sea una crema para conseguir la eterna juventud, o un transformador de baja tensión, suelen ser muy competitivos. El que sea a costa de tal o cual abuso en algún punto del proceso es algo que no suele conmover demasiado ni al comprador final ni a los Consejeros de Amazon.

No todos son nubes de color de rosa.

Desde luego que no. Como ciudadanos perdemos cuantiosos ingresos públicos porque la fiscalidad que suelen soportar estos gigantes es ridícula. No sólo es que los tipos sean incomparables con los que se nos aplican incluso a los pensionistas: es que la mayor parte de los impuestos se pagan en países distintos del nuestro, pese a la actividad que aquí lleven a cabo Amazon o Apple, por ejemplo.

Es más que evidente que sectores completos, pequeños editores, comercio de barrio, por ejemplo sufrirán tanto que perderán una buen parte de su tamaño y volumen actual. Llegarán a estar en riesgo de desaparición. Cambiará incluso la configuración de las ciudades. Cuestión a debatir es si esos cambios son, por una parte evitables o no, y por otra y quizás más importante, si implican un avance o un retroceso.

Las condiciones de trabajo de quienes producen para los que surten a Zara los vestidos que compramos aquí, las de los repartidores que le llevan el libro o la batidora de última generación a su casa, las de quienes imprimen en Polonia el libro que yo escribí, están a años luz de las que disfrutaba la vieja aristocracia obrera europea de hace 25 años.

No obstante…

Ninguno de estos imperios defrauda a Hacienda. Se limitan a disfrutar de las ventajas que legisladores complacientes les otorgaron. O sea: son nuestros gobernantes quienes tienen en su mano corregir el desafuero, aunque para ello tengan que tomarse el trabajo de llegar a acuerdos supranacionales que terminen con paraísos fiscales a la vuelta de la esquina.

Es una lástima que un pequeño editor tenga que cerrar su negocio, cierto. Para él es un drama. No mayor que el que sufrió allá por los años 30 el fabricante de calesas que dejó de venderlas porque el personal prefería automóviles. En términos personales, podemos hablar de dramas. A escala global, es el progreso: ni siquiera hay que temer que las nuevas fórmulas destruyan empleo en términos planetarios.

Es indudable que las nuevas formas de producción de bienes y servicios, en especial tras la crisis, ha depauperado el modelo de relación laboral. Dudo que debamos esperar que la situación mejore cuando el corazón de los Consejos de Administración se vuelva socialmente avanzado. (¿De qué corazón piensa alguien que podría hablase?) Así que si los Sindicatos no entienden que la correlación de fuerzas ha cambiado de arriba abajo, que los modelos de lucha en defensa de la clase trabajadora empieza a no parecerse en nada a los que conocíamos hace apenas un cuarto de siglo, tampoco habrá que esperar que Gobiernos no sometidos a presión cambien las reglas de juego para restablecer un cierto equilibrio entre quien facilita el trabajo y quien lo presta.

En tanto eso no llega, no nos extrañemos si quienes sufren el desgaste en vez de averiguar de quién defenderse, la emprenden contra quienes tienen más cerca: otros perdularios como ellos que ni siquiera son de su mismo país, color o religión.

¿Entonces?

Tengo la impresión de que el tránsito a un modelo nuevo de sociedad es irreversible. Es el ciudadano quien tiene en su mano no ya tratar de evitarlo (ni sé si es bueno, ni siquiera si es posible) sino de corregir algunos de sus aspectos que permitan compatibilizar progreso y reparto menos desigual. No lo olvidemos: los gobernantes y los súbditos compartimos ADN. Nuestras diferencias son más aparentes que reales.

Dudo de si el precio del progreso es consecuencia inexorable del cambio de modelo o, símplemente, una perversión corregible de algunos de sus elementos. Por ejemplo ¿Dejaría Apple de vender productos en España si se le obligara a tributar aquí por el total de su actividad? Lo dudo. ¿Dejaría Amazon de entregar a domicilio sus artículos si sus repartidores dejaran de ser autónomos y pasaran a ser trabajadores por cuenta ajena? Tampoco lo creo.

