viernes, 20 de abril de 2018

Tiempo de desasosiego

Pintan bastos

Hay un tiempo para la esperanza y otro para el desánimo; un tiempo para la ilusión y otro para la congoja. 

Días en los que miras a tu alrededor y encuentras motivos sobrados para inspirar cuanto oxígeno quepa en tus pulmones, sonreír y salir de casa a disfrutar la mañana, sin que importe que llueva o haga sol.

Y otros, quizás iguales al anterior, en los que el desasosiego, la melancolía, la nostalgia de momentos que viviste y ahora recuerdas, te encogen el ánimo, frenan cualquier deseo de hacer nada y te devuelven a ti mismo con la vana pretensión de que sólo eso, refugiarte en tu mente, sea la solución para algo, siquiera sea para garantizar tu salud mental.

Es evidente que ahora, cuando estoy escribiendo estas líneas, me encuentro en uno de esos días negros en los que tan difícil resulta encontrar las razones de por qué tú mismo, si, tú, hubo un tiempo en el que pensabas que el futuro era nuestro, que todo lo bueno era posible y que, además, íbamos a conseguirlo.

Y es que en estos días no hay canal de entrada de información que esté en condiciones de suministrarte vitaminas mentales que te alegren la existencia. Por lo que a mí respecta, tengo la impresión de que lo que leo, oigo, veo, está desenfocado, que no toca el meollo de la cuestión y se centra, sobre todo, en soliviantar al contribuyente.

El "edificante" espectáculo de la clase política

Una epidemia de currículos ficticios

No tiene demasiada importancia en sí mismo. En realidad es de una banalidad monumental, pero ¿qué decir del manoseadísimo “Caso Cifuentes”? Nadie parece ser capaz de dar con la tecla.
  • Lo peor no es que la Srª Presidente de la Comunidad de Madrid haya mentido. No es bueno, desde luego, pero hubo un tiempo en el que la cultura mediterránea, más sabia y menos hipócrita que la anglosajona, habría integrado el caso como uno más de los divertidos pecadillos propios de cualquier cargo público.
  • Lo peor, por una parte, ha sido la cerril (cerril, no cerrada) defensa del caso que ha pretendido hacerse desde su propio Partido con el increíble argumento que “es de los nuestros”, y, por otra, utilizar los múltiples casos similares que podrían haberse dado en otros Partidos para minimizar la gravedad del caso. 
  • 509 mentiras en otros tantos currículos de veinte formaciones políticas diferentes, no limpian el máster de la Srª Cifuentes ¿Está esto claro, o vamos a seguir, creyendo que si los demás son sinvergüenzas nosotros estamos autorizados a serlo?
  • Lo peor no es si hubo falsedad o no en tal o cual documento, sino estar dispuestos a llevarse por delante el prestigio de una Universidad en vez de asumir lo que, guste o no, es inexorable: justa o injustamente, la Srª Cifuentes es ya un cadáver político, así que debería retirarse antes de que empiece a oler. 
 Por cierto, sigo preguntándome el por qué de la insólita manía que les ha entrado a nuestros incompetentes políticos de no importa qué Partido en intentar convencernos de su valía a base de titulaciones académicas. Tal como yo lo veo, contemplando el deplorable rendimiento de nuestra clase dirigente, lo mejor para ellos y para nuestras instituciones es que presumieran de lo contrario, de ignorancia. Al menos nos cabría la duda de qué habrían sido capaces de hacer si hubieran tenido acceso a una formación superior.

Nada nuevo en Cataluña. O sea, cada vez peor.

