martes, 1 de mayo de 2018

Por un puñado de votos

Malos tiempos

Observo estupefacto a mi alrededor los espasmódicos movimientos no de la ciudadanía, que podría entenderlos aunque no los compartiera, sino de nuestros políticos de uno y otro signo y me afianzo en mi idea de que la democracia está pasando por un mal trance en mi país.

Es posible que ese mal momento no sea exclusivo de España (¿o será mucho más que un traspiés pasajero y estaremos ante las pruebas evidentes del final de una época, de un sistema?). Veo el comportamiento de nuestros congéneres de otros pueblos y según lo que puede deducirse de lo que cuentan periódicos y telediarios no encuentro diferencias sustanciales entre ellos y nosotros.

Pero empecemos por lo que tenemos más cerca. Apenas apagados los ecos de las esperpénticas peripecias de la que un día fuera la gran esperanza blanca de la derecha, se nos ha venido encima el seísmo causado por la sentencia recaída en el archiconocido caso de “La manada”.

“La Manada”

“Manada. 2.- Conjunto de animales de la misma especie que andan reunidos”. Eso dice el Diccionario de la RAE en segunda acepción. No especifica el diccionario a qué tipo de animales se refiere, aunque tiendo a pensar que podría referirse a animales no racionales, o menos racionales que los que pasan por ser humanos.

La Manada. Grupo asilvestrado, clan invasor, colectivo predador que sale de razia por las calles de cualquier ciudad amparándose en el anonimato, prevaliéndose de la supuesta impunidad que se deduce de un territorio en fiesta, para avasallar a hembras que podrían ser de su misma especie, si no fuera porque su comportamiento bestial aleja a los miembros de La Manada de la especie humana.

Veo sus fotografías, leo lo que otros ponen en sus bocas, escucho los argumentos con los que pretenden ser defendidos y se me abren las carnes pensando que cualquiera de ellos podría ser el vecino del piso de abajo, un compañero de trabajo, sin sospechar la especie de bestia que se esconde bajo una apariencia tan inocua.

No sabemos cuántas veces más habrán llevado a cabo sus hazañas antes de los sucesos de los pasados San Fermines. Parece que no es su primera fechoría. No obstante, si hacemos casos a algunas de las alegaciones escuchadas a sus abogados defensores “eran buenos hijos de familia”, lo que sólo puedo interpretar en el sentido de que jamás han violado a sus madres, hijas o hermanas, es decir, a sus familiares.

Esta vez, por suerte para todos, sus hazañas, las de esos buenos hijos de familia, quedaron al descubierto y terminaron en manos de la justicia. Tarde, como de costumbre, se dictó sentencia. Sentencia condenatoria, dicho sea de paso, que no ha acallado la indignación que la felonía de La Manada había provocado. 

Ellos y sus defensores, y uno de los jueces, esperaban la absolución. Sexo y jolgorio, dice uno de los jueces. Todos estaban disfrutando, también la chica, así es que no saben a qué viene tanto rasgarse las vestiduras. Según uno de los acusados, el sexo en grupo es algo normal. Tal vez en su familia lo sea y por eso se les califica de buenos hijos, porque están repitiendo lo que han visto a su alrededor desde que nacieron.

La ciudadanía en su inmensa mayoría no ha entendido los términos de una sentencia que no habrá leído, pero cuyo resumen conocen muy bien. Lo ocurrido en Pamplona no fue violación en grupo, sino un punto menos: abusos deshonestos.

Lo que grita la calle

Escucho decir que quienes salen a la calle clamando más severidad con los de La Manada, carecen de conocimientos suficientes para evaluar correctamente las pruebas aportadas en el juicio o para discernir los términos exactos de nuestra legislación al respecto. 

O sea, que ha habido un juicio inapelable cuya sentencia la dictó el pueblo soberano hace meses y que todo lo que no sea acomodar los términos de la sentencia a lo que opina “La Gente” debe ser rechazado, corregido, anulado cuanto antes.