Una última advertencia. Cada vez que me enfrento a una pantalla para escribir sobre algún fenómeno que afecta al statu quo que todos conocíamos y que está a punto de pasar a la Historia, me entra la duda de si lo que estoy a punto de escribir tiene algo que ver con la realidad o si es, nada más, un ejercicio estéril de nostalgia por mi propia juventud perdida.

Al final, mi conclusión suele ser la misma: es falso que “todo tiempo pasado fue mejor”. Lo que sí es indudable es que usted, yo, y aquella señora gordita que está junto a la puerta, éramos más optimistas hace cincuenta años que ahora. Entonces pensábamos que todo era posible y ahora que ya no tenemos ni tiempo, ni fuerzas, ni a veces ganas de empujar ningún carro.

El viejo tópico: Feliz 2019 para todos mis lectores (Tópico: verdad devaluada por su excesivo uso, pero verdad)









lunes, 3 de diciembre de 2018

Andalucía votó

36 años después.

Toda una eternidad. Hace casi cuarenta años, otra vez la maldita cifra, el socialismo andaluz, el vivero de votos más fiel, más relevante del PSOE, ha sufrido un descalabro monumental.

No importa el ángulo desde el que se miren los resultados, las elecciones de ayer han supuesto un seísmo político cuyas consecuencias es más que posible que tardemos meses en poder valorar en toda su amplitud. Al Sur de Despeñaperros y en el resto de España, Cataluña incluida.

No se trata sólo de que el PSOE haya tenido sus peores resultados desde que existe Andalucía como Comunidad Autónoma, ni, mucho menos, de que, pese a todo, haya obtenido más votos que nadie. Lo cierto es que, como ahora comentaremos, a partir de ayer por la noche es difícil que las cosas vuelvan a ser iguales que antes.

El día de después.

Un buen día para medir el grado de sinceridad democrática de los actores de nuestra tragicomedia política nacional. Es tan fácil aceptar los resultados cuando uno es el ganador… ¿Y cuándo se pierde? Ese día, el adversario sigue siendo sólo eso, un adversario con ideas distintas a las tuyas. Así que o lo aceptas así o te retratas. 

Siempre se ha dicho que la alternancia en el Poder no es que sea buena, es que es la prueba de la salud democrática de una comunidad. No obstante, esto es algo que suelen invocar nada más los Partidos que están en la oposición; los que detentan el Poder lo admiten nada más con la boca pequeña. 

Así que ahora oiremos, ya lo estamos haciendo, a los ganadores felicitarse por el sentido democrático del pueblo andaluz y  a los perdedores clamar contra los resultados, advirtiendo a la ciudadanía de los peligros que por su mala cabeza han desencadenado. ¿A quién se le ocurre equivocarse al votar? 

Nos pueden gustar más o menos los resultados, pero me parece a mí que la primera de las pruebas de cordura política que se esperaría de nuestra clase política es que reconocieran que  el voto de cada uno de los andaluces vale exactamente igual que el de cualquier otro paisano. 

No vayamos a caer ahora en el desliz del casi siempre cauto y ocurrente Tierno Galván cuando, conocidos los resultados de las primeras Elecciones Generales de la nueva era, dijo aquello de que “El P.S.P. ha obtenido pocos votos, pero son votos de mucha calidad”.

Cuestión distinta es si tenemos que creer sin más en el aforismo, más bien dicharacho, de que “El Pueblo siempre tiene razón”. No es así. El pueblo puede equivocarse como colectivo igual que cada uno de sus miembros como personas. ¿Hay que recordar ahora que fueron los votos del cultísimo pueblo alemán los que llevaron al Nacionalsocialismo al Poder?

Lo que sí es cierto es que las equivocaciones las acaba pagando el que las comete, sea El Pueblo, el Partido o el votante, así que veamos de una vez qué ha pasado y dejemos las monsergas para otro día.

Dos noticias, por encima de todas las demás.