No hace falta cambiar de canal o de diario: antes o después, nos habrán puesto al día del último dislate ocurrido al Oeste del Ebro.
  • Habrá quien opine que la Justicia alemana está de los nervios o que a algunos de sus Jueces les falta la formación jurídica mínima indispensable para poder ejercer su alta función. Y habrá quien piense, como de costumbre, que los Jueces sólo aciertan cuando sus sentencias coinciden al milímetro con nuestro propio juicio previo, aunque no nos hayamos tomado la molestia de leer ni el auto del Juez Llerena, ni, mucho menos, la traducción de lo que dijeron los alemanes.
  • Oiremos arriesgados comentarios sobre lo que puede esperarse de las crecientes, eso parece, disensiones en el seno de las formaciones secesionistas. Nadie, o pocos, caen en la cuenta de que eso, si andan o no a la greña los que están más cerca de Puigdemont que de Jonqueras, o equidistantes o no respecto a los antisistema, es lo de menos, porque no afecta al fondo de la cuestión.
  • Y eso, el centro neurálgico del problema, es que uno de cada dos catalanes, voto arriba o abajo, no se siente español; que eso es el resultado de que las nuevas generaciones han sido educados mayoritariamente en el dogmatismo y la mentira.
  • Pasan los días, los años, y nadie intenta solucionar las claves del problema: el sistema educativo, el mundo podrido de la información manipulada, la impunidad de lustros de ignorancia de las resoluciones judiciales sin consecuencias. Y que, por consiguiente, cada día estaremos un poco más cerca del desastre, porque en política las batallas que no se dan, son batallas perdidas.
Nuestra clase política sigue viviendo en "La Montaña Mágica"

  Observo el carnaval de mi país y doy en pensar que la práctica totalidad de los Partidos marchan despreocupados camino del suicidio. Cada barómetro social que se publica, veo repetido el nulo aprecio de mis conciudadanos por los sedicentes representantes de la voluntad popular, y no me extraña, porque soy uno más de los que así piensan. 

Los unos, los otros, los viejos, los nuevos, la derecha, la derecha de la derecha, la izquierda, la izquierda de la izquierda, sólo piensan en cómo zancadillear al rival. Nadie se ocupa de la "res pública", del ciudadano, más que para que pedir su voto, normalmente, engaño mediante ¡Qué espectáculo!
  • Dicen que el PSOE anda ocupado en robarle candidatos a los que tiene a su izquierda. Por supuesto, sus dirigentes lo niegan, como era de esperar, o sea que debe de ser ciero. Y no sé qué es peor, si la certidumbre  de que están pescando en caladeros ajenos, o si lo hacen porque no tienen dónde elegir en el suyo. 
  • Podemos deja sobre la mesa a diario las flagrantes contradicciones entre sus proclamas de democracia pura, purísima por encima de todo, ¡incluso de la Ley! mientras se comporta en su interior con los peores resabios autoritarios que se puedan imaginar (“¡Tonterías, ni media”!)
  • En cuanto a Ciudadanos, lo malo no es que carezca de experiencia, nadie la tiene antes de empezar, sino su preocupante distancia entre lo que dice un día y lo que hace el siguiente, porque también ellos resulta que tienen cadáveres en los armarios, aunque se autoproclamen los garantes de la limpieza.
  • Y en el PP… El Sr. Rajoy sigue mejorando día a día su estampa de Don Tancredo, mientras al inefable Sr. Montoro le da ahora por contradecir al Tribunal Supremo y suministrar el enésimo balón de oxígeno al secesionismo. 
  • ¿Es que nadie tiene alguna idea de cómo resolver los problemas políticos desde la Política? ¿Dónde quedaron aquellos principios de el Partido por delante del militante y España por encima del Partido?
El pantanal de las Redes Sociales

Deambulo por las redes sociales y sólo encuentro crispación, bulos, insultos groseros, mentiras flagrantes, llamadas a la ira, al desquite, a la indignación, al precio que sea.
  • Noticias alarmantes sin asomo de confirmación alguna se desplazan a la velocidad de la luz, porque, tal como se ha descubierto, resulta más creíble la mentira, si anuncia desgracias o llama a la guerra, que la verdad que suele ser bastante más sosa.
  • Viejos colegas que me han dado sobradas muestras de cordura durante decenios, los encuentro trasmutados en iracundos contribuyentes pidiéndome a diario que sea yo mismo el siguiente eslabón de la cadena del odio. (¡”Pásalo!”. Pues no, lo siento, conmigo no contéis)
  • Amigos que en su día creamos un chat para reírnos con nuestras cosas, acabamos cayendo en el general vicio de dar pábulo a las “fake news” más llamativas (disculpadme el anglicismo, pero me parece, por ahora, muy significante) ya traten asuntos que nos atañen, como la revalorización de las pensiones, o se refieran a suposiciones sobre si en tal familia, la suegra y la nuera se llevan peor o mejor. 
  • El insulto suplanta al argumento. Eres “facha” o “rojo”, o unas veces una cosa y otras la contraria, dependiendo de a quién le lleves la contraria. Adjetivos usados como navajas tabernarias por gentes que en muchos casos carecen del más elemental conocimiento que les permita discernir si el Almirante Cervera fue un héroe o un juguete roto en manos del destino.

