A la atención de "El Político de Turno"
Quisiera que estas líneas fueran una carta abierta dirigida a todos los integrantes de nuestra "Clase Política", tan cuestionada en estos tiempos. Una carta que llegara a las manos de todos ellos, concejales, parlamentarios autonómicos y estatales, Ministros, Estados Mayores de todos los Partidos, Portavoces, Consejeros, Asesores, ex Presidentes, a todos, incluso a los que niegan su condición de políticos mientras se dedican a manipular a los que lo son. Sé que es imposible, pero me gustaría que no sólo llegara a sus manos sino que dispusieran de tiempo y ganas suficientes para intentar comprender mis puntos de vista.
Como sé que eso es una quimera, haré lo que pueda, lo que esté en mi mano, para conseguir que alguien pueda llegar a darse por enterado, así que, para empezar, personalizaré mi mensaje en la figura imaginaria de "El Político de Turno".
¡Felices Fiestas, mi desconocido representante! No le conozco. El anonimato de mi dedicatoria que me impide identificarlo, me libera, por otra parte de ataduras y me permite dirigirme a usted como si fuera el genuino retrato robot de esa legión de compatriotas que se dedican a la gestión de España, que es mi país.
Quiero destacar este hecho: España es mi país. Tanto como el suyo, o más, tal vez, porque usted puede perder, perderá, cualquier día su condición de representante y a saber por dónde le da entonces, mientras que yo es más que dudoso que deje de ser español.
Quiero desearle de todo corazón que estos días sean para usted un paréntesis de tranquilidad, de paz, de serenidad, de alegría (¿me permite que diga "de amor"? ¿No le suena ñoño? ¿No? Pues, sí, también de amor).
Me da igual que estas fechas sean para usted la conmemoración del nacimiento de Jesús, que las vea como unas celebraciones familiares o que nada más las interprete como el festejo ancestral del solsticio de invierno. Me da igual, porque entre sus votantes los hay de los tres tipos y puede que de alguno más.
Usted puede creer que representa a unos más que a otros, porque se ve a sí mismo como la quintaesencia de la ideología con la que se muestra en público, pero se equivoca. Usted es uno más de la clase política y todos son muy parecidos; para la bueno y para lo malo.
A poco que mire a su alrededor y reflexione, verá que todos los que se sientan en el mismo salón que usted, ya sea el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo o el salón de Juntas del Ayuntamiento de La Almunia de Doña Godina, comparten el mismo origen, idéntico titulo, igual obligación: están ahí porque les hemos puesto los ciudadanos; y esos, los votantes o sea, nosotros, pensamos cada uno lo que nos parece.
Y a ahí quería yo llegar: si a todos los hemos puesto nosotros donde están ¿No cree usted que valdría la pena pararse a pensar qué es lo que queremos, lo que necesitamos, lo que nos preocupa, lo que nos quita el sueño y lo que nos hace soñar? ¿No ve que los que le pusimos podemos quitarle? ¿Sigue sin asumir que usted ha prometido servirnos?
A veces cuando le escucho, me parece percibir que usted se esfuerza por lo contrario, por convencerme de lo que es importante para mí. Es al revés: por muy temprano que se levante, yo sé mejor que usted lo que de verdad me importa. De hecho, puedo asegurarle que voté a quien voté convencido de que haría lo preciso para que me fuera mejor; mejor a mí, no a él.
Y por eso, en ocasiones como esta, cuando llevamos años y años deseándonos unos a otros "Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad", me da pena comprobar lo que les cuesta a ustedes ver lo evidente, lo que vemos millones de ciudadanos, lo que les estamos pidiendo a gritos callados: que es imprescindible que ustedes se pongan de acuerdo una y otra y otra vez, porque, le aseguro, Don Político de Turno, que sus votantes y los de ese otro colega a quien tanto insulta, quieren las mismas cosas, paz, trabajo, salud, cultura, dinero, futuro para sus hijos, y cada vez que les oímos comportarse como energúmenos, agotar el muestrario de improperios, negar lo evidente, disfrazar la verdad, perder los papeles, hacer el ridículo, disminuye un poco más la escasa confianza que tenemos en todos ustedes.