El Partido Socialista se ha hundido aunque haya sacado más votos que ningún otro adversario. Obtener 33 escaños significa nada menos que haber perdido 14. Una barbaridad, incluso desde el punto de vista de la Dirección del Partido que de antemano había considerado una derrota no alcanzar los 40 Diputados. 

VOX entra en escena a banderas desplegadas (literal y figuradamente) con un resultado muy por encima de las expectativas más optimistas de no importa quién hubiera adelantado un pronóstico. Las consecuencias de este resultado pesarán sobre cualquier decisión política a tomar en un futuro inmediato, sea en Sevilla, en Madrid o en Barcelona.

Hay otras muchas novedades, pero, en mi opinión, son todas de menor fuste. Por ejemplo:
  • Baja participación. Cinco puntos por debajo de los últimos comicios autonómicos andaluces. ¿Por qué? Por lo que cada uno de nosotros quiera pensar, que no hay cosa más complicada que interpretar el silencio. Espero oír a los políticos las tonterías habituales, lamentándose de no haber conseguido unos votos que de haberse emitido habrían ido a sus siglas.
  • Visto el resultado me parece fuera de duda que en esta ocasión va a resultar imposible que toooodos se declaren ganadores. Ni el PSOE, aunque haya tenido más votos que los demás, ni Adelante Andalucía tienen razones para hacer algo que no sea lamentarse. El mismo Partido Popular, puede que acabe por recalar en Palacio de San Telmo, pero ¿ganar? Ha perdido 7 escaños, así es que, como digo, podrá consolarse mirando a su izquierda, pero ganar, ganar, lo que se dice ganar, tampoco.
  • Ganan, sin duda alguna Ciudadanos y VOX; del resto lo mejor que puede decirse es que unos han perdido menos que otros.
  • Y, pare cerrar este capítulo, una vez más, lo que parece ser ya una norma de conducta, las encuestas han vuelto a fallar clamorosamente. No hay más que ver el último sondeo de “El País”, que vaticinaba resultados según la media de todos los sondeos de todos los demás: no han acertado ni una. Digo yo si vale la pena seguir gastando tiempo y dinero en este tipo de ejercicios.

Lo que puede dar de sí la matemática Parlamentaria

La derecha tiene al alcance de su mano ocupar la Presidencia de la Junta de Andalucía. En primera instancia, bastaría un pacto a tres. Si las tres derechas, como los tres tenores, cantan a coro, tienen asegurada la mayoría absoluta. Ahora bien:
  • ¿Estará dispuesto Albert Rivera a que en Andalucía y en el resto de España se le confunda con VOX? Los Populares ya han dicho que no les hacen demasiados ascos, lo que, Casado mediante, tampoco creo que sorprenda a nadie. 
  • Tal parece que sea por el origen de VOX, sea por sus cada día menores diferencias ideológicas, la dupla PP/VOX es posible, si es que sirviera para algo, cosa dudosa sin el concurso de Ciudadanos.
  • Estos últimos han dicho que creen que su candidato debería ser quien ocupara San Telmo en representación o como cabeza visible del centro derecha. El argumento que esgrimen es un tanto alambicado y, sobre todo, difícilmente asumible por Casado y su alter ego andaluz.
  • Por otra parte, si uno u otro, PP o Ciudadanos, rechazan el apoyo y el disfrute de los votos de VOX, necesitarán en segunda votación alguna abstención adicional. O sea, que para que el binomio PP/Ciudadanos gobierne, o PSOE o Adelante Andalucía tienen que colaborar. Difícil ¿verdad?
  • En todos estos escenarios, sea cual fuere el que terminara por levantar el telón, VOX saldría ganando en Andalucía y en el resto de España.

Tengo, no obstante, la impresión de que quien tiene las verdaderas claves del futuro inmediato en Andalucía es Ciudadanos: puede pactar a su izquierda y a su derecha, y, en este caso, con o sin VOX. De cómo elija dependerá no sólo su papel en el escenario andaluz, sino en el resto de las circunscripciones que hacen cola esperando elecciones.

Lo que no sería deseable es que Ciudadanos volviera a ponerse de perfil y, como en el caso catalán, esperar acontecimientos sin asumir el reto de afrontar las consecuencias de unos ciertos resultados electorales.