Vamos por partes.

  • Para empezar, claro que la inmensa mayoría de los manifestantes no tiene la menor idea de Derecho. ¿Quiere eso decir que sólo podrían haberse manifestado los Licenciados en Derecho con algún Máster en Derecho Penal?
  • El pueblo tiene perfecto derecho a manifestar su aprobación o su descontento con ésta y con cualquiera otra manifestación de cualquiera de los tres poderes del Estado. No faltaría más.
  • Lo que ni quiere decir que la ciudadanía tenga razón porque el sentir sea mayoritario, ni, mucho menos, que el “petitum” de esas manifestaciones, si es que es unidireccional tenga que condicionar el comportamiento inmediato, ni de los Tribunales, ni del Gobierno, ni del Poder Legislativo. 

Los Jueces que dictaron sentencia

Tardaron mucho, como viene siendo habitual. Hay quien dice que como no estaban de acuerdo, necesitaron tantos meses desde que el juicio quedó visto para sentencia, para ver si lograban la unanimidad.

¿Y por qué habría de haberla? Los Tribunales se componen siempre de número impar precisamente para impedir el “empate”, luego si había desacuerdo, se emite voto particular, como acabó pasando, por otra parte, y listos.

Lo que ocurre es que el voto particular se extiende a lo largo de más de 200 páginas, más que algunas novelas, y eso no se redacta en un fin de semana. Es evidente que nuestro Derecho Procesal no ha sabido resolver hasta el momento el viejo aforismo de que “Justicia a destiempo es injusticia”.

Y dieron a luz un ratón, como en el parto de los montes, que no ha dejado satisfecho a nadie. En mi opinión, el hecho en sí es algo que no debería escandalizar demasiado. Casos así ocurren a diario. Por eso el sistema judicial prevé los recursos subsiguientes. Hay, pues, posibilidades de volver a examinar las circunstancias del caso y revisar cuanto haya de ser revisado.

Admitamos, yo así lo creo, que la sentencia es un error monumental. Pese a todo, en nuestro sistema, y en el de cualquier país democrático, una sentencia injusta es un avatar previsible y, como corregible, admisible. Lo que es inadmisible es que, al hilo de una sentencia más que discutible, incluso deleznable, pretenda ponerse en cuestión los fundamentos mismos de la democracia. 

Quizás el verdadero problema es que para muchos de nuestros ciudadanos, y, lo que es peor, para muchos de nuestros dirigentes, la esencia de la democracia radique, nada más, en votar cada cuatro años. No hay democracia sin elecciones, por supuesto, pero sólo elecciones no son democracia.

La absoluta, estricta y nítida división entre el Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial es el fundamento mismo de la democracia en la versión que conocemos desde la Revolución francesa. Pretender cuestionar la independencia de cualquiera de los tres es dinamitar el sistema.

¿Cuantos de nuestros políticos creen de verdad en el esencial principio de la división de poderes? Como anoche me recordaba un buen amigo “Montesquieu está muerto y enterrado”. (¡Montesquieu! Me pregunto cuántos de nuestros políticos saben de quién hablo y cuántos lo han leído) 


Y la clase política volvió a dar la nota, como de costumbre

Pero ¿qué les pasa a nuestros dirigentes? ¿Es que no puede pasar una semana sin que den muestras de su incapacidad para gobernarnos? ¡Qué barbaridades hemos oído en cuatro días!

Los líderes de toooodos los Partidos ¡Todos! han clamado por una modificación inmediata de nuestro Código Penal. ¿Porque no está a la altura de los tiempos? ¿Porque no se puede dar lugar a que se repita algo como lo que han hecho los jueces con los miembros de La Manada? ¿Porque las mujeres merecen mejor suerte?

