viernes, 26 de julio de 2019

Santiago y cierra España

Del mal en menos

Ayer, 25 de julio de 2019, día de Santiago, el Matamoros, el que ganó la batalla de Clavijo según la leyenda, el del viejo día de la consagración del Reino a su Patrón, Pedro Sánchez perdió la votación que le habría investido como Presidente del Gobierno de la Nación.

Por segunda vez en poco más de tres años, Pablo Iglesias y sus Diputados (y Diputadas, que casi se me olvida), la quintaesencia de la izquierda según ellos mismos, impidieron que el candidato socialista formara Gobierno. Cosas que pasan: dos de dos.

Tragedia para algunas, algunos y sus confluencias, alivio para otros, perplejidad para los poco avisados, compás de espera para los eclécticos, soy de los que creen que uno de los más plausibles diagnósticos del grotesco espectáculo que hemos padecido es que, según el dicho “del mal el menos”.

Habría sido deseable que hoy estuviéramos comentando qué podría esperarse de un nuevo Gobierno, estable, apoyado por suficientes fuerzas parlamentarias, cuánto habría habido de funambulismo político en el camino que lleva a la Moncloa y estable, y cuántas promesas escuchadas habrían de quedarse por el camino.

Hace muy pocas fechas, comentando el desconcierto instalado en el Congreso, utilicé el viejo dicharacho de “ni se muere padre, ni cenamos”; un amigo me contestó algo así como que mejor quedarse sin cenar que hacerlo mal, a lo que yo añadía, que eso dependía del menú.

Razón tenía mi amigo, que era lo que pretendía al contestarle: mejor acostarse en ayunas que con indigestión provocada por según qué clase de alimentos tóxicos.

“Y nos molieron a palos, los sarracenos, que Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos”

Eso debió de pensar más de un podemita y tal vez alguno que otro que ya se frotaba las manos rehaciendo el cuento de la lechera, con la República catalana como final feliz. y dándose a sí mismos el calificativo de buenos.

Porque el problema para la mayoría de los españoles, creo yo, no era si gobernaba o no Sánchez, sino de quién habría dependido su cargo, y ahí, (puedo equivocarme, pero no lo creo) había algo así como un sentimiento mayoritario, por encima o por debajo de viejos conceptos -viejos pero vivos- como izquierda y derecha.

No quiero esconderme en mayorías inventadas, así que hablaré en primera persona: yo habría bramado de impotencia si la Presidencia hubiera dependido expresa o tácitamente del apoyo del independentismo.

No habría bramado pero hubiera torcido el gesto si del cóctel formaran parte licores nacionalistas y populistas, aunque no estuvieran pidiendo ayer por la tarde referéndums a la carta, y se limitaran a hacer como que nunca lo habían dicho, cuando lo cierto es que esas banderas continúan en sus documentos programáticos.

En cuanto al apoyo de Podemos… ¿Abrazo del oso? ¿Lobos con pieles de corderos? me ciño a sus textos y no me fío, como, al final se ha demostrado que tampoco lo ha hecho el candidato del PSOE.

Y ahora llega el día de las lamentaciones, reproches y admoniciones. En política, por definición, el culpable es siempre el otro, que no ha sabido estar a la altura de las circunstancias, que ha puesto por delante sus mezquinos intereses y… etc., etc. No estoy hablando de España 2019, estoy hablando de la Humanidad, desde los Sumerios a Donald Trump, que tampoco ha pasado tanto tiempo.

Todos son y somos culpables, o sea, todos somos inocentes, pero no se pueden pedir peras al olmo

Llegado el día de los análisis, llama la atención verificar con qué desparpajo se olvidan los pronósticos de hace un par de días y se editorializa sobre “lo que se veía venir”.

¿Qué más da? Ni siquiera tenemos que dar por hecho que si sabemos por qué ha pasado algo, podríamos evitarlo en el futuro, porque no es así.

Nadie ha estado a la altura de las circunstancias (Nadie de los que cuentan, porque ser consecuentes desde posiciones irrelevantes tampoco tiene mayor mérito).

Unos han jugado a la catástrofe desde el principio, anunciando el desembarco de la tropa indeseable de bandoleros populistas y salteadores secesionistas, y como ellos sabían que eso se estaba negociando en la sala del miedo, ¿para qué perder el tiempo en comedietas?