En cuanto a la izquierda… Si sólo contara la aritmética electoral y se diera por descontado que todas las magnitudes que manejamos son tan homogéneas que pueden sumarse, podría conservar el Poder.
  • Bastaría que Dª Susana o quien la suceda recibiera el apoyo de VOX y Adelante Andalucía. O sea, un mix de agua, aceite y aguarrás.
  • O que se aliara otra vez con Ciudadanos y la apoyara o se abstuviera una formación adicional más. Tampoco fragua la mezcla, creo yo, aunque si Dª Susana da un paso al lado y el PSOE cede la Presidencia a Ciudadanos la jugada podría resultar. El PSOE mandaría menos, pero menos es nada.
  • Adelante Andalucía, también podría hacerse con la Presidencia de la Junta. No se me rían, please, basta que logre los votos de Populares y Ciudadanos. Ni siquiera necesitaría a VOX ni a la urticaria que les produce. O sea, tampoco.
Día de paradojas

El Partido Socialista gana las elecciones y pierde el poder. Eso ya le ha pasado a más de uno, por ejemplo al PP, cuando clamaba que el Gobierno (el del Estado, el autonómico o el municipal) debe de corresponderle al que más voto saque. La legislación dice otra cosa, pero eso fue lo que escuchábamos entonces. Ahora, las tornas han cambiado. ¿Qué dirán ahora los unos y los otros?

El Partido Popular obtiene uno de sus peores resultados en Andalucía, pierde 7 Diputados pero podría alcanzar la Presidencia de la Junta. Por eso se les ve contentos. La china en el zapato, ya es curioso, no va a ser VOX sino Ciudadanos. Y si no, al tiempo.

Lo de que la unión hace la fuerza, suena bien, suele funcionar, pero no siempre. Cuando Izquierda Unida se presentó desunida de Podemos, entre ambos sumaron 20 escaños. Hacen caso del refrán y pierden 5. Lo malo, lo peor, es que no hay oficina de reclamaciones.

Reflexionemos, ahora que que ya tenemos ultras en el Parlamento, como tantos otros.

¿Por qué se ha hundido el PSOE? Ni soy el único en hacerme esta pregunta, ni el más indicado para contestarla, pero se me ocurren algunas razones, que se resumen en una: él que la hace, la paga.
  • La corrupción acabó con el Gobierno de Rajoy. El caso Gürtel fue dinamita pura. Lloraban entonces los populares y se quejaban sus seguidores en las redes sociales preguntándose qué pasaba con los ERE’s, y con los fondos de formación y con las copas en locales de alterne. Ésta, la debacle de ayer del socialismo andaluz, es una de las contestaciones a tanta pregunta prematura. 
  • La ineficacia pasa factura. Demasiados años repartiendo prebendas y descuidando lo importante. La confianza en que las cosas habrían de seguir como siempre ha sido mortal. La sanidad pública, la ineficacia administrativa, la incuria en los servicios públicos, ha sido superior a la fidelidad a las siglas. Unos se quedaron en casa; otros cambiaron de papeleta.
  • Y el hartazgo colmó el vaso: tanto va el cántaro a la fuente…