Iba a decir que nadie se libra, pero no, por fortuna participo en un chat en el que, hasta ahora, nos hemos librado de la maledicencia, las barbaridades, las injurias, los epítetos de grueso calibre, la desmesura. Quiero que siga así, más preocupado por los avatares de cualquiera de sus miembros que por si el Sr. Maduro ha dicho o dejado de decir lo primero que se la haya ocurrido.

Hasta el deporte se ha contagiado

Y, claro ¿Por qué habría de esperarse que el deporte se librara de tanta turbulencia? Mañana (escribo  estas líneas la víspera de la final de la Copa del Rey) algunos miles de seguidores del Barcelona abuchearán al Rey, y pitarán el Himno de España. Seguro. Como cada uno de los últimos años en los que el Barça o el Bilbao han jugado la final. 
  • Ya me han llegado mensajes pidiendo que si eso ocurre se suspenda el partido. ¿Por qué no? ¿Por qué? Y yo pregunto ¿Y por qué no se ha hecho nada en los últimos años modificando la normativa vigente y habilitar a quien corresponda para suspender el partido o, incluso para retirar de la competición al equipo responsable?
  • Pasará otro año y se repetirá el bochorno dentro de doce meses porque pasado el furor de la dos próximas semanas, volveremos a encolerizarnos por la enésima bobada que nos llegue a nuestro teléfono y nos olvidaremos de la pitada.
  • Mientras tanto, el Presidente del Club catalán declara, solemne, serio y como quien descubre el Mediterráneo, que cada uno es muy libre de expresar sus emociones y que su Club siempre defenderá la libertad de expresión. 
  • ¡Libertad de expresión! Me pregunto si el pulquérrimo y muy demócrata Presidente culé entendería que quienes pusieran en duda la moralidad de su señora madre también deberían estar amparados por la libertad de expresión, y, por otra parte, cuándo, cómo y dónde pretende defender el derecho a no ser ofendidos de los cientos de miles de seguidores de su Club que ni son catalanes, ni odian al Rey, ni tienen más bandera ni más himno que los de España.
  • Tres mil agentes de las fuerzas de orden público “tratarán de garantizar la normalidad para el partido de mañana". Eso he visto en el telediario ¿Es que alguien piensa que puede hablarse de “normalidad” si se necesita un ejército para evitar que cuatro manadas de descerebrados conviertan un acontecimiento deportivo en una batalla campal? Sí, si lo hay: los redactores y locutores de nuestros noticieros ven “normal” el despliegue policial. Y supongo que quienes mandan a la tropa y a los locutores, también.
No nos engañemos: el problema somos nosotros. Todos nosotros

O sea que, como es de suponer, el verdadero problema está más allá, más lejos y más profundo que en el tan denostado universo de “La Política”. Está en la calle, en las cabezas de millones de compatriotas que sólo hablan de derechos y dan por supuesto que las obligaciones son para los demás; cosas del pasado, seguramente del franquismo.

Salgo a la calle y veo a un atribulado cuarentón pastoreando a un quinceañero enrabietado que se ha liado a patadas con la marquesina de una parada de autobuses. Presto atención y descubro que el zangolotino, tatuado, malhablado y peor vestido reclama el cambio de su teléfono por que es el único de sus amigos que aún no cuenta con la última versión del I-Phone. ¿Qué puede hacer el padre? Nada, salvo sumarse a la protesta y emprenderla mánsamente a cabezazos contra la pared más próxima porque con la edad de su vástago ya es tarde para inculcarle alguna idea sensata en su mollera. Esas cosas hay que empezarlas mucho antes.

Y es ahora, cuando he vuelto a casa cuando me hago la pregunta cuya contestación, si la encuentro, procuraré darla a conocer a quienes tienen la paciencia de leerme de vez en cuando. ¿Qué podemos hacer el común de los mortales que no somos ni Diputados, ni Presidentes de ningún Club, ni miembros de una peña violenta de seguidores de club alguno de fútbol, ni mucho menos Ministros, ni Presidentes de Gobierno, ni siquiera líderes de engendros pensados para soliviantar a la ciudadanía?






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