Otros han fingido que negociaban cuando desde el principio sabían que nunca iban a caer en trampas de las que ya habían escapado en alguna otra ocasión. Acertaron en la estrategia y erraron en la táctica, porque han dejado el regusto desagradable de que nos estaban tomando por memos a los votantes.

Algunos se han encerrado en sus castillos viendo las miserias de su país conscientes de que el paisanaje iba a entender que no eran ellos, precisamente ellos, quienes tuvieran que dar la llave de la gobernabilildad a quienes durante cuarenta años eran su alternativa, su contrincante, o su enemigo, dependía eso de quién fuera el portavoz en cada momento.

No han faltado quienes esperaban cruzando los dedos para que tirios y troyanos dejaran de morderse, firmaran el acuerdo y les dejaran a ellos el papel de comparsas, por el que pensaban empezar a cobrar peajes, justo después de que se levantara la sesión. No ha sido así y ya algún bramador transfigurado en moderado orador ha advertido que lamentarán lo malos que han sido.

Estaban los que pueden caber dentro del dicho (hoy va de refranes) de no pedir peras al olmo. Vox no tiene por qué perder ni un segundo decidiendo qué debe de votar si lo que está en juego es la Presidencia para un socialista. Ni Puigdemont ni sus turiferarios culiparlantes pueden esperar nada de Sánchez, así que ni estaban por el sí, ni se les esperaba: sólo un referéndum pactado y vinculante, (o sea, impuesto y resuelto antes del recuento) satisfacía sus delirios, y eso no entraba en la agenda del candidato.

Aunque más parecen membrillos que peras quienes se pasaron las sesiones clamando contra la banda, el botín a repartir y otras lindezas. No deja de ser chusco verificar el considerable desconcierto disfrazado de indignación de quien tan sobreactuado anda estos últimos tiempos cuando ha comprobado que ¡vaya por Dios! la realidad no se ha acomodado a su discurso ¿será posible?

Queda el estrambote

Hablaba yo en el encabezamiento del apartado anterior de que todos somos culpables. Nosotros, o sea usted y yo y aquella señora bajita del fondo de la sala.

¿Seguro? Absolutamente ¿Son extraterrestres los parlamentarios españoles? ¿Serán diablos y ángeles, o una y otra cosa dependiendo de quién los observe? ¿Trasgos, fantasmas, gnomos, zombies?

Ya saben que no. Son conciudadanos llevados en volandas a sus escaños por nuestros votos o por nuestras abstenciones, así es que la próxima vez que le pidan su voto, adminístrelo con sumo cuidado, porque luego pasa lo que pasa. Procuraré aplicarme mi propia medicina.

Mientras tanto, descartando nuestra mala fe el día de las elecciones, demos por bueno que lo que de verdad somos no es culpables, sino responsables, que siempre suena mejor.

¿Saco la bola de adivinar?

Como quieran (o como no quieran, que, al final, haré, como siempre, lo que mejor me cuadre).
Habrá elecciones en otoño, porque

- Le guste o no, yo creo que no, al Profesor Iglesias a su copropietaria del chalé serrano y al siempre ocurrente Dr. Echenique, don Pedro les tiene calados y no se fía de ellos.

- Ha pasado muy poco tiempo para que el Sr. Rivera, por su boca o por la de su portavoz, la nena que tan hermosos pollos soporta cuando le da por ir de moderna el día que no toca, poco margen tiene para ir en dirección contraria sin que le fallen los frenos.

- Tendremos Sentencia en el asuntillo ese del Nordeste de la Península y a ver cómo explican los “torreznos” (seguidores de Torra), Rufianes y demás compadres amarillentos que van a facilitar el Gobierno a quien no se haya comprometido antes a sacarlos en hombros de las cárceles, dejarles volver de donde huyeron, o permitirles levantar fronteras donde no las ha habido nunca.

Ese día, que llegará, esperemos que los elegidos por nosotros hagan mejor sus deberes.