¿Por qué ha triunfado (sí, triunfado, si se compara el resultado con las previsiones) VOX. Dicho de otra manera ¿de dónde han salido los cuatrocientos mil votantes que les han dado los 12 escaños?.
  • Del desencanto y la frustración. Como en el caso de Podemos hace cinco años, cientos de miles de ciudadanos cuyo mínimo común denominador eran las cosas con las que no estaban de acuerdo, dieron origen a un movimiento que se articuló en un Partido y cosechó resultados inesperados.
  • Como en el caso que cito, los descontentos venían de todas partes, de la izquierda, de la derecha, del centro. Unos abominaban del despilfarro, otros de la corrupción, los de más allá de la forma injusta en que se estaba gestionando la crisis. Y culparon, por igual a tirios y a troyanos. 
  • Al igual que el populismo del otro signo, es un movimiento interclasista -transversal lo llaman ahora- “contra” lo que no funciona, según su punto de vista. Los problemas llegarán cuando se trate de construir, porque no necesariamente todos los descontentos van a estar de acuerdo en qué hacer después de desbancar a los que ahora mandan.
  • Los extremismos populistas se alimentan de sentimientos, no de razonamientos. El desencanto y, en ocasiones, la irreflexión y la desesperanza son su caldo de cultivo ideal, aunque no falten idealistas utópicos que crean en la Arcadia feliz a la vuelta de unas elecciones
  • Así que si asumimos que a Podemos lo encumbró la torpeza del Partido Popular, tendremos que admitir que a VOX, en Andalucía, lo ha llevado en volandas el fracaso generalizado de las políticas del PSOE. 
  • 400.000 votos son más de los perdidos por el PP, y aún habría que contar con los que Ciudadanos les ha rebañado, así que para que salgan las cuentas hay que admitir que docenas de miles de esos votos vienen de la izquierda. Sí, del PSOE y de Adelante Andalucía. Tremendo ¿verdad? Repasen la Historia y recuerden quiénes votaron a un tal Adolph Hitler.

¿Cabe extrapolar resultados y sacar conclusiones para las siguientes citas electorales? Por supuesto que sí, pero…
  • Ni todos los ciudadanos repetirán su voto, ni puede dejar de tenerse en cuenta que ahora ya no hay dos derechas, sino tres, y que allá abajo y por todas partes ha cambiado el panorama.
  • Cada proceso electoral tiene sus propias reglas, sus escenarios, sus motivaciones para el votante: en ocasiones se vota a personas en las municipales, a Partidos en las Generales… Y contra unos y otros en las Europeas.
  • El Presidente del Gobierno haría muy bien si por un momento, entre viaje y viaje, se parara a pensar cómo comportarse desde mañana mismo. A quién debe de prestar atención y de qué vale prolongar su estancia en la Moncloa comparado con el tiempo que su Partido puede tardar en volver a ocuparla, si baraja mal las cartas o le da por hacer alguna trampa.
  • Hasta los secesionistas catalanes deberían tentarse la ropa y pensar si vale la pena seguir con huelgas de hambre, salvo que su objetivo sea prepararse para soportar los excesos alimenticios navideños. ¿De qué valdrían los actuales planteamientos con según qué otro inquilino haya en la Moncloa?

En resumen, como dijo el Innombrable “no hay mal que por bien no venga”. El terremoto andaluz llega a tiempo para que todos reflexionemos y sepamos qué hacer el día de mañana, cuando seamos convocados a sucesivas citas electorales. 

En realidad, los primeros que deberían reflexionar serían nuestros supuestos dirigentes, pero igual están dedicados en cuerpo y alma en averiguar qué pueden echarles en cara a sus adversarios. O a los votantes que se equivocaron.




























sábado, 1 de diciembre de 2018

Les elegimos para que nos representen
 y se ponen de acuerdo para espiarnos.





Cuando la mentira es la norma.

Es posible que la verdad haya estado históricamente sobrevalorada. Es posible que la eficacia sea un valor superior a la decencia. Es posible que desde hace milenios el ciudadano, o sus predecesores los súbditos no hayan sido más que la materia prima indispensable para que las élites gobernantes hayan disfrutado del poder sin demasiados agobios.

También es posible que desde el comienzo de la Historia el devenir de la Humanidad no haya sido sino la guerra a muerte entre El Bien y El Mal.

De lo que no cabe duda alguna es que de un tiempo a esta parte, la desvergüenza ha tomado carta de naturaleza entre nosotros (nosotros: los ciudadanos que poblamos ahora el mundo; no sólo España) y ya nadie se cree en la obligación, siquiera, de guardar las formas y ocultar sus intenciones.

Se miente ante el mundo, y cuando alguien desenmascara al embaucador, éste no sólo no se retracta sino que llama mentiroso al que lo descubrió o se limita a admitir que lo que él ha dicho es, nada más, “una verdad alternativa”.