¡Si al menos fuera por eso! En absoluto. Lo que todos los Partidos han percibido es que hay una enorme marea ciudadana que quiere algo, una cosa, ya veremos cuál, y que, por tanto, hay que prometer darles satisfacción inmediata porque cada uno de los manifestantes es un votante potencial. Eso es todo. Lamentablemente.

Así que si eso quiere la calle, legislemos deprisa y corriendo, mejor hoy que mañana. Nos equivocaremos, que legislar con prisa no es bueno para nada pero ¿que más da, si a la próxima movida callejera pediremos volver a cambiar las Leyes?

De entre toda la baraúnda de declaraciones a cual más altisonante, me quedo con dos que me han parecido indignantemente significativas.

El Ministro de Justicia, el de Justicia, no el de Transportes, ni el de Agricultura, ha sugerido que el Consejo General del Poder Judicial debería de haber tomado medidas inmediatas, incluso previas ¡contra el Juez discrepante! y ha deslizado comentarios que ponen en cuestión la idoneidad del Juez para cumplir con su cometido.

  • Se mire por donde se mire, esa injerencia de un miembro del Gobierno en el quehacer de un Tribunal es un torpedo bajo la línea de flotación del principio de la independencia judicial. 
  • Un miembro del mismo Gobierno que lleva años haciendo descansar sus políticas en la acción de los Jueces, aprovechándose de ella para tapar su inacción, clama ahora contra un Tribunal  porque no le gusta su sentencia ¡y pide que se tomen medidas!
  • No creo exagerar si digo que el PP no ha sido nunca punta de lanza en las reivindicaciones feministas. Por tanto ¿Qué está pasando?
  • En mi opinión, un Gobierno en descomposición, un Partido en el que se ha desatado la lucha de todos contra todos, el sálvese quien pueda, permite que uno de sus más cualificados miembros diga barbaridades de dudosa legitimidad democrática, sencillamente, porque, como dije antes, es ponerse en línea con lo que se grita en la calle. Igual eso rebaña dos puñados de votos.

La portavoz parlamentaria del PSOE, Dª Margarita Robles, ex Magistrada del Tribunal Supremo, se alinea con el Ministro de Justicia y viene a decir que si el Ministro lo dice, sus razones tendrá porque debe de tener más información que los demás para decir lo que ha dicho.

De verdad, creí que había oído mal, pero no: la portavoz del PSOE estaba de acuerdo con el Sr. Ministro de Justicia del Gobierno del PP en poner en la picota a uno de los Jueces de Pamplona. ¡Claro! Las encuestas indican que tampoco el PSOE pasa su mejor momento, así es que mejor estar atentos a lo que grita la gente no vaya a ser que por un prurito democrático más o menos fino, perdamos una mano de votos.

No creo que sea necesario saber tanto como el Ministro, ni siquiera como la Srª Robles para entender que una cosa es la discrepancia con el contenido concreto de una sentencia concreta, -medios procesales hay de sobra para corregir lo que deba ser enmendado- y otra muy distinta, aprovechar que el pronunciamiento de un Tribunal ocasiona indignación ciudadana para entrometerse en el terreno del Poder Judicial, intentar enmendar la plana a los Jueces y, llegado el caso, hasta cuestionar a uno de ellos.

O sea que…

Abomino del contenido de la sentencia. Me parece surrealista que reconocidos como probados ciertos hechos, se desconozcan sus consecuencias lógicas, pero me alineo con la indignación de Jueces, Fiscales y miembros del Consejo General del Poder Judicial y reclamo máximo respeto por el deslinde escrupuloso del marco de actuación entre los tres poderes.

Es más que probable que en lo tocante a los delitos de contenido sexual haya que revisar el Código Penal. Y quizás también otros capítulos más. Y de paso la Ley de Arrendamientos, la de Propiedad Intelectual, y, desde luego las de Enjuiciamiento Civil y Criminal. Y tantas otras. Hágase en buena hora, pero con calma, sosiego y cabeza. Pensando en un futuro a medio y largo plazo, no en las exigencias de masas indignadas de manifestantes. 


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