Buenas vacaciones, amigos. Durante el mes de agosto no pienso ocupar vuestro tiempo con mis elucubraciones, aunque igual me da por ofreceros algún relato sin relación con lo que pasa a nuestro alrededor.















domingo, 21 de julio de 2019

Bien está lo que bien acaba

Esperemos que así sea

Esperemos, pero hoy, domingo 21 de julio, me parece un final poco menos que imposible.
¿Recuerdan a Pirandello? Fue Premio Nobel de Literatura y es el autor de la obra cuyo título, “Bien está lo que bien acaba”, he tomado prestado para este post.

Les aseguro que olvidaría los despropósitos y las consiguientes angustias del tiempo que estamos viviendo si el final de tantas idas y venidas, tantos dimes y diretes, tantas últimas palabras, fuera conveniente para el bien común.

Es obvio que hay más de una versión de qué es hoy el bien común. Peor aún: hay versiones contradictorias. Irreconciliables, incluso. Quizás por ello tengo la impresión de que ninguno de los actores principales del reparto está interpretando bien su papel.

Hace un par de días, desde posiciones políticas bastante alejadas, leí opiniones coincidentes sobre el momento actual a dos ex Presidentes de Gobierno, Felipe González y José María Aznar.

No es casualidad. Unos habrán votado en su día a uno, otros al otro y no faltará quien abomine de ambos. Desde mi punto de vista, han sido dos Presidentes con suficiente peso específico como para escuchar lo que digan, se comparta o no. 

Diagnósticos parecidos, tratamientos semejantes. Ambos llamaban a la cordura, y los dos daban versiones muy parecidas de qué entendían por cordura: en pocas palabras, buscar el centro y huir de los extremos.

El guión va por otro lado

Me gustaría equivocarme, pero parece que nadie está haciendo lo preciso para que las cosas terminen bien. Por excepción, y como prueba de que la política y la economía se influyen pero no son la misma cosa, los últimos estudios de instituciones europeas y alguna española, como el BBVA, anuncian que nuestras previsiones de crecimiento deben de revisarse al alza y de que pese al agorero lamento del mandamás del Banco de España, el incremento del salario mínimo no va a devolver España a la Edad Media.

Puedo entender que Pedro Sánchez quiera ser Presidente de Gobierno. Obtuvo más votos que nadie y sabe sumar y restar. Ve, por tanto, que hay múltiples combinaciones diferentes, cada una de las cuales vale para que siga en La Moncloa.

Estoy en condiciones de admitir que las, los o les que tomen las decisiones en Unidas Podemos quieran cobrarse las ayudas que saben suficientes para que Sánchez conserve su puesto. Hasta entiendo que el cobro lo quieran en sillones ministeriales. Que se lo den o no, es harina de otro costal. Del costal de Sánchez, en concreto.

No tengo por qué extrañarme de que Santiago Abascal toque a rebato y exija que quien busque su apoyo sea consecuente y no mire para otro lado cuando él entre en un salón. Me veo en su lugar (sólo es una figura retórica) y me llevarían los diablos tantos remilgos, todos cara a la galería, convirtiendo en estúpido al ciudadano.

Es comprensible que Casado, segundo en votos conseguidos, líder, por tanto, de la oposición y conocedor, también, de la matemática parlamentaria se resista a que su principal contrincante se salga con la suya.

Más me cuesta entender a Don Albert, otrora paladín del liberalismo, vocero del centro político y hoy incapaz de hablar con nadie que no sea aquél a quien aspira a desbancar como esencia de la derecha, pero, en fin, puedo intentar averiguar su obsesión por su peculiar versión del “no es no” de infausta memoria.

Preferiría que las cosas hubieran sido de otra manera, pero tampoco me extraña que los políticos presos quieran seguir siendo lo primero y dejar de ser lo segundo cuanto antes. Si prestar sus votos les ayuda a salir de la cárcel es comprensible que lo hagan saber de una u otra forma a quien suponen que tiene las llaves del calabozo. Hasta tiene su punto de milagrería ver al azote del españolismo, al mismísimo Sr. Rufián, oficiando de moderado ejemplar.

Tampoco es un disparate dar por supuesto que los restantes depositarios del voto popular traten de “hacer caja”, trapicheando sus ayudas. Es lo que mejor saben hacer, que no en balde llevan practicándolo desde que el General Franco dejó este mundo. 