En este escenario, manipular a las masas, intoxicarlas con falsas verdades (lo que antes se llamaban mentiras y ahora se disfrazan con anglicismos) forma parte del día a día.

Órganos especializados ocupan su tiempo y los dineros que un día fueron nuestros en enardecer a la ciudadanía, encenderla, soliviantarla y disponerla en orden de batalla para defender intereses que alguien les dijo que eran los suyos.

Esa manipulación sin escrúpulos goza ahora de unos vehículos nunca soñados: las redes sociales. Llegan a todas partes, permiten, en la práctica, una impunidad que roza lo absoluto y su manejo es barato bastante asequible. 

En el universo de las redes se mueven reacciones instintivas, elementales, lejos del sosiego del raciocinio. Es un mundo en el que las malas noticias, sean verdaderas o falsas se difunden a la velocidad de la luz, porque el morbo llega más rápido y más lejos que el razonamiento.

En ese espacio indefinido, hay ya una legión de agentes especializados en examinarnos a cada uno de nosotros. Se sabe dónde estamos, a dónde vamos, con quiénes nos relacionamos, qué nos gusta, qué nos disgusta, qué compramos y qué querríamos comprar, dónde nos gustaría ir de vacaciones, qué leemos, qué escribimos, que ideologías nos son próximas y de cuáles abominamos.

Todo lo que se sabe o puede saberse de nosotros, puede sistematizarse, anotarse, guardarse, comprarse, venderse, utilizarse no en nuestros provecho sino en el de quienes aspiran a hacer de nosotros simples monigotes que hagamos, deshagamos, compremos, vendamos lo que alguien quiere.

El paso que estamos a punto de dar, el que quiero comentar hoy, es el que  intenta que votemos por quienes otros decidan que lo hagamos. 

Repito: quieren que nosotros votemos lo que otros quieran. Y están dispuestos a conseguirlo, esta vez sí, también en España.

¿Quiénes? La totalidad de Partidos Políticos españoles con representación parlamentaria

La increíble reforma de Ley Orgánica de Protección  de Datos.

La LOPD nació como muro protector de la intimidad del ciudadano. Se trataba de conseguir que nadie invadiera mi intimidad, y su contrario: que nadie supiera de mí más que lo que yo estuviera dispuesto a admitir.

Arrancó con bastante ímpetu y la Agencia Estatal creada al efecto se movió deprisa y con  contundencia, sancionando a quienes no siguieran sus precisas normas. La Ley y la Agencia eran una garantía de defensa de nuestra privacidad.

Hasta ahora.

La citada Ley está en vías de ser reformada de manera que los Partidos Políticos, los nuestros, los españoles, no los de Tanzania o Polonia, puedan entrar a saco en nuestras comunicaciones para darnos a conocer sus propuestas electorales, sólo eso, en función de nuestras personalísimas características.

Lean, lean el redactado del Art. 58 bis, punto segundo: “Los partidos políticos, coaliciones y agrupaciones electorales podrán utilizar datos personales obtenidos en páginas web y otras fuentes de acceso público para la realización de actividades políticas durante el periodo electoral”.

Hay más, desde luego, pero si el proyecto de Ley, que se encuentra ahora en el Senado, resultara aprobado en el Parlamento, resultaría que los Partidos, esos que se supone que buscan nuestro bien y el de nuestro país, podrán utilizar los medios tecnológicos necesarios para captar y manejar datos personales obtenidos, como dije, en páginas web y redes sociales.

Lo insólito, dentro de lo increíble que resulta la modificación de la LOPD, es que los Partidos serán los únicos entes autorizados a utilizar estas prerrogativas exorbitantes porque cualquiera otro que lo intentara, Policía incluida, estaría fuera de la Ley.

Las inadmisibles consecuencias

Hay quien habla de lo cansino, lo aburrido, lo pesado que podrá llegar a ser abrir el teléfono y encontrarse catorce WhatsApps con la propaganda electoral de los cuatro o cinco Partidos que hayan tenido la oportunidad, el dinero y la organización suficiente para desarrollar el Art. 58 en su nueva versión.