Eso es malo, señor representante, porque España les necesita como categoría. Siempre habrá políticos; incluso cuando se llega a la contradicción de asaltar el poder en nombre de quienes odian la política.
Y como es eso es así me permito insistir que entre usted y todos los que comparten oficio, o vocación, o profesión, hay muchas más cosas que les unen que las que les separan. Vea: todos ustedes pertenecen al género humano (incluso el portavoz de ese Partido que está en sus antípodas ideológicas es humano, se lo aseguro); todos son españoles (sí, todos, por extraño que le parezca; hasta ése que insiste en que quiere dejar de serlo, porque quiere pero no puede, porque es imposible); todos ustedes están ahí para servirnos, no para avergonzarnos; y, por último, todos dicen que buscan el bien común, que no es una abstracción filosófica, sino que tiene que concretarse en el bienestar de cada uno de nosotros, sus votantes.
Ahora, desde hace algún tiempo, muchos de ustedes andan por ahí como pollo sin cabeza, el norte perdido y a veces también la educación. No creo que sea un daño colateral de la pandemia, porque viene de antes, pero eso tiene que acabar. Yo, mi señor representante, me atrevo a pedírselo una vez más, en estos días que otros años fueron entrañables y este son inquietantes: acérquese al colega que tenga más lejos, al que peor le haya tratado, al que la última que le interpeló lo llamó… Lo recuerda ¿verdad? Y lo que usted le contestó, que tampoco se anduvo por las ramas. Pídale disculpas aunque haya sido él quien empezara la bronca (ya se sabe que siempre es el otro el que empieza), ofrézcale la paz y quede con él para hablar de sus cosas que son las nuestras. No espere a que lo hagan los demás: empiece usted.
No crea que lo que le pido es una pérdida de tiempo. Al contrario: podría ser "el comienzo de una hermosa amistad". Luego su ejemplo podría contagiarse, volverían a hablar los unos con los otros, conseguirían algunos acuerdos, pequeños al principio, importantes más tarde, y la ciudadania se lo agradecería y hasta llegaría a creer que usted había vuelto a ser el Padre de la Patria que durante demasiado tiempo se había convertido en odioso padrastro.
Se lo ruego, señor Político de Turno; si quiere se lo pido de rodillas. Va en su naturaleza su enorme capacidad de contagiar sentimientos e ideas; las malas y las buenas. Lo que quiero que haga es que nos contagie tolerancia, comprensión, bondad en definitiva, porque esas son las mejores vacunas contra lo que a veces ustedes infectan: dogmatismo, división, odio. Hágalo, señor; no va a costarle más trabajo y usted mismo saldrá beneficiado.
Es urgente. Fíjese, el día de Nochebuena nos habló Felipe VI, el Rey, el Jefe del Estado, ya sabe. A todos ustedes, los destinatarios de estos párrafos, les ha faltado tiempo para poner en marcha el enésimo y deplorable espectáculo de sus manifestaciones sectarias. El Rey es lo de menos: lo que ustedes buscan es la yugular del contrincante. Los unos porque tiraban de venda antes de recibir la pedrada, los otros porque pretenden que Felipe VI condene a su padre, que ni siquiera está procesado, antes de que los tribunales digan lo que tengan que decir. ¿Podría soñar con que la semana que le queda al 2020 pueda usted aprovecharla para enmendar el rumbo? Ande, hombre, a ver si es posible que sea ese mi regalo de reyes.
¡Qué horror, qué tarde se me ha hecho! Disculpe mi osadía por ocupar su tiempo en estas fechas, aunque bien pensado… su tiempo es mío, que pare eso pago su sueldo.
Felices Fiestas, Señor Político de Turno.