El problema es la suma

Pero lo grave de la situación es que la suma de tanta posición comprensible lleva de cabeza al desastre. No es frecuente, pero, repito: la suma de una larga serie de posiciones con cierta lógica interna nos lleva a un laberinto sin salida. 

El puzzle no puede encajar porque muchas de las piezas son incompatibles entre sí, así que la única forma de evitarlo es que los actores de esta tragicomedia comprendan (ellos, no nosotros) que sólo renunciando a una parte importante de sus sueños pueden traernos a los ciudadanos paz, serenidad, Gobierno estable, tranquilidad, en definitiva.

Doy una vuelta más a la máquina de pensar y caigo en la cuenta de que ni todos los implicados tienen las mismas posibilidades de resolver la ecuación, ni es tan imposible de hacer lo que se les puede pedir a los que de verdad tienen en su mano el futuro inmediato.

¿Algún objetivo?

Sé que algunos lo verán de otra forma. Para mí, el desideratum sería conseguir un Gobierno estable, capaz de llegar al final de la legislatura con media docena de Leyes importantes aprobadas, el desempleo rondando cifras de un dígito, algunas medidas eficaces adoptadas en relación con la mejora medioambiental, consensos conseguidos cuando se haya tratado del futuro de las pensiones, de la orientación de la enseñanza y de las relaciones internacionales. Faltarían otras cosas, pero el saldo no habría estado mal.

Por el contrario, a la inmensa mayoría de los votantes, ya seamos ciudadanos, pueblo o “La Gente”, nos trae al pairo si tal o cual pelanas es o no Ministro, Ministra o lo que sea; si aquél que tanto grita, se abstiene o vota a favor, siempre que el resultado sea el mismo. Nos aburren las discusiones bizantinas sobre qué es cooperación, coalición, o concentración. Nos cansan las diatribas sobre si tal político y tal otro son aliados, aliados de los aliados o meros conocidos de vista que han quedado a tomar un cafelito.

Ellos, los que han sido elegidos para gobernarnos, deberían saber que a casi todos los ciudadanos, los que votamos blanco, los que lo hicieron negro y los que se quedaron en casa, nos importan las mismas cosas: cómo llegar a fin de mes, en qué momento la corrupción será algo del pasado, y, milagro entre los milagros, cuándo la clase política pondrá los intereses generales por delante de los suyos. 

¿Cómo conseguirlo?

No con un Gobierno apoyado en fuerzas múltiples y dispersas, prestas a cambiar de rumbo si esa Sentencia que llegará en el otoño no es conforme a sus delirios y el Gobierno no está dispuesto a ejercer su prerrogativa de aplicar indultos a troche y moche.

No con unos apoyos de gentes que hacen figurar en su programa, escrito y proclamado hasta hace una semana, el derecho de cualquier Comunidad Autónoma a decidir si sigue o no formando parte de España y ahora dicen que defender lo contrario no es ningún problema.

No, en resumen, apoyándose en la muleta de quienes desde hace cuarenta años (estos últimos, no los anteriores) han vendido o alquilado sus votos al mejor postor legislatura tras legislatura.

Como decía “El Guerra”, (el torero, se entiende) “Lo que no puede ser, no puede ser, y, además, es imposible”.

Lo posible, por el contrario, es ponerse de acuerdo entre quienes están dispuestos a jugar al mismo juego y con el mismo reglamento. Es decir, los que se mueven sin vacilaciones ni valores entendidos, ni subterfugios, ni reservas mentales dentro de la Constitución.

Más concreto aún: entre quienes ya han demostrado que eso, el respeto a la Constitución, ha sido siempre una constante en su modo de hacer política.

El resto de Partidos sigue y seguirá existiendo, desde luego, y sigue y seguirá teniendo derecho a defender aquello en lo que cree, pero los acuerdos con ellos sólo aportaría en estos momentos más confusión., más incertidumbre, más inestabilidad

Un poco más claro

¿Dónde iríamos con un Gobierno apoyado en formaciones que hoy llaman blanco lo que hasta ayer decían que era negro?
¿Qué ocurriría con los posibles apoyos secesionistas si el Tribunal Supremo condena a sus líderes a un buen número de años de cárcel?
¿Cómo se comportarían unos y otros si el Gobierno se niega en redondo a liberar a los políticos presos? 
¿Dimitirían los Ministros de Unidas Podemos?
¿Y qué consecuencias tendría hacer lo contrario, es decir, dejar en la calle a quienes el más alto Tribunal de la Nación ha considerado culpables de tan gravísimos delitos?
¿Hasta dónde llegaría la indignación del pueblo soberano?
¿Qué coste electoral (¿o es que eso no se ha pensado?) tendría para el gobernante que se plegara a las exigencias de esos precarios sostenes parlamentarios?

Más claro todavía (a riesgo de que algunos amigos se rasguen las vestiduras)

Partido Popular, Ciudadanos y Partido Socialista tienen la obligación de garantizar la gobernabilidad de España.

Los tres pueden hacerlo, ya saben cómo.

Si no lo hacen, la Historia en su momento y los votantes en el suyo, lo tendrán en cuenta. 










miércoles, 3 de julio de 2019

Europa, España y sus habitantes

Coincidencias circunstanciales

Escribo este post cuando tanto Europa como España se encuentran “Sede Vacante”. Más avanzado el proceso en Bruselas que en Madrid, en parte porque las elecciones europeas fueron antes que las legislativas en España, y en parte, supongo, porque nuestros euro-representantes han sido más diligentes.

Debajo de los cabildeos, vacilaciones, resultados contradictorios con acuerdos recién alcanzados en uno y otro espacio político, en Europa y en España, creo percibir indicios de excepcionalidad. Barrunto que lo que está pasando ante nuestros ojos no tiene demasiados precedentes en ninguno de los dos escenarios.

En Bruselas y en Madrid, asistimos perplejos a cómo el acuerdo de la noche se invalida por la mañana, porque, tal vez, en uno y otro caso, se pasó por alto la fuerza de la realidad, que jamás deja de serlo por más que se trate de ignorar, o por mucho que los menos avezados se rasguen las vestiduras cuando las cosas dejan de pasar como ellos estaban acostumbrados a ver.

No es más que un detalle, pero me ha llamado la atención que en el Parlamento Europeo haya un grupo de eurodiputados que parecen estar incómodos en sus asientos, como si estuvieran de prestado en territorio que les es ajeno: son los británicos partidarios decididos del brexit que ¡vaya por Dios! han comparecido luciendo camisetas amarillas. 

Como los secesionstas catalanes que, pese a declararse no españoles, ciudadanos de la inexistente República catalana, acuden a cada sesión del Parlamento Español del que abominan, pero del que cobran, luciendo en sus solapas los consabidos lazos amarillos.

Europa

Los resultados electorales dejan al grupo Popular como el más votado. Antes, eso equivalía a ganar las elecciones; ahora, no tanto. Reciben más votos que nadie, pero pierden apoyos en términos absolutos y relativos y son incapaces de gobernar solos.

Algo parecido les ocurre a los socialistas: siguen siendo el segundo grupo más votado, pero tampoco alcanzan las cotas anteriores, y, sobre todo -y esto sí es una novedad- por primera vez, una hipotética alianza de populares y socialdemócratas no alcanzaría la mayoría absoluta. No se trata de si estaban o no pensando en esa alianza, sino de que acuerdos puntuales entre ambos, no garantizan en absoluto su viabilidad. 

Hay pues, actores nuevos en el teatrillo de Bruselas, o el de Estrasburggo, o el de Luxemburgo, o en cualquier foro en el que se jueguen partidas que afecten a Europa. 

Por un lado, cada día hay más países en los que formaciones populistas de uno u otro signo reciben votos suficientes como para enviar sus Diputados a Bruselas. Por otro, el Grupo de Visegrado tiene fuerza suficiente como para influir en el Grupo Parlamentario más próximo a su ideología, el Popular, y conseguir que éste desautorice a Angela Merkel y su gestión en Osaka del reparto de altos puestos de la política europea. 

Si a estos países no les gusta el socialista Timmermans, el Partido Popular, el más votado, desautoriza a su gran referente, se queda de paso con el puesto en disputa y parece como si no hubiera pasado nada, pero no es cierto, sí ha pasado: Timmermans siempre defendió vigorosamente los valores que hicieron nacer el proyecto europeo, pero los países a quienes molestaba su postura lograron evitar su nombramiento. 

Por cierto: ¿El nombramiento de Borrell como Alto Comisario para las relaciones exteriores es una victoria para España o no? Iba a decir que depende de qué diario prefiera leer  cada uno, pero me parece que hay otros criterios para decidirlo. 

Tal como yo lo veo, una cosa es que Pedro Sánchez no haya obtenido lo que fue a buscar, (formar parte del triunvirato que dominara Europa que de momento sigue siendo una dupla de Cónsules, al modo republicano romano) y otra cosa es si hemos obtenido algún rédito de tanto viaje de nuestro Presidente. 

Me parece que sí, por bastantes razones, pero me limitaré a dar una: el independentismo catalán ya se ha quejado amargamente de su mala suerte. O sea, bien para todos los demás.

España

Pendiente aún de resolver alguno de los más emblemáticos galimatías autonómicos, se acerca a toda máquina la fecha de la investidura del Candidato Pedro Sánchez.

El Partido Socialista
El PSOE (El PSOE, no Pedro Sánchez, piense el Sr. Rivera lo que quiera) fue también el Partido más votado, pero tampoco consiguió votos suficientes como para considerarse ganador de las elecciones con capacidad para formar Gobierno sin más trabajo que elegir palmeros.

No ha sido así, y eso coloca al socialismo en una encrucijada estratégica: pactar por su izquierda, cosa relativamente sencilla aunque no cediera ni un solo sillón a Unidas Podemos y se limitara a hacer como que no había pedido votos nacionalistas que, sin duda, se le otorgarían. El precio a pagar, en credibilidad, en imagen internacional, en inestabilidad, y, en definitiva, en términos electorales, sería ruinoso.

La alternativa más deseada por muchos de sus votantes, por las fuerzas económicas del país y, al parecer, por buena parte de los que dieron su apoyo a Rivera, sería el pacto con Ciudadanos. Gobierno de centro izquierda, fortalecimiento del constitucionalismo en el problema catalán, independencia de las demás formaciones nacionalistas y garantía de tranquilidad durante cuatro años. Por el momento no parece posible.

El Partido Popular
El PP se quedó lejos de los socialistas, pero en muchos ámbitos detectó las posibilidades de acceder al Poder a través del pacto a tres, siempre que Vox moderara sus ambiciones y Ciudadanos dejara de hacer cálculos sobre en qué fecha pasaría por encima de los populares. 

La Dirección popular aún tiene por delante la consolidación del “casadismo”, la tarea de reducir los excesos verbales próximos a proclamas populistas del período electoral y, antes que nada, definir la línea estratégica a seguir en sus relaciones con Vox y con Ciudadanos, dando por supuesto que la fórmula de firmar en público con los segundos y en la sacristía con los primeros tiene más inconvenientes que ventajas, como se está demostrando.

De sus aciertos o de sus errores dependerá si cae en manos de su socio de la derecha, si éste le crea más quebraderos de cabeza que remedios le facilita y de si mantiene la posición privilegiada de alternativa real al PSOE, asumiendo mientras tanto la función de líder de la oposición, o asiste atribulado al triunfo de Rivera que busca reemplazarlo en ambas funciones.

En cuanto a facilitar la investidura de Sánchez... Ni Federico Jiménez Losantos tiene capacidad para convencer a Casado de que lo haga, aunque lo diga desde las páginas de "El Mundo"

Vox
Santiago Abascal supongo que está esperando a que la realidad se imponga: obtuvo los votos que los ciudadanos le dieron; ni uno menos. Con ellos en la mano, alcanzó una cuota de representatividad en los cuatro ámbitos en los que compitió y aspira, con toda la razón de su parte, a ser tenido en cuenta en la medida exacta del peso que le dieron los ciudadanos. Escandalizarse por que Vox pida que quienes le necesitan dejen de considerarlo un apestado me parece hipócrita.

Vox sabe que o alcanza la fuerza suficiente para no necesitar contar con nadie, o tiene una limitación evidente: no puede elegir socios. Le vienen dados de antemano y eso sólo le pasa a Vox. Ni siquiera a Unidas Podemos, que aún puede mirar no a su izquierda, pero sí al nacionalismo.

Pero lo que Abascal puede hacer, y empieza a hacer, es poner precio a los apoyos que le piden, cuando es evidente que son imprescindibles. Luego, esos precios pueden pagarse, regatearse o rechazarse, pero en este último caso, quienes lo hagan tienen que saber que cabe en lo posible que se encuentren con un portazo que dé al traste con sus cálculos.

Así que, tal como yo lo veo, el problema en esta parte del espectro político español no es Vox sino sus socios, sus remilgos y la falta de estrategias previas que habían sido sustituidas por el convencimiento ingenuo de que Abascal sólo tenía libre un camino: ir de palanganero de Casado.

El empalagoso discurso de Rivera
Ciudadanos nace como punta de lanza españolista en Cataluña (bienvenido sea el intento), de talante centrista, liberal y regenerador de la política hispana.

Cuando el PP de Rajoy entró en barrena, no le hizo ascos a llegar a acuerdos (un tanto gaseosos, cierto, pero acuerdos) con el PSOE.

Cuando hizo falta, coincidió con Rajoy y Sánchez en aplicar por primera vez el Art. 155 de la Constitución. Buena parte de la población recibimos como una buena noticia la aparente existencia de un bloque constitucionalista que ponía por delante la unidad de España a sus intereses partidistas.

En algún momento, debió de verse más alto, más guapo y más listo que Casado y decidió que quería ser “La Oposición”, aunque tuviera que aceptar la pérdida de influencia en su Cataluña de su alma, se dejara fotografiar en el lugar equivocado y con gente inadecuada.

Así que, si para sobrepasar a Casado tenía que ser visto como derecha, sólo derecha, toda la derecha y nada más que la derecha, pues se rechaza la cita del Presidente de Gobierno para hablar de la gobernabilidad del Estado, se hace como que no sabe qué hay entre su socio y el socio de su socio, ¡y tira para adelante con un sólo interlocutor disponible; un interlocutor al que todos sabemos que quiere hacer desaparecer cuanto antes para ocupar su puesto! Su problema es que el PP también lo sabe y no se fía del todo.

Unidas Podemos
Poco espacio quiero dedicarle a quien hace bien poco tiempo hacía temblar a las buenas gentes bienpensantes que se veían haciendo cola para comprar lentejas como en Venezuela

No sé si están “unidas” o no, pero no me cabe la menor duda de que cada día “pueden” menos. No estaba preparado, no señor, Don Pablo para que poco más o menos le vengan a decir “haz lo que te venga en gana. Ni cuento contigo ni te daré Ministerios, ni Cristo que lo fundó. Si quieres votarme, me votas; si no, con tu pan y tus confluencias tne lo comas”.
Así que diga lo que digan Iglesias o Montero, Unidas, bien podría quedarse compuesta y sin novio.

Pero el futuro no está escrito

¿Y si Pedro Sánchez hubiera aprendido que más vale solo que mal acompañado? Presentarse a la investidura a cuerpo limpio en el Parlamento, sin tener garantizados los apoyos suficientes parece un dislate ¿verdad?

Salvo que sea el primer acto de la siguiente campaña electoral, porque, si oímos lo que dicen unos y otros, naaaaadie quiere nuevas elecciones, pero todos hacen sus cábalas. 

Tantas que, no lo creo, pero no sería descartable que los cálculos de algunos les hagan mañana decir Diego, donde ayer dijeron digo.

Tan posiblemente equivocadas, que cuando alguno despierte podría encontrarse contando los votos perdidos en las elecciones de Septiembre.

Volviendo al principio
  • En Europa mantienen el tipo con apuros países decisivos como Alemania y Francia, pierden peso por razones obvias otros como Italia o Reino Unido, y asoman sus cabezas actores como los del llamado Grupo de Visegrado.
  • En esta nueva Europa, el papel de España debe ir creciendo, tanto como seamos capaces de hacerlo de fronteras para adentro.
  • En este sentido, tengo la sensación de que nuestras aguas no bajan tan revueltas como a veces se cree. El desempleo sigue disminuyendo, el Ibex aguanta y, parece, Europa nos mira algo mejor que hace muy pocos años.
  • ¿Y los medios de comunicación? Dedicados a incrementar su audiencia, o sus lectores, que es lo que más les gusta.
  • Los ciudadanos europeos, también los españoles, cada día somos menos crédulos, y es que el escepticismo no es un defecto, es una actitud nacida de la experiencia.