En mi opinión, ése sería el menor de nuestros problemas. A partir de las informaciones que la Ley va a permitir a los Partidos conseguir de cada uno de nosotros, será un juego de niños elaborar nuestro perfil como comprador de lo que sea, en este caso, de ideologías políticas, o, si se prefiere, nuestro perfil de votante, que es de lo que se trata.

Estamos en la época de las posverdades, de las mentiras, de las verdades alternativas. Lo que usted y yo y el señor aquél de la esquina vamos a recibir en nuestro teléfono, en la pantalla de nuestro ordenador, van a ser mensajes incendiarios que tratarán de destruir la honra y la fama del contrario, que nos alertarán contra los riesgos de tal o cual práctica que no coincida con el ideario o con el programa del Partido que nos lo manda.

Leeremos barbaridades. El adversario siempre será el demonio. Según quien escriba, los inmigrantes son violadores y criminales, intoxicadores, herejes de la peor especie. Todos los banqueros son atracadores. Y el contrario será también un émulo de Hitler o de Stalin, o de los dos al mismo tiempo, dependiendo de quién nos escriba. 

Y muchos de nosotros, espero que ni usted ni yo, caeremos en la trampa, nos infectaremos y haremos circular la infamia que nos ha llegado de fuente anónima. Luego votaremos creyendo que somos libres, que alguna vez lo fuimos.

Porque, querido lector, admitido el principio, de poco han de valer las medidas aparentemente garantistas que se quieren introducir en la Ley para evitar desmanes. No serán, desde luego, los Partidos los firmantes de los mensjes, sino mercenarios expertos quienes se ocupen de la labor.

Quiénes pretenden semejante atropello y qué puede hacerse

Todos los Partidos. En esto ha habido unanimidad. Unos han propuesto, otros han apoyado y otros han callado. Nadie, nadie, nadie se ha opuesto. Todos están interesados en cazar en ese coto sin riesgo de ilegalidad.

No soy Catedrático de Derecho Constitucional, pero tengo para mí que ese increíble cheque en blanco que se les regala a los Partidos es inconstitucional. Al menos, si miro a mi alrededor, puedo ver que ya ha habido otros países con lo que nos gusta compararnos que no toleran semejantes actividades.

Italia, un país que en los momentos presentes dista de ser un ejemplo en otros aspectos, prohibió desde la primavera de 2014 la utilización con fines políticos de datos personales que figuren en internet.

Francia en 2016 exige el consentimiento previo y explícito para autorizar la lícita utilización de los datos personales de los votantes.

Al año siguiente el Reino Unido optó por una fórmula similar, imponiendo a las formaciones políticas la obligación de informar al ciudadano personal y directamente sobre los datos con que cuenta de él y sobre el destino que proyecta darles.

Sobre estas bases, con estos ejemplos fuera de nuestras fronteras, y con los mecanismos disponibles ¿qué podemos hacer?

Usted y yo, poco, amigo lector, salvo ir tomando conciencia de lo que se nos viene encima y estar dispuestos a apoyar cualquier iniciativa que trate de evitar semejante atentado a nuestra intimidad.

Creo que sería una buena ocasión para utilizar el recurso ante el Tribunal Constitucional por parte del Defensor del Pueblo. A algunos puede habérseles olvidado, pero el Defensor del Pueblo dicen que sigue existiendo y, al menos sobre el papel, está ahí para hacer lo que su nombre indica: defendernos. 

Incluso de las agresiones de quienes hemos elegido para representarnos, si necesario fuera. Pocas ocasiones como ésta para demostrar que el coste de la institución está más que justificado.

Hay otra vía. Difícil de transitar a título individual, pero seguramente más eficaz que ninguna otra: Europa. Lo que nuestros Partidos pretenden va frontalmente en contra del pensamiento y de la normativa europea y es más que posible que en unos tiempos en los que los peligros vienen de tantos campos, las instituciones comunitarias no dejen pasar tan bestial ataque a la dignidad del ciudadano, a su seguridad, a su intimidad.

Confiemos, y, antes, si es posible, seamos conscientes del riesgo que nos